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Natividad Amo Andrés

Biografía

Amo Andrés, Natividad. Martín Muñoz de las Posadas (Segovia), 12.XI.1874 – Santa María la Real de Arévalo (Ávila), IV.1952. Abadesa reformadora cisterciense (OCist.) durante trece trienios.

La mayor alabanza que se puede tributar a una superiora es que sus religiosas la eligieran en aquellos tiempos por votación secreta cada tres años por espacio de trece veces. Efectivamente, madre Natividad fue una de las religiosas más insignes que pasó por el monasterio del Real, cuyos orígenes arrancan del siglo xii en el lugar de Gómez Román. Nacida de una familia patriarcal, donde florecían las virtudes cristianas, fue campo abonado para que Dios fijara su mirada en las hijas y escogiera por lo menos a dos para la vida consagrada, y a una tercera que vivió en el mundo como auténtica religiosa, hasta en el vestir.

Habiendo ingresado religiosa a los veinte años, a los trenta y tres —dos antes de lo que exigían las normas canónicas de aquellos tiempos— ya se fijaron en ella sus hermanas y la postularon para que las presidiera, prueba evidente de la seriedad con que emprendió la vida monástica. Y no sólo las presidiría durante un trienio, sino que se fueron repitiendo las elecciones una y otra vez, hasta trece. En 1920, como ya llevaba en el cargo cinco trienios, el presidente de la elección recordó que era más conforme a las normas canónicas el cambio, es decir, escoger para abadesa a otra religiosa.

Le escucharon dócilmente las trece capitulares.

El resultado fue que, hecho el escrutinio, se contaron doce votos favorables a la misma y uno en contra, el de la interesada.

Además de prelada diligente, tenía dotes de escritora, legando a la comunidad escritos interesantes, no sólo sobre temas espirituales, sino también sobre temas históricos, aspirando a elaborar una pequeña historia del monasterio, cuyo archivo investigó y ordenó como si se tratara de una especialista en la materia, a pesar de que le faltaba preparación, pero los absorbentes trabajos del cargo abacial le impidieron hacer una obra que mereciera la pena. Dentro y fuera del monasterio gozó fama de verdadera santa. Quizá en lo que destacó más fuera en las labores de bordado, dejando a la comunidad preciosos recuerdos, de un ingenio y maestría singulares, que enriquecieron los ornamentos sagrados. Su don de consejo llamaba la atención no sólo en el manejo de los asuntos de la comunidad, sino a nivel ciudadano, de tal manera que se le consultaba de continuo sobre asuntos delicados, y siempre tenía una respuesta adecuada y certera, gracias a las luces que recibía de lo alto en su entrega constante a la oración, labor primordial de un alma contemplativa. Una de sus principales precauciones fue sacar del olvido a la venerable Catalina del Espíritu Santo, no descansando hasta lograr que un hijo de la ciudad compusiera su primera biografía.

La comunidad de San Isidro de Dueñas se encargó de ejercer sobre la del Real de Arévalo el cometido de casa madre, es decir, que era el abad de ese monasterio el encargado de aplicar la jurisdicción eclesiástica sobre las religiosas, facilitar capellán y solucionar todos los problemas que requerían la intervención de visitadores, desligadas casi por completo de la jurisdicción del ordinario de la diócesis. Todo lo obtuvo madre Natividad.

La comunidad tenía en su haber, y sigue teniendo, una religiosa con gran fama de santidad, la venerable Catalina del Espíritu Santo, muerta en olor de santidad. No dudo de que sor Natividad Amo puede ser considerara la segunda, a pesar de que no haya gozado de fenómenos místicos, como disfrutó la primera.

Precisamente muchos santos de nuestros días están escalando el honor de los altares sin que precedieran esos fenómenos místicos que Dios ha querido comunicar a algunas almas.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del monasterio de Santa María la Real de Arévalo.

C. Rodero Sáez, Una joya cisterciense, Venerable Catalina del Espíritu Santo, Arévalo, Viuda de F. Hernández, 1947, pág. 5; D. Y áñez Neira, “El sueño dorado de unas fervorosas religiosas”, en Cistercium, año IV (1952), pág. 144; “El Monasterio Cisterciense de Santa María la Real de Arévalo y sus abadesas”, en Cistercium, año XII (1960), pág. 142.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO