Romero, Juan Bautista. Ruzafa (Valencia), 1756 – Madrid, 1802 post. Pintor.
Juan Bautista Romero fue uno de los más importantes representantes de la pintura de flores en el Levante español. Sin duda, ya pintaba bodegones antes de entrar como alumno en la Real Academia de San Carlos de Valencia, y en esa institución recibió el primer premio en 1785.
La fundación de la citada Academia en 1768 bajo auspicios de Carlos III, y el impulso que este rey dio a la decadente industria de la seda, propiciaron la creación en 1778 de una Sala de Flores en el seno de la Academia de San Carlos, en la que se formarían los estudiantes menos preparados para llevar a cabo grandes composiciones históricas, y cuyos modelos serían empleados en la confección de tejidos de lujo producidos en las manufacturas valencianas de la seda. Es ésta la principal razón del auge del género de flores durante el último tercio del siglo XVIII, con figuras señeras como Benito Espinós, José López Enguídanos o Francisco Lacoma, junto a Juan Bautista Romero.
En la Academia de San Carlos se conservan estupendos floreros fechados en 1796 donde puede apreciarse con toda claridad que ha estudiado la obra de Arellano y Bartolomé Pérez.
Según su propio testimonio, vivió durante una temporada en Madrid, estancia que aprovechó para ampliar y pormenorizar sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Desde muy joven perteneció a la Real Casa y a la Fábrica de los Cinco Gremios.
También quedan testimonios de sus trabajos como pintor para la Real Fábrica de Porcelanas del Buen Retiro. En 1796 regaló a Manuel Godoy, por entonces primer ministro y favorito de los reyes españoles, un par de floreros con la esperanza de medrar en la Corte, y quizá fueron el motivo fundamental para que Godoy intercediera a su favor y consiguiera así el citado empleo en la fábrica de porcelanas. Ambos bodegones de flores se conservan en la Real Academia de San Fernando, desde que fueran confiscados al ministro tras su destitución acaecida en 1808. Son perfectos ejemplos de la delicadeza de Romero en la representación de las distintas texturas de las flores y el control técnico de su pintura, a base de zonas empastadas matizadas por finas veladuras. Se evidencia el gusto por la elegante caligrafía de los zarcillos, la sobria disposición de las flores y el brillo del cristal. Con estas obras demostró una mayor sensibilidad que la de sus contemporáneos valencianos.
Dos de sus hijos, Juan Bautista y Vicente, también fueron pintores de flores que prolongaron, ya en el siglo XIX, la estela de un género que poco a poco ha ido revalorizándose no sólo en el mercado, sino también en la historiografía artística especializada.
Obras de ~: Florero, Academia de San Carlos, Valencia, 1796; Florero, Real Academia de Bellas Artes de Madrid, 1796.
Bibl.: J. de Contreras y López de Ayala, marqués de Lozoya, Historia del Arte Hispánico, Barcelona, Salvat Editores, 1931-1945; A. E. Pérez Sánchez, Inventario de pinturas de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, RABASF, 1964; VV. AA. Pintura española de bodegones y floreros de 1600 a Goya, catálogo de exposición, Madrid, Museo del Prado, 1983; J. Camón Aznar, Arte español del siglo XVIII, Madrid, Espasa-Calpe, 1986; J. L. Morales y Marín, Pintura en España 1750- 1808, Madrid, Cátedra, 1994. VV. AA. Spanish still life: from Velázquez to Goya, catálogo de exposición, Londres, National Gallery, 1995.
Laura Fernández Bastos
