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José de Guevara Vasconcelos y Pedraja

Biografía

Guevara Vasconcelos y Pedraja, José de. Ceuta, 1737 – Madrid, 1.XI.1804. Orador y anticuario, III anticuario de la Real Academia de la Historia (1775- 1798).

Hijo de José de Guevara Vasconcelos y Riveiro —coronel del Regimiento de Ceuta, alférez mayor de la misma, hidalgo de la Casa Real de Castilla y caballero de la Orden de Santiago— y de Pilar Pedraja y Medrano.

Se formó en el colegio de los Ingleses de la Compañía de Jesús, en Sevilla, y en la Facultad de Filosofía, doctorándose en Teología en la Universidad de Osuna. Estudió los tratados de san Agustín y Lengua Griega, como su compañero Alonso de Acevedo y “estaba instruido en las lenguas francesa e italiana, las cuales hablaba con facilidad”, pero “su literatura la acreditó en el Colegio Inglés de Sevilla y en el Sacromonte de Granada, donde se acreditó en Grados”.

Desde joven destacó en sociedad, característica que debió de mantener toda su vida, pues los condes de Aranda informaron favorablemente de él cuando sólo tenía treinta años y posteriormente obtuvo licencia para predicar de los obispos de Málaga y Córdoba. En Ceuta y Sevilla también obtuvo permiso para confesar, hizo oposiciones a canónigo en las catedrales de Málaga y Córdoba y llegó a ser canónigo de la catedral de Zaragoza.

Trasladado a Madrid, tuvo fama de excelente orador, por lo que a él encomendó Jovellanos la defensa de su famoso Informe sobre el expediente de la Ley Agraria en 1794. Fue caballero de la Orden de Santiago (1783), consejero honorario del Real y Supremo delas Órdenes Militares (1783), ministro honorario del Consejo de Órdenes, censor perpetuo y fiscal de la Sociedad Económica Matritense, ministro de la Junta Central de Comercio y Moneda y también ocupó el sillón L de la Real Academia Española, lo que testimonia su brillo intelectual y su prestigio social. Tuvo un hermano, Ramón, muerto en 1790, que también fue académico de la Real Academia de la Historia.

El 1 de agosto de 1770 escribió a Pedro Rodríguez Campomanes, de quien debía de ser amigo, diciendo que llevaba tres años esperando una plaza para la Real Academia de la Historia, lo que indica su ambición con sólo treinta y tres años. Fue admitido como supernumerario el 31 de agosto de ese año y leyó su discurso el 7 de septiembre de 1770 y pocos años después, el 11 de junio de 1775, pasó a numerario con un discurso bastante tópico, en el que indica que “es muy propio de esta Academia disertar sobre los puntos dudosos de nuestra Historia [...] discerniendo entre los monumentos que nos han quedado de la Antigüedad cuales son legítimos y cuales ‘supositicios’, consultando para esto Geógraphos e Historiadores Antiguos y modernos y las Medallas, Inscripciones y Diplomas para no dar fe sino a lo que tenga señales de verdad”.

Siendo supernumerario, fue nombrado anticuario en 1775, cargo que ocupó veinticinco años. Obtuvo las llaves del monetario que custodiaba el secretario y contribuyó a que el Reglamente de 1792 recogiera que el Gabinete de Antigüedades “debe existir en la casa de la Academia” para guardar las monedas y demás antiguallas. Formó parte de la Comisión de Antigüedades desde su constitución en 1792 y fue igualmente archivero de la Real Academia de la Historia desde el 14 de marzo de 1794 hasta su muerte, censor desde el 29 de noviembre de 1799 hasta el 29 de octubre de 1802 y decano desde el 12 de marzo de 1802 hasta su fallecimiento, ocurrido en 1804 en la vivienda de la Academia en la Casa de la Panadería.

Con Cándido María de Trigueros preparó en 1794 un informe sobre Inscripciones geográficas antiguas de España, recogidas y examinadas por la Real Academia de la Historia, proyecto de corpus epigráfico que pretendía proseguir el iniciado por el marqués de Valdeflores en tiempos del marqués de Ensenada. En 1790 formó parte de la Comisión que visitó Segóbriga, integrada igualmente por José de Cornide y fray Benito Montejo y en 1797 se le nombró, junto a José Banquero, Miguel de Manuel, José Cornide Saavedra y José Ruiz Celada, para la junta que debía establecer las normas finales para la formación del Diccionario Geográfico- Histórico de España que pretendía llevar a cabo la Real Academia de la Historia. También Guevara, junto a Joaquín Traggia, Isidoro Bosarte, José Cornide y José Ortiz y Sanz, miembros de la Sala de Antigüedades, intervino en la redacción de la Instrucción formada de orden de S. M. por la Real Academia de la Historia, sobre el modo de recoger y conservar los monumentos antiguos descubiertos o que se descubran en el Reyno, que fue publicada como Real Cédula en 1803.

Sin embargo, a pesar de su evidente prestigio social y de contar con el apoyo del conde de Campomanes, su relación con la Academia fue muy conflictiva, dada la falta de dedicación a sus obligaciones como anticuario y al abandono del Gabinete de Antigüedades.

El mismo conde de Campomanes se vio obligado a intervenir en la catalogación de la colección ante el grave conflicto surgido por la ineficiencia de Guevara, ya que debilitaba su postura en los enfrentamientos políticos y sociales de la época, dada la amistad de Guevara con Jovellanos y Campomanes. Para avanzar en la catalogación, Campomanes formó una Comisión que se reunió numerosas veces en 1791, en un trabajo intenso. Pero la Academia “le exigía el índice y catálogo que manda el estatuto [...] de 1792” y, a pesar de su resistencia y de contar con el favor regio y de Campomanes, una vez caído éste, se vio forzado a dimitir de su cargo el 15 de marzo de 1799. Guevara se defendió con una Memoria de interés para conocer el estado del Numario, pero las críticas arreciaron y la Academia le exigió dejar la vivienda que, como anticuario, ocupaba al haber cesado del cargo, aunque el Rey, contra el parecer de la Institución, le concedió su disfrute, si bien todavía en 1809, cinco años después de su muerte, la Academia continuaba solicitando la devolución de libros que habían quedado en su poder.

Sus publicaciones destacan por la ausencia de estudios relevantes, por lo que este personaje fue más un brillante orador, preocupado por su brillo en sociedad, que por los trabajos eruditos a pesar de su cargo de anticuario en la Real Academia de la Historia.

 

Obras de ~: “Elogio a Carlos III” y “Elogio al Conde de Fuentes”, en Memorias de la Sociedad Económica [de Madrid], vol. II (1780), págs. 46-48 y págs. 93-98, respect.; Discurso que en elogio del Rey (Carlos III) [...] leyó en Junta General de 1º de Noviembre de 1787 Don ~, Censor [...] de la Sociedad Económica de Madrid, Madrid, Antonio de Sancha 1787; Memoria sobre el recogimiento y ocupación de los pobres. Formada en informe en una comisión de diez y seis individuos y extendida por el señor Don ~, Censor perpetuo de la misma Real Sociedad, vol. III, Madrid, Antonio Sancha, 1787, págs. 1-43; Elogio del Rey nuestro Señor, leído en Junta General el año 1779 por Dn. ~, Censor perpetuo de la Sociedad Económica [de Madrid] y Elogio del Rey, leído en la Junta General de 4 de Noviembre de 1780, por Dn. ~, Censor perpetuo de la Sociedad Económica [de Madrid], vol. IV, Madrid, 1787 (Memorias de la Sociedad Económica [de Madrid]), págs. 299-302 y págs. 303-306, respect.

 

Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Expediente personal del Marqués de Siete Iglesias. Marqués de Siete Iglesias, “Catálogo de sus individuos. Noticias sacadas de su archivo”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXV (1978), n.º 59, págs. 56-57. F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, vol. IV ( G-H), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1986, págs. 374-375; M. Almagro-Gorbea, “El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia.

Pasado, presente y futuro”, en M. Almagro-Gorbea (ed.), El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, Madrid, Real Academia de la Historia, 1999, págs. 124-126.

 

Martín Almagro-Gorbea

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