Conde García, José Antonio. La Peraleja (Cuenca), 28.X.1766 – Madrid, 12.VI.1820. Arabista, lingüista e historiador, V anticuario de la Real Academia de la Historia.
Este ilustre arabista y anticuario vivió en los difíciles años de la invasión napoleónica. Fue partidario de José I, por lo que tuvo que arrostrar las duras vicisitudes que trajo consigo la invasión francesa y sus secuelas sociales y políticas, preludio de los sobresaltos e interferencias en la vida académica española a lo largo del siglo XIX.
Nació en La Peraleja (Cuenca), hijo de Juan Manuel Conde, que fue alcalde de La Peraleja en 1750, y de Antonia García, familia arraigada en La Alcarria conquense formada por tres hijos y cinco hijas. Estudió en el Seminario de San Julián de Cuenca (1781- 1782), pero aunque recibió las Órdenes Menores y llegó a firmar sus obras como “cura de Montuenga” en 1804 y 1806, parece que no se llegó a ordenar, pues abandonó el seminario en 1782. En la Universidad de Alcalá obtuvo el bachiller en Cánones (1788) con máxima calificación y Leyes (1789) y participó en tertulias liberales y anticlericales y fue denunciado a la Inquisición en 1789. Opositó a las cátedras de Lengua Hebrea (1789), de Griego y de Árabe (1780), que no alcanzó, aunque formó parte del claustro. En 1791 se licenció en Cánones y se doctoró en ambos Derechos, pasando a ser de la Academia de Jurisprudencia de Alcalá y en 1792 abogado de los Reales Consejos.
Ingresó en la Biblioteca Real de El Escorial en 1794 como escribiente, pasando a oficial 3.º (8 de mayo de 1795), 2.º (1797) y 1.º (1799), bibliotecario (16 de junio de 1802) y archivero (1805-1806), carrera que facilitó por su traducción de Anacreonte (1791) y sus conocimientos del griego y del árabe, que debió aprender con el maronita Miguel Casiri, lo que le facilitó el acceso a los manuscritos árabes por los que tanto se interesó y coleccionó. En 1796-1797 publicó paráfrasis de diversos autores griegos, en 1797 tradujo el Calila e Dimna, y en 1799 editó y tradujo con notas el texto árabe de la descripción de España de El Edrisí.
Era hombre afable y modesto, con fama de abstraído en sus estudios, que contó con numerosas amistadas, en especial entre liberales y afrancesados, desde su amigo de la juventud y protector, Leandro Fernández de Moratín, tío de quien sería su esposa en 1816. También trataba a Juan Ceán Bermúdez, Diego Clemencín, el padre Pedro Estala, Luis Godoy, Vicente González Arnao, Juan Antonio Melón González, Juan Tineo, Juan Pablo Forner, el padre J. Traggia, Antonio Ranz Romanillos, Jerónimo de la Escosura, Agustín de Betancourt, el marqués de Casa Cagigal, Antonio Capmany y los generales Francisco Javier Castaños y Gonzalo O’Farril, ministro de la Guerra con Fernando VII que se pasó a José I, y el erudito de Boston M. G. Ticknor.
Conde fue nombrado honorario de la Real Academia Española el 24 de diciembre de 1801 y pasó el 16 de marzo de 1802 a numerario por la Silla G, en la que desarrolló una notable actividad. Expulsado por colaborador de José I el 8 de noviembre de 1814, fue readmitido en 1819 en la Silla N. El 18 de diciembre de 1801, fue elegido supernumerario en la Academia de la Historia, dando el 15 de enero de 1802 una disertación sobre Memoria sobre las monedas árabes, principalmente sobre las que fueron acuñadas en España bajo los príncipes musulmanes, obra que evidencia su capacidad como arabista, sus conocimientos de numismática árabe y que puede considerarse precursora de dichos estudios en la Real Academia de la Historia.
El 2 de junio de 1804 pasó a numerario y se le nombró anticuario al día siguiente, hasta su fallecimiento en la Academia en 1820. También perteneció a la Sociedad Económica Matritense desde 1811.
Liberal y afrancesado, en 1808 ejerció de jefe de División de Bibliotecas del Ministerio del Interior del Gobierno de José Bonaparte, pero el 22 de julio de 1808 huyó a Vitoria con el Rey Intruso, para volver con él a fines de ese año y ocupar en 1810 el cargo de archivero del Ministerio del Interior y, a partir del 24 de noviembre de 1810, de jefe de División en el mismo. En 1811 fue nombrado por José Bonaparte miembro de la Junta de Instrucción Pública y en 1812, caballero de la Orden de España.
Junto a Vicente González Arnao, Antonio Ranz Romanillos y Juan Antonio Llorente, fue suspendido de las academias el 19 de agosto de 1808 por haber jurado la Constitución de Bayona y haber reconocido a José Bonaparte. Al entrar en Madrid Napoleón, el 18 de marzo de 1811, Vicente González Arnao fue nombrado director de la Real Academia de la Historia y José Antonio Conde se reintegró como anticuario con el Gobierno de José Bonaparte. En esa etapa desaparecieron las monedas y medallas de oro y plata de la Academia de la Historia, pues, bajo la fórmula de venta de piezas “duplicadas”, “entraron á saco manos avaras durante la guerra de la independencia por tan estimable caudal, y [...] una colección de primer orden, viniera á serlo de tercero ó cuarto”, en expresión de Aureliano Fernández-Guerra años después. Aunque ningún documento precisa la responsabilidad de Conde, los indicios apuntan en esa dirección. Tras la batalla de Arapiles (22 de julio de 1811) tuvo que huir con los franceses de Madrid, regresó el 26 de marzo de 1812 de nuevo para volver a huir hacia Valencia al abandonar José I definitivamente la capital el 10 de agosto de 1812. Regresó una vez más el 26 de febrero de 1813, pero huye de Madrid con José I el 17 de marzo de 1813 hacia Francia, siendo dado de baja el 23 de diciembre de 1813 y, desterrado por Fernando VII, se trasladó a París.
En marzo de 1814 viaja entre Madrid y su pueblo, donde no era bien acogido, pues los invasores franceses habían hecho mucho daño en tierras conquenses.
Retirado ocultamente a Madrid, se casó en 1816 con Mariquita, sobrina carnal de su amigo Leandro Fernández de Moratín, que era veintinueve años más joven que Conde, pagando Moratín la dote y el ajuar, pero murió de parto al año siguiente.
Aunque desde 1816 estaba autorizado a vivir en Madrid, sólo en 1819 pudo ejercer de nuevo el cargo de anticuario, hasta su fallecimiento, ocurrido en 1820 en la Casa de la Panadería, cuando vivía casi sin medios, sostenido por Leandro Fernández de Moratín y otros amigos que costearon su entierro, lo que explica que pocos años después se subastara en Londres la colección de manuscritos árabes de su biblioteca.
Destacó desde su juventud en el estudio del árabe, en la que manejaba la bibliografía internacional de la época, fue también buen conocedor de griego, latín, hebreo y persa y su esquela funeraria lo considera “sabio, erudito humanista, anticuario y polígloto Bibliotecario y Anticuario”. Su interés por la Historia árabe le llevó a solicitar en 1802 a José Cornide, prior del Real Monasterio de El Escorial, que le dejara ver los manuscritos árabes de la Biblioteca, siendo el descubridor de los manuscritos aljamiados, escritos en castellano con caracteres arábigos, conforme reconoce Silvestre de Sacy, con quien se carteó de 1797 a 1811, visitándole en París en 1814. Se especializó en Geografía y Cronología de los árabes en España, siendo uno de los primeros en reivindicar la cultura hispano-musulmana cuando “el resto de Europa yacía en las tinieblas de la ignorancia”. Al servicio de esta idea tradujo la parte de España de la Geografía del Edrisí, “participó en comisiones relativas a Historia y literatura de los moros” y falleció cuando escribía su Historia de los Árabes de España. Esta Historia de la dominación de los Árabes en España sacada de varios manuscriptos y memorias arábigas, es su obra más divulgada, reeditada varias veces y traducida al alemán (1824), francés (1825 y 1840) e inglés (1854), lo que evidencia su prestigio, confirmado por haber sido nombrado correspondiente de la Academia de Ciencias y Filología de Berlín en 1820, aunque su obra haya sido considerada mediocre por Reinhard Dozy, y Francisco Codera señala su interés aunque es de carácter precientífico en muchos aspectos por falta de espíritu crítico. Igualmente, destaca la labor pionera en Numismática árabe de su Disertación sobre las monedas árabes españolas, por lo que se le puede considerar iniciador de la tradición española en estos estudios que se ha mantenido hasta nuestros días.
Conde se dedicó también a otros trabajos eruditos como anticuario, pues prosiguió la Colección Lithológica de España que llevaba a cabo la Real Academia de la Historia, en la que recogió inscripciones ibéricas, romanas y árabes del Levante y también estudió monedas godas e hizo un catálogo de veintiún folios de las monedas de la Academia. También se interesó por la Pedagogía y, como dominaba bien las lenguas clásicas, publicó diversas traducciones directas del Griego, algunas todavía utilizadas, y polemizó, con humor y dominio de lenguas, siguiendo la tradición de Gregorio Mayans, contra los excesos de Pedro Pablo de Astarloa en su Apología de la lengua vascongada (Madrid, 1804), publicando una Censura crítica de la pretendida excelencia y antigüedad del vascuence, y con Juan Bautista Erro, con su Censura crítica del alfabeto primitivo de España.
Por ello, la figura de Conde, liberal y afrancesado, destaca como iniciador de los estudios arabistas sobre Historia de España y representa, como bibliotecario profesional, un cambio respecto a sus predecesores del siglo XVIII que prefigura la especialización del Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Obras de ~: El Eranteo (poema), Madrid, 1787; Poesías de Anacreón, Teócrito, Bion y Mosco, traducidas del Griego por Don ~, Madrid, Benito Cano, 1796; Poesías de Saffo, Meleagro y Musco, traducidas del Griego por D. ~, Madrid, Benito Cano, 1797; Descripción de España de Xerif Aledris, conocido por el Nubiense, con traducción y notas de ~, Madrid, Imprenta Real, por D. Pedro Pereyra [...], 1799; Carta en castellano con postdata políglota: en la qual Don Antonio Pellicer y Don ~ [...] responden a la carta crítica que un anónimo dirigió al Autor de las Notas del Don Quixote, desaprobando alguna de ellas, Madrid, Imprenta de Sancha, 1800; Censura crítica de la pretendida excelencia y antigüedad del Vascuence. Por D. J. A. C., cura de Montuenga, Madrid, Imprenta Real, 1804; “Informe dado a la Real Academia Española por D. ~ sobre el Rimado de Palacio de Pero López de Ayala”, Madrid, Junta de 9 de julio de 1804; Censura crítica del alfabeto primitivo de España, y pretendidos monumentos literarios del Vascuence, Madrid, Imprenta Real, 1806; Apuntes para una disertación acerca de la idolatría de españa y sus antiguos dioses, 1808 (inéd.) (Real Academia de la Historia, ms. 9/5967); Poesías Orientales, Madrid, 1819; Califas Cordobeses, Madrid, 1820; Historia de la dominación de los Árabes en España sacada de varios manuscriptos y memorias arábigas, Madrid, Imprenta que fue de García, 1820-1821, 3 vols. (reed., Barcelona, 1844, 3 vols.); Biblioteca de Historiadores Españoles, Madrid, Marín y Cía., 1874 (reed. facs., Valencia, 1997); Poetas líricos griegos, traducidos en verso castellano directamente del griego por Baraibar, Menéndez Pelayo, Conde y otros [...], Madrid, Librería de Perlado, Páez y Cía., 1884 (col. Biblioteca Clásica, LXIX); “Memoria sobre la moneda arábiga, y en especial la acuñada en España por los príncipes musulmanes”, Memorias de la Real Academia de la Historia, X, Madrid (1885), págs. 225-314.
Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Exps. personales, leg. 94, Carpeta 28, Lección 114; Catalogue of rare, interesting and curious Spanish Books, and a few Miscellaneous Articles forming The Library of D. J. Antonio Conde, Pall-Mall, Evans, 1824.
ARABISTAS españoles: José Antonio Conde, s. f. (Biblioteca Nacional, texto mecanogr.); Duque de San Miguel, Discurso pronunciado en la Real Academia de la Historia, Madrid, Imprenta Díaz y compañía, 1853; E. Hübner, Monumenta Lingua Ibericae, Berolini, 1893, pág. XXIV; P. Roca López, “Vida y escritos de José Antonio Conde”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 3.ª época, 8 (1902), págs. 378- 394 y 458-469; 9 (1903), págs. 279-291 y 338-354; 10 (1904), págs. 27-42; L. Barrau-Dihigo y H. Derembourg, “Quatre lettres de Josef Antonio Conde à Silvestre de Sacy”, en Revue Hispanique, 18 (1908), págs. 258-278; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, XIV, Madrid, Espasa Calpe, 1912, págs. 1015-1051; C. Ron de la Bastida, “Los manuscritos árabes de Conde (1824)”, en Al-Andalus, 21 (1956), págs. 113-124; A. Papell, “José Antonio Conde”, en G. Díaz-Plaja (dir.), Historia General de las Literaturas Hispánicas, IV, Barcelona, Barna, 1957, pág. 138; M. Manzanares de Circe, “Gloria y descrédito de José Antonio Conde”, en Anuario de Estudios Medievales, VI (1969), págs. 553-563; Arabistas españoles del siglo XIX, Madrid, Instituto Hispano Árabe de Cultura, 1971, págs. 49-79; Marqués de Siete Iglesias, “Real Academia de la Historia. Catálogo de sus individuos. Noticias sacadas de su archivo”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXV, n.º 92 (1978), págs. 81-83; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1983, págs. 530-533, n.º 3933-4005; M. Almagro Gorbea, “El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Pasado, presente y futuro”, en M. Almagro Gorbea (ed.), El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, Madrid, Real Academia de la Historia, 1999, págs. 128-132; J. Calvo Pérez, Semblanza de José Antonio Conde, Cuenca, Diputación Provincial, 2001; M. Almagro gorbea, “José Antonio Conde”, en Catálogo de la Real Academia de la Historia, I.1.1. Epigrafía Prerromana, Madrid, Real Academia de la Historia, 2003, págs. 437-438.
Martín Almagro Gorbea