Careaga y Basabe, Pedro de. Conde del Cadagua (II). Guecho (Vizcaya), 2.VIII.1896 – Casas Blancas (La Rioja), 6.IX.1986. Banquero.
Hijo del diplomático bilbaíno Pedro González Careaga y Quintana, que fue embajador de Su Majestad el Rey en Alemania, en los años de la Primera Guerra Mundial, y de María de la Concepción Basabe y Zubiría, con antepasados vinculados al negocio bancario. Por Real Orden de 1903 los apellidos del padre quedaron en Careaga de la Quintana y Osante.
Terminados los estudios en la Universidad de Deusto, en 1930 entró Pedro de Careaga y Basabe a formar parte del Consejo de Administración del Banco de Vizcaya y al año siguiente ya era miembro de la Comisión Delegada Permanente. El 13 de septiembre de 1943 fue nombrado primer presidente estable del Consejo de Administración, cargo hasta entonces rotativo. Esa presidencia la ocupó hasta el 29 de diciembre de 1975. Su sucesor en la presidencia, Ángel Galíndez, propuso se le nombrase presidente de honor, propuesta aprobada por el Consejo de Administración, en razón de su inteligencia, su firmeza, su proceder recto, su prudencia y su sensibilidad, lo que le hacía, se dice, constituyese ejemplo para todos y de modo especial para los que habían trabajado a su lado.
Casado con Carmen Salazar y Chavarri, entroncada con muy importantes promotores de la industrialización vizcaína, tuvo el matrimonio dos hijas, María Concepción y Carmen. Ésta casó con Fernando de Ybarra, marqués de Arriluce de Ybarra.
En puestos de responsabilidad en el Banco de Vizcaya, al terminar la Guerra Civil hubo de ocuparse Pedro de Careaga del desbloqueo de saldos —que había sido establecido por la necesidad de unificar las dos circulaciones monetarias que había—, así como de la recuperación de valores extranjeros, sin olvidarse de las tareas de reconstrucción y de modernización de la economía española y de su proyección al exterior.
El marco legal en el que se desenvolvía la actividad bancaria en esos años era el del statu quo bancario, establecido por las disposiciones que se dieron en los años finales de la guerra y en los inmediatos de la posguerra y que quedaron refrendadas por la Ley de Ordenación Bancaria de 1946. El statu quo prohibía la creación de nuevos establecimientos bancarios, limitaba la apertura de sucursales y agencias, no permitía la entrada de bancos extranjeros y restringía la expansión territorial de las cajas de ahorros, que no podían realizar determinadas operaciones bancarias, a la vez que se daban normas a seguir por los bancos en su política crediticia y se regulaban los precios que podían aplicar.
No obstante las limitaciones, hubo una actividad bancaria intensa, con los grandes bancos en un proceso de concentración y de absorciones, con adquisición de casas de banca, toma de participaciones en el capital de los bancos más pequeños y apertura de oficinas allí donde les era permitido. Ese proceso de concentración favoreció a los bancos mayores, al poder ampliar el ámbito territorial de su actividad, y a los pequeños, al tener un aumento grande en el valor de sus acciones.
El Banco de Vizcaya, que en el año 1918 salió del marco provincial, al abrir sucursal en Madrid, por compra de la casa de banca Luis Roy, Sobrino, fue ampliando su red y al celebrar el cincuentenario, en 1951, tenía 193 sucursales y agencias, sin contar cincuenta agencias urbanas en importantes ciudades, forma de expansión en lo que fue un precursor. Las principales partidas de sus balances muestran también un espectacular crecimiento en esa década de 1940.
Con la Ley de Ordenación Bancaria de 1962, promulgada después de que en 1959 se aprobase el Plan de Liberalización, termina la etapa del statu quo bancario, pues se dieron entonces más facilidades y hubo más libertad para el acceso a la profesión de banquero y a su ejercicio, al tiempo que se establecieron regímenes legales distintos para los bancos industriales y de negocios y para los bancos comerciales, debiendo los nuevos optar por uno de los dos sistemas y pudiendo los mixtos existentes pedir su transformación. Eso llevó al crecimiento del número de bancos y al de las oficinas bancarias, a lo que no fue ajeno el Banco de Vizcaya, que en 1969 tenía 281. Ese aumento en el número de bancos y sucursales, al ser mayor de lo que el sistema necesitaba, llevó a la crisis bancaria de 1978 a 1985.
En los años de presidencia de Pedro de Careaga, el Banco de Vizcaya, además de consolidarse como uno de los grandes bancos españoles, se fue configurando como grupo internacional, y junto a la actividad propia de un banco comercial, desarrolló una gran actividad en el ámbito de la industria. Había nacido el Banco de Vizcaya con vocación de ser también banco industrial y desde su fundación lo puso de manifiesto. En la producción y distribución de energía eléctrica llevó a cabo una muy importante labor y participó en la creación de grandes sociedades, como Hidroeléctrica Ibérica o la Compañía Hispanoamericana de Electricidad, que llegó a ser la segunda empresa eléctrica del mundo, y en otras también de gran relieve. Como consecuencia de ello, Pedro de Careaga fue presidente de General Eléctrica Española, de Iberduero y de la Compañía Vizcaína de Electricidad.
Otro campo en el que el Banco y su presidente han desempeñado papel importante ha sido en el de la industria química. Promovió el Banco la creación de la Unión Química del Norte de España, que estuvo bajo la presidencia de Careaga, la de la General Química Española, Intermedios y Colorantes y la de Papelera Guipuzcoana de Zicuñiga. También prestó apoyo notable a la Compañía de Petróleos del Norte de España, además de a otras empresas, como Ceplástica, Sefanitro o Firestone España. No se olvidó el Banco de la industria siderometalúrgica, de las comunicaciones aéreas de Bilbao, ni de la Naviera Vizcaína, por hacer referencia a otros ámbitos de la actividad económica.
Pedro de Careaga, de quien destacó su sucesor en la presidencia del Banco la forma en que administró y conservó la gran autoridad que siempre tuvo y que practicó durante muchos años, recibió el 2 de marzo de 1956 el título de conde del Cadagua, que el rey Alfonso XIII había concedido a su padre el 20 de febrero de 1910. Tuvo también la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y la Gran Cruz de Isabel la Católica. El entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella y Maíz, que lo fue desde el 25 de febrero de 1957 al 29 de octubre de 1969, le ofreció la embajada de España en Alemania, que no aceptó.
Bibl.: Anónimo, “El Banco de Vizcaya en sus bodas de oro y la proyección de su obra en la economía española”, en Banco de Vizcaya, 1901-1951, Bilbao, Revista Financiera del Banco de Vizcaya, n.º 77, 1951, págs. 1-14; R. Álvarez Llano y J. M. Andreu, Una historia de la banca privada en España, Bilbao, Servicio de Estudios del Banco de Bilbao, 1973; J. Rivasés Cabarrús, Los banqueros del PSOE, Barcelona, Ediciones B, 1988; P. Díaz Morlan, Los Ybarra. Una dinastía de empresarios (1801-2001), Madrid, Marcial Pons, 2002; J. V. Arroyo Martín, Pedro de Careaga y Basabe (1896-1986), Bilbao, 2005 (inéd.).
Rafael Anes y Álvarez de Castrillón