Ayuda

Joaquín de Villalba y Guitarte

Biografía

Villalba y Guitarte, Joaquín de. Mirambel (Teruel), 9.IX.1752 baut. – Madrid, 13.I.1804. Cirujano, epidemiólogo e historiador de la medicina y la veterinaria españolas.

Hijo de Julián Lamberto Luis de Villalba y de Nicolasa Margarita Guitarte, fue bautizado en Mirambel el 9 de septiembre de 1752. Villalba estudió cirugía en Zaragoza en cuyo Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia realizó sus primeras prácticas hasta graduarse en 1778 como cirujano latino primero y dos años después, en 1780, como bachiller en cirugía. Ese mismo año fue nombrado segundo ayudante de cirugía para el campo de San Roque durante el asedio de Gibraltar, ocupándose al poco tiempo de uno de los hospitales de sangre dedicados al cuidado de los soldados; en 1783, al firmarse la paz con Inglaterra, se levantó el sitio a la plaza y cesó en sus funciones como cirujano militar. En estos años estableció una relación personal con algunos personajes relevantes de la Sanidad española como el cirujano Antonio Gimbernat, el médico alicantino Francisco Balmis o el catedrático Ramón Sarais, que serían en adelante ocasionales informantes ante la administración borbónica en favor de sus trabajos. En sus viajes por Andalucía tuvo ocasión de visitar numerosas bibliotecas donde empezó a proveerse de materiales para la elaboración de lo que constituiría el proyecto intelectual de su vida: la formación de una futura bibliografía médico-quirúrgica semejante a las editadas en otras disciplinas por otros autores ilustrados.

Concertada la paz Villalba volvió a Zaragoza donde como cirujano militar trabajó en el Regimiento de Caballería del Infante y se encargó de un hospital provisional para la atención de los soldados enfermos. En estos años fue definiendo su proyecto para lo que continuó la redacción de pequeñas cédulas con resúmenes de los contenidos de los libros que adquiría o leía. En muchas ocasiones el dorso de los partes de tropa era el soporte donde recogía los resúmenes de sus lecturas y valoraciones con vistas a su posterior redacción.

En 1787 presentó al conde de Floridablanca un memorial para la preparación de una Biblioteca Médico-Chirurgica e iniciaba una larga etapa de escaramuzas con la administración borbónica en su pretensión de obtener una ayuda económica que le permitiese llevar a cabo su propósito. Al fin, en 1789, consiguió del recién coronado Carlos IV, su agregación al Colegio de Cirugía de San Carlos para ocuparse de su biblioteca, lo que suponía en realidad el puesto de bibliotecario con pleno derecho, por fallecimiento del anterior titular. Así desde 1789 y definitivamente instalado en Madrid, con una pensión de 10.000 reales anuales, continuó los trabajos dirigidos a dar término a su obra. Apremiado por una permanente falta de dinero procuró integrarse en el mundo profesional madrileño para lo que contó con la ayuda del director del Colegio de Cirugía, su antiguo compañero Gimbernat, pero las dificultades económicas le obligaron a vender buena parte de su biblioteca y a ofrecer a diversas instituciones (biblioteca de Palacio, Jardín Botánico) algunos de los libros más valiosos que había ido consiguiendo en sus viajes.

Con la ascensión política de Godoy, el nuevo ministro apoyó la realización del proyecto de Villalba. Godoy no dejaba de reconocer el interés de un trabajo que reforzaría los elementos más propagandísticos de los progresos del reino frente a la crítica que se hacía desde el exterior a la escasa aportación de España a los avances científicos del siglo. Pero al mismo tiempo el ministro solicitó pareceres complementarios de otros académicos que pudiesen valorar con más conocimiento y mejor juicio la obra de Villalba. Comenzaron así los problemas para el autor, pues los informantes de Godoy censuraban la lentitud de Villalba y el hecho de que todavía en 1794 no hubiesen visto la luz ninguno de los volúmenes anunciados. A estas críticas respondió Villalba con un largo memorial en que recogía una larguísima serie de autores cuyas obras enunciaba pero sin añadir ningún dato complementario que permitiese conjeturar el grado de elaboración de su obra.

En 1795 se produjo un suceso que afectó profundamente tanto al proyecto del autor como a su propia salud. En efecto la noche del 11 de febrero era detenido por su supuesta implicación en una maniobra política clandestina que pretendía “trastornar nuestra constitución y reducir a su capricho la soberanía”. Se trataba de lo que la historiografía posterior ha conocido como la “conspiración de San Blas”, por haber sido descubierta el día 3 de febrero y cuyo principal instigador fue el pedagogo mallorquín Juan Picornell y Gomila. Villalba, según sus declaraciones y las confesiones de otros testigos se habría limitado a oír las insinuaciones de uno de los implicados, el pretendiente a una cátedra de matemáticas en San Isidro, Sebastián Andrés, y a recibir la visita del mismo Picornell que le leyó algunos papeles sobre la forma de gobierno y le propuso formar parte de una futura Junta Suprema. A Villalba la entrevista y las propuestas le asustaron y manifestó que no quería verse implicado en tales propósitos, pero no informó a nadie de estas actividades. El asunto no habría tenido mayor trascendencia sin la presencia en casa de Villalba, cuando se produjeron las visitas, del exescolapio Joaquín de Traggia, académico de la Historia y uno de los hombres que por su condición de aragonés y erudito frecuentaba el cirujano. Traggia denunció el asunto a Godoy y las consecuencias supusieron para Villalba un duro encarcelamiento durante catorce meses hasta que finalmente se esclarecieron las responsabilidades de los distintos participantes. En los documentos familiares conservados, Villalba deplora la mala fe de Traggia que habría magnificado los sucesos en busca de obtener algún beneficio por la denuncia. No le faltaron, sin embargo, los testimonios favorables sobre su lealtad a la corona por parte de Balmis, Ramón Sarais o Agustín Ginestá ni la intervención, menos visible pero muy eficaz, de Gimbernat. Con todo se le condenó a destierro a cincuenta leguas de Madrid durante cuatro años y sólo en agosto de 1797 consiguió al fin el indulto del Rey y pudo regresar a Madrid, muy afectado por las cataratas y lleno de achaques que se agravaron durante la estancia en prisión.

El encarcelamiento había contribuido a empeorar su situación económica y Villalba hubo de buscarse nuevas actividades que aumentasen sus ingresos. Su vinculación a la conspiración quedó pronto olvidada, pues en 1798 conseguía el nombramiento de catedrático de Hipofisiología en la Escuela de Veterinaria de Madrid, cuyo protector era Diego Godoy, hermano del ministro, con una retribución de 12.000 reales que acumulaba a su puesto en el Colegio de Cirugía. Esta nueva actividad y sobre todo lo elevado de sus ingresos (18.000 reales era el sueldo de un catedrático de San Carlos y 30.000 el del director) llamó muy pronto la atención de la Junta Superior Gubernativa de Cirugía (una institución creada para superar los enfrentamientos entre los individuos de los Reales Colegios de Cirugía) que acusó a Villalba de negligencia por no haber elaborado más que tres tomos de los catorce comprometidos. A esta acusación se añadía la irritación de sus colegas cirujanos, muy sensibilizados ante las cuestiones de prestigio y reconocimiento, que consideraban su integración en la Escuela de Veterinaria el “vilipendio de la facultad”. Los intentos de Villalba por sustraerse de la censura de la Junta Superior solicitando el arbitrio de la Academia de Medicina fracasaron y, al fin, en 1801 se le privó de la pensión de 10.000 reales que percibía desde 1789.

Para silenciar las acusaciones que desde diversos frentes se le hacían, Villalba publicó en 1802 su Epidemiología Española. Villalba consiguió que por una Real Orden se obligase a todos los pueblos del Reino a la adquisición de su obra aparecida en un momento en que la Península sufría los efectos de la fiebre amarilla y desde finales del siglo XVIII, un rebrote de paludismo. De este modo una obra elaborada con un propósito historiográfico se convertía en una publicación cuyo contenido debía servir para resolver los problemas sanitarios a que se enfrentaba la administración borbónica.

Agotada enseguida la primera impresión, la obra se hubo de volver a reeditar en 1803 aunque no por ello mejoró la situación económica del autor. Por el contrario, el libro fue objeto de tres denuncias a la Inquisición que, ya en sus últimos estertores, inició un proceso al autor. Las denuncias, tras la penosa experiencia conspirativa de unos años antes, asustaron al atribulado Villalba que volvió sobre sus manuscritos tachando y corrigiendo cuanta expresión encontraba podía ser motivo de censura. Muy enfermo y debilitado, falleció en 1807, cuando el proceso inquisitorial no se había aún concluido y dejando tras sí una abultada colección de manuscritos. Las delaciones se resolvieron ya fallecido Villalba con la petición de la Suprema de que eliminase tres frases de su Epidemiología que podían entenderse como proposiciones sospechosas.

La Epidemiología, su única obra publicada, está elaborada con un criterio cronológico enumerando los distintos procesos que, según la terminología y las ideas patológicas de su tiempo, se padecieron en España desde 1800 a. C. hasta 1800. Las fuentes más empleadas fueron textos monográficamente dedicados a enfermedades epidémicas u otros de medicina en general donde, de manera ocasional, se hacían referencias a procesos de esta naturaleza padecidos en alguna localidad. También recurrió más excepcionalmente a historias o crónicas locales con noticias sobre este asunto. En realidad la Epidemiología no fue más que la publicación circunstancial y apresurada de una parte de la información reunida durante los años en que con más dedicación se ocupó Villalba de la elaboración de su bibliografía médica. Del empeño historiográfico de Villalba y de su desproporcionado proyecto ha quedado un testimonio en la veintena de manuscritos de su autoría conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid. Su contenido es muy variado, pues junto a reseñas bio-bibliográficas referidas a médicos y cirujanos de distintas épocas se encuentran escritos con pretensión más sistemática dedicados a la veterinaria o la zoología. Su proyecto inicial de elaborar una historia de la cirugía española en cumplimiento de la exigencia hacia sus bibliotecarios que establecían las Ordenanzas de los Colegios de Cirugía de Cádiz, Barcelona y Madrid, fue ampliamente desbordado en un proyecto de dimensiones mucho más amplias que incluía la geología, la botánica, la albeitería y la hidrología. Desde la Administración se le solicitó reiteradamente la remisión de manuscritos que mostrasen de forma fehaciente el nivel de elaboración de su trabajo, pero las peripecias de su vida y lo desmedido de su planteamiento impidieron el cumplimiento de esta demanda y dejaron inédita la mayor parte de su trabajo.

Socialmente Villalba pertenecía al grupo de eclesiásticos, magistrados, funcionarios civiles, militares o educadores que en el Setecientos se mostraron especialmente preocupados por el estudio del pasado. La historia era para ellos, como señaló J. A. Maravall, un instrumento crítico y al mismo tiempo un testimonio del desplazamiento del centro de decisiones del pasado. Así, frente a una historia dinástica, militar o eclesiástica se mostraron interesados en la elaboración de historias particulares hasta entonces preteridas. El proyecto de una historia de la medicina y la cirugía nacionales estaba en sintonía con la actividad de otros eruditos dedicados a la historia de la lengua (Mayáns), la literatura (Lampillas, Andrés), el teatro (Moratín), la poesía (Sarmiento), el derecho (Jovellanos, Martínez Marina) o la economía (Campomanes, Capmany). Pero además su proyecto historiográfico continuaba una inquietud que en el Setecientos había comenzado a fraguarse en torno a Gregorio Mayáns con personajes como Mariano Seguer o Antonio Capdevila que habían proporcionado información sobre autores españoles al médico Albreth von Haller para elaborar sus Bibliothecae. Villalba conocía las historias de la medicina de D. Leclerc y J. Freind, publicadas entre 1725 y 1744, que habían renovado la historiografía médica hasta entonces limitada a la preparación de repertorios. Asimismo había manejado las historias de epidemias de autores como G. Gastaldi, A. Capmany o J. P. Papon, presentadas a un tiempo como revisión cronológica de antecedentes y como estudio médico de los medios preventivos para evitar la aparición de la enfermedad. Sus escritos inéditos indican que Villalba no habría optado por la elaboración de un repertorio bio-bibliográfico a la manera de los que realizarán años después A. Hernández Morejón y A. Chinchilla sino que hubiese preferido una exposición teórica de las distintas doctrinas médicas con un menor énfasis en la contribución personal de cada autor. No puede olvidarse que Villalba realizó su obra al margen de los círculos intelectuales que en la España finisecular se dedicaban con mayor rigor a estas tareas. Su autodidactismo y su distanciamiento de las academias madrileñas (sólo en 1803 consiguió entrar en la Academia Médica Matritense) le privaron de la esencial crítica externa capaz de mostrarle lo desmesurado y absurdo de su propósito. Fue así como su tendencia a la dispersión y su incapacidad para delimitar el campo de sus investigaciones resultaron determinantes para el fracaso de lo que había constituido el primer proyecto historiográfico sobre la medicina española alentado por la Administración borbónica.

Casó con María Simona García y Huguet, natural de Zaragoza, y uno de sus hijos fue Julián Villalba García que llegaría a ser presidente interino de Gobierno en 1835.

 

Obras de ~: Epidemiología Española o historia cronológica de las pestes, contagios, epidemias y epizootias que ha acaecido en España desde la venida de los cartagineses hasta el año 1801, Madrid, Mateo Repullés, 1802 (Madrid, Fermín Villalpando, 1803; ed. facs., Málaga, Universidad de Málaga, 1984). Dejó numerosos manuscritos inéditos que se conservan en la Biblioteca Nacional y en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense (Carreras Panchón, 1984).

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Ministerio de Hacienda, 1601, exp. 13.

L. Comenge, La Medicina en el siglo XIX. Apuntes para la historia de la cultura médica en España, Barcelona, José Espasa, 1914, págs. 293-295; M. U sandizaga Soraluce, “La Historia de la Medicina Española de Joaquín Villalba”, en Actas del I Congreso Español de Historia de la Medicina, Madrid, 1963 págs. 503-508; A. Carreras Panchón, Joaquín de Villalba (1752-1807) y los orígenes de la historiografía médica española, Málaga, Universidad, 1984; “Las bibliotecas de Antonio Hernández Morejón y Anastasio Chinchilla (Manuscritos para la preparación de una Historia de la Medicina Española)” en De Medicorum Scientia: Seis Disertaciones en torno al libro histórico médico, Madrid, Universidad Complutense, 2001, págs.115-128.

 

Antonio Carreras Panchón

Relación con otros personajes del DBE

Personajes similares