Garriga i Buach, Josep. Sant Pere Pescador (Gerona), 1777 – ?, 1813 post. Boticario, médico y químico industrial.
Nació en el seno de una familia de agricultores del Ampurdán catalán. Estudió Filosofía en la Universidad de Cervera y continuó su formación en uno de los espacios tradicionales de aprendizaje de la Química en el siglo XVIII: las boticas de farmacia. Tras un período de práctica en Barcelona en la botica de Jaume Carbonell Serra, Garriga superó en 1797 el examen necesario para obtener el título de boticario ante el Real Protomedicato. Amplió sus conocimientos asistiendo a las clases de Matemáticas y Física Experimental que Antoni Cibat comenzaba a impartir por esos años en el Colegio de Cirugía de Barcelona.
Más adelante, como otros muchos estudiantes catalanes del siglo XVIII, obtuvo una pensión para estudiar en la Universidad de Montpellier, gracias al apoyo del Ayuntamiento de Gerona, que disponía de un colegio en la capital del Languedoc. Cuando Garriga llegó a Montpellier, las clases de Química eran impartidas por Jean Antoine Chaptal con la ayuda de su sustituto en la cátedra, Joseph Guillaume Virenque. Garriga intentó conseguir el puesto de jefe y preparador del laboratorio que regentaba Virenque y, aunque finalmente no lo consiguió, se le otorgó, gracias a la calidad de las pruebas que realizó, “la facultad de asistir” a presenciar las operaciones que se ejecutaban en preparación de las demostraciones del curso. Garriga pudo así adquirir una formación práctica en química, muy superior a la de la mayor parte de los estudiantes.
Además, siguió otros cursos de Física y de Química impartidos en la École Centrale de Montpellier y, en 1800, ganó un concurso público de física bajo la dirección del profesor de Física y Química de esta escuela, Claude Roucher-Deratte, que había realizado varias publicaciones sobre las aplicaciones de las ciencias a las artes industriales.
En noviembre de ese año, Garriga presentó una disertación para obtener el grado de licenciado en Medicina en la Facultad de Montpellier con el título de Dissertation Médico-Chimique sur le besoin qu’a un Géneral d’armée de consulter le médecin-chimiste pour le bonheur de son armée. Garriga tuvo la oportunidad de poner en juego sus ideas inmediatamente cuando participó en la expedición organizada por el Gobierno francés para investigar la epidemia que afectó a Andalucía durante 1800. El proyecto partió de una petición de ayuda del Ayuntamiento de Cádiz a la Universidad de Montpellier que contó con el apoyo de Chaptal, en ese momento a cargo del Ministerio del Interior del Gobierno francés. Además de Garriga, la comisión estuvo integrada por dos médicos jóvenes y varios profesores de Montpellier, entre los que figuraba Jean Nicolas Berthe, que sería el autor de un informe detallado de la campaña. De este modo, la fama de Garriga aumentó y fue admitido en diversas sociedades académicas. Fue nombrado socio de las academias médicas de Madrid y de Barcelona, y la Universidad de Montpellier lo recomendó al Gobierno español a través del embajador francés en España, Lucien Bonaparte, para que fuera destinado a una posible cátedra de Química.
Garriga no obtuvo ningún puesto en España y decidió dirigirse a París, donde asistió a diversos cursos de ciencias y medicina entre 1801 y 1802. Tras las reformas introducidas por la revolución, París se había transformado en el principal centro académico de Francia, con una impresionante variedad de cursos públicos y privados de ciencias que atraían a estudiantes de toda Europa. Como otros pensionados españoles, Garriga asistió a los cursos del Collège de France, una institución que ofrecía cursos gratuitos y abiertos impartidos por conocidos autores de obras científicas de esos años. Frecuentó los cursos de Física Experimental de Louis Lefevre-Gineau y los de “química relativa a las artes” que Nicolas Vauquelin impartió en esta institución y en su laboratorio. Este último pronto se convirtió en el protector de Garriga al igual que de otros pensionados españoles. También estudió en el recientemente creado Museum d’Histoire Naturelle y asistió a los cursos de la École de Médecine de París. En mayo de 1803, el Gobierno español lo pensionó con 12.000 reales anuales para que se dedicara “al estudio de los tintes”.
En esas fechas, Garriga comenzó su colaboración con diversas revistas científicas francesas de prestigio.
En la revista Annales de Chimie, creada por el círculo de Lavoisier y sus seguidores, publicó un artículo en el que informaba sobre un fenómeno extraño ocurrido en España, consistente en la caída de granos de una especie desconocida. En La Décade Philosophique realizó una reseña de un libro de Joaquín Villalba, Epidemiología española, donde Garriga aprovechó para describir la mencionada expedición a Andalucía y señalar sus dudas acerca de ciertas pruebas realizadas con fumigaciones mediante ácidos minerales. De este modo, cuando comenzó la realización de su Curso de química general aplicada a las artes (París, 1804-1805), Garriga era un personaje relativamente conocido en el mundo académico francés. La publicación de esta obra, escrita en colaboración con José María de San Cristóbal, reforzó su prestigio. En enero de 1805, el libro fue favorablemente presentado por Guyton de Morveau en una sesión de la clase de Ciencias Matemáticas y Físicas del Institut de France. El autor de la reseña publicada en La Décade Philosophique indicaba que la obra era una prueba del “impulso favorable que las ciencias acababan de recibir en España y de los esfuerzos que el gobierno realizaba para apoyarlas”. El libro de Garriga y San Cristóbal constituía un excelente repaso sobre la química mineral de su época y sus relaciones con algunas industrias. Contenía también bellas láminas con instrumentos científicos, experimentos y procesos industriales. Sólo se publicaron los dos primeros volúmenes, correspondientes a la química mineral, sin que llegaran nunca a aparecer los destinados a las sustancias vegetales y animales.
Garriga permaneció durante algún tiempo más en Francia estudiando los métodos de producción de índigo. Se trataba de un tema que interesaba al Gobierno francés de esos años, empeñado en sustituir las importaciones de índigo por otros materiales tintóreos que pudieran producirse fácilmente en su territorio.
Garriga visitó numerosos talleres, realizó por sí mismo numerosas operaciones industriales y contó con la ayuda de Jean-Louis Roard, director de tintes en las manufacturas imperiales de Gobelins. Finalmente, escribió una memoria que leyó en el Institut de France el 21 de septiembre de 1807 y que fue favorablemente comentada por los académicos de esta institución. Garriga analizaba en su informe tres procedimientos de producción del índigo y ofrecía una interpretación de los mismos basada en la suposición de que la “desoxigenación del índigo” dependía de la acción de las sustancias alcalinas, tales como la cal, la potasa o el amoníaco. A partir de estas consideraciones teóricas, Garriga sugería diversas mejoras a los procedimientos tradicionales, de acuerdo con los planteamientos que había defendido en su obra de química aplicada a las artes.
En esos momentos de apogeo de su carrera científica, Garriga volvió a España e inició una colaboración con el Gobierno afrancesado que, en muy poco tiempo, le conduciría a abandonar el estudio de la ciencia. Poco después del nombramiento de José Napoleón I como monarca español, Garriga fue designado diputado por el Principado de Cataluña para la Asamblea de Notables que refrendó la denominada Constitución de Bayona. El Gobierno afrancesado nombró posteriormente a Garriga director de tintes de la fábrica de paños de Guadalajara. Su labor en este centro fue muy limitada —si realmente llegó a producirse— porque, a finales de 1808, fue destinado a Barcelona para desempeñar el espinoso cargo de comisario regio de Cataluña. Garriga apenas pudo iniciar su labor y su situación se vio pronto agravada con los decretos imperiales de 8 de febrero de 1810 que suponían la anexión de Cataluña al Imperio napoleónico, por lo que su papel como representante de José I quedó en suspenso y fue reemplazado por un hombre de confianza del mariscal Augereau, encargado por Napoleón del control de esos territorios. Su participación en la constitución de Bayona y este fugaz período como comisario regio de Cataluña arruinaron la prometedora carrera de Garriga.
Las noticias sobre Garriga desaparecen a partir de la caída del Gobierno afrancesado. Según su biógrafo, J. Ametller, pasó la mayor parte del resto de su vida en un pueblo del Rosellón francés, Elna, donde siguió gozando de gran crédito como “médico eminente y químico acreditado”. No obstante, su penosa situación queda bien reflejada en uno de los últimos documentos de que se dispone sobre su vida. Se trata de una carta que escribió en 1813 respondiendo a una petición para que continuara sus trabajos científicos: “Mi dedicación, mi celo, trabajos, servicios, etc., no me han servido de nada hasta el momento, y me han conducido a la necesidad de buscar la manera de sobrevivir del modo más honesto posible [...]. Todo esto ha hecho que haya perdido de vista el estudio de las ciencias naturales, el humor y los medios para ocuparme de ello, así como el estado de ánimo tan necesario para trabajar con provecho”.
Obras de ~: con J. M.ª San Cristóbal, Curso de química general aplicada a las artes, París, Carlos Crapelet, 1804- 1805, 2 vols.; artículos y memorias manuscritas, descritos por J. R. Bertomeu Sánchez y A. García Belmar.
Bibl.: J. Ametller, “D. José Garriga y Buach”, en Revista de Gerona, 1 (1876-1877), págs. 160-167; E. Portela, “Garriga y Buach, José”, en J. M.ª López Piñero, Th. F. Click, V. Navarro Brotons y E. Portela Marco, Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, vol. I, Barcelona, Península, 1983, pág. 389; A. Nieto-Galan, Ciència a Catalunya a l’inici del segle XIX [...], tesis doctoral, Barcelona, Universidad, 1994; A. García Belmar y J. R. Bertomeu Sánchez, “Viajes a Francia para el estudio de la química, 1770-1833”, en Asclepio, 53 (1) (2001), págs. 95-135; “El Curso de química general aplicada a las artes (1804-1805) de José María San Cristóbal y Josep Garriga i Buach”, en J. Ll. Barona et al. (eds.), La Ilustración y las ciencias, Valencia, Universitat, 2003, págs. 179-237.
José Ramón Bertomeu Sánchez