Inurria Lainosa, Mateo. Córdoba, 25.III.1867 – Madrid, 21.II.1924. Escultor, profesor y restaurador.
Fue el hijo mayor del matrimonio formado por el vasco Mateo Inurria Uriarte y la valenciana Vicenta Lainosa Corcolla. El padre, siendo oficial con destino en Sevilla, abandonó el Ejército y entró en el taller del escultor decorador José Lainosa Genovés, padre de su novia Vicenta. Poco tiempo después, José Lainosa y su familia se trasladaron a vivir a Córdoba, buscando mejores condiciones de trabajo, estableciéndose en el barrio de Santa Marina. Mateo Inurria Uriarte les acompañó, casándose con Vicenta el 22 de abril de 1860, en la iglesia parroquial de Santa Marina de Aguas Santas. El joven escultor continuó en Córdoba la actividad aprendida en el taller de su suegro, dedicándose a la decoración escultórica y a la cantería.
Mateo Inurria Uriarte y Vicenta Lainosa Corcolla tuvieron su primer hogar en la casa n.º 24 de la calle de Alfaros. En esta vivienda nació su primogénito, el que sería renombrado escultor, Mateo Inurria Lainosa.
El pequeño Mateo tuvo sus primeras experiencias con la escultura en su propio hogar, manifestando precozmente su inclinación hacia el arte. Comenzó sus estudios artísticos en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba. Ya en estos años realizó una de sus primeras obras conocidas, Ángel orante (1882); realizada para la fachada de la capilla del cementerio de Montoro (Córdoba). De 1883 a 1885 cursó estudios en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, de Madrid. De estos años son algunas obras interesantes: los bustos de Rafael de Luque Lubián (1884) y Séneca (1885), así como el Panteón de Rafael Molina Sánchez “Lagartijo” y su esposa (c. 1884-1885).
Desde 1886 a 1890 prosiguió sus estudios en la institución madrileña, pensionado por la Diputación Provincial de Córdoba, que conserva las más representativas esculturas de estos años: Alegoría de Córdoba (1888), Alegoría de la Pintura (c. 1889) y Materia en Triunfo (1889). En estas obras se aprecia ya una clara opción estética hacia el realismo, alejándose del academicismo de sus primeras creaciones.
Inurria participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1890, enviando su obra Un náufrago.
La escultura, de fuerte crudeza realista, representaba a un joven náufrago desnudo asido al resto de un mástil.
Fue tachada de vaciado del natural por el jurado.
El escultor recibió el mismo trato injusto que Aguste Rodin con La Edad de Bronce en el Salón de París en 1877. Este fracaso se convirtió en éxito cuando la ciudad de Córdoba se volcó con su joven escultor. La prensa y las instituciones organizaron un festival en su honor en el Gran Teatro, el 24 de septiembre de ese año, adquiriéndose por suscripción popular la obra, que fue depositada en el Museo Provincial de Bellas Artes de Córdoba.
El 14 de enero de 1891, Mateo Inurria Lainosa se casó con su paisana María Luisa Serrano Crespo, en la iglesia parroquial de San Andrés; siendo los padrinos, el político cordobés Antonio Barroso y Castillo y su esposa. El matrimonio no llegó a tener hijos, viéndose roto únicamente por la muerte de Mateo en 1924.
En 1891, con su obra Un náufrago, se abrió un período realista que llegó hasta 1901. Fue una época en la que trabajó como profesor y como restaurador, además de crear un buen número de interesantes esculturas.
Su obra de ese período está marcada por un fuerte realismo, sobrio y carente de efectismos, buscando siempre la expresión sencilla y clara. Unas primeras esculturas de esta época son: el busto en terracota de Don Quijote (c. 1890-1891), el relieve en escayola Cristo en el desierto (1891), el busto Cristo en su expiración (1891) y el relieve en plata repujada San José (c. 1890- 1899). Dentro de esta misma temática religiosa realizó, en 1893, Vivo sin vivir en mí, que representa a santa Teresa de Jesús, obra que envió a la Exposición Universal de Chicago en ese año, donde se perdió.
En 1895 volvió a participar en la Exposición Nacional de Bellas Artes con Lucio Anneo Séneca. La obra representa, con un fuerte realismo expresivo, al filósofo cordobés sentado en una silla curul. La escultura fue premiada con Medalla de 2.ª Clase, adquirida por el Estado y actualmente depositada y expuesta en el Museo de Bellas Artes de Córdoba. También en el mismo año hizo el Monumento a Pedro López de Alba, médico de Carlos I y de Felipe II, creador y benefactor del Real Colegio de Nuestra Señora de la Asunción, en Córdoba. Desde 1893, y hasta su marcha a Madrid en 1911, trabajó en las restauraciones llevadas a cabo en la mezquita catedral de Córdoba por Ricardo Velázquez Bosco. Son especialmente destacables sus intervenciones en la puerta de San Esteban, la capilla de Villaviciosa y en las portadas de levante y poniente. Igualmente participó en la restauración del santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta en Córdoba, esculpiendo el “pocito” o brocal que sustituyó al destrozado que allí había, y que había sido centro de las apariciones de la Virgen.
Su carrera como profesor la comenzó en 1896, actividad que ya no abandonó nunca y que para él tuvo una gran importancia. Primero ejerció como catedrático de las enseñanzas de Modelado de la Figura y Dibujo de Antiguo, en la Escuela Municipal de Artes y Oficios de Córdoba, ejerciendo la dirección de la misma. En 1902 pasó a ser profesor y director de la recién creada Escuela Superior de Artes Industriales de Córdoba.
En 1897, como consideración a los valores artísticos que en él concurrían, fue elegido socio de número de la Real Academia de Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. En el mismo año realizó para el Ayuntamiento cordobés el Proyecto de Monumento al Gran Capitán, primero de los tres que llegaría a hacer.
Llegada la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1899, participó en ella presentando una única obra, La mina de carbón, que fue premiada con Medalla de 1.ª Clase. La escultura era una composición en altorrelieve y figuras exentas, que representaba una galería de una mina de carbón, en la que trabajaban cuatro mineros. La obra, de fuerte realismo, se enmarcaba en una temática de denuncia social, muy en boga en el momento.
Finalizado el período realista, realizó algunas otras obras interesantes, como el Mausoleo de Emilio Mariscal y López de Mendoza (1901), para la iglesia parroquial de María Santísima de la Villa, en Martos (Jaén), y los cuatro bustos que presentó a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1901: Antonio Fernández Grilo, Antonio Terroba, Gitana y Cordobesa. En ese mismo año modeló el interesante altorrelieve modernista Dejad que los niños se acerquen a mí, para la fachada de la escuela asilo de la Infancia de Córdoba.
Con el inicio del nuevo siglo, Inurria comenzó a dirigir su creación escultórica hacia el idealismo. Así, sin abandonar el formalismo realista, sus obras fueron simplificando sus volúmenes y limpiándose de detalles superficiales. Su reconocimiento a nivel nacional fue creciendo y en 1902 realizó para Madrid el Monumento a Lope de Vega, erigido en la actualidad en la plaza de la Encarnación. Al año siguiente realizó el Busto de Lagartijo, el torero cordobés con el que tuvo una gran amistad, y el busto de su amigo José María Montoya. También por esta época se vio inmerso en una intensa actividad profesional. En 1901 fue nombrado comisario regio y director de la Escuela Superior de Artes Industriales de Córdoba, cargo que le confería la representación del Gobierno para el establecimiento de esta institución docente en la ciudad.
Ya en 1903 contribuyó al conjunto monumental conmemorativo a Alfonso XII, en el parque del Retiro madrileño, con el grupo escultórico La Marina. Esta obra fue ya una clara muestra de las nuevas inquietudes estéticas de Inurria, en las que, soslayando el naturalismo, perseguía la idealización.
Dentro de estos interesantes años de su vida, hay que señalar la llegada a Córdoba en 1905 de Auguste Rodin, con Ignacio Zuloaga. Mateo Inurria les acompañó en su visita a la ciudad y, posteriormente, mantuvo correspondencia con el escultor francés. Inurria, que era un admirador de Rodin, había sentido la influencia de éste en su obra de finales del siglo, sin embargo, ahora ya caminaba por una estética más avanzada.
Desde estos momentos, y hasta su traslado a Madrid, realizó numerosas e interesantes obras, entre las que destacan: el diseño y decoración escultórica de la Biblioteca del Círculo de la Amistad, Liceo Artístico y Literario de Córdoba, 1901; el Monumento a Manuel Reina (1905), en Puente Genil (Córdoba), el busto del político Antonio Barroso y Castillo (1907), el Panteón de Ricardo Ortiz Villalón (1907), en Cabra (Córdoba), su segundo Proyecto de Monumento al Gran Capitán, adquirido por el Ayuntamiento cordobés en 1909, y ¡Mujer!, obra con la que tomó parte en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1910. A todo ello hay que añadir su participación en las excavaciones de Medina Azahara, que Ricardo Velázquez Bosco realizó en la primavera de 1910.
El 22 de octubre de 1911, Inurria tomó posesión como profesor de Término de Modelado y Vaciado, en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid. Con su traslado a la capital se liberaba de muchos trabajos que en Córdoba le habían robado tiempo de dedicación a la creación escultórica. Madrid también le serviría para abrirse más al mundo artístico, lo que supuso un mayor reconocimiento de su obra.
En 1912 volvió a presentarse a la Exposición Nacional de Bellas Artes con dos bustos: el de José María Montoya y el de Lagartijo. Entre ese año y 1914 llevó a cabo algunos viajes para conocer las ciudades cercanas a Madrid, como Toledo, Burgos, Salamanca y Segovia. En estos viajes realizó numerosos dibujos, muchos de los cuales le servirían como documentación gráfica para el Monumento al Gran Capitán. También de esta época son los bustos Señá Fuencisla y Teodora Zuloaga, así como los bustos de Francisco Rizzi, Claudio Coello, Fernández de Córdoba, Francisco de Quevedo, Juan de Toledo y Ramírez de Madrid, que hoy se exponen en la Galería de Madrileños Ilustres del Ayuntamiento de Madrid.
Ya en esta época pudo dedicar más tiempo a la creación personal y a la búsqueda de nuevas formas. De esta manera, comenzó a trabajar de un modo más libre en un tema que siempre le había ilusionado, el desnudo femenino. Así, fueron surgiendo: Niña (c. 1912-1914), Ídolo eterno (1915), Deseo (1915), Sensualidad (c. 1915) y La Parra (1920).
El 13 de febrero de 1915 le fue encargado el Monumento al Gran Capitán para Córdoba. Éste fue el tercer proyecto que sobre el mismo asunto realizó. En el mismo año se erigió el pedestal en el entonces paseo del Gran Capitán; en 1923 fue colocada la figura ecuestre, realizada en bronce y mármol blanco, y en 1927 fue trasladado a su actual emplazamiento en la plaza de las Tendillas. En 1915 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes enviando las obras: Deseo, Ídolo eterno, Gitana, Luisita Montoya, Conchita Montoya y María. En estos años también realizó algunos proyectos de monumentos, que desgraciadamente no llegaron a realizarse: el Proyecto de Monumento a Rosalía de Castro (1913), para Santiago de Compostela; el Proyecto de Monumento a Pestalozzi (c. 1912-1914), para la Escuela Superior de Magisterio, en Madrid, y el Proyecto de Monumento a Cervantes (1916), para la plaza de España en Madrid.
Otros, sin embargo, sí fueron erigidos: Monumento a Barroso (1918), en Córdoba; Monumento a Juan Muñoz Chávez (1918), en Cáceres, y Monumento a Carlos Carbonell y Morand (1918), en Córdoba.
El año 1920 trajo el mayor éxito de Inurria. A la Exposición Nacional de Bellas Artes de ese año presentó tres obras en el apartado de escultura: Ídolo eterno, La Parra y Forma; y fuera de concurso, en el apartado de artes decorativas, envió la Figura ecuestre para el monumento al Gran Capitán, en yeso. Su éxito fue total, siendo Forma premiada con Medalla de Honor, el máximo galardón. Al éxito de la exposición le siguieron tres años de intensa actividad. En su taller de la glorieta de Quevedo gestó sus últimas obras, probablemente las más avanzadas. Así, en 1921 realizó el grupo funerario Cristo Redentor para el mausoleo que su hermano Agustín Inurria, arquitecto, realizaba para Ángel Vélaz en el cementerio de La Recoleta en Buenos Aires (República Argentina).
Como culminación y reconocimiento a sus valores artísticos, el 26 de marzo de 1922 ingresó como académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, entregando su obra Ensueño, subtitulada Mi discurso en mármol. En el mismo año realizó el Monumento a Luis Ramírez Galuzo, para La Línea de la Concepción (Cádiz), y a iniciativa del Círculo de Bellas Artes de Madrid, el Monumento a Eduardo Rosales.
El último año de vida de Mateo Inurria, 1923, fue muy intenso. Para el Casino de Madrid realizó el conjunto escultórico Las tres edades de la mujer, formado por tres desnudos conocidos como Crisálida, Coquetería y Flor de granado. La obra fue terminada ese mismo año, suponiendo, dentro de su producción, la culminación de un tema tan querido por él, el desnudo femenino. Esta obra puede considerarse como un verdadero testamento artístico de Inurria. Los últimos trabajos que salieron de sus manos fueron: Cristo atado a la columna, para la iglesia de Santa María de Guernica, la única obra tallada en madera y policromada, que realizó en su vida; la Lápida funeraria de Eustasio Terroba Naval; el Proyecto de fuente monumental para San Sebastián, y Cristo del Perdón y San Miguel Arcángel, ambas para el cementerio madrileño de Nuestra Señora de la Almudena.
En 1923, Inurria adquirió una nueva casa, Villa Udia, a las afueras de Madrid, en Chamartín de la Rosa, en la calle que hoy día lleva su nombre. El 1 de enero de 1924 cayó enfermo aquejado de una angina de pecho, teniendo que abandonar su trabajo. Falleció el 21 de febrero en Villa Udia, siendo inhumado en el cementerio de Nuestra Señora de la Almudena.
Obras de ~: Un náufrago, Museo de Bellas Artes, Córdoba, 1890; Lucio Anneo Séneca, Museo de Bellas Artes, Córdoba, 1895; Monumento a Lope de Vega, plaza de la Encarnación, Madrid, 1902; Monumento al Gran Capitán, plaza de las Tendillas, Córdoba, 1915; Deseo, Museo de Bellas Artes, Córdoba, 1915; La Parra, Museo de Bellas Artes, Córdoba, 1920; Forma, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 1920; Cristo Redentor-Mausoleo de Ángel Vélaz, cementerio de La Recoleta, Buenos Aires (Argentina), 1921; Ensueño —Mi discurso en mármol—, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1922; Monumento a Eduardo Rosales, Madrid, paseo de Rosales, 1922; Las tres edades de la mujer, Casino de Madrid, 1923; Cristo atado a la columna, parroquia de Santa María de Guernica (Vizcaya), 1923.
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Ramón Montes Ruiz