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Pedro de Ayala y Sarmiento

Biografía

Ayala y Sarmiento, Pedro de. Conde de Salvatierra de Álava (I). ?, c. 1470 – Burgos, 16.V.1524. Mariscal de Castilla, merino mayor de Guipúzcoa, capitán general del norte en el ejército comunero.

Su padre, Garci López de Ayala Herrera, era señor de la tierra de Ayala (Álava), señor de Salvatierra (Álava) y de Ampudia (Palencia), mariscal de Castilla y merino mayor de Guipúzcoa. Garci era asimismo bisnieto de Pedro López de Ayala, canciller mayor de Castilla, famoso cronista y primer señor de Salvatierra, bisnieto también de Leonor de Castilla, sobrina de Enrique II de Castilla. Su madre, María Sarmiento Manuel era hija de Garci Fernández Sarmiento y Manrique —hermano del primer conde de Santa Marta— y de María Manuel y Acuña, nieta ésta del primer conde de Valencia de Don Juan.

Heredó de su padre los señoríos y, como él, fue mariscal de Castilla y merino mayor de Guipúzcoa, cargos que eran hereditarios. Sirvió a los Reyes Católicos, tomando parte en la guerra de Granada, quienes el 4 de diciembre de 1491, en el propio Real de la Vega de Granada le concedieron el título de conde de Salvatierra (sin conexión con el actual título homónimo concedido en 1613). En 1493 le escriben los Reyes Católicos encomendándole que “no passe gente alguna al dicho Reino de Navarra sin que nos lo sepamos”. En 1499 la relación estaba más deteriorada porque le ordenan que salga de Vizcaya y no resida en aquel condado sin licencia real.

El concejo y los habitantes de Salvatierra (Álava), que ya habían sido hostiles hacia su padre por pretender aquéllos la recuperación de sus antiguos privilegios de tierras de realengo, discutieron en todo momento los derechos señoriales. Por ello, la relación con el conde de Salvatierra fue de constante conflicto. El carácter irascible del conde, su dureza en la aplicación de la jurisdicción y su mentalidad de señor feudal dieron origen a constantes pleitos y quejas a la Corona, que en alguna ocasión tuvo que reconvenir a Pedro de Ayala por el trato dispensado a sus vasallos, “hombre turbulento y altivo, de condición recia y desapacible” en descripción de Modesto Lafuente. También pleiteó, en varias ocasiones contra los concejos y habitantes de la tierra de Ayala y de Ampudia.

Había casado en primeras nupcias con Aldonza de Zúñiga y Velasco —hija del segundo conde de Miranda del Castañar y de Catalina de Velasco y Mendoza—, muerta de parto (entre 1506 y 1509) junto con el hijo que esperaba. Pedro de Ayala, que mantuvo una relación tensa con la familia Velasco, prestó juramento en 1511 al príncipe Carlos (Carlos V).

Hacia 1510 contrajo segundas nupcias —terceras de ella— con la italo-francesa Margherita de Saluzzo y Montferrato, hija de Ludovico di Saluzzo, marqués de Saluzzo, quien aliado de los franceses y siendo virrey de Nápoles en 1503 fue derrotado al mando de las tropas francesas, por el Gran Capitán en la batalla de Garigliano (1503), durante la guerra de recuperación de Nápoles por España.

La madre de Margherita, Giovanna Paleologa- Montferrato y Foix, descendiente de los emperadores de Bizancio de la dinastía Paleologa, era prima hermana de la reina Germana de Foix y bisnieta de la reina Blanca de Navarra.

Pero el conde estaba separado de Margarita de Saluzzo desde antes de 1518, y el rey Carlos, por razones tanto políticas como familiares, había tomado claro partido por la condesa. Escribió al conde para forzar una reconciliación y, como no se produjo, le obligó a pagar la consignación a favor de la condesa, pasando ésta y sus hijos a vivir en Vitoria —de donde saldrían al declararse la peste— bajo la protección del diputado general de Álava Diego Martínez de Álava; lo que constituye una de las causas del enfrentamiento con la Corona y con el diputado general.

Por otra parte, su parentesco con el obispo de Zamora Antonio de Acuña, uno de los jefes de la revolución comunera, era más cercano de lo que se ha venido creyendo. Para Núñez de Cepeda, este parentesco, sin precisar, habría sido una de las causas de la aproximación del conde a los comuneros; pero Roldán considera este hecho como “débil argumentación”, pues cree que la relación se reduce a que su hermana había casado con Enrique de Acuña, cuarto conde de Valencia de Don Juan, pariente lejano del obispo. Sin embargo, se ha podido determinar que eran medio primos-hermanos, pues compartían una abuela: la citada María Manuel y Acuña había casado en primeras nupcias con Juan Álvarez Osorio, con quien tuvo a Luis Osorio de Acuña, obispo de Segovia y luego de Burgos, quien a su vez tuvo por hijo natural al obispo comunero Antonio de Acuña. Según Maldonado, “Acuña por medio de mensajeros ocultos le hacía concebir grandes esperanzas si sabía aprovechar la oportunidad del tiempo”.

La revolución de las Comunidades de Castilla en 1520 contra Carlos V marcará profundamente su destino. Su descontento con la Corona —desde los Reyes Católicos la modernización del Estado implicaba el recorte de los derechos feudales—, su deseo de contrarrestar el poder de las Juntas Generales de Álava y su enemistad con el diputado general de Álava (según escribió éste al Rey, casi la tercera parte de esta provincia “son las tierras e vasallos” del conde de Salvatierra) y con el condestable, convertido ahora en uno de los tres gobernadores de la Monarquía, son factores que hacen que se sume paradójicamente al movimiento comunero, que era, sin embargo, marcadamente antifeudal. Para Joseph Pérez, “esta alianza antinatural entre la Junta y un gran señor feudal no podía responder más que a consideraciones tácticas”.

El incendio, en parte accidental, de Medina del Campo por las tropas realistas el 21 de agosto de 1520 (cuya población se había opuesto a que aquéllas se llevaran la artillería para atacar Segovia) produjo una conmoción general y la extensión del movimiento comunero. El 21 de septiembre escribe el conde de Salvatierra a la tierra de Ayala incitando a la rebelión y a la “venganza de las crueldades y quemas”, y al día siguiente otra carta a la Junta de Álava y a la ciudad de Vitoria en semejantes términos, promoviendo la desobediencia fiscal, prometiendo defender a la Santa Comunidad “hasta que la vida me durare”, y pidiendo otra vez venganza por los sucesos de Medina, pues “no se hallara que Mahoma ni sus huestes de moros perros ni Nerón pagano ni Herodes maldito, tales crueldades hacen en sus enemigos [...]”.

Acusa de graves delitos a Diego Martínez de Álava, y la Junta de Tordesillas declara a éste traidor. El 26 de noviembre de 1520 la Junta nombra al conde de Salvatierra capitán general de Guipúzcoa, Álava, y “de Burgos a la mar”, contando con catorce mil hombres, encargándole que “juntasse gente y tomasse las rentas Reales y de Cruzada”. Como respuesta, en diciembre es nombrado el conde de Salinas, Diego Gómez Sarmiento, capitán general para el mismo territorio, para luchar contra él. En enero de 1521 se pone al frente de la sublevación de las siete Merindades de Castilla la Vieja —Villarcayo y alrededores, norte de la provincia de Burgos—, alborotadas desde septiembre de 1520. Las Merindades, dominadas por los Velasco, de las que ostentaban el cargo de merino mayor, siguen al conde de Salvatierra, salvo Medina de Pomar, la capital, que se mantuvo fiel al condestable —a pesar de que el conde se aproximó a ella con dos mil hombres, incitando a la rebelión—. Se dirige después a Oña y a Frías. Las tropas realistas le arrebatan Ampudia, que además de ser propiedad del conde tenía valor estratégico, pero Juan de Padilla contraataca el 16 de enero y recupera esta plaza.

Después de la victoria, en febrero de 1521, de Juan de Padilla en Torrelobatón, el condestable Íñigo Fernández de Velasco pide refuerzos al virrey de Navarra, Antonio Manrique de Lara, segundo duque de Nájera y tercer conde de Treviño. Éste ordena desmontar algunos cañones de Fuenterrabía (Guipúzcoa) para transportarlos por mar hasta Bilbao y de aquí por tierra a Vitoria y luego a Burgos, en vistas a una gran batalla contra los comuneros. Recordando los sucesos de Medina del Campo, la Junta pide al conde de Salvatierra que impida que la artillería llegue a Burgos.

El 8 de marzo, el conde de Salvatierra, con unos cuatro mil hombres, ataca la expedición en el valle de Arratia, apoderándose de la artillería, y destruyendo aquellas piezas que no pudo transportar —según el condestable fueron los asaltados los que destruyeron las armas pesadas para que no cayeran en manos de los comuneros—. Esta acción le dio al conde una enorme popularidad, como reconoce el condestable en otra carta al Rey el 17 de este mes: “Acudenle tantos quantos quiere [...] piensan que haze milagros [...]”. En represalia, el condestable ordena que la villa de Salvatierra y la tierra de Ayala se sustraigan a la obediencia del conde. El conde se dirige a Vitoria, sentando su campamento de trece mil hombres (“aunque era gente mal armada y desordenada”, dice el relato anónimo) en el campo de Arriaga, en las afueras de la ciudad. Exigió que no obedeciesen al condestable y que le entregaran a Diego Martínez de Álava y a varios miembros de esta familia, pero éstos escaparon —para no echar sobre esa ciudad “la irritación de aquel señor”, escribe Salazar y Castro— refugiándose en el condado de Treviño. Finalmente, el conde se retira al valle de Cuartango (Álava), territorio de su jurisdicción.

El duque de Nájera envía a su hijo Juan Manrique de Lara (futuro duque de Nájera), que sólo tenía dieciséis años, asistido por Martín Ruiz de Avendaño y Gamboa (señor de Villarreal de Álava, progenitor, entre otros, de los condes de Villariezo, casado con una hija de Bernardino Fernández de Velasco, primer duque de Frías), al frente de un ejército que, después de pacificar Nájera, ocupa la villa de Salvatierra (que puso significativamente en manos del propio Diego Martínez de Álava, quien en una salida quemó en Gauna una casa fuerte del conde). Sabiendo Juan Manrique de Lara que el conde de Salvatierra se encontraba en Cuartango con cuatro mil ochocientos hombres, se dirigió allí en su busca. Éste, en lugar de combatir, se retira de nuevo. Manrique saqueó entonces varias villas de este valle y destruyó, entre otras, la casa y fuerte de Morillas, “que mostraban bien la magnificencia de los antepasados de Ayala”, dice Maldonado. Manrique se dirigió entonces a Burgos, pasando por las Merindades (donde consiguió pactar con cuatro de las siete Merindades), para unirse al condestable, quien reunía tropas para la batalla de Villalar. El conde también preparaba tropas en el valle de Ayala para volver sobre Vitoria y Salvatierra. El condestable pone al frente de las tropas que habrían de enfrentarse al conde, a Martín Ruiz de Avendaño y Gamboa y a Gómez González de Butrón y Múgica.

En abril de 1521, un altercado en la villa de Salvatierra hace que Diego Martínez de Álava sea retenido contra su voluntad. El conde es informado de ello y, no queriendo perder la ocasión, se dirige hacia Salvatierra con tres mil hombres. Pero recompuesta la paz entre la villa y el diputado general, tras varios días de asedio, el conde se retira. Las tropas de Álava, decididas ahora a enfrentarse al conde, con Ruiz de Avendaño al frente, se dirigen a Durana, en las afueras de Vitoria, para cerrarle el paso. Finalmente, pocos días antes de la batalla de Villalar, se produce el encuentro en el puente de Durana y las tropas del conde de Salvatierra son completamente derrotadas por Ruiz de Avendaño, sin que hubiera verdadera batalla. Se acepta generalmente que ocurrió el 12 de abril de 1521, aunque algunos historiadores sostienen con cierto fundamento que fue el 19 (fecha ésta realmente límite, pues es el día en que Martín Ruiz de Gamboa envía al Rey la relación sobre la batalla).

Se produce una desbandada, y mientras que seiscientos de sus hombres son hechos prisioneros (el capitán Gonzalo Barona sería ejecutado en Vitoria), el conde consigue escapar con un paje, refugiándose en el castillo de Fermoselle (Zamora), tenencia del obispo de Zamora.

El 15 de mayo de 1521 Carlos V decreta, por haber incurrido el conde en delito de lesa majestad, “el perdimiento de todos sus bienes, villas, vasallos y fortalezas” y la reincorporación a la Corona de la villa de Salvatierra. Sometido a proceso, es condenado a muerte en rebeldía el 23 de agosto de 1522. Apaciguado el reino tras Villalar, en la “carta de perdón” de Carlos V, promulgada en Valladolid el 28 de octubre de 1522, aparece el primero de la lista de los exceptuados de perdón “D. Pedro de Ayala, conde que fue de Salvatierra”.

El conde permaneció en Fermoselle hasta junio de 1522, momento en que la fortaleza se rindió al conde de Alba de Liste, faltando sólo unos días para que Carlos V llegara a España. Huyó entonces a Portugal, donde hubo también otros exiliados como María Pacheco o Pedro Laso de la Vega. En Portugal permaneció hasta que en enero de 1524, creyendo que el clima político podía ser favorable al perdón, se presenta en Burgos.

Pero fue inmediatamente encarcelado y tratado con gran severidad. Como alegara su inocencia, su proceso fue reabierto. Teniendo prácticamente prohibida la comida, su hijo Atanasio, paje del Emperador, vendió su caballo para comprarle alimentos. Según Sandoval, esto llegó a oídos del propio Carlos V (que entonces se hallaba en Burgos), quien evitó que fuera castigado por ello. Antes de que llegara la nueva sentencia, en mayo de 1524 murió desangrado (en la cárcel de Burgos según algunos autores, o en las casas del conde de Salinas según otros), “sangrándole de una vena hasta que expiró a medianoche”, escribe Sandoval. En los “apuntamientos” preliminares del Memorial de Ayala se dice que así se hizo “por no castigarle públicamente atendiendo a su calidad”. Se le enterró, siguiendo nuevamente a Sandoval, con “los pies descubiertos fuera de las andas o ataúd, y con los grillos, que lo viesen todos”. Ésta es la versión tradicional, mantenida tanto por razones políticas (el escarmiento) como económicas (admitiendo la ejecución de la sentencia sobre su persona se reducían los riesgos sobre las reclamaciones patrimoniales de su hijo Atanasio). Pero se cree, con Ramírez Olano y González de Echávarri, que el conde se presentó en Burgos porque contaba con una promesa de indulto, conocida por el embajador de España en Portugal.

Tampoco habría sido ejecutado, sino que su muerte habría sido natural, producida por las condiciones precarias de la cárcel y por su ira al sentirse engañado (el propio Sandoval recoge un episodio de ira, a principios de 1521, que tuvo lugar cuando se puso en duda su compromiso comunero). También niegan estos autores el entierro infamante.

Con Margherita de Saluzzo (que no sobrevivió al conde, pues falleció en Dueñas en 1522, siendo significativamente sus testamentarios el duque de Nájera y el mayordomo mayor de Carlos V, Laurent de Gorrevod) tuvo tres hijos, según a Salazar y Castro: Vela, que murió “mozo”; Atanasio, por quien continuó la línea; y Amadeo, que murió niño.

Su hijo Atanasio, que en 1524 tendría unos trece años, huérfano de padre y madre, quedó como cabeza de la casa de Ayala, teniendo como tutor al doctor Juan Zúmel, diputado por Burgos y tesorero mayor de esta ciudad. Se inicia la negociación con la Corona para recuperar el patrimonio confiscado, del que una pequeña parte había ya sido vendido a terceros en 1523. Atanasio, gracias a un concierto con la Corona, recupera en febrero de 1525, mediando un pago de veinte mil ducados, la tierra y señorío de Ayala, la villa de Ampudia y las propiedades no enajenadas del condado de Salvatierra, excepción hecha de la villa de Salvatierra, cuya incorporación a la Corona se confirma. El rápido acuerdo, logrado con ayuda del duque de Nájera, se debió, como dice Joseph Pérez, a que “era inadmisible que desapareciera esta gran casa”. La reina Germana escribe a Carlos V agradeciéndole el acuerdo con Atanasio “por ser mi pariente”, pidiéndole “mire siempre por él”.

Aunque su padre había sido despojado del título, Atanasio se intituló mientras vivió, incluso en documentos oficiales, conde de Salvatierra.

Se comprometió con Leonor de Vega y Acuña, hija del citado Hernando de Vega y de Blanca Enríquez de Acuña (hija ésta del segundo conde de Buendía y prima hermana de Fernando el Católico), perteneciente, por tanto, a una familia que gozaba de toda la confianza del Emperador. Pero en 1530, escribe Danvila, se disculpó ante la Emperatriz de su tardanza en contraer matrimonio, rogando que no se diese crédito a “falsas relaciones”. Este matrimonio, sin hijos, acabaría siendo anulado por Roma, a instancias de Atanasio, en virtud de parentesco no dispensado. Casó en 1544 en segundas nupcias, al parecer antes de la sentencia definitiva de nulidad, con Isabel Rodríguez de Cevallos (hija de Pedro de Busendos), vecina de su villa de Ampudia, con la que tuvo, siguiendo a Salazar y Castro, doce hijos. Fallecido en 1574, la línea acabaría por corresponder, al faltar sus hermanos varones, a su hija Luisa, quien sería, por tanto, señora de Ayala y pretensa condesa de Salvatierra. Luisa de Ayala casó con Antonio Fernández de Córdoba y Lasso de Castilla, primer marqués de Valenzuela.

 

Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, D-10 fols. 301-302v. (“Título de conde de Salvatierra a D. Pedro de Ayala”), D-10 fols. 303-306v.

(“Concierto que sobre la restitución de la Casa de Ayala y villa de Ampudia hizo con Carlos V d. Atanasio de Ayala”, D-19 fol. 5, D-20 fol. 46, D-21 fol. 68, D-25 fols. 29-31 [2.ª foliación], D-33 fol. 8v., D-34 fol. 75, D-47 fol. 48, E-35 fols. 58- 170, M-8 fol. 142, A-50 fol. 17, M-13 fol. 21); Delo que pasó en las montañas de Guipúzcoa y provincia de Álava y ciudad de Vitoria y condado de Vizcaya acerca de las llamadas comunidades del año de mill e quinientos y veinte y uno, G-49 fols. 442-449; Memorial presentado al Rey nuestro Señor por Fernando de Ayala Fonseca Toledo y Valcárcel, tercero conde de Ayala, Madrid 1651, E-35 fols. 1-57v.

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Pedro Rodríguez-Ponga y Salamanca

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