Pimentel, Alonso. Conde (V) y duque (II) de Benavente. ?, ú. t. s. XV – Benavente (Zamora), 1530. Militar, adelantado mayor de León y comendador de Castrotorafe de la Orden de Santiago.
Segundo hijo de Rodrigo Alonso Pimentel, IV conde y I duque de Benavente, y de María Pacheco, hija del marqués de Villena. Debido a que no iba a ocupar el puesto de titular del condado, durante su juventud Alonso Pimentel se dedicó a la carrera militar apoyando la causa de Isabel la Católica, llegando a ser hecho prisionero por el rey de Portugal, mientras que sus hermanos Luis y Rodrigo se trasladaron a París para recibir una educación clásica en la Universidad.
Tras la muerte de su hermano Luis, el primogénito, se convirtió en heredero del condado de Benavente, sucediendo a su padre, como titular de la casa en 1499, como V conde y II duque de Benavente.
A pesar de mantener una relación con Inés de Mendoza, hija de Pedro de Mendoza, conde de Monteagudo, fruto de la cual nació una hija, tras convertirse en el titular de la casa de Benavente, Alonso contrajo un ventajoso matrimonio en 1501 con Ana Fernández de Velasco, hija de Bernardino Fernández de Velasco, condestable de Castilla. Gracias a este enlace se incorporaron a la casa de Benavente las villas de Torre de Mormojón, Cigales y la actual Arroyo de la Luz, por lo que el conde-duque se convirtió en uno de los nobles con mayores rentas de la época.
El lujo de sus residencias benaventanas le convirtió en anfitrión de los principales personajes de la época.
En 1502 alojó en su fortaleza a Felipe el Hermoso y en 1506, tras la firma de los acuerdos de Villafáfila, los recién nombrados Monarcas pasaron una breve estancia en la villa solariega del conde duque. También fue huésped suyo ese año César Borgia, tras ser liberado por el conde duque del Castillo de la Mota, donde Fernando el Católico le mantenía prisionero.
Tras la muerte de Felipe el Hermoso, Alonso Pimentel se mostró contrario al regreso de Fernando el Católico a Castilla y partidario de Carlos I, al que tras su llegada a la Península alojó en su residencia vallisoletana. El joven Soberano debió de quedar gratamente impresionado por las fiestas y torneos que Alonso organizó en su honor, así como por la riqueza y el exotismo de la residencia condal, en la que se encontraba un elefante de la India especialmente trasladado a Valladolid para deleite del Monarca.
Junto a otros nobles, Pimentel acompañó al nuevo Rey a Zaragoza (1518) y a Barcelona (1519), iniciando así una larga nómina de viajes junto al Soberano, que continuó su hijo. En esta época Alonso fue nombrado adelantado mayor del Reino de León y comendador de Castrotorafe de la Orden de Santiago.
Y en 1519 Carlos I le concedió en Barcelona, junto a otros linajes, el reconocimiento de Grandeza Inmemorial y el Collar del Toisón de Oro, nombramiento que el conde-duque rechazó por despecho ante la negativa del Soberano a mediar en el conflicto que mantenía con los mercaderes y artesanos de Valladolid a causa de las ferias de pagos de Cuaresma.
Aliado del duque de Alba y contrario al conde de Lemos, durante la década de 1520 Alonso Pimentel prestó importantes servicios al Soberano, destacando su apoyo durante las Comunidades y la ayuda financiera que le otorgó para los gastos del viaje de su coronación.
Por ello, distintos historiadores han asegurado erróneamente que, en agradecimiento, Carlos I le nombró padrino del príncipe Felipe en 1527, cuando en realidad el conde-duque ni tan siquiera asistió a la ceremonia, precisamente al no haber sido elegido para tal función.
Si bien el conde-duque no ocupó cargos políticos destacados, fue uno de los nobles más relevantes de la Corte, tanto por sus amplias rentas como por sus exquisitos gustos acordes con los del Monarca. Muestra de ellos fueron las importantes reformas que durante su mandato como titular de la casa llevó a cabo en sus palacios, con el fin de adecuarlos a los nuevos usos residenciales, tanto a nivel constructivo como decorativo.
En Benavente realizó una importante ampliación de la fortaleza solariega, destacando la construcción de la Torre del Caracol, único resto del edificio que se conserva en la actualidad. Esta residencia fascinó a los viajeros que la visitaron por la riqueza y armonía de sus interiores, ricamente alhajados y cubiertos con artesonados dorados, entre los que destacaban la capilla, así como dos galerías cuyo techo descansaba sobre columnas de alabastro, mármol y jaspe, y un amplio mirador que se abría al río y al que se accedía por uno de los extremos a través de un arco enmarcado por dos colmillos de elefante. Asimismo, en las proximidades de la fortaleza el conde-duque concluyó las obras de otra pequeña residencia, denominada “El Jardín”, similar a las que Enrique IV poseía en Valsaín y El Pardo. Dotada de galerías y estancias cubiertas con ricos artesonados “tallados y dorados, y llenos de otras pinturas muy agradables”, en sus jardines residían los animales exóticos propiedad del conde duque, que iban desde camellos a leones, pasando por leopardos y elefantes.
Entre la nómina de residencias de la familia durante esta época también destacó el palacio vallisoletano de la familia, remodelado por Alonso con tal acierto que, según fray Antonio de Guevara, cronista de Carlos V, “más os alababa de buen edificador que no de curioso lector”. En relación a esta inclinación del conde-duque, Alonso heredó el interés hacia los libros de su padre aumentando la biblioteca familiar, en la que ingresaron algunos libros adquiridos en la almoneda de bienes de Isabel la Católica. Asimismo, en el inventario de bienes redactado tras su muerte se encontraban, además de pinturas y ricos tejidos, medallas de oro y diversos objetos realizados en materiales y formas exóticas, como piezas de coral y azabache o fragmentos de cuernos de unicornio, que componían la “cámara de maravillas” reunida por Alonso.
Además del interés que el conde-duque tuvo por mejorar sus distintas residencias, también llevó a cabo una importante actividad como patrono de entidades religiosas y asistenciales en su villa solariega, por lo que fue calificado como “un segundo fundador de Benavente”.
En 1517 fundó, junto a su mujer, el Hospital de la Piedad, siguiendo la iniciativa emprendida por los Reyes Católicos al edificar el de Santiago de Compostela. Asimismo ambos patrocinaron la remodelación de la iglesia de Santa María del Azogue y las obras de ampliación del Monasterio de San Francisco, sede de los capítulos de la provincia de Santiago desde 1529, y de la capilla mayor de su iglesia, en donde estaba instalado el panteón familiar.
Tuvo nueve hijos, algunos de ellos fruto de relaciones fuera del matrimonio, pero que alcanzaron “muy alta consideración”, como Alonso Pimentel, capitán general de la Goleta, o María Pimentel, condesa de Monterrey.
Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, Osuna, legs. 423-12 y 3.866-67 (testamento); leg. 423-17 y 16 (inventario y almoneda de sus bienes); leg. 440- 2/40 (sobre su descendencia).
F. Ruiz Martín, “Disensiones en Valladolid en vísperas de las Comunidades de Castilla (El palacio del conde de Benavente ¿fortaleza o mansión?)”, en Cuadernos de Investigación Histórica. Semanario Cisneros, n.º 2 (1978), págs. 456-457; I. Beceiro Pita, “Los libros que pertenecieron a los condes de Benavente, entre 1434 y 1530”, en Hispania, n.º 154 (1983), págs. 185-203; G. Fernández de Oviedo, Batallas y quinquagenas (1535), t. I, Madrid, Real Academia de la Historia, 1983, págs. 130-137; I. Berdum de Espinosa, Derechos de los condes de Benavente a la Grandeza de primera clase (1753), Madrid, E y P libros antiguos, 1997, fols. 16r.-18r.; J. Ledo del Pozo, Historia de la nobilísima villa de Benavente, con la antigüedad de su ducado, principio de su condado, sucesión y hazañas heroicas de sus condes (1853), Salamanca, Centro de Estudios Benaventanos Ledo del Pozo, 2000, págs. 281-286; Los condesduques de Benavente en el siglo xvii. Patronos y coleccionistas en su villa solariega, Benavente, Centro de Estudios Benaventanos Ledo del Pozo, 2002, págs. 23-25, 83-84, 147-148 y 159-163.
Mercedes Simal López