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Carlo Andrea Caracciolo

Biografía

Caracciolo, Carlo Andrea. Marqués de Torre­cuso (II) (1603-1646), duque de San Giorgio la Mo­lara (I) (1626). Nápoles (Italia), 1584 – 5.VIII.1646. Caballero de Santiago (1625), gentilhombre de la cá­mara (1638) y grande de España (1643), militar y consejero del Supremo de Guerra.

Fue el mayor de los siete hijos de Lelio Caracciolo, marqués de Libonati —que había trocado por el de Torrecuso poco antes de su muerte (1603)—, y de su esposa Silvia de Traiano Caracciolo. Se inició en la milicia el año 1611, participando como aven­turero en la expedición del marqués de Santa Cruz contra las islas Querquenes (Kerkenah), en Túnez, donde fue herido. Por ello no retomó la actividad bé­lica hasta después de que su matrimonio con Teresa Vittoria Ravaschieri, hija del príncipe de Satriano, le hubiera asegurado una amplia sucesión varonil. Por patente de 17 de marzo de 1621, levó un tercio de infantería regnícola con el que pasó a España, pres­tando servicio en la guarda del Estrecho y escolta de galeones, luego reformado (junio de 1624) en el pre­existente Tercio napolitano de la Real Armada, del que tomó el mando. En enero de 1625 embarcó en Cádiz, en la expedición que al mando de Fadrique de Toledo (1589-1634), reconquistó a los holande­ses San Salvador de Bahía (30 de abril de 1625), en Brasil, asistiendo de regreso a la defensa de Cádiz, ata­cada en septiembre del mismo año por el duque de Buckingham. Tales éxitos le valieron la concesión en octubre siguiente de un hábito en la Orden jacobea (expedientillos n.º 1111), cuyas pruebas se completa­ron en 1629, y el título ducal sobre su feudo de San Giorgio la Molara, en Nápoles (1626), que después renunció a favor del primogénito de su casa. Tras par­ticipar en el bloqueo naval de la Rochelle (1627) y en la defensa de la escuadra surta en Cádiz —que los ingleses intentaron abrasar en 1629—, fue designado gobernador de la Santa Annunziata, una obra pía que administraba hospicios y hospitales (1630). Renun­ciando al Tercio de la Armada, levantó otro (1631) con el que marchó a Milán y, desde allí, acudió al levantamiento del cerco que los suecos imponían a Constanza, a las tomas de Waldshurt, Säckingen, Lauffenberg y Rheinfelden y al socorro de Brissach (otoño de 1633), bajo el mando del duque de Feria. El año siguiente, a las órdenes del Cardenal Infante, se distinguió en la batalla de Nordlingen (6 de sep­tiembre de 1634), pese a lo cual su tercio fue desmo­vilizado en Flandes (12 de abril de 1635) y regresó a Nápoles. En julio del mismo año fue nombrado capi­tán de la Artillería del Ejército de Alsacia, que debía formarse de nuevo; pero, demorándose ésta, asistió con una simple pica al socorro de Valenza del Po, bajo el mando del marqués de Leganés, mereciendo la felicitación personal del conde-duque de Olivares (16 de diciembre de 1635).

En abril se 1636 ejerció su mando artillero, asu­miendo —desde junio de 1637— el gobierno de las Armas del Condado de Borgoña; en diciembre del mismo año fue llamado a la Corte para asistir en el Consejo Supremo de guerra, entregándole el Rey la llave capona de su cámara (19 de febrero de 1638). Tras conocerse el ataque francés sobre Fuenterrabía, fue designado maestre de campo general del ejército de Navarra, partiendo de la Corte el 29 de junio para asistir al virrey marqués de los Vélez. El 16 de agosto se le mejoró el empleo con el gobierno de las Armas del Reino y, sirviendo dicho puesto, se halló en la batalla que permitió liberar la plaza del cerco fran­cés (7 de septiembre de 1638), así como en el ase­dio y reconquista de Salces, en Rosellón (19 de sep­tiembre de 1639-6 de enero de 1640), de donde él y su primogénito, Carlos María, regresaron presos a la Corte por orden del virrey conde de Santa Co­loma. El Conde-Duque forzó la conciliación entre las partes, sobreseyéndose los cargos. Tras la rebelión de Cataluña, fue nuevamente maestre de campo general del Ejército que, al mando del marqués de los Vélez, invadió el Principado, de nuevo junto a su hijo, que servía de teniente general de la caballería ligera. Tras someter Tarragona y otros lugares, fueron rechazados ante los muros de Montjuich (26 de enero de 1641), donde murió su hijo, II duque de San Giorgio la Mo­lara (San Jorge, en nuestros textos).

Según Gómez de Arteche, su mejor biógrafo, el dolor que le causó tal pérdida “le arrebató su acti­vidad y energía”, moviendo al Rey a concederle li­cencia para curar “su melancolía” en Nápoles (3 de mayo de 1641). No obstante, permaneció en Tarra­gona durante el cerco a que la sometió el mariscal la Mothe-Houdancourt (4 de mayo-31 de agosto de 1641), aceptando después, con el título de “Ca­pitán general del Ejército de socorro de Rosellón”, la difícil misión de avituallar a Perpiñán, sitiada por los franceses. Desembarcó en Collioure con un reducido ejército de seis mil infantes y quinientos caballos y, tras sorprender el fuerte de Sorède y rendir Argelès en tres días (8 de enero de 1642), logró introducir en la plaza cuarenta mulas cargadas de grano (11 de enero de 1642), pese a la oposición de los sitiadores. De vuelta en Collioure, halló un nuevo cargamento de trigo, recién llegado de Rosas, que decidió y con­siguió meter de nuevo en la plaza —con menor resis­tencia y mayor sorpresa del enemigo—, regresando con pocas pérdidas a Tarragona. El Rey premió su gesta con el título de grande de Castilla, a título per­sonal (11 de marzo de 1642), convenciéndole para mandar otro socorro que no llegó a tener efecto por la rendición de la plaza (5 de septiembre de 1642). Sólo entonces usó de su licencia para irse a Nápoles, pero al año siguiente aceptó el mando del Ejército de Extremadura, con el empleo de capitán general y la recompensa aneja de la transmisión “por una vida” de la grandeza de Castilla que tenía “por su persona”.

Incorporado a su puesto a primeros de febrero de 1643, intentó restaurar la disciplina, pero hubo de enfrentarse a un motín que le produjo una recaída en su enfermedad. Mientras tanto, los portugueses sa­quearon la Codosera y se atrevieron con Alburquerque —de donde fueron rechazados—, descargando su furia contra Villar del Rey, la Roca, la Puebla y Mon­tijo, hacia donde envió a su subordinado, el marqués de Molinghem, que tras una costosa —y para muchos indecisa— victoria (26 de mayo de 1644), logró re­peler la invasión. Criticado en la Corte por la falta de resultados, cruzó el Guadiana (28 de noviembre) al frente de once mil doscientos infantes, dos mil doscientos caballos y doce piezas de artillería, amén de mil gastadores, con la intención de tomar Elvás, pero las intensas lluvias, las sólidas defensas y lo avanzado de la estación para prolongar el asedio, le obligaron a repasar la frontera el 7 de diciembre. Llamado a la Corte, “por la cizaña que Molinguen metía por car­tas al monarca y ministros, desacreditándole”, soli­citó y obtuvo del Rey licencia para retirarse a su casa (febrero de 1645). La cita es del coetáneo prior de la Orden de Alcántara y capellán mayor de la Artille­ría del Ejército de Extremadura, Sancho de Guzmán, que le reputó como hombre “duro de genio y limpio de manos”, un raro halago considerando su acritud hacia los mandos militares que le antecedieron y suce­dieron, de los cuales subraya su codicia y latrocinios.

No pudo gozar mucho tiempo del descanso hoga­reño. El 20 de mayo, Orbetello, capital de los Presi­dios de Toscana, fue asediada por un ejército francés al mando de Tomás de Saboya, que previamente ha­bía tomado Santo Stefano y Talamone. El virrey du­que de Arcos sometió al Colateral la elección del jefe indicado para mandar el socorro, resultado Torre­cuso elegido por unanimidad. Tras la insólita renun­cia a su salario, que prefirió fuese distribuido entre la tropa, embarcó el 5 de julio con un refuerzo de cinco mil infantes y, en Porto Ercole, asumió el mando su­premo del Ejército allí reunido. El 14 se puso en mar­cha, el 15 tomó el fuerte de Garnero y el 17, antes de enfrentarse con él, Tomás de Saboya, ordenó le­vantar su campo, que Carlo della Gatta, defensor de la plaza, obstaculizó con una salida de la guarnición, capturando gran cantidad de artillería y bagajes. El 19 era recibido triunfalmente en la plaza liberada y el 20 se rendían Santo Stefano, Talamone y el fuerte que los franceses habían levantado en Albegna. El 25 abandonó Orbetello, y desembarcó en Nápoles el 28. Pero el clima insalubre de aquellos palúdicos marja­les le habían causado unas fiebres que le llevaron a la muerte el 5 de agosto. En su última expedición le ha­bía acompañado su segundogénito, Girolamo María (1617-1662), III duque de San Giorgio (1641-1650) y III marqués de Torrecuso (1646-1662), que fue también maestre de campo de Infantería napolitana y, como su padre, combatió en la frontera portuguesa. Tras hallarse en las tomas de Arronches (17 de junio de 1661), Jerumenha (9 de junio de 1662) y Mon­forte (28 de junio), contrajo unas fiebres y falleció en Badajoz, el 16 de agosto de 1662, en la casa de Juan José de Austria.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Expedientillos, n.º 1111, Expediente para la con­cesión del título de caballero de la orden de Santiago a Carlos Caracciolo, octubre, 1625; exp. 1517; Archivo General de Simancas, Estado, legs. 154, n.º 34; 157, n.º 12; 158, n.º 23 y 183, n.os 3 y 20; Biblioteca Nacional de España (Madrid), Copia de carta que el Señor Marques de Torrecusa embió a su Magestad, sobre los sucessos con el exercito Frances, en el Con­dado de Rosellon, su fecha en dos de Febrero de 1642, Madrid, Catalina de Barrio y Angulo, 1642 (VE/180/63); Biblioteca Nacional (Lisboa), Reservados, lb. 11359, fols. 1-15, San­cho de Guzmán, Relacion de lo que se a obrado en la frontera de Portugal en el exercito de Badajoz desde que el tirano Duque de Berganza se corono por Rey hasta mayo de mil i sescientos i quarenta i ocho.G. Gualdo Priorato, Vite et azzioni di personaggi mili­tari e politici, Viena, M. Thurnmayer, 1674; R. Filamondo, Il genio bellicoso di Napoli: memorie istoriche d’alcuni Capi­tani celebri Napolitani c’han militato per la fede, per lo Re’ per la patria nel secolo corrente, Nápoles, D. A. Parrino y M. L. Mutti, 1694, págs. 145-169, 184, 208-210, 261-264, 277, 289, 355, 378, 421, 430, 444-447, 469-470, 473, 500, 623-624 y 638; D. M. J. Henry, Histoire de Roussillon: com­prenant l’histoire du royaume de Majorque, Paris, Imprimerie Royale, 1835, págs. 360, 373-374, 377-380, 394, 397-401; J. Gómez de Arteche y Moro, “El Marqués de Torre­cuso”, en Nieblas de la Historia patria, Madrid, V. Saiz, 1878, págs. 191-247 [en Revista Europea, t. VIII (Madrid, Eduardo Medina, 1876), n.º 133 (10.IX), págs. 321-330; n.º 134 (17.IX), págs. 353-361; y n.º 135 (24.IX), págs. 385-392]; A. Ademollo, L’assedio di Orbetello dell’anno 1646, Gros­seto, Cappelli, 1883, págs. 31-32, 36, 150, 164 y 166-180; C. Argegni, Condottieri, capitani, tribuni, t. I, Milano, Isti­tuto editoriale italiano, 1936-1937, págs. 139-140; R. Mag­daleno, Papeles de Estado de la correspondencia y negociación de Nápoles (Catálogo XVI del Archivo de Simancas), Valla­dolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1946, págs. 154, 157-158 y 353; G. Benzoni, “Caracciolo, Carlo Andrea”, en Dizionario biografico degli italiani, Roma, Isti­tuto dell’Enciclopedia Italiana, 1960; M. Güell, El setge de Tarrragona de 1641, Tarragona, Arola, 2003, págs. 16, 56, 61, 63, 66, 71, 79, 93, 96, 97-98, 114, 119, 123, 125, 128, 189, 183, 184, 189 y 193.

 

Juan Luis Sánchez Martín