Orozco y Rivera de Porcia, Francisco María de. Marqués de Mortara (II). Alessandria della Palla (Italia), 1603 – Milán (Italia), 26.XII.1668. Gobernador y capitán general de Milán, consejero de Estado y Guerra, militar.
Francisco era hijo de Rodrigo de Orozco y Rivera, I marqués de Mortara, y de Victoria Porcia, señora de origen alemán, hija de Hermes von Porcia, conde de Porcia y Brugnera, y de María Magdalena von Lamberg. El primer Mortara, nacido en la ciudad de la Plata, sirvió en los frentes bélicos de Flandes, Italia, África, Inglaterra y Portugal, tomando parte además en la batalla de Lepanto. El 13 de abril de 1603 fue nombrado gobernador de Alessandria della Palla y más tarde capitán general de la Gente de Guerra de aquel estado. En reconocimiento a sus servicios y méritos Felipe III le concedió en 1613 el feudo de Mortara con título de marqués, perteneciente a la Real y Ducal Cámara de Milán. El cronista Cabrera de Córdoba recogía en su aviso de 19 de octubre de 1613 que “estando S. M. en San Lorenzo y el duque de Lerma aquí [en Madrid], la condesa Porcia hizo grandes diligencias para que S. M. hiciese a Rodrigo de Orozco, su marido, el cual estaba muy quejoso por no haberla podido alcanzar por medio del Duque; y sin intervención suya se la hizo del feudo de Mortara con título de Marqués y de general de Ultra el Pó y de 800 ducados de pensión, para su hijo, y de 50 de entretenimiento al mes para otro”. La condesa Porcia, como era conocida, fue dama de la reina Margarita de Austria desde 1598. Precisamente fue la Soberana quien se encargó de asentar su casamiento con Rodrigo en 1601. Además de Francisco, el matrimonio tuvo otros seis hijos: Antonio de Orozco, que murió sin sucesión; Constanza de Orozco, fallecida sin tomar estado siendo dama de la Reina; Violante de Orozco, que casó con Félix Machado Castro y Silva, I marqués de Montevelo, conde de Amares y señor de Castro, Barcelos y Barroso en Portugal; Victoria de Orozco que fue monja del Convento de la Concepción de Mérida; y Ana María y Magdalena, que fallecieron sin sucesión.
El primogénito y sucesor, Francisco, heredó los estados paternos en fecha desconocida, aunque pudo acontecer un poco antes de 1620 cuando la marquesa Victoria Porcia recibió auto para tomar posesión de las rentas de su difunto marido. Dos años más tarde solicitó una curaduría para ejercer la tutela de sus hijos, siguiendo las cláusulas del testamento del marqués. Ese mismo año, el joven II marqués de Mortara, de apenas diecinueve años de edad, fue agraciado por Felipe IV con un hábito de la Orden de Santiago. El 16 de enero dieron comienzo las averiguaciones para demostrar su limpieza de sangre y con ellas un largo y polémico proceso en el que se mezclaron antiguas rivalidades familiares con antepasados de dudosa calidad. El tiempo que conllevó la recogida de pruebas y de testimonios fue extremadamente tenso para la casa de Mortara, pues se sembró la duda, de modo premeditado, sobre su antigüedad y limpieza de sangre. El Rey, para no demorar en exceso el proceso, ordenó que los datos recabados sobre los ascendientes maternos, de origen alemán, lo fueran en la propia Corte, debido a la situación de guerra que padecía el Sacro Imperio desde 1618. Igualmente el marqués solicitó al Rey que las pruebas de filiación de su padre se realizaran en Castilla y no en Indias, en donde su familia se había establecido unos pocos años, puesto que recabar las informaciones in situ podría dilatarse en torno a tres o cuatro años.
En las informaciones de su expediente se decía que el II marqués de Mortara, era nacido en Alessandria della Palla y que era menino del Rey. Aseguraba el propio Francisco en sus alegatos que sus abuelos paternos, Antonio de Orozco y Constanza de Orozco, naturales de Medellín en Extremadura, habían marchado a Indias en tiempos del virrey de Perú Francisco de Toledo, y que allí Antonio desempeñó el oficio de oidor de la Audiencia de Lima. Cuando su hijo Rodrigo contaba nueve años la familia retornó a Castilla. En la Universidad de Salamanca realizó estudios y con dieciséis años dio comienzo a una luenga carrera militar hasta que le sobrevino la muerte como maestre de campo general de Portugal.
Algunos de los testigos interrogados por los comisionados del Consejo de Órdenes sembraron la sospecha sobre el linaje Orozco. Afirmaban que unos sambenitos que se hallaban en la iglesia de Santa Cecilia de Medellín tocaban al pretendiente. Los sambenitos en cuestión y los rumores de confesos que delataban al linaje pertenecían a Diego de Rivera y María de Rivera. Los recelos obedecían a la posibilidad de que ambos fueran parientes del marqués de Mortara por línea paterna. Nuevas dudas aparecieron cuando se supo que la madre de Antonio de Orozco, Leonor Dávalos, viuda de Alonso de Orozco, se había casado por segunda vez con Francisco Álvarez de Rivera, de quien descendía el regente Francisco Álvarez de Rivera. Se había investigado si Antonio era o no deudo del citado regente y en qué grado. El obispo de Mérida, consultado igualmente, afirmó que desde hacía veinte años se dudaba, en la ciudad, de la nobleza y limpieza de sangre de Rodrigo de Orozco y que esto lo fundamentaba en el rumor que le hacía ser deudo del regente Rivera. El mismo prelado confesó que durante la visita a Portugal de Felipe III en 1619 el marqués de la Hinojosa y San Germán, Juan Hurtado de Mendoza, primo del cardenal-duque de Lerma, había ofendido al marqués de Mortara Rodrigo recelando de la pureza de su sangre. Aseguraba el obispo que estando en Medellín llevó incluso a unos amigos a la iglesia de Santa Cecilia para mostrarle los sambenitos y burlarse de su sangre. Otro testigo, fray Antonio de Valencia, caballero de la Orden de Alcántara, confirmaba que si Rodrigo era del mismo linaje que el de los Orozco de Plasencia, no le tenía por limpio, aunque tal vinculación no la podía asegurar. El mismo obispo confesó que había oído decir en Madrid a muchas personas que el citado “marqués de la Hinojosa era enemigo declarado de Rodrigo de Orozco por encuentros que tuvieron en Italia y que por esta razón daba menos crédito a lo que Hinojosa diría de Rodrigo de Orozco, de cuya calidad […] no haze juiçio, sólo refiere las oídas sobredichas”. Por su parte otro informante, Juan de Vera y Tovar aseguraba que Rodrigo de Cárdenas y Fernando de Vera y Monroy eran adversarios de Rodrigo y que por orden de Hinojosa “hacían contradiçión al pretendiente”. Este testimonio, sin duda revelador, demuestra la existencia de serios desencuentros mientras Mortara e Hinojosa compartieron responsabilidades militares y de gobierno en Milán, siendo el segundo gobernador general. Ciertamente Juan de Mendoza podría haberse sentido en la obligación de recurrir al soborno de testigos para perjudicar las pretensiones del hijo de su rival. Es más que probable que Hinojosa fuera el responsable e instigador de aquellos infundios.
En una carta que escribió el 21 de octubre de 1623 Fernando de Vera, obispo de Bujía, a Luis de Villavicencio, aseguraba que “uno de los frailes descalzos que estuvieron con él hablando de la calidad del marqués de Mortara, que se llama fray Juan Fernández, le aseguró era muy cristiano viejo y que las equivocaciones nacieron de haberse casados dos veces Leonor Dávalos, pero que sin duda el marqués es limpio”. Interrogado otro de los testigos, el soldado Juan de Molina, confirmó que se había sobornado a algunos informantes para que dieran falso testimonio sobre el marqués.
El marqués escribió personalmente a Felipe IV, el 11 de octubre de 1623, para lamentar el grave perjuicio que se estaba causando a la reputación y calidad de su casa con las informaciones de algunos testigos. Fue incluso más lejos al acusar a Juan Antonio de la Vera y Zúñiga, caballero del hábito de Santiago natural de Mérida, y futuro conde de la Roca, de difamar su buen nombre “por renovar las pasiones y enemistad antigua que an tenido mis deudos con mi padre y los suyos”. Adjuntó Mortara otra carta que respaldaba su limpieza y que no era otra que una misiva que el propio Juan Antonio escribió años atrás a su padre, Rodrigo, “en que abona nuestra calidad y dize que la abonó a consejero deste Consejo” de Ó
rdenes Militares. Suplicaba al Rey que no se dilatase aún más el proceso y que se dieran por concluidas las pruebas ante la reconocida “malicia del dichoso” caballero. Finalmente el Consejo no halló indicio alguno de falta de limpieza y el Rey le otorgó el hábito el 28 de febrero de 1624. Llegaría a ser Trece de la Orden.
La carrera militar del II marqués de Mortara principió precozmente, pues consta que sirvió a las órdenes de su padre desde muy joven. Fallecido su padre, fue hecho maestre de campo bajo mando del marqués de Leganés, comandante del Ejército de Milán. En 1636 estuvo en la Valtelina y poco después cayó herido de un arcabuzazo en un combate cerca de Milán. Al frente de su tercio combatió con éxito a los franceses en Vercelli ese mismo año. En 1637 pasó a Castilla con orden de comandar el regimiento llamado del conde-duque, por haberlo constituido Olivares, y con él pasó a la frontera francesa. Puso allí cerco a la plaza de Leucata durante el cual fue herido gravemente de dos mosquetazos en el pecho y en la cabeza, el 28 de septiembre de 1637. La estrategia militar del conde-duque de invadir Francia desde Cataluña, tras la declaración de guerra de 1635, fracasó estrepitosamente con aquella derrota.
Recuperado de sus heridas en Perpiñán, pasó a Fuenterrabía en 1638, villa cercada por las tropas del príncipe de Condé. Allí, al mando de la vanguardia del Ejército que gobernaba el almirante de Castilla, y con el apoyo del marqués de Torrecuso, atacó las posiciones francesas el 7 de septiembre ante el desconcierto enemigo que huyó en desorden. La victoria fue acogida con grandes muestras de regocijo y alegría en la Corte, atribuyéndose todo el mérito del éxito el conde-duque. Pasó Mortara a continuación a Guipúzcoa a cuyo cargo quedó el Ejército de la plaza mientras el almirante regresaba a Madrid. Poco después se le ordenó trasladarse a Cataluña para servir bajo mando del virrey conde de Santa Coloma, Luis Queralt, que le destinó al Rosellón. En el mes de junio de 1639 el Ejército de Condé, y de Carlos de Schomberg, cruzó la frontera del Rosellón tomando la fortaleza de Opol y sitiando Salces. Pese al socorro enviado, la plaza cayó en poder francés el 15 de julio aunque se estableció un costosísimo cerco. La sublevación general de Cataluña del año siguiente, instigada y apoyada hábilmente por el cardenal Richelieu, dejó completamente aislado al marqués de Mortara en el Rosellón. En 1641, junto con Torrecuso, derrotó al mariscal Brezé en el paso del Zanjón, aunque hubo de refugiarse en Collioure, en donde sostuvo el sitio francés hasta su capitulación honrosa. De allí salió con honor junto con todos sus hombres y armas, en abril de 1642. A mediados de 1643 marchó a Aragón para hacer frente a los franceses del conde de la Motte que se habían apoderado del condado de Ribagorza. Salió Francisco de Fraga y en el paso del Segre le acometió en inferioridad de fuerzas, saliendo airoso del combate el 24 de julio. En agosto de 1644 partió desde Madrid con el marqués de Torrecuso para socorrer las plazas del Rosellón y de Perpiñán. Ese mismo año tomó la ciudad de Lérida.
Pese a su indudable arrojo y talento militar, reconocido ampliamente en la Corte en donde su fama crecía, el marqués fue derrotado en junio de 1645 en Orens por el conde de Harcourt, quien había cruzado el Segre por el puente de Camarasa. En aquella luctuosa jornada cayeron varios oficiales de notable trayectoria, como los maestres de campo marqués de Lorenzana y José Calderón de la Barca, hermano del ilustre dramaturgo barroco. Mortara fue finalmente liberado en 1646 previo pago de un cuantioso rescate, estimado en 15.000 ducados. Recobrada la libertad, retornó al campo de batalla en febrero del año siguiente con el cargo de maestre de campo general del Ejército de Cataluña y general de la Caballería, que ocupó hasta que en 1650, fallecido Felipe de Silva, fue nombrado virrey y capitán general de Cataluña. Con la diligencia que le caracterizaba, levantó presto un Ejército de doce mil hombres con los que se apoderó de Flix, Miravet y Balaguer, poniendo sitio a la ciudad de Tortosa y rindiéndola el 27 de noviembre de ese mismo año.
Debilitadas las fuerzas sublevadas y sin apenas apoyos de Francia, Mortara puso cerco a Barcelona en julio de 1651, mientras Juan José de Austria bloqueaba con su escuadra el puerto de la ciudad. Finalmente obtuvo la capitulación de la urbe en octubre de 1652. Felipe IV reconoció los méritos de Francisco el 8 del mismo mes al concederle el marquesado de Olías, un asiento de gentilhombre de su cámara y otras mercedes. Pese a su indudable valía el virreinato de Cataluña recayó en el hijo natural del Rey aunque Mortara continuó al frente del Ejército, como su lugarteniente y capitán general de Cataluña, Rosellón y la Cerdeña, rechazando con éxito a los franceses en el Ampurdán, Camprodón (1658) y a orillas del Ter (1659). Precisamente el 8 de junio de este año el Monarca le nombró consejero de Estado. Además se le concedieron los señoríos de las villas de Sarreal y de Cabra, en Tarragona, concediéndole el Rey el marquesado sobre la primera.
Entronizado Carlos II en septiembre de 1665, Mortara, flamante marqués de Olías y Sarreal, obtuvo asiento en el Consejo de Guerra y se le destinó nuevamente a Cataluña con el cargo de lugarteniente y capitán general del Ejército. Su carrera obtuvo el broche final con su elección como gobernador y capitán general de Milán a mediados de 1668. Apenas pudo disfrutar de aquella nueva responsabilidad, pues la muerte le alcanzó el 26 de diciembre.
De su matrimonio tardío, celebrado en Madrid en junio de 1653 a la edad de cincuenta años, con Isabel Manrique de Lara, dama de la infanta María Teresa y después de la reina Mariana de Austria y hermana de la X condesa de Paredes María Inés Manrique de Lara, tuvo varios hijos: Juan José, su sucesor; Manuel de Orozco, que fue maestre de campo en Milán y murió en batalla; y María Victoria que murió niña. Juan José de Orozco Manrique de Lara, III marqués de Mortara, II marqués de Olías y Sarreal, nacido en Barcelona, fue maestre de campo en Flandes y Cataluña, comendador de la Oliva de la Orden de Santiago en 1674, y mayordomo y gentilhombre de la cámara del Rey. Falleció en 1700.
Obras de ~: Relación diaria de todo lo que ha sucedido desde que salio de Zaragoza el señor Marques de Mortara hasta que el exercito de su Magestad rindió a Molin de Rech villa distante de Barcelona legua y media. Y así mismo se da cuenta de lo que ha obrado la Armada del señor Don Iuan de Austria desde que tomo el Nauío llamado el León Coronado que fue a 22 de Iunio, hasta primero día de Agosto deste año de 1651, Sevilla, Juan Gómez de Blas, 1651; Copia de vna carta que el Señor Marques de Mortara escriuio al [...] Señor Don Luis Méndez de Haro y Sotomayor, Conde-Duque de Oliuares, en que le da cuenta de las Ciudades, Villas y Lugares que, después que se rindió Barcelona, han dado la obediencia a su Magestad en el Principado de Cataluña, Condado de Cerdania y en la falda de los Montes Perineos, Sevilla, Juan Gómez de Blas, 1652; Feliccíssima vitoria, que han tenido las católicas armas de su Magestad, gouernadas por el señor Marques de Olies y Mortara, sobre el Castillo de Campredon [...] que tenia sitiado Monsiur de Santoné [...] sucedida Iueues 15 de Agosto deste año de 1658, Sevilla, Juan Gómez de Blas, 1658.
Fuentes y bibl.: Biblioteca Nacional de España, Capitulaciones ajustadas entre D. Francisco de Orozco, Marqués de Mortara y virrey de Cataluña y el señor de Launay, gobernador de Tortosa, en el Campo de Tortosa, 27 de noviembre de 1650, ms. 11000, fols. 186r.-187; Sucesso y victoria que las católicas armas de Su Magestad han tenido en el Principado de Cataluña, governadas por el Exmo Señor Marqués de Mortara, contra las armas del Christianíssimo Rey de Francia, sobre la fuerte plaça de Campredon y su rendimiento, junio de 1658, ms. 12957/17; Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Santiago, Hábito de caballero de la Orden de Santiago, exp. 5992; secc. Nobleza (Toledo), Fondo Fernán Nuñez, Testamento del marqués de Mortara, C. 896, doc. 3.
A. y A. García Carraffa, Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y americanos, vol. LXV, Salamanca- Madrid, Imprenta Comercial Salmantina-Artes Gráficas, 1949; J. H. Elliott, El conde-duque de Olivares. El político en una época de decadencia, Barcelona, Crítica, 1991; VV. AA., Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana, vol. XL, Madrid, Espasa Calpe, 1994, págs. 664-665; L. Cabrera de Córdoba, Relaciones de las cosas sucedidas en la corte de España desde 1599 hasta 1614, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1997, pág. 532; A. Álvarez-Ossorio Alvariño, Milán y el legado de Felipe II. Gobernadores y corte provincial en la Lombardía de los Austrias, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001; G. Signorotto, Milán español. Guerra, instituciones y gobernantes durante el reinado de Felipe IV, Madrid, La Esfera de los Libros, 2006.
Santiago Martínez Hernández