Dávila Enríquez, Pedro Esteban. Navas (La Coruña), 1584 – Perú, 1657. Militar, gobernador.
Era hijo natural de Pedro Esteban Dávila, III marqués de las Navas y V conde del Risco, y de Jerónima de Ocampo. Su madre era natural de Zaragoza, nacida en la villa de Luble. A la influencia de su padre y de sus hermanas debió su brillante carrera militar y política. Caballero de la Orden de Santiago y maestre de campo, había hecho una larga campaña durante cerca de treinta años en la guerra de Flandes y en Italia. Pasó con el cargo de castellano del fuerte de Monte Brasil, en las islas Azores, de donde fue destituido en 1624 por graves cargos que se le formularon. Estudiadas las denuncias por un consejo de guerra, fue repuesto en su oficio después de cuatro años de suspensión. Al conocerse en el Consejo de Indias la invasión holandesa sobre Pernambuco, se le propuso a Dávila la gobernación de Buenos Aires.
Aceptó el cargo y entregó de inmediato un memorial con una serie de medidas de defensa que creía oportuno tomar, como una expedición de doscientos soldados, armas, municiones y demás pertrechos, juntamente con un ingeniero para que dirigiera la construcción de un fuerte. Una junta de guerra y el Rey le concedieron todo lo solicitado. El título de la gobernación le fue extendido por Real Cédula del 11 de octubre de 1629; dos meses más tarde partió para Lisboa, donde recibió las últimas instrucciones para su gobierno. Dávila partió con dos navíos para Río de Janeiro, pero enterado el Consejo de Indias de que en las mencionadas naves había mercancía de contrabando, designó un juez comisionado que debía obrar secretamente. Puesto en aviso Dávila de la situación, le ordenó al juez comisionado que registrase los navíos y no se halló mercancía alguna.
Dávila llegó a Buenos Aires el 25 de diciembre de 1631 y fue recibido con todos los honores. De inmediato dio comienzo a las obras del fuerte que se transformó en presidio, y designó como primer castellano a Francisco Velásquez y Meléndez. El fuerte fue bautizado con el nombre de San Baltasar de Austria, y desde el primer día hubo una guarnición de soldados pagados por la metrópoli; se los conocerá como militares reformados, con alférez, tenientes, capitanes y un sargento mayor encargado de la disciplina. Esta idea original de Felipe II se llevaba a cabo en 1635 en los recónditos parajes rioplatenses, ante el temor de una invasión holandesa. Desde entonces Buenos Aires se constituyó en fortaleza y presidio.
Llevaba Dávila un año de gobierno cuando las insurrecciones de los indios del Bermejo despoblaron la ciudad de Concepción, porque sus vecinos huyeron a Corrientes y a las reducciones de Santiago Sánchez y Santa Lucía de los Astores. El gobernador intentó repoblarla, pero debió desistir ante la petición del Cabildo y obedeciendo a los temores de una invasión holandesa. El Cabildo apoyó continuamente las gestiones del gobernador, incluso llegó a pedir la prórroga de su gobierno y la presidencia de la Audiencia para él, en caso de que se creara en ese distrito. No ocurrió lo mismo con las autoridades eclesiásticas, con las que tuvo constantes entredichos.
Dávila persiguió el alarmante cuatrerismo, que condenaba a muerte a pesar de haber sido considerado una costumbre hasta entonces. Del mismo luchó contra el contrabando a gran escala introducido a través de las estancias costeras al Río de la Plata. Tuvo un sonado enfrentamiento con el licenciado Andrés de León y Garavito, comisionado para ejercer la residencia de Francisco de Céspedes, anterior gobernador porteño, a quien reemplazaba Dávila.
Dávila terminó su gobierno el 24 de diciembre de 1637 y fue su sucesor Mendo de la Cueva y Benavídez.
Una Real Cédula del 15 de abril de 1636 comisionó al virrey del Perú, conde de Chinchón, para llevar a cabo la residencia de su gobierno. Dávila había huido a España y la Audiencia ordenó su captura, pero ya en la Península el ex gobernador presentó al Rey un memorial en que relataba sus servicios. fue absuelto por el Rey y designado gobernador de Icacota, en el Perú, durante el virreinato de su pariente Luis Enríquez de Guzmán, conde de Alba. Su consecuencia con la política de éste le atrajo la enemistad del tribunal de la Inquisición y del arzobispado.
En Buenos Aires fue acusado de vivir amancebado con varias mujeres, relaciones de las que nacieron dos hijos naturales: Juan Dávila y Domingo Esteban Dávila, habidos con María de Coronado y Guzmán.
Bibl.: E. Udaondo, Diccionario Biográfico Colonial Argentino, Buenos Aires, Huarpes, 1945, pág. 274; R. A. Molina, Diccionario Biográfico de Buenos Aires, 1580-1720, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 2000, págs. 194-195.
Sandra Fabiana Olivero