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Felipe de Albornoz y Espinosa

Biografía

Albornoz y Espinosa, Felipe de. Talavera de la Reina (Toledo), s. m. s. xvi – España, f. s. xvii. Gobernador.

Era miembro de una ilustre familia castellana. Su hermano Francisco fue comendador de Almagro en la Orden de Santiago; otro hermano, Esteban, era caballero del hábito de san Juan; y Pedro Gil, arzobispo de Toledo, cardenal y gobernador de Milán. Pasó su niñez en la corte del rey Felipe II, del que fue paje, por lo que el monarca Felipe IV le confirió la gobernación del Tucumán en reemplazo de Juan Alonso de Vera y Zárate.

Asumió el cargo de gobernador del Tucumán el 11 de junio de 1627 con una actitud desacertada que lo perjudicó mucho. Al amparo de la inercia del gobernador que lo precedió, Juan Alonso de Vera y Aragón, se venían sucediendo desagradables incidentes anuales con motivo de las elecciones de los cabildos.

La elección de alcaldes ordinarios mantenía divididos en bandos a los vecinos y hasta se había llegado a la compra de votos. Advirtió Albornoz, y así lo expuso al monarca, que en la provincia había setenta y dos varas de justicia para tan sólo quinientos vecinos.

Esta proliferación no podía ser conveniente en un medio donde los lazos de parentesco alcanzaban consecuencias inusitadas. Albornoz creyó necesario modificar tal estructura política y judicial, pero hacerlo en comunidades donde la única fuente de derecho era el uso y la costumbre, equivalía a una revolución que habría provocado una sublevación general, y por ello el Consejo de Indias no tomó en consideración el propósito. Debió conformarse el gobernador con tratar de mantener la paz en los espíritus, lo que no logró del todo.

El país comenzaba a formarse. Cada ciudad era un núcleo aislado que carecía de espíritu de unidad con el resto del mundo, y en el que se fortalecían localismos lógicos, dadas las circunstancias, puesto quecada uno de ellos debía, en principio, contar con su propio esfuerzo para sustentarse. En marzo de 1628 Albornoz expidió un auto de buen gobierno, por el que dispuso poner orden en las pesas y medidas mediante el establecimiento de un patrón que permitiera perseguir a quienes usaran medidas falsas, y estableció que las multas aplicadas se destinaran a la construcción de edificios para cárcel, casas del cabildo y otras obras públicas.

El gobernador del Tucumán fue acusado de haber puesto fin a la paz que gozaba la provincia bajo su mando desde comienzos del siglo xvii. El objetivo de fundar una ciudad en el valle Calchaquí, resultó ser el origen de la guerra con los naturales de la región.

Los encomenderos se habían ganado el odio de los indios no sólo por sus desafueros, sino también por la audacia con la que penetraban en sus tierras. El capitán Juan Ortiz de Urbina tuvo la osadía de levantar, en la misma entrada del valle Calchaquí, una especie de casafuerte. La famosa rebelión de 1630 se manifestó al asaltar los indios la encomienda de Ortiz de Urbina, al que asesinaron junto con su hijo Diego, además de llevarse cautivas a cuatro doncellas, hijas del encomendero. Albornoz, enterado del incidente, se trasladó a San Miguel del Tucumán, que por su proximidad al valle era la ciudad más avanzada. Desde allí envió recado a los caciques más poderosos para mantenerlos tranquilos. Como era costumbre de los caciques amigos de los conquistadores, dar la bienvenida a las nuevas autoridades y, siguiendo esa práctica, una delegación de calchaquíes se presentó a agasajar al gobernador, quien, creyendo que este hecho rompía la tregua existente, los mandó azotar y cortar los cabellos, afrenta que indignó a los indios. El cacique Chelemín, cuyo hijo fue una de las víctimas, sublevó a los indios, que sitiaron a los españoles, talaron sus sembrados, arrebataron sus ganados, incendiaron sus campos y cautivaron mujeres y niños. El capitán Alonso de la Ribera, jefe militar de las ciudades de Salta Jujuy y Esteco (actual Santiago del Estero), y el general Jerónimo Luis de Cabrera, nieto del gobernador de Córdoba, ayudados por un refuerzo de tropas, al mando del fiscal de la Audiencia de Charcas, Antonio de Ulloa, lograron sofocar la rebelión que duró diez años. Víctima de esa terrible guerra fue el misionero mercedario fray Antonio Torino, mártir inmolado por los calchaquíes coaligados contra los españoles.

En 1632 Felipe Albornoz terminó su mandato y fue reemplazado por Diego Fernández de Oviedo, pero como éste falleció en Potosí antes de asumir el cargo, Felipe continuó gobernando hasta que logró ajustar la paz con los calchaquíes. Pero la satisfacción de considerar dominada la región se vio empañada por la gran peste que castigó a las ciudades del Tucumán entre 1634 y 1636. Córdoba fue la más asolada; la muerte se llevó a familias enteras. San Miguel del Tucumán, Salta y San Salvador del Jujuy se encontraron, además, ante el problema de rehacer sus vaquerías, reconstruir los viñedos y levantar las casas, perdidas tras los largos años de lucha. En junio de 1637 entró en el Tucumán, designado para suceder a Felipe de Albornoz, el nuevo gobernador Francisco de Avendaño y Valdivia, quien inmediatamente inició el juicio de residencia a su antecesor.

Entre los cargos que se le hicieron en el juicio de residencia figuraba el de no haber asistido personalmente la provincia de su mando durante el período de su gobierno; haber sacado una partida de mil mulas de la ciudad de Córdoba para las provincias del Perú; nombrar como tenientes generales a varios parientes suyos; abrir una acequia sin autorización de Su Majestad; nombrar corregidores y administradores en los pueblos de los naturales en contravención de cédulas y ordenanzas; otorgar sin autorización a parientes y allegados encomiendas de indios; e infinidad de cargos tanto en Esteco como en La Rioja y Salta. Poco tiempo después Albornoz se trasladó a España, donde falleció.

 

Bibl.: E. Udaondo, Diccionario biográfico colonial argentino, Buenos Aires, Huarpes, 1945, págs. 44-45; V. Sierra, Historia de la Argentina. Consolidación de la labor pobladora (1600-1700), Buenos Aires, Unión de Editores Latinos, 1957, págs. 196-199, 259-280.

 

Sandra Fabiana Olivero

 

 

 

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