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Pedro Cieza de León

Biografía

Cieza de León, Pedro. Llerena (Badajoz), c. 1521 – Sevilla, 2.VII.1554. Cronista de la Conquista del Perú, que entonces comprendía parte de la actual Colombia y el Ecuador.

Sus padres fueron Pedro de León e Isabel de Cazalla, y la fecha de su nacimiento es incierta, pues los registros parroquiales en Llerena sólo se iniciaron en 1524 y, por otra parte, en sus obras hay dos referencias que indican fechas distintas, pero no muy distantes entre sí, que permiten promediar al año de 1521.

Muy joven viajó a América, en 1535, de Sevilla hacia Santo Domingo, según dos asientos en el Archivo de Indias, el primero el 2 de abril, que no utilizó, y el segundo el 3 de junio. Pero según su testimonio, escrito en una de sus obras, se encontraba en 1536 en la recién fundada San Sebastián de Buenavista, en la gobernación de Cartagena, en la actual Colombia.

Allí era su primer gobernador Pedro de Heredia, y de Santo Domingo partieron todas sus huestes por varios años.

La vida misma de Cieza, sus orígenes, relaciones, muerte y testamento, estuvieron fuera de la realidad por siglos. Fueron, pues, erróneos muchos de los informes de los historiadores, hasta que el investigador peruano Miguel Maticorena encontró su testamento en los Protocolos Sevillanos y luego Marcos Dorta y otros complementaron los análisis, lo que permitió avanzar en la identificación familiar de Cieza, que ya se consigna muy bien en los estudios que presentan Las Obras Completas, publicadas por primera vez en 1984-1985. Más recientemente se encontraron documentos en el Archivo de Simancas y se hicieron investigaciones genealógicas en Llerena. De allí se sacó la clara conclusión de que la familia de Pedro de Cieza de León era judeoconversa por padre y madre, al igual que muchos de los personajes que tuvieron estrechas relaciones con ellos, así como su esposa, con la cual se comprometió antes de conocerla, por la estrecha relación interfamiliar.

Siguiendo los relatos de Cieza, que entonces usaba el nombre de Pedro de León, se sabe que participó primero en la campaña del Cenú, de donde se sacaron muchos tesoros, y luego bajo el mando del capitán Alonso de Cáceres, en el descubrimiento del Urute, lugar no identificado pero cercano al golfo de Urabá.

Luego llega el visitador Vadillo, quien pone preso al gobernador Heredia y se va a San Sebastián de Buenavista para comandar la expedición hacia el sur, que de allí sale al mando del capitán Francisco César, a principios de 1538 según la relación de Vadillo a la Corona. En ella va Cieza, según su propio testimonio, pero dice que es a comienzos de 1537, equivocación no explicada. Esta expedición descubrió las ricas minas de Dabaybe, cuya existencia se conocía desde 1511, cuando existía Santa María la Antigua del Darién, pero que no se habían podido conquistar.

La expedición de Vadillo llegó a Cali a fines de 1539, en donde estaba Lorenzo de Aldana, capitán de Francisco Pizarro, a quien tuvo que dar cuenta de su intromisión en tierras ya conquistadas, lo que sucedía desde la región de Anserma, en donde había encontrado al capitán Jorge Robledo. Vadillo debió regresar a Cartagena, pero gran parte de sus huestes se quedaron en Cali, como fue el caso de Cieza. Éste entonces se unió a las gentes del capitán Jorge Robledo, quienes regresan para asegurar las conquistas al norte y fundar la ciudad de Cartago en agosto de 1540, y reforzar a Santa Ana de los Caballeros en Anserma.

Llegó entre tanto a Cali el capitán Pascual de Andagoya, quien había sido nombrado gobernador de la provincia de San Juan, que comprendía territorios no conquistados sobre la costa del mar del sur, entre las gobernaciones de Panamá y el Perú, a espaldas de la de Cartagena. Había llegado de Panamá por mar a la costa de su gobernación y fundó la ciudad de Buenaventura, cercana a Cali, adonde fue y encontró que ya estaba descubierta aquella tierra. Sin embargo, se posesionó de ella y llamó para que lo reconocieran los capitanes distantes, entre ellos Robledo, a quien acompañaba Cieza. Entonces Andagoya ordenó a Robledo que fuera con sus gentes a fundar una ciudad al norte, en las tierras de las minas de Buriticá, descubiertas por Vadillo.

Pronto llegó a Cali el capitán Sebastián de Belalcázar como primer gobernador de la recién fundada provincia de Popayán, tierras que él había conquistado en nombre de Francisco Pizarro y que comprendían las ciudades de Popayán, Cali, Ansema y Guacacayo, así como las tierras hasta la gobernación de Cartagena, justamente hacia donde iban Robledo y Cieza. Detuvo a Andagoya y lo envió preso a España para que allí se le definiera su situación. Confirmó a Robledo la orden de fundar una ciudad cerca de las minas de Buriticá y con él fue Cieza, en una expedición de descubrimientos y conquistas. A fines de noviembre, Robledo fundó la ciudad de Antioquia, cuya acta tiene fecha de 4 de diciembre de 1541. Pedro de León, nombre del biografiado entonces, es uno de los testigos que firman aquella acta. En febrero del año siguiente acompañó al capitán Robledo, quien iba hacia España a dar parte de sus descubrimientos y fundaciones, pero en San Sebastián de Buenavista fueron aprisionados por haberse entrometido en la gobernación de Cartagena. Las acusaciones las hacía Pedro de Heredia, que envió presos a Robledo y algunos de sus acompañantes, para que en la Corte española se les juzgara. Cieza entonces marchó a la ciudad de Panamá, con un poder de Robledo, para informar a la Real Audiencia. Luego fue en barco hasta Buenaventura y llegó a Cali para disculpar a Robledo ante el gobernador Belalcázar.

Unido Cieza a las huestes de Belalcázar, participa en varias expediciones, especialmente en las del norte que se centran en la ciudad de Cartago. En 1543 entran en los ricos territorios de Arma, tierras descubiertas anteriormente con Robledo, y allí Cieza recibe una encomienda de Indios en gratificación por sus desempeños.

Luego, en 1546, cuando regresa Robledo de España, ya nombrado mariscal de Antioquía, Cieza se le une. Pero Robledo se enfrenta al gobernador Belalcázar y es ajusticiado el 5 de octubre del mismo año.

Con Belalcázar y numerosos acompañantes salen para el Perú a apoyar al visitador Pedro de la Gasca, quien pretenden afrontar la rebelión de Gonzalo Pizarro, y es entonces cuando Cieza se une al visitador, quien le ayudará en sus investigaciones, le encomienda escribir sus experiencias vividas y las que hayan de venir, en lo que se empeñará el biografiado con intensidad y cuidado admirables. Entonces cambia su nombre por Pedro de Cieza, como puede verse en el documento de su promesa de matrimonio en 1550, que firma en el Cuzco con Juan de Llerena, para desposar a su hija, quien vive en Sevilla.

Al año siguiente Cieza se casa en Sevilla y ya tiene listo el material para la publicación de su libro Parte Primera / de la Chronica del Perú, que presenta en la Corte, entonces en Monzón, y cuya publicación es aprobada entre agosto y septiembre de 1552. El colofón de la primera edición se fechó en Sevilla a 15 de marzo de 1553, impresa por Martín de Montesdoca.

No figura el nombre del autor, así que con el tiempo la obra se atribuyó a otros, como se ve en el ejemplar que posee la Biblioteca Nacional de Madrid, que lleva una nota manuscrita en la cual se dice que el autor es Francisco López de Gómara. Afortunadamente hay otros documentos que acreditan la autoría de Pedro de Cieza de León, que es una novedad porque es el tercer nombre, y el definitivo, que utiliza este personaje.

Inmediatamente debe regresar a la Corte para que el Consejo fije el precio de venta y dé su aprobación definitiva, y se emplea en distribuir su obra y hacerla conocer. De inmediato, prepara una nueva edición corregida, que se publicará en Amberes. Al año siguiente, 1554, murió su esposa Isabel en mayo y él la siguió a principios de julio. Tenía aproximadamente treinta y cinco años de edad.

Cieza, aún joven imberbe, ya sentía desazón por tantas cosas diferentes, tantas novedades, tal clase de acontecimientos, pues siendo un simple soldado ocupaba gran parte de su tiempo de descanso tomando notas y entrevistando a quienes habían tenido experiencias probadas, según lo consignó expresamente en sus obras, “y —escribió el propio Cieza en su primera obra— cobrando ánimo, con mayor confianza determiné de gastar algún tiempo de mi vida en escribir historia. Y para ello me movieron las causas siguientes: La primera, ver que en todas partes por donde yo andaba ninguno se ocupaba de escribir nada de lo que pasaba. Y que el tiempo consume la memoria de las cosas de tal manera, que si no es por rastros y vías exquisitas, en lo venidero no se sabe con verdadera noticia lo que pasó. La segunda, considerando que, pues nosotros y estos indios todos, traemos origen de nuestros antiguos padres Adán y Eva, y que por todos los hombres el Hijo de Dios descendió de los cielos a la tierra, y vestido de nuestra humanidad recibió cruel muerte de cruz para nos redimir y hacer libres del poder del demonio, el cual demonio tenía estas gentes, por la permisión de Dios, opresas y captivas tantos tiempos había, era justo que por el mundo se supiese en qué manera tanta multitud de gentes como destos indios había fue reducida al gremio de la santa madre Iglesia con trabajo de españoles; que fue tanto, que otra nación alguna de todo el universo no los pudiera sufrir. Y así los eligió Dios para una cosa tan grande más que a otra nación alguna. Y también porque en los tiempos que han de venir se conozca lo mucho que ampliaron la corona real de Castilla [...]”.

La extensión de los territorios recorridos, el cúmulo de acontecimientos reseñados, las inigualables descripciones y referencias que hizo Cieza, están comprendidos en las siguientes obras: La Crónica del Perú, en tres partes, de la cual sólo la primera fue impresa en vida del autor; a la segunda la llamó Los Incas y a la tercera, Descubrimiento y Conquista del Perú. Las Guerras Civiles del Perú comprenden tres obras: Guerra de Salinas, Guerra de Chupas y Guerra de Quito. Cieza menciona en su testamento otras dos obras: la Guerra de Guarina y la Guerra de Xaquixahuana, así como algunos comentarios adicionales, cuyos originales no han sido encontrados hasta el presente. A su muerte, sus obras inéditas tuvieron rumbos muy diferentes: fueron fraccionadas, saqueadas, copiadas y desaparecidas, hasta que, finalmente, se presentaron como una unidad, en la edición crítica que, dirigida y comentada por Carmelo Sáenz de Santa María, publicó el Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en tres tomos, entre 1984 y 1985.

La poca atención que los investigadores e historiadores prestaron a la obra de Pedro de Cieza hasta la primera mitad del siglo xx sólo se explica por su ausencia de las bibliotecas públicas y privadas, y por la concentración de la credibilidad en las obras de Oviedo, Herrera y fray Pedro Simón —quien cita a Cieza muchas veces—. De todas maneras, la primera parte de la Crónica del Perú, fue publicada por primera vez en Sevilla en 1553; luego, en 1554, se hicieron dos ediciones más en Amberes. Sin embargo, tras más de trescientos años empezó a aflorar la obra desconocida de Cieza gracias al interés de diversos investigadores.

Marcos Jiménez de la Espada hace un minucioso estudio de los diferentes manuscritos que por muchas señas indican a Cieza como su autor; y en el prólogo de La Guerra de Quito, que publicó parcialmente en 1880, señaló al cronista Antonio de Herrera como plagiario de la obra de Cieza. Desde fines del siglo xix fueron así apareciendo publicadas las diferentes obras de Cieza, y solamente la tercera parte de la Crónica del Perú hubo de esperar hasta 1979, cuando fue publicada en Roma por Francesca Cantú.

La Primera parte de la Conquista del Perú hace una comparación entre las características de las diferentes regiones incluidas en su obra, en la cual, en unos cincuenta capítulos, se encuentran estudios, descripciones y referencias de mucho interés sobre territorios y pueblos.

El autor no sólo describe minuciosamente, sino que hace comparaciones entre las diversas regiones, pueblos y costumbres desde Cartagena hasta el sur del Perú, mostrando sus dotes de investigador, etnólogo y sociólogo, innatas por supuesto, pero admirables y de gran interés para investigadores e historiadores, que en ellas se han documentado. Minuciosas y concienzudas comparaciones hace Cieza sobre temas como el uso de la coca, el comercio de la sal, las plantas curativas, las costumbres funerarias, las ropas, los adornos, la orfebrería, la esclavitud, la violencia, el ordenamiento social, las lenguas, las comunicaciones y, asombrémonos, sobre antropología de los diferentes pueblos. Léase lo que escribió sobre el ordenamiento político, que muy bien nos viene tras casi quinientos años: “[...] y si el oro que había en las provincias que están comarcanas al río grande de Santa Marta, desde la ciudad de Popayán hasta la villa de Mompox, estuviera en un poder y de un solo señor, como fue en las provincias del Perú, hubiera mayor grandeza que en el Cuzco.” Pero concluye sus observaciones sobre las riquezas que sacaron de esas tierras y llegaron en abundancia a España en aquellos primeros años, anticipándose a los sesudos descubrimientos posteriores de muchos analistas económicos: “[...] y tanta ha sido la que se ha sacado, que ha encarecido a España de tal manera cual nunca los hombres lo pensaron”.

La segunda parte de la Crónica del Perú la emplea en las descripciones históricas de los antecedentes del pueblo inca y de sus ciudades y construcciones. La tercera parte, al descubrimiento y la conquista del Perú. En su testamento decía Cieza sobre la cuarta parte: “Es mayor escritura que las tres dichas y de más profundas materias, Es dividida en cinco libros y a estos intitulo Guerras Civiles del Perú.

La Guerra de Salinas es otra de las obras de Pedro de Cieza de León, que se refiere principalmente a la disputa por la ciudad de Cuzco, entre pizarristas y almagristas.

En los últimos capítulos trae las actuaciones de Belalcázar, quien entonces empezó a alejarse de Francisco Pizarro, para buscar su propia gobernación, y emprendió su expedición desde el alto Magdalena hasta la sabana de Bogotá, tras lo cual encontró a Jiménez de Quesada, cuyos descubrimientos también pretendió Belalcázar antes de que se le concediera la gobernación de Popayán. Finalmente, a Jiménez de Quesada no se le concedió ninguna.

La Guerra de Chupas —básicamente la rebelión de Almagro el Mozo— es la parte final de la lucha que se describió en la obra anterior; comprende los descubrimientos y fundaciones del capitán Jorge Robledo, la gobernación de Popayán dada a Belalcázar y su enfrentamiento con Pascual de Andagoya, gobernador de la provincia de San Juan. Todos estos acontecimientos son pertinentes a la historia de la actual Colombia La Guerra de Quito es el último de los libros conocidos de Cieza, el cual comprende mucha de la historia del occidente colombiano, especialmente los enfrentamientos entre las gobernaciones de Cartagena y de Popayán por los territorios de Antioquia y la pugna, por los mismos territorios, entre Belalcázar y el capitán Jorge Robledo, ya nombrado mariscal por el Rey, lo que condujo a Robledo a una cruel ejecución y a Belalcázar a un juicio que le condenó en primera instancia a muerte, pero fue enviado a España para su revisión; murió en Cartagena antes de embarcar.

Pedro de Cieza de León ha ganado, cada día más, su puesto de “Príncipe de los Cronistas” como se le llama desde hace muchos años. Es posible, pero no justo, que por varios siglos hubiera sido tenido en menos por su juventud, por ser crítico de los desmanes de los conquistadores, “lascasiano” para algunos, en épocas en que el padre Bartolomé de las Casas fue vituperado y acusado de instigador de la “leyenda negra”, aunque Cieza en muchas partes de su obra exaltara la conquista por España, pueblo elegido por Dios para ella, según él.

 

Obras de ~: Obras Completas, ed. de C. Sáenz de Santa María, Madrid, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1984-1985, 3 vols.

 

Bibl.: M. Jiménez de La Espada, Comentarios y Prólogo a la primera parte de la Guerra de Quito, Madrid, 1880; F. Esteve Barba, Historiografía Indiana, Madrid, Gredos, 1964; M. Maticorena Estrada, “Cieza de León en Sevilla y su muerte en 1554”, en Anuario de Estudios Americanos (Sevilla), 62 (1966); S. Elías Ortiz, “Prólogo”, en P. Cieza de León, La Crónica del Perú, Bogotá, Ediciones Revista Ximénez de Quesada, 1971; M. Ballesteros, “Introducción”, en P. Cieza de León, La Crónica del Perú, ed. de M. Ballesteros, Madrid, Historia 16, 1985; C. Sáenz de Santa María, “Estudio Bio- Bibliográfico de Cieza de León”, en P. Cieza de León, Obras completas, op. cit.; L. Garraín Villa, “Llerena en el siglo xvi”, en VV. AA., Actas del Congreso sobre Cieza de León en Extremadura, Llerena, Junta de Extremadura, 1992; R. Aguilar Rodas, “Pedro de Cieza de León y la Historia de Colombia”, en Boletín de Historia y Antigüedades (Academia Colombiana de Historia, Bogotá), n.º 810 (2000).

 

Raúl Aguilar Rodas

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