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Paullu Topa Inga

Biografía

Paullu Topa Inga. [bautizado Cristóbal]. América del Sur, s. XVI – Cuzco (Perú), VI.1549. Príncipe inca leal a los españoles, pese a las continuas presiones de su hermano Manco Inca, sublevado en Vilcabamba, para que se adhiriese a su causa.

Hijo del poderoso Guayna Capac y de Añas Collque, una dama noble, a su vez hija del señor principal de la provincia de Guaylas (Ancas). No se conoce la fecha de su nacimiento, ni con certeza el lugar. Según testigos declarantes en la probanza de su nieto, Juan Carlos Inga, vino al mundo en el sitio denominado Paullo, cuando su madre se dirigía a unas casas de recreo que Guyana Capac poseía en Yucay; de ahí que recibiera el nombre del lugar. En cambio, los testimonios legados por el cronista Juan de Betanzos indican que nació en Tiaguanaco (Bolivia).

Como correspondía a su alcurnia, Paullo recibió una esmerada educación durante los primeros años de vida en Cuzco, donde ayos y maestros de la Corte imperial le enseñaron a ser un príncipe discreto y hábil en los menesteres de la guerra. Cuando tuvo la edad reglamentaria fue armado “orejón”, o sea, caballero principal del Tahuantinsuyo, el Imperio Inca. Al término de su preparación, al decir de los coetáneos, se había convertido en un muchacho de carácter pacífico, “lucido y vistoso”.

Se casó con Tocto Ussica, descendiente de Inca Roca. De ella tuvo dos hijos: Carlos Inquill Topa Inga —Melchor Inga— y Felipe Inquill Topa, si bien fuera del matrimonio procreó otros muchos hijos. Vivía como un español: cabalgaba en un caballo blanco e iba vestido de terciopelo grana y carmesí, lo que no le impidió seguir teniendo gran apego a sus costumbres, ya que en el palacio de Colcampata celebraba fiestas paganas como el Inti Raymi, ordenaba orejones, y aún después de haber pasado un año de su muerte, por su memoria, se hicieron en el Cuzco purucayas, las ancestrales honras fúnebres andinas.

Paradójicamente, aunque siempre persiguió la paz, la enorme convulsión política y social existente durante la época en que le tocó vivir, le empujó a intervenir en continuos conflictos bélicos e incluso a enfrentarse a su hermano Manco Inca en apoyo de los conquistadores, al mando de un ejército de quince o veinte mil indios que le seguían. Por esta conducta ha sido tildado de títere, sin tener en cuenta que de esa forma intentaba preservar a su pueblo de inútiles enfrentamientos, pues al parecerle muy superior la tecnología armamentística europea, creía que la presencia española era imparable y que resultaba más conveniente unirse al enemigo.

En 1527, siendo muy joven, murió Guayna Capac.

En consecuencia, dos de sus hermanastros, Guascar y Atahualpa, entablaron una cruenta guerra civil por la sucesión al trono. Paullu, criado en Cuzco junto a Guascar, se puso de parte de este príncipe, a quien correspondía la Corona. Al quedar Atahualpa vencedor en la contienda, sus huestes victoriosas desataron una terrible ola de persecuciones y matanzas entre los integrantes de la panaca de Guascar y en el seno de sus partidarios. Ante tan fuerte represión, la inmensa mayoría de los cuzqueños hubieron de buscar refugio en los montes, o en lugares fragosos y desiertos costeros. Paullo, que no se libró de la persecución, se vio precisado a huir al Collao, territorio del sur del Imperio, y permaneció escondido en una isla del lago Titicaca hasta que murió Atahualpa.

Volvió a Cuzco cuando ya la presencia hispana se hallaba consolidada en la ciudad y el 3 de julio de 1535, junto con el sumo sacerdote Vila Oma, acompañó al adelantado Diego de Almagro en una expedición que se proponía explorar y conquistar el Collasuyo. Los expedicionarios padecieron terribles sufrimientos durante el camino debido a los fríos glaciales y a la falta de alimentos, por lo que muy pronto murieron más de diez mil indios y en Tupiza (Bolivia) desertó el Vila Oma, Sin embargo, Almagro continuó adelante hasta llegar a Coquimbo (Chile); allí recibió la noticia de la nueva división territorial hecha por la Corona y su nombramiento de mariscal de la provincia de la Nueva Toledo y entendiendo que Cuzco quedaba dentro de su demarcación, emprendió el regreso.

Durante los veintidós meses que duró la expedición, Paullu ayudó constantemente a Almagro con su autoridad, prestigio y conocimientos bélicos. El mariscal consideró tan positiva su conducta que le dio el título de Inca de la Nueva Toledo y le otorgó la tradicional mascaipacha, la borla imperial que lucían en la frente los gobernantes del Tahuantinsuyo. Pero cronistas como Juan de Betanzos y Garcilaso de la Vega cuentan que Paullo colaboró con Almagro bajo un plan secreto, acordado con su hermano Manco Inca.

En diciembre de 1533, Francisco Pizarro, ante la imposibilidad de entenderse bien con tantas gentes diferentes, había nombrado Inca a un hijo de Manco Capac, Manco Inca Yupanqui. Según los informes de Betanzos, éste, dándose cuenta de que el nombramiento era más ficticio que real, acordó con Paullo y el Vila Oma decir a Diego de Almagro que en Chile había inmensas cantidades de oro, para que fuese hasta allí con muchos españoles. Después trazaron un plan consistente en elegir la ruta más difícil, de altas montañas, estéril y sin comida, suponiendo que perecerían por aquel camino casi todos los conquistadores de hambre y frío. Una vez hechas bastantes jornadas, huiría el Vila Oma y Paullo se quedaría hasta pasar los grandes puertos de montaña. Entonces los pocos supervivientes, que estarían en malas condiciones físicas, serían exterminados por los indios de Chile. Mientras tanto, el Vila Oma habría levantado las etnias del Collao y con ellas darían muerte a los que hubieran podido retornar a Cuzco.

Garcilaso de la Vega dice que, cumpliendo lo acordado con Manco Inca, el Vila Oma huyó al llegar a Tupiza, concertando antes con Paullo que se quedara para que le informara de los movimientos de los españoles y que los matara en el camino del Collasuyo. En cumplimiento del plan, Paullu expuso estos propósitos a los capitanes, pero no los consideraron convenientes por estimar que sus fuerzas eran muy escasas, al haber perecido de hambre y frío más de diez mil indios en la sierra nevada que habían atravesado; a partir de entonces existieron pocas posibilidades de vencer a los conquistadores. Consecuentemente, la situación del príncipe debió de ser difícil: deseaba ayudar a su hermano y no encontraba la forma, ya que, sobre todo, quería evitar matanzas inútiles; por ello pensaría que era mejor quedarse al lado de los españoles.

El cronista fray Martín de Murúa cuenta que cuando Paullu regresó a Cuzco en 1537, se enteró de que Manco Inca tenía cercada la ciudad con unos cien mil hombres desde hacía un año. Sin embargo, ante la llegada de las tropas de Almagro procedentes de Chile, el Inca levantó el asedio para retirarse al cercano pueblo de Ollantaitambo y poco tiempo más tarde se internó en la selva de Vilcabamba, desde donde dirigió constantes ataques a las ciudades de los españoles y a los caminos por donde transitaban.

Cuzco, después de un asedio tan largo, se hallaba casi destruido; sus casas, palacios y murallas habían sido incendiados durante la guerra. El incipiente gobierno hispano inició rápidamente su reconstrucción y Paullu fue el encargado de dirigir a los trabajadores.

También fray Martín de Murúa informa de que, sobre la misma época, envió a su hermano una embajada diciendo que el mariscal Almagro y cuatrocientos soldados, que le seguían, se unirían a él, destruirían a los Pizarro y a todo su bando. El Inca aceptó negociar en un lugar cercano a Vilcabamba, pero al encontrarse con muchos soldados, receló de sus intenciones y atacó por sorpresa. Almagro y Paullo estuvieron a punto de perecer; consiguieron salvarse navegando en balsas hasta la orilla opuesta de un río que pasaba por allí.

Pero parece cierto que Paullu había propuesto la negociación con el fin de conseguir alcanzar la paz entre los vilcabambinos y el bando almagrista, pues el cronista Pedro Cieza de León indica que después de aquel combate no se deterioraron las relaciones entre los dos hermanos, por el contrario, el Inca rebelde inició nuevas gestiones encaminadas a que Paullu rompiera con Almagro y se uniera definitivamente a su causa. Mas él contestó siempre que consideraba mejor parar la guerra y no seguir aumentando el número de viudas y huérfanos. Paradójicamente, a pesar de sus ideas pacifistas, en julio de 1537 luchó de nuevo contra su hermano en Amaybamba (Vilcabamba); creía que si era capturado, se pondría fin a la sublevación. Tampoco pudo eludir intervenir en la batalla de las Salinas el 26 de abril de 1538, en la que ayudó a su gran amigo Diego de Almagro hasta que fue vencido. La derrota y ejecución del mariscal, no impidió que Paullu siguiera demostrando la misma fidelidad de siempre a los españoles, desde ese momento al lado de los Pizarro.

A principios de 1538, las provincias del Collasuyo se quejaron de la opresión que recibían del general Tico, quien cumpliendo órdenes de Manco Inca, las había cercado para que se unieran a la insurrección de Vilcabamba. Sus curacas, viéndose perdidos, pidieron ayuda a los españoles y a Paullo, por lo que en agosto del mismo año, éste acudió a defenderlas con su ejército en unión de Hernando Pizarro y del capitán Diego de Rojas. Al llegar comprobaron que el número de sus tropas era muy inferior al de los capitanes de Manco, pero no pudieron evitar entrar en un feroz combate. Durante la reyerta murieron muchos indios de Paullu y algunos españoles; según fray Martín de Murúa incluso Hernando Pizarro estuvo a punto de perecer. Pronto advirtieron que no podían vencer y que la única posibilidad de salvarse era huir; pero no era fácil, pues había que cruzar a la otra orilla del río Desaguadero (Altiplano boliviano) y no existían puentes ni había barcas. Unos treinta españoles trataron de pasar la corriente a caballo y muchos de ellos perecieron ahogados por las impetuosas aguas.

Ante tanta adversidad, Paullu pidió tranquilidad y mandó a sus hombres que hiciesen balsas con palos y sogas; de esa forma pudieron pasar el río y se pusieron a salvo.

Unos meses después, la fidelidad y audacia de Paullo salvaron de nuevo a Hernando Pizarro en la provincia de los Charcas y los Chuis (Bolivia), cuando otra vez fue cercado por Tico y, en marzo de 1539, bajo su intervención, se logró apaciguar aquel territorio, al conseguir que Tico y todos los curacas del Collasuyo, aceptaran hacer la paz.

Por las mismas fechas, Manco Inca había intensificado la lucha; arrasaba con frecuencia los términos cuzqueños de Limatambo, Andahuaylas o Huamanga, llegando a situarse a unas veinticinco leguas de la capital imperial. Paullu, que regresó a Cuzco en marzo de 1539, después de sellar la paz con los señores del Collasuyo, a ruegos de Francisco Pizarro, entre mayo y julio de dicho año, fue a Vilcabamba a capturar a Manco con sus hermanos Inguill y Huaypar, junto a Gonzalo Pizarro. Llegaron hasta Vitcos, la principal sede urbana del complejo vilcabambino y durante diez días combatieron contra los rebeldes; finalmente Manco fue vencido y hecha prisionera su esposa, Kura Ocllo, pero finalmente el Inca escapó pasando un río a nado.

Desde muy pronto, Paullu había demostrado a los españoles que era un fiel colaborador, de ahí que Almagro le hubiera nombrado Inca. Por estas fechas, Pizarro le entregó como vivienda el palacio de Colcampata, fundado por el legendario Manco Capac, que había pertenecido a Huascar, y un importante patrimonio consistente en varias encomiendas que rentaban 12.000 pesos; todo lo cual fue confirmado por el gobernador Vaca de Castro en 1543.

El 26 de junio de 1541, los almagristas, que nunca habían perdonado la muerte de Diego de Almagro el Viejo, asesinaron a Francisco Pizarro en Lima. Para poner orden en el territorio, Carlos V envió a Perú al licenciado Cristóbal Vaca de Castro, quien armó un gran ejército con el que presentó batalla a los almagristas y en Chupas (Ayacucho) fueron derrotados el 16 de abril de 1542. Paullo prestó ayuda logística en la batalla y salió al encuentro del nuevo gobernador, cuando entró en Cuzco.

Fue adoctrinado en la religión católica durante mucho tiempo, pero no recibió el bautismo hasta 1543.

Según Garcilaso de la Vega, en la ceremonia, oficiada por el comendador fray Pérez de Arriscado, cura y vicario de la Iglesia de Cuzco, actuaron como padrinos de pila el padre del cronista y un hermano legítimo del bautizado, llamado Tito Auqui. En el mismo acto se hicieron cristianos todos los miembros de su familia y un gran número de allegados. A partir de entonces, el príncipe adoptó el nombre de Cristóbal, en honor de Cristóbal Vaca de Castro, y quiso vestir el hábito de ermitaño, mas se lo prohibió el gobernador.

Con su propio dinero, fundó una ermita en la que un clérigo, llamado Porras, y un ermitaño decían misa diariamente, enseñaban la religión católica a muchos indios y les iniciaban en la lectura y escritura.

En 1544 Paullo apoyó a Gonzalo Pizarro, que se había alzado en contra de la imposición de las Leyes Nuevas de Indias promulgadas por Carlos V el 20 de noviembre de 1542, pero ante su poder despótico, en 1546 se pasó al bando del clérigo-licenciado Pedro La Gasca, enviado a Perú por el Emperador con título de presidente. El 9 de abril de 1548 Paullo le ayudó en la llanura de Jaquijahuana (Cuzco), donde fue derrotado el menor de los Pizarro.

En 1548, al decir del cronista Bernabé Cobo, el presidente La Gasca también quiso terminar con el foco insurrecto de Vilcabamba. Bajo esa intención intentó sacar de la selva a Sayri Tupac, el Inca que había sucedido a Manco, quien había sido asesinado. A tal fin consultó a personas conocedoras de la situación y todas le indicaron que el mejor medio era encomendar la negociación a Paullu; de ahí que al marcharse a Lima, le dejase poderes para que iniciara las gestiones.

Éste las comenzó enseguida enviando una embajada a su sobrino con presentes de oro y plata valorados en más de cien mil pesos. Los capitanes de Sayri Tupac, que gobernaban en su nombre por ser todavía un niño, recibieron muy bien la embajada y dijeron que saldrían de la selva al verano siguiente, pues entonces era invierno y en dicha época resultaba dificultoso preparar la marcha. Acompañaron la respuesta con valiosos regalos de oro, plata, tejidos de cumbi y animales extraños, propios de aquellos parajes.

Paullu preparó durante el invierno la expedición que había de sacar a su sobrino de Vilcabamba y al verano siguiente partió hacia la selva acompañado por numerosos personajes y curacas principales. Desgraciadamente, cuando llegaron al pueblo de Guyanacapaco (Limatambo), el príncipe enfermó tan gravemente que hubo de regresar a Cuzco, donde falleció a los pocos días, en la primera quincena de junio de 1549.

Su muerte fue tan sentida que, aunque era cristiano y como tal fue enterrado en la ermita que fundó, según Garcilaso de la Vega, los indios le hicieron una estatua pequeña y le pusieron algunas uñas y cabellos, que secretamente le quitaron, y la veneraron igual que a los cuerpos de sus reyes antepasados. A partir de entonces, los incas refugiados en la selva desconfiaron de los españoles y rompieron los contactos hasta unos ocho años más tarde. Paullo, pese a los enfrentamientos que mantuvo durante toda la vida con su hermano Manco Inca, constituyó el eslabón de unión entre los indios rebeldes y los que habían aceptado la presencia hispana.

 

Bibl.: G. de la Vega, “El Inca”, Comentarios Reales de los Incas, Lisboa, 1609 (Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, vol. 135, 1963); B. Cobo, Historia del Nuevo Mundo, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles (vols. 91 y 92), 1956; C. Molina “el Chileno”, Conquista y población del Perú o Destrucción del Perú, Lima, Biblioteca Peruana, 1958; P. Cieza de León, El señorío de los Incas. Segunda parte de la Crónica del Perú, t. III, Lima, Biblioteca Peruana, 1968; E. Guillén, La guerra de reconquista Inca, Lima, R. A. Ediciones, 1994; M. de Murúa, Historia General del Perú, Madrid, Dastin, 2001; J. de Betanzos, Suma y narración de los Incas, Madrid, Ediciones Polifemo, 2005.

 

Carmen Martín Rubio

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