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Antonio de Yepes Torres

Biografía

Yepes Torres, Antonio de. Valladolid, c. 1552 – 30.X.1618. Benedictino (OSB), abad, predicador, historiador y cronista monástico.

Fue hijo único del matrimonio Francisco de Yepes y Ana de Torres, vecinos de Valladolid, y tomó el hábito benedictino en el Monasterio de San Benito el Real de Valladolid el 19 de enero de 1570. Profesó al año siguiente y pasó a estudiar Teología al Monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes (Palencia), de donde fue también predicador, igual que de Santa María la Real de Nájera (La Rioja) (1580-1583). Luego fue lector de Artes de los Colegios de Nuestra Señora de la Misericordia de Frómista (Palencia) (1583-1586) y de San Pedro de Eslonza (León) (1586-1589), abad de San Vicente de Oviedo (1589- 1592), San Juan Bautista de Corias (Asturias) (1592-1595), del Colegio de San Vicente de Salamanca (1598-1601) y en dos ocasiones de su Monasterio de Valladolid (1610-1613, 1617-1618), donde en 1617 fundó el Colegio de Infantes, que fue un semillero de vocaciones benedictinas y de otras órdenes y de personalidades notables de la Iglesia y el Estado. Murió siendo abad de Valladolid, y fue enterrado en el claustro del Monasterio con todos los honores. Sobre su tumba pusieron este elogioso epitafio: Hic lapides ocultat cineres, non nomina clara/ Antonii Iepes detegit illa Deus/ Vivit in aeternum chronicus, iam terque bis abbas/ bis deffinitor, religione gravis. Fue asimismo dos veces definidor general de la Congregación de Valladolid (1595-1598, 1613-1617), la última vez residiendo en el Monasterio de Valladolid, en calidad de lector de Teología Moral.

Fue cronista general de la Congregación de San Benito de Valladolid desde el capítulo general de 1601, que mandó se hiciera un repartimiento “para sustentar al P. Fr. Antonio de Hiepes en Salamanca y se le dé lo necesario para su Historia, acudiendo cada casa con sus privilegios para ayuda de ella”, y asignándole 200 ducados anuales. Pasó toda su vida en el estudio de la paleografía, diplomática, cronografía e historia. Siendo abad de Corias y de Oviedo había registrado los archivos monásticos de los monasterios de Asturias para la Historia o Anales Benedictinos, que preparaba el padre Juan de Castañiza, su antecesor como cronista general, a quien ayudó eficazmente desde 1595, año en que fijó su residencia en Salamanca junto a él, siendo al tiempo definidor y primer juez de agravios. El capítulo privado de Oña, de 1606, hizo ya la distribución de los “quinientos libros de la hystoria de Nro. Padre Sn. Benito, que el dicho Padre imprime”. El capítulo general de 1607 determinó que continuase residiendo en Salamanca hasta que la Congregación decidiese si la edición de su Corónica la hacía ella o había de imprimirla el padre Yepes por cuenta, y se acordó que la Congregación le compraría cierta cantidad de volúmenes para repartirlos entre los monasterios. Asimismo, le proporcionaron cuatrocientos reales anuales por si tenía que ir a Madrid a tratar con los impresores de la Corte. Y “por haber faltado la impresión algunos años en Castilla —dice el mismo padre Yepes— fue necessario yr a otros reynos para publicar y sacar a luz los tomos que en mi silencio y recogimiento había escrito”. En efecto, invitado por el madrileño monje de Silos, fray Manual Anglés, entonces abad del Monasterio y Universidad de Nuestra Señora de Irache (Navarra), imprimió en aquel Monasterio los tres primeros volúmenes de su obra magna, la Corónica General de la Orden de San Benito (1609-1610), al tiempo que se graduó en Filosofía y Teología en dicha Universidad.

El primer tomo salió a finales de 1609 y en el prólogo asegura que, así como el padre Juan de Castañiza se ocupó únicamente de los santos benedictinos y el padre Prudencio de Sandoval de algunos monasterios benedictinos españoles, él quiere hermanar lo uno y lo otro, resultando ser más científico que el primero y menos técnico y más amplio que el segundo. De manera que logró una buena historia, hecha con buen criterio y mucha información, que aun con errores y lagunas conserva todo su valor y es fuente imprescindible para la época, y sin duda alguna un arsenal de datos sobre monasterios, iglesias, santos y abades, sacados de documentos pontificios, diplomas reales y escrituras particulares de los monasterios, muchos de los cuales publicó en apéndices en cada volumen, inaugurando así esta práctica mantenida hasta hoy. Rechaza sobre todo los cuentos y las patrañas introducidos en las vidas de los santos en materia de milagros, y en los orígenes de la fundación de algunos monasterios, manteniéndose en un lugar intermedio, entre la hipercrítica implacable y la nimia credulidad obsequiosa. Pidió al capítulo general de 1610 que la Congregación le comprara un cierto número de ejemplares de los tres primeros volúmenes de su Corónica, y se aceptó para que pudiera continuar la impresión de los demás volúmenes. Y el capítulo general de 1613 le asignó “un monge que le ayude y un escribiente” para que pudiera dar a la imprenta los volúmenes V y VI, siendo elegido como ayudante fray Antonio de Cantabrana, que en 1649 había de ser nombrado cronista general de la Congregación. Los capítulos de 1613 y 1617 mandaron darle anualmente 200 ejemplares de su Corónica para gastos de viaje y compra de libros. De manera que los dos primeros volúmenes fueron impresos en Irache entre 1609 y 1610; el III entre Irache y Pamplona, en 1610; el IV, V, VI y VII en Valladolid, los años 1613, 1615, 1617 y 1621 respectivamente, aunque el VII se publicó póstumamente.

Su estilo claro, penetrante, sólido, fluido y ameno, le coloca entre los literatos del Siglo de Oro de las letras españolas. Su entendimiento claro, su memoria prodigiosa, sus exquisitos discernimientos y juicio desapasionado notables, además de las sólidas bases documentales y archivísticas sobre las que funda su historia, en busca de las cuales recorrió todos los archivos monásticos de Galicia, Asturias, Castilla, León, Rioja y parte de Navarra, dieron como fruto su Corónica General de la Orden de San Benito, que abarca la historia de los monasterios benedictinos de Occidente desde su fundación hasta el siglo xii, aunque naturalmente por lo que se refiere a la Península Ibérica es más abundante y seguro, por la mayor cantidad de documentación de primera mano que pudo consultar. Esta obra, que le dio fama universal y le inmortalizó, fue traducida al francés por los benedictinos de la Congregación de San Vitón y San Hidulfo, Olivier Mathieu y Martín Rethelois (1619-1684); al latín, aunque sólo los dos primeros volúmenes, por Tomás Weiss, Chronicon generale Ordinis S. Benedicti, Patriarchae monachorum (Colonia, 1648 y 1650); Fabricio empezó a traducirla al alemán y Gabriel Bucelino hizo un compendio de ella, añadiendo breves noticias sobre hechos posteriores. No obstante, aunque recibida con universal aplauso, no le faltaron los detractores y émulos, como el jerónimo fray Hermenegildo de San Pablo y los italianos Cayetano Cenni y el Cardenal Boni, pero salieron en su defensa fray José Pérez de Rozas, benedictino historiador del Monasterio de Sahagún, y el italiano Scarmali.

El padre Justo Pérez de Urbel publicó en tres volúmenes y con el mismo título, Corónica General de la Orden de San Benito, en la colección Biblioteca de Autores Españoles (volúmenes CXXIII-XXV, Madrid, 1959-1960), todo lo que se refería a los monasterios españoles. No es nada de extrañar que una obra tan voluminosa tenga defectos, errores y lagunas, pues es el peaje que tienen que pagar las magnas obras y más si son como ésta, obra de una sola persona, pero todas estas circunstancias desfavorables no pueden en modo alguno minorar el gran valor de muchos capítulos de esta obra y aun de todo su conjunto, de manera que aún hoy es de obligada consulta para historiar los monasterios benedictinos y cístercienses españoles. El mismo padre Yepes se queja a veces de que no le envían las noticias que él había solicitado sobre algunos monasterios en concreto, entre ellos los de Aragón y Cataluña.

De esta su obra magna quedaron al morir muchos materiales, de modo que fray Antonio de Cantabrana tenía preparado para la imprenta el volumen VII en 1657, aunque quedó manuscrito a causa de la última enfermedad y muerte del mismo padre. En dicho volumen narraba la historia de los cincuenta años que comprenden la época de oro del Císter, empezando por donde había acabado el padre Yepes el tomo anterior, es decir, en 1160, y siguiendo el mismo estilo —igual que el IX, cuyo paradero se ignora—. Este volumen VII pasó en 1880 al monasterio de San Julián de Samos (Lugo), donde quedó destruido en el incendio que asoló aquel monasterio en 1951. Además de la Corónica, el padre Yepes escribió otras cosas que quedaron manuscritas en 320 cuadernos, tales como un Catálogo de escritores benedictinos que defendieron el privilegio mariano de la Inmaculada Concepción, la Crónica del rey Alfonso el Sexto, una Declaración de vocablos dificultosos antiguos, Incipit Ordo, del ceremonial monástico vallisoletano, un Itinerario de los archivos que visitó en busca de noticias y documentos para su crónica, y prometió publicar una traducción al castellano de la Regla de San Benito.

Personalmente fue un monje muy mortificado, que jamás probó nada entre comidas, humilde, piadoso, riguroso consigo mismo, pero afable con los demás, observante de la Regla y de las Constituciones, laboriosísimo, amante de su monasterio vallisoletano y defensor de sus derechos y preeminencias. Y, sobre todo, amante de su Orden, cuya historia fue objeto de sus desvelos y trabajos de investigación, lo que le llevó a confesar, humildemente, que el mayor bien que poseía en este mundo era la cogulla benedictina. Su vida y fama de santidad fueron tales que los monjes de la Congregación le dan siempre el título de venerable.

 

Obras de ~: Corónica General de la Orden de San Benito, vols. I y II, Irache, Matías Marés, 1609; vol. III, Irache-Pamplona, Nicolás de Assiayn, 1610; vols. IV, V, VI y VII, Valladolid, Francisco Fernández de Córdoba, 1613, 1615, 1617 y 1621 (trad. fr. de O. Mathieu, Chroniques Générales de l’Ordre de Saint Benoist, Patriarche des religieux, vols. I y II, Paris, Denis Langlois, 1619 y 1624, y proseguida por M. R ethelois, vol. III, Toul, Simó Belgrand, 1646; vol. IV, Toul, J. Belgrand-Jean Laurent, 1648; vols. V, VI y VII, Toul, Jean Laurent-J. F. Laurent, 1666, 1667 y 1670, que también hizo una traducción francesa ampliada de los vols. I y II: vol. I, Poul, Jean Laurent, 1674; vol. II, Toul, Alexis Laurent, 1684; trad. lat., vols. I y II, de T. Weiss, Chronicon generale Ordinis S. Benedicti, Patriarchae monachorum, Colonia, C. Munich, 1648 y 1650; Fabricio empezó a traducirla al alemán y G. Bucelino hizo un compendio de ella, añadiendo breves noticias sobre hechos posteriores); Catálogo de escritores benedictinos que defendieron el privilegio mariano de la Inmaculada Concepción (inéd.); Crónica del rey Alfonso el Sexto (inéd.); Declaración de vocablos dificultosos antiguos (inéd.); Incipit Ordo (inéd.); Itinerario (inéd.).

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Congregación de Valladolid (Abadía de Silos, Burgos), Actas de los capítulos generales, vol. I, fols. 306v., 411r., 412r., 425v., 446v., 450v., 476v.- 477r., 484r., 488v.; vol. II, fols. 2v., 9r., 28r., 48v.

A. de Yepes, Corónica General de la Orden de San Benito, vol. I, Irache, 1606, fols. 6r.-7r.-v.; vol. IV, Valladolid, 1613, fol. 386r. y pról. al lector; G. de Argaiz, La Perla de Cataluña. Historia de Nuestra Señora de Monserrate, Madrid, Imprenta de A. García, 1677, pág. 479; B. Gallardo, Ensayo de una bibliografía española, vol. IV, Madrid, 1889, págs. 1090-1091; J. Pérez de Urbel, Crónica General de la Orden de San Benito, vol. I, Madrid, Atlas, 1959-1960 (Biblioteca de Autores Españoles, vol. CXXIII), págs. XCI-XXXVII; Varones insignes de la Congregación de Valladolid, Pontevedra, Museo Provincial, 1967, págs. 142-147; A. Linage Conde, “De Antonio de Yepes a Gregorio de Argaiz”, en Nova et Vetera, 13 (Zamora, 1982), págs. 149-157; E. Zaragoza Pascual, Los Generales de la Congregación de San Benito de Valladolid, vol. IV, Burgos, Aldecoa, 1982, págs. 459-460; “Cronistas generales de la Congregación de San Benito de Valladolid”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, t. CLXXXIX (1992), págs. 104-107.

 

Ernesto Zaragoza Pascual

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