Garrigues Díaz-Cañabate, Antonio. Marqués de Garrigues (I). Madrid, 9.I.1904 – 24.II.2004. Abogado, embajador en Washington y cerca de la Santa Sede, político.
Hijo de Joaquín Garrigues Martínez y de Isabel Díaz Cañabate. Licenciado en Derecho —con Premio Extraordinario— por la Universidad Central de Madrid. Nombrado director general de los Registros y del Notariado del Ministerio de Justicia en el Gobierno provisional de la Segunda República Española (abril-diciembre de 1931). El 27 de noviembre de ese año contrajo matrimonio con Helen Anne Walker (Des Moines, Iowa), que falleció en 1944. Tuvieron nueve hijos. A partir de 1932, ejerció como abogado en la Equitativa, Fundación Rosillo, y escribió en la revista Cruz y Raya. Durante la Guerra Civil permaneció en Madrid y colaboró con la Falange clandestina por razones humanitarias y religiosas. Su domicilio sirvió de refugio a muchas personas durante la contienda civil.
Al terminar la guerra constituyó un bufete de abogados con su hermano Joaquín, que llegaría a ser el primer despacho colectivo en España. Con motivo del cambio de política de Estados Unidos respecto a España, el despacho de Antonio Garrigues fue elegido por un conjunto de financieros como soporte para la gestión de los primeros créditos de bancos norteamericanos al Gobierno de España. A lo largo de su vida participó en numerosas reuniones de intelectuales católicos, como, por ejemplo, las Conversaciones Católicas de Gredos. Persona de profundas convicciones cristianas, buscó vivir en coherencia con su fe la vida familiar, profesional, intelectual y política, sin vincularse a instituciones de la Iglesia Católica.
El conocimiento que de la sociedad de Estados Unidos tenía Antonio Garrigues llevó a Fernando María Castiella, ministro de Asuntos Exteriores, a proponerle como embajador en Washington, en marzo de 1962. Fue designado embajador con una misión: la renovación de los acuerdos de cooperación con Estados Unidos. Como embajador planteó con total realismo y sinceridad su misión: España era un régimen autoritario que evolucionaba hacia un sistema de mayor participación social; por tanto, solicitaba de la sociedad y del Gobierno de Estados Unidos ayuda y colaboración.
Trabajó intensamente para que en 1963 se renovaran los acuerdos de ambos países. Estableció una cordial amistad con John F. Kennedy, que contribuyó a la mejora de las relaciones entre las autoridades de los dos gobiernos.
Al finalizar 1963 quedó vacante la embajada de España cerca de la Santa Sede. El general Franco y Fernando Castiella consideraron que la persona adecuada para ese lugar era Antonio Garrigues. Nombrado embajador cerca de la Santa Sede, en mayo de 1964, los objetivos que se propuso fueron: en primer lugar, negociar un concordato que sustituyera al firmado en 1953 y recogiera el nuevo modo de entender las relaciones sociedad política e Iglesia Católica, de acuerdo con la doctrina del Concilio Vaticano II; en segundo lugar, hacer llegar al Gobierno de España los modos que, según la doctrina del Vaticano II, debían informar: la relación entre Gobierno y la fe religiosa de los ciudadanos; la libertad política de los católicos y el reconocimiento de todos los derechos fundamentales de la persona: asociación política, elección de los gobernantes, libertad sindical, etc., y en tercer lugar, contribuir a que en España se promulgara una ley de libertad religiosa coherente con la declaración conciliar Dignitatis humanae.
La incompatibilidad de actitudes entre el Gobierno del general Franco y Pablo VI, y entre el Gobierno de Franco y Vicente Enrique y Tarancón, presidente, de hecho, desde 1971 de la Conferencia Episcopal Española, comportó que su misión como embajador fuera imposible. La Santa Sede no estaba dispuesta a firmar un concordato con un régimen que había entrado en su fase final, y el general Franco deseaba tener la última palabra en el nombramiento de todos los obispos (residenciales y auxiliares), actitud que Pablo VI no podía aceptar. Al ser imposible conseguir el objetivo que le llevó a Roma, cesó en el cargo a finales de octubre de 1972.
Durante sus años romanos trabó una profunda amistad con Pablo VI, como se refleja, con gran fuerza, en el informe de la última y especial audiencia con el Papa, celebrada en el mes de noviembre. Finalizada su estancia en Roma, se reintegró a su despacho de abogado.
Tanto en Washington como en Roma mantuvo y desarrolló la convicción de que en España la reforma hacia un sistema político democrático debía realizarse a partir del ordenamiento jurídico vigente. Mantuvo este criterio en vida del general Franco, especialmente a partir de 1965. Al hacerse patente que Franco no estaba dispuesto a evolucionar se produjo en Garrigues un notable sufrimiento político. Su importante labor publicista alcanzó su más nítida expresión en el artículo publicado el 19 de febrero de 1972, en ABC, en el que planteaba la reforma de los Principios Fundamentales del Movimiento, que según la voluntad del general Franco eran permanentes e inalterables.
Garrigues formó parte, como ministro de Justicia, del primer Gobierno de la Monarquía de Juan Carlos I, presidido por Carlos Arias. Participó en los trabajos de la comisión que estudiaba la reforma de las Leyes Fundamentales del Estado español y defendió en las Cortes la modificación del Código Penal para hacer posible la existencia legal de partidos políticos en España. Una vez cesado Carlos Arias, el presidente Adolfo Suárez se apoyó en un nuevo conjunto de políticos que suponía prescindir de la colaboración de Garrigues.
Antonio Garrigues se reintegró al bufete de abogados y continuó con una notable presencia en la vida de la sociedad española: como abogado, con sus colaboraciones en la prensa, como presidente de diversas sociedades y con una acción de mecenazgo y apoyo a iniciativas personales y sociales, especialmente de naturaleza universitaria o cultural. Elegido académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, su discurso de ingreso tuvo por título La aventura de la vida. Al cumplir los cien años y en atención a su “fecunda aportación a la sociedad española” y “su dilatada vida presidida por su extraordinaria vocación de servicio público”, el rey Juan Carlos le otorgó el título de marqués de Garrigues poco antes de su muerte.
Obras de ~: Diálogos conmigo mismo, Barcelona, Planeta, 1978; Reflexión sobre las cosas que pasan, Barcelona, Argos Vergara, 1984; Poemas en la encrucijada de Roma, Valencia, Castalia, 1985; La aventura de la vida: discurso de recepción [...], Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1986.
Bibl.: J. M.ª de Areilza, “Contestación”, en A. Garrigues, La aventura de la vida: discurso de recepción [...], op. cit.; M. Oreja Aguirre, “Don Antonio” (necrológica), en ABC, Madrid, 25 de febrero de 2004; M.ª Blanco, La libertad religiosa en el Derecho español: gestión de Antonio Garrigues en la revisión del Concordato de 1953 (1967-1970), Cizur Menor (Navarra), Thomson/Aranzadi, 2006; F. de Meer, Antonio Garrigues Embajador ante Pablo VI, Madrid, Thomson-Pamplona, 2007.
Fernando de Meer Lecha-Marzo