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Lorenzo Normante y Carcavilla

Biografía

Normante y Carcavilla, Lorenzo. Berdún (Huesca), 9.VIII.1759 – Madrid, 1813. Primer catedrático español de Economía Civil y Comercio.

Orientado desde su juventud al estudio del Derecho y la Filosofía, dio señales de una notable precocidad, pues obtuvo diversos títulos académicos entre 1775 y 1781, tras cursar ocho años de estudios mayores en las Facultades de Filosofía, Jurisprudencia Civil y Canónica de la Real y Pontificia Universidad de Zaragoza y en la Sertoriana de Huesca. A los quince años obtuvo el grado de bachiller en Leyes en la Universidad zaragozana, grado que incorporó a la oscense en 1779, y a los veinte el de Jurisprudencia Canónica en Huesca, que a su vez incorporó a la de Zaragoza. En 1779 ingresó en la Real Academia Jurídico-Práctica de Zaragoza, interviniendo en toda clase de prácticas sobre causas y procesos, y siendo nombrado secretario de la misma en 1781. Compartía aquella actividad con la docencia en la Universidad como profesor de Repaso en Jurisprudencia Civil y Canónica, y opositó a Decreto, Decretales, Instituta y Digesto de la Sertoriana, cuando aún no había cumplido los veintiún años. También en 1781 ingresó como socio en la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, y apenas trascurridos tres meses fue nombrado su secretario segundo, con el apoyo de Pedro Jordán Vicente de Urriés y Pignatelli, marqués de Ayerbe y Rubí, cargo que ocupó durante dos años, cesando a petición propia. Entre febrero y junio de 1781 obtuvo sucesivamente las licenciaturas y doctorados en Legislación Civil y en Legislación Canónica en la Universidad zaragozana, y solicitó permiso para opositar a abogado de los Reales Consejos a falta de ocho meses de ejercer la profesión, para cumplir los ocho años preceptivos para ser admitido en la misma, lo que le fue denegado, debiendo esperar hasta el año siguiente para obtener la plaza deseada, incorporándose seguidamente al Real Colegio de Abogados de la ciudad.

El doctorado en Legislación Civil lo alcanzó tras la defensa durante una mañana y una tarde de las conclusiones tituladas Sistema para erigir hospitales, sosteniendo afectar necesariamente esta carga las rentas eclesiásticas, con otras cuestiones político-económicas, texto indicativo de su alineamiento ilustrado y directamente conectado con la facción de aquel movimiento que mantenía la tesis de implicar a la Iglesia en la dedicación de un mayor número de recursos a la política social, destinada a mejorar las condiciones materiales de la población necesitada y pobre. A comienzos de 1782, una vez tomado el acuerdo de estudiar en el seno de la económica aragonesa la creación de un centro de estudios sobre economía y comercio, era preciso buscar la persona capaz de hacerse cargo de la enseñanza. En enero de 1783 Lorenzo Normante anunció que se marchaba a vivir a la villa de Ayerbe, pero en los meses posteriores, y con el permanente consejo y dirección del canónigo Juan Antonio Hernández y Pérez de Larrea, presentó un informe sobre el método y doctrina que debía guardarse en relación con aquellas disciplinas, recibiendo a continuación el encargo de preparar el índice de las lecciones de Geografía Comercial. Los dos textos fueron aprobados en octubre de 1783, lo que decantó a la Junta General a urgirle para que ultimase el plan de instalación del proyectado centro. Recibido en septiembre de 1784 el beneplácito del Rey y su felicitación personal por prestarse a impartir la enseñanza de Economía Civil y Comercio, la Económica le encargó que preparase las lecciones de la escuela conforme a los mejores autores italianos, franceses e ingleses.

El 24 de octubre de 1784 se inauguró el centro que recibió el titulo de Cátedra de Economía Civil y Comercio, primera en España dedicada a impartir de forma reglada los estudios mencionados a lo largo de cuatro cursos, con Lorenzo Normante como catedrático. Los destinatarios de la enseñanza eran a su juicio los eruditos y sabios para que incluyesen aquellas materias en sus trabajos y sirvieran a los intereses del Estado, los estudiantes de Leyes para que posteriormente en sus destinos administrativos aplicasen lo aprendido, y por último los comerciantes, quienes podrían ejercer mejor su profesión fomentando el beneficio público y el suyo propio. Durante los tres primeros años de funcionamiento de la cátedra publicó tres obras, una sobre la utilidad de los conocimientos económicos y políticos, otra sobre las proposiciones de economía civil y comercio estudiadas y discutidas por los alumnos, y la tercera sobre las máximas comerciales y político-económicas de Jean François Melon, que permiten conocer la orientación de las enseñanzas, su procedencia y su profundidad.

La orientación doctrinal política y económica era ecléctica, pues bebía de diversas fuentes. Para empezar, los fines que debía conseguir la economía política eran la superación de la sociedad estamental, tendiendo a la formación de una sociedad más igualitaria, considerarla como parte de la riqueza esencial de la nación, siendo necesaria la toma de decisiones que favorecieran su crecimiento y relanzar su laboriosidad hacia metas útiles, premiando a los que destacasen, descubriendo y dirigiendo sus facultades en pro del Estado. No se oponía a la Monarquía como organismo máximo del Estado, pero le ponía como exigencia que llevase la economía a buen puerto, y que en reciprocidad la nación consignaría al Rey lo necesario para su decorosa manutención. Los restantes fines de la disciplina eran la adecuada conducción de la Hacienda Pública mediante la contribución única y cuidando especialmente que no hubiera devaluaciones fraudulentas de la moneda, para después proceder a la explicación de los medios para perpetuar y perfeccionar los sectores productivos, el comercio exterior y la “fe pública”, preparando a las generaciones futuras para vivir en paz, pues presentía que la comodidad y la tranquilidad de los pueblos estaría más sujeta al progreso de dichos sectores que al éxito en las batallas, conjunto de ideas que procedían en su mayor parte de textos franceses neomercantilistas, críticos con la pretérita política de Luis XIV.

El mismo espíritu ecléctico era el que trasmitía a las enseñanzas impartidas, pues se aprecian influencias de autores defensores de las principales corrientes económicas. En lo concerniente a la consideración de la agricultura como la actividad económica más importante, era deudor entre otros de los argumentos agraristas de Pedro Rodríguez de Campomanes y de Gaspar Melchor de Jovellanos, y en lo tocante a la repercusión de aquella en la artesanía y el comercio, de la fisiocracia francesa. Al aceptar las ideas de aquellos autores, se mostraba partidario de introducir reformas en el sector como paliar la desigualdad en las posesiones, regular la tributación, alcanzar la libre circulación de las propiedades, reducir los privilegios de la ganadería y alternar los cultivos con los pastos artificiales, para un desarrollo equilibrado entre agricultura y ganadería. En la descripción del sector secundario, incluidos los comentarios sobre su importancia, era seguidor sobre todo de Rodríguez Campomanes, y pedía protección para los fabricantes frente a los gremios, y la desregulación de estos últimos, dando libertad total a su expansión conforme se comportara la demanda y suprimiendo las alcabalas. En cuanto al comercio, sus inspiradores principales, además de Bernardo Ward, fueron Antonio Genovesi y François Forbonnais, lo que le impulsó a defender la potenciación de las vías de comunicación, la supresión de las aduanas interiores, la unificación de pesos, medidas y moneda, la creación de billetes de banco, y la preservación en exclusiva del comercio con la América hispana, rechazando la teoría librecambista de Adam Smith, a la que calificaba de inviable en tanto no se aplicase conjuntamente en todos los países europeos.

Al dar comienzo la enseñanza en la cátedra contaba con veinticinco años de edad, y no es de extrañar aquella dependencia doctrinal de otros autores, pues su especialidad era el Derecho, de manera que en realidad su misión fue la de iniciar, difundir y despertar la atención hacia el estudio de la economía política y el comercio, que se le confió por su indudable capacidad para el estudio y por su orientación hacia los temas administrativo-económicos que preocupaban al grupo de ilustrados centralistas residentes en Zaragoza. Puede considerarse que en buena medida se estaba formando con sus discípulos, con quienes el sistema docente empleado era la discusión de los temas anteriormente mencionados, como quedó de manifiesto en las obras publicadas, donde prácticamente no había aportaciones originales, sino posturas respecto a tal o cual autor. La cátedra y subsidiariamente la Económica fueron duramente criticadas por los sectores más tradicionales de la ciudad, primero por su aceptación del centralismo borbónico que molestaba al sector foralista, después por su injerencia en los asuntos tanto de la Universidad al crear cátedras ajenas a la misma, como del Ayuntamiento por el reformismo gremial, y luego por el sector eclesiástico que veía un peligro potencial para su poder económico y político en la llegada de ideas procedentes de otros países europeos. En el joven catedrático se centraron los ataques desde 1785, y corrieron por toda la ciudad diversas críticas versificadas donde no se escatimaban descalificaciones e insultos, que culminaron en los primeros días de diciembre de 1786 con una denuncia ante la Real Audiencia y la Inquisición acusándole de defender proposiciones paraheréticas como la licitud del lujo y de la usura, que el celibato eclesiástico era perjudicial para el Estado y que era inconducente admitir en el clero a hombres menores de veinticuatro años. Las denuncias, que tras los oportunos recursos y dictámenes no fueron admitidas por el Consejo de Castilla, por considerarlas fuera de contexto e inexactas, si bien el denunciante, fray Diego José de Cádiz, y sus informadores, lograron rebajar el número de alumnos de la cátedra hasta 1788, acosar seriamente al docente en su trayectoria profesional, influir en su salud, que se resintió, pues pasó varios períodos de baja por enfermedades a partir de 1789, y prácticamente inhabilitarle para seguir publicando trabajos sobre la materia, al imponerles en la Secretaría de Estado, a él y a la Orden Franciscana, que guardasen silencio.

Durante el período citado y en los años posteriores hasta 1801, obtuvo varios nombramientos. Uno, en 1794, fue el de celador del Monte Pío del Real Colegio de Abogados; otro, en 1798, el de asesor de la Subdelegación General de Caballería y por último, en 1801, el de comisionado de la Junta de la Real Academia de la Historia. Mas donde colaboraba con mayor asiduidad era en la Económica, resultando ser uno de los socios más activos, al intervenir en los asuntos internos de funcionamiento y en las clases de Agricultura, Artes y Comercio, siendo considerado como un experto en temas de artes y oficios. Su estatus como socio cambió en 1785 al ser designado de mérito literario, en reconocimiento a su celo en la enseñanza en la cátedra y al lucimiento obtenido en los exámenes públicos de los alumnos. A partir de 1784 era llamado a formar parte de las embajadas enviadas a casa de socios o autoridades, destinadas a felicitarles por sus trabajos o por los nombramientos de que eran objeto, y en especial a aquellas que se dirigieron al domicilio del marqués de Ayerbe, desde 1789, cuando se retiró voluntariamente de la Sociedad. En 1786 fue uno de los autores del informe remitido al Consejo de Castilla sobre las orientaciones destinadas al mantenimiento de las Sociedades Económicas, y en 1787 entró a formar parte de la Junta Universal de Escuelas y a participar en los tribunales de los exámenes anuales y en las juntas de adjudicación de premios. Dos años más tarde solicitó que se le nombrase nuevamente secretario segundo, al disponer de más tiempo libre, lo que fue admitido, así como su capacidad para presidir las juntas, en los casos en que no acudieran socios de mayor rango. A partir de 1793 fue uno de los encargados de redactar las noticias sobre Aragón destinadas al Correo Mercantil solicitadas por Eugenio Larruga.

Sus trabajos sobre agricultura comenzaron en 1781, cuando entró a formar parte de la Junta de Brazos Agrícolas, que propuso la regulación de las jornadas laborales de los labradores. En años posteriores hizo ensayos con greda, escribió sobre el alazor, realizó análisis botánicos, estudió propuestas sobre regadíos, recopiló reales cédulas sobre plantíos, informó sobre la obra Elementos de agricultura de Carballo Lampayo y comprobó la utilidad de una limpiadora de trigo importada de Francia en 1801. Sus aportaciones e informes sobre el sector artesano industrial comenzaron en 1782, destacando los que presentó en colaboración con otros socios entre 1784 y 1786 sobre la conveniencia de solicitar diversas ayudas y apoyos para los fabricantes del arte de la seda, que carecían de materia prima por malas cosechas. Identificado con los objetivos correctores y liberalizadores contenidos en el Plan Gremial publicado en 1784, en años posteriores redactó informes acerca de los gremios de albañiles, tintoreros y mancebos sastres, en algún caso a petición de la Real Audiencia, y ayudó a varios artesanos a mejorar sus técnicas en la producción de charol, sombreros, franelas y estambres, y tintas y coloración para impresores. En otros casos, como fue el concerniente a la ciudad de Calatayud, preparó un informe acerca de su agricultura y su industria, dentro de las campañas periódicas que realizaba la Económica de recopilación de datos estadísticos de todo el reino de Aragón. En los temas de comercio, además de las tareas docentes en la cátedra, aceptó encargos puntuales como el extractar el tratado de comercio de Ámsterdam de Ricar, ampliado por Tomás Mariám, para pasar posteriormente a estudiar el antiguo consulado de comercio de Aragón, cuya restauración pretendían los comerciantes colegiados de Zaragoza, quienes llegaron a encargarle la redacción de unas ordenanzas en compañía de su discípulo Juan Polo y Catalina.

Con fecha del 16 de noviembre de 1801 fue nombrado oficial de la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de la Real Hacienda, mediante una Real Orden en que se hacía constar que se daba “con ello una indudable prueba de cómo premia S. M. el mérito de los vasallos que consagran sus trabajos a la prosperidad pública”. La Económica tuvo conocimiento del nombramiento y de la marcha a Madrid de su secretario segundo y catedrático primero de Economía Civil y Comercio, y solicitó que se le nombrara catedrático perpetuo benemérito de la Sociedad, lo que fue concedido por una orden firmada por Pedro Ceballos el 7 de diciembre, en reconocimiento a sus diecisiete años al frente de la cátedra, por cuyas aulas habían pasado discípulos que con posterioridad rebasaron a su maestro en la carrera administrativa como fueron José Canga Argüelles, el citado Juan Polo y Catalina, Tadeo Calomarde, Isidoro de Antillón y José Duaso y Latre. Una vez instalado en la capital, tras la invasión francesa prestó juramento de fidelidad a José Bonaparte. Falleció en 1813, a los 53 años de edad.

 

Obras de ~: Discurso sobre la utilidad de los conocimientos Económico-Políticos y la necesidad de su estudio metódico [...], Zaragoza, Blas Miedes, 1784; Proposiciones de Economía Civil y Comercio sobre las cuales exercitarán públicamente 9, de los alumnos de esta Enseñanza, en los días y del mes de septiembre del corriente año de 1785, en su misma Escuela [...] Baxo la protección de su Catedrático [...], Zaragoza, Blas Miedes, 1785; Espíritu del Señor Melon en su ensayo político sobre el Comercio, cuyas máximas político-económicas modificadas en parte, y reducidas a mejor orden explicarán y defenderán Don Dionisio Catalán, Bachiller en Jurisprudencia, y Don Manuel Berdejo Gil: En los días 22 y 24 del mes de julio del corriente año de 1786, en el lugar acostumbrado. Baxo la protección de su Catedrático [...], Zaragoza, Blas Miedes, 1786.

 

Bibl.: F. Latassa y Ortín, Biblioteca nueva de los escritores aragoneses que florecen desde el año de 1500 hasta 1802 [...], vol. VI, Pamplona, MDCCXCVIII-MDCCCII [1798-1802], en la Oficina de Joaquin de Domingo, págs. 174-175; M. Jiménez Catalán, Memorias para la historia de la Universidad Literaria de Zaragoza, Zaragoza, Tip. La Académica, de F. Martínez, 1926; F. Correa Peró, La Cátedra de Economía y Comercio de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País durante el siglo XVIII por don [...] Ciclo de conferencias [...] por la Escuela Profesional de Comercio de Zaragoza y el Colegio de Titulados Mercantiles de la misma población, Zaragoza, Heraldo de Aragón,1950; J. F. Forniés Casals, “La Cátedra de Economía Civil y Comercio de la ciudad de Zaragoza en el período de la Ilustración (1784-1808)”, en Información Comercial Española, 512, (1976), págs. 108-118; Fuentes para el estudio de la sociedad y la economía aragonesas. 1776-1808, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1980; A. Peiró Arroyo, “Normante y Carcavilla, Lorenzo”, en Gran Enciclopedia Aragonesa, t. II apéndices, Zaragoza, 1987, pág. 247; A. Sánchez Hormigo, J. L. Malo Guillén y L. Blanco Domingo, La Cátedra de Economía Civil y Comercio de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País (1784-1846), Zaragoza, Real y Excma. Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, 2003.

 

José Francisco Forniés Casals

Relación con otros personajes del DBE

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