Miranda Conde, Roque. Rigores. Madrid, 16.VIII.1799 – 14.II.1843. Torero y militar liberal.
Hijo de empleados de la Casa Real, desde muy niño trató a los compañeros de su hermano Juan, banderillero desde 1811. De joven acudió al matadero de Madrid, donde conoció al célebre Jerónimo José Cándido, que, según afirma Cossío, “quedó prendado de las condiciones taurinas del novel aficionado”. Incluso, durante los 1815 y 1816 le incluyó en su cuadrilla como subalterno. Como estoqueador, su nombre figura por primera vez en Madrid el 28 de agosto de 1817, en una “función ecuestre y de equilibrios”.
El programa del festejo, que se celebró con motivo del feliz parto de la reina Isabel de Braganza, decía: “Se lidiará un valiente becerro de año y medio, el cual será picado con vara larga de detener por el famoso payaso Lynch, siendo después banderilleado por cuatro individuos de la compañía inglesa y por Roque Miranda que lo estoqueará. Así el payaso como sus compañeros esperan que la bondad del público les disimulará sus defectos en la lid, respecto a ser la primera vez que lo ejecutan, animados solamente del deseo con que se hallan de complacer”. En esos años primeros, Rigores siguió actuando en Madrid en funciones no estrictamente taurinas.
Al mismo tiempo que la pasión taurina, otra de muy distinta índole se despierta en Roque Miranda, la pasión política, “y a ella se entregó con todo el ímpetu de su juventud y de su abierto carácter”, según Cossío, que añade: “Eran los días del pronunciamiento de Riego en Cabezas de San Juan, y de la instauración del régimen constitucional tras el primer período absolutista del reinado de Fernando VII. Roque Miranda, inflamado por las soflamas de los oradores de la ‘Fontana de Oro’ y de los clubes más avanzados, participa con todo entusiasmo en el nuevo régimen político.
Ingresa en el primer escuadrón de caballería de la milicia ciudadana, alcanzando rápidamente el grado de sargento, y en las divisiones de la gran familia constitucional, que tan pronto se hicieron presentes, figura en la fracción más avanzada e insensata: la de los comuneros. Estas actividades, fervorosamente servidas, hacen que relegue un tanto a segundo término las taurinas”. En 1823, en Sevilla se vio obligado a saltar al ruedo vestido de uniforme militar para estoquear un toro, ante la insistencia de los espectadores, que le habían reconocido en el tendido.
Repuesto Fernando VII en el trono, “las dificultades para ejercer su profesión fueron sin duda considerables; pero, probablemente, no se las crearon imposiciones oficiales, sino la hostilidad desbordada de la chusma realista. En 1824 se hallaba establecido en Pinto, huyendo de los riesgos que su conocido liberalismo pudiera acarrearle en Madrid”, señala Cossío.
Años después obtiene permiso para torear en Madrid (y en otras plazas), lo que hace ya en franca decadencia física y artística. Retirado, en 1840 obtuvo el cargo de administrador del Matadero. Regresó a los ruedos en 1842, resultó cogido grave en Madrid el 6 de junio, actuando con Francisco Arjona Herrera Cúchares, que sustituía al anunciado Juan Yust. Reapareció ese mismo año y falleció el 14 de febrero del año siguiente, a consecuencia del percance, que no había curado bien.
Sánchez de Neira escribió en la revista Sol y Sombra: “Cuando conocimos a Roque Miranda era joven, ya entrado en carnes, de buena estatura, moreno claro, ojos negros vivos y penetrantes, esmerado en el aseo, de carácter franco y jovial. Hijo del pueblo y en el pueblo educado, con gran partido entre las manolas, a quienes requebraba con gracia y sal puramente madrileña, era amigo de todos, rumboso hasta el extremo de no tener nada suyo”.
No fue Roque Miranda un diestro de primera fila, ni tampoco un torero que sobresaliera en su profesión; fueron, por tanto, apostilla Cossío, “sus condiciones personales la causa principal de su popularidad”.
Un diestro, en fin, liberal y comprometido abiertamente con la época histórica que le correspondió vivir.
Bibl.: J. Sánchez de Neira, El Toreo. Gran diccionario tauromáquico, Madrid, Imprenta de Miguel Guijarro, 1879 (reed. Madrid, Turner, 1988); J. M. Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. III, Madrid, Espasa Calpe, 1943, págs. 600- 606; F. Claramunt, Historia ilustrada de la Tauromaquia, Madrid, Espasa Calpe, 1989; D. Tapia, Historia del toreo, vol. I, Madrid, Alianza Editorial, 1992.
José Luis Ramón Carrión