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José María de los Dolores Redondo Domínguez

Biografía

Redondo Domínguez, José María de los Dolores. El Chiclanero. Chiclana (Cádiz), 13.III.1818 – Madrid, 28.III.1853. Torero.

Don Ventura no duda en la fecha de su nacimiento (13 de marzo de 1818), si bien Cossío reseña las ofrecidas por Velázquez y Sánchez (autor contemporáneo del torero) y Sánchez de Neira (ambos 1819, sin indicar mes y día) y la facilitada por Leopoldo Vázquez (18 de marzo de 1818). En 1992, Cabrera Bonet publicó su partida de bautismo, que da la razón a Don Ventura y despeja todas las dudas. Asimismo, este documento completa el nombre del torero. Es igualmente categórico Don Ventura al señalar en el comienzo de su biografía: “Fue José Redondo un diestro en el que se dieron, de consuno, la vocación, el entusiasmo sostenido, la inteligencia y el dominio de la técnica, y ha pasado a la Historia como otra de las figuras señeras del pasado siglo”.

Hijo de un agricultor, Redondo se dedicó a esas mismas labores hasta que decidió hacerse torero. En Chiclana, su pueblo, se respiraba un ambiente muy taurino, potenciado por la gran fama de Francisco Montes Paquiro. Dice Cossío: “[Tras la muerte de su padre] José Redondo frecuentó entonces con más asiduidad que antes los pueblos cercanos donde se celebraban festejos de toros. Inteligente y con grandes facultades para ello, pronto sobresalió entre los muchos torerillos conterráneos, adquiriendo fama de valiente.

En el otoño de 1838 se verificó una novillada en Chiclana presidida por Montes, que acababa de regresar a su pueblo después de haber recorrido en triunfal carrera las mejores plazas españolas. Participó en ella Redondo, trabajando con gran acierto en las diversas suertes que ejecutó. Interesado Paquiro por saber quién era, le hizo subir a su palco, felicitándole y ofreciéndole un puesto en su cuadrilla, que el novel lidiador aceptó entusiasmado”. En 1839 toreó en su cuadrilla [...] “recibiendo las enseñanzas del maestro y el calor y estímulo que pudiera darle un padre”, escribe Cossío. En 1840 toreó en Madrid como subalterno de Paquiro, cediéndole al año siguiente su maestro algunos toros, pero sin darle todavía la alternativa.

En la trayectoria de José María Redondo el Chiclanero se aprecia a la perfección cómo era la formación y evolución de los aspirantes a matadores en aquellos años: de banderillero aprendiz (inexperto, por tanto) pasó a banderillero de confianza; más adelante, siendo todavía subalterno y como preparación para el doctorado, Paquiro le cedió algunos toros durante varios años; todavía no superada la etapa de banderillero, empezó a ejercer como medio espada, hasta finalmente hacerle matador de toros. “Alegre y saltarín en el ruedo —escribe Cossío—, el maestro le hizo poco a poco parar los pies y estarse quieto; de un torero exclusivamente espectacular, temerario y capaz de todo por unos aplausos, hizo un lidiador completo, dominador de las artes defensivas”.

En 1842 consideró Montes que su discípulo estaba preparado para tomar la alternativa, ceremonia que tuvo lugar el 26 de agosto en Bilbao. Aquel día, Redondo sufrió una cornada grave. Según Cossío, el mismo Paquiro le confirmó el doctorado el lunes 19 de septiembre de ese mismo año (Don Ventura dice que fue el día 15, pero López Izquierdo confirma que fue el día 19 en la 15.ª de abono, de ahí quizá el error de Ventura Bagués), con toros de Manuel Gaviria, marqués de Casa Gaviria, José Arias de Saavedra y Juan Castrillón. Repitieron actuación ambos diestros los días 26 de septiembre, y 3, 9 y 24 de octubre. El 3 y el 24 alternaron con Roque Miranda, mientras que el día 9 torearon con Isidro Santiago, que antes y después de ese festejo ejercía como sobresaliente, y hasta como matador y novillero al año siguiente. Esa corrida del 9 de octubre de 1842 es interesante porque viene a reflejar cómo estaba entonces ordenado el toreo, y qué consideración tenían los diferentes toreros: Montes lidió cuatro toros en plaza entera (cobró 4000 reales), y El Chiclanero e Isidro Santiago tres cada uno en plaza partida, siendo remunerados con 1500 y 700 reales, respectivamente.

En 1843 alternó Redondo con Montes en Sevilla y en otras plazas andaluzas, aunque ninguno de los dos pisó el coso de Madrid. Explica Cossío que Redondo, que había recibido tanto apoyo de Paquiro, fue sin embargo desconsiderado con su maestro (le define como “ingrato y descastado”). En 1844 toreó ya sin la compañía de Montes, contratándose al año siguiente en el abono de Madrid junto a Juan León y Francisco Arjona Guillén Cúchares. La primera corrida se celebró el 24 de marzo, y desde ese mismo momento nació una intensa competencia entre Redondo y Arjona que, según Don Ventura, “hizo que la Fiesta se mantuviera en aquel tono mayor que Montes le prestara”. Una rivalidad que Cossío dice que terminó en verdadero odio, sobre todo por parte del sevillano. Y añade José María: “Ególatra sin frenos, hacía chistes y daba voces, aunque fuese en el propio redondel, elogiándose siempre.

‘Soy en toreo reondo como mi apellío’, gritaba, risueño, cuando acababa de hacer alguna suerte afortunada”.

En la historia de la rivalidad entre Cúchares y El Chiclanero hay un famoso incidente que los tratadistas no aciertan a situar en una fecha exacta, surgido porque en aquella época, la antigüedad de los toreros en los carteles y en el orden de lidia no la designaba la fecha de la alternativa, sino la categoría del torero.

Antes de ver la polémica sobre la fecha, comencemos por la historia: debido a las mayores exigencias de antigüedad por parte de Redondo (por categoría y, sobre todo, porque así había sido contratado por la empresa de Madrid durante todo el abono), éste exigió que todos los toreros, excepto Montes, toreasen por detrás de él. Condición que Arjona no aceptó. Intentaron solucionar la disputa hablando con el presidente del festejo, Pedro Colón de Larreátegui, duque de Veragua, que no aportó un arreglo que dejase conformes a ambos toreros. Una vez en la arena el primer toro, los dos diestros cogieron espada y muleta, pidieron permiso a la autoridad a la vez y, al unísono, se dirigieron hacia el toro. Uno dio un par de muletazos y tres el otro, hasta que, con la ayuda de un banderillero, Cúchares le estoqueó de mala manera. El problema de tan famosa anécdota comienza cuando se pretende ponerle fecha. Cossío ofrece dos distintas: en la biografía de Cúchares (t. III, pág. 58) dice que fue el 26 de septiembre de 1846, y en la de El Chiclanero (t. III, pág. 768) la sitúa “en una de las funciones” de 1850; Sánchez de Neira y Natalio Rivas (que cita al anterior) dicen, por su parte, que fue en 1851 [...] aunque en ninguno de esos dos años torearon juntos en Madrid, según López Izquierdo, Arjona y Redondo. Respecto a la fecha del sábado 26 de septiembre de 1846, López Izquierdo documenta que esa corrida se celebró el domingo 27 (el 26 no hubo toros en Madrid), que estaban anunciados El Chiclanero, Juan Lucas Blanco y Julián Casas El Salamanquino y, citando a El Heraldo, escribe: “Cúchares mató el 1.º, que correspondía a Redondo por su contrato como primera espada de la temporada. Cúchares fue a la cárcel [...] y los aficionados pasaron una mala tarde”. No debe causar sorpresa que Arjona no estuviera anunciado en el cartel, que corresponde al abono, pues todas las fuentes indican que se encontraba de paso por Madrid y fue requerido por los empresarios para, aprovechando su competencia con El Chiclanero, dar mayor aliciente al festejo.

Toreó José Redondo en Madrid con éxito en 1846, acompañado en los distintos carteles por Manuel Díaz Cantoral Lavi y Juan Lucas Blanco, y en ocasiones también por Julián Casas El Salamanquino y Gaspar Díaz. En 1847 se encontraba en el momento de su máximo apogeo. Según Don Ventura, “con el capote y las banderillas era una notabilidad; con la muleta solamente podía superarle Montes —aunque El Chiclanero toreaba con más elegancia y finura— y con el estoque superaba el discípulo al maestro, porque si practicando la suerte de recibir era una eminencia, nadie le aventajaba en la del volapié y en las de recurso”. Quizá por eso, llevado de su soberbia, cuenta Cossío que le dijo a Paquiro: “Soy más torero que osté y que tóos los que llevan coleta”. Frase que probablemente venía a confirmar aquella que le dijo Paquiro cuando le vio torear de niño: “En ti hay tela para mucho, y si te aplicas llegarás adonde rayan pocos”, pero que, de ser cierta, dice muy poco en favor de la bondad de El Chiclanero y mucho sobre su engreimiento y arrogancia, tan necesarios dentro del ruedo y ante el toro como superfluos fuera de la plaza y con los compañeros En la primera fila del toreo, mejorando año tras año, se mantuvo durante el resto de la década de 1840. En 1850 regresó a la plaza de Madrid, tras dos años de ausencia, y en 1851, dice Cossío, “empezó a decaer notoriamente su salud y, consecuentemente, sus facultades en el coso; su vida de disipación y poco ahorradora de energías le había agotado”. Menos delicado es Don Ventura, aunque también elige las palabras con cuidado: “Fuera de la plaza necesitaba el ruido, las sensaciones enérgicas, los placeres fuertes, y de no haber rendido excesivo culto a Venus y a Baco, de no disipar su salud con exaltaciones amatorias, de no vivir tan de prisa, habría aumentado su celebridad”. Sin embargo, en 1852 su rivalidad con Cúchares aún tuvo un último capítulo, mostrándose ambos valientes, artistas y tremendamente temerarios en una competencia que recordó a una época gloriosa y no tan lejana en el tiempo. No dice Cossío en cuál de las seis corridas que ese año torearon mano a mano en Madrid se comportaron de esa manera, o si acaso sucedió en los cuatro festejos en los que alternaron con otros toreros.

Enfermo de tuberculosis (o de tisis, según otros), José Redondo El Chiclanero falleció en Madrid a las cinco menos cinco de la tarde del lunes 28 de marzo de 1853. Más o menos a esa misma hora, en la plaza de la Puerta de Alcalá estaban toreando, en la primera corrida del abono madrileño, El Salamanquino, Cayetano Sanz y Manuel Trigo. Su entierro, en el cementerio de San Ginés y San Luis, cerca de la calle de Fuencarral y de la actual Gran Vía, fue multitudinario.

El día 19 se sepultó a un torero fanfarrón e imprudente en la calle y en la plaza, pero que delante de los toros fue un lidiador completo, dominador de todas las suertes y que, a juicio de algunos estudiosos, supo pulir todo lo bueno que a la tauromaquia había aportado Paquiro, su maestro.

 

Obras de ~: El lidiador perfecto, o sea, extracto de las mejores obras de tauromaquia, corregido por el célebre maestro José Redondo “El Chiclanero”, Madrid, 1851.

 

Bibl.: J. Velázquez y Sánchez, Anales del toreo. Reseña histórica de la lidia de reses bravas. Galería biográfica de los principales lidiadores: Razón de las primeras Ganaderías españolas, sus condiciones y divisas. Obra dirigida por Francisco Arjona Guillén “Cúchares”, escrita por José Velázquez y Sánchez e ilustrada por D. Teodoro Aramburu, Sevilla, Imprenta y ed. Juan Moyano, 1868; J. Sánchez de Neira, El Toreo. Gran diccionario tauromáquico, Madrid, Imprenta de Miguel Guijarro, 1879 (Madrid, Turner, 1988, págs. 164-167); J. Pérez de Guzmán, Estados de las corridas de toros efectuadas en la plaza de Madrid durante la primera temporada del año 1852, en las que actuaron como espadas Francisco Arjona Guillén y José Redondo [...] Noticias históricas de sus rivalidades como representantes de escuelas distintas, con [...] semblanzas, Madrid, Imprenta El Enano, ¿1885?; A la memoria del malogradazo José Redondo (El Chiclanero) y dedicado a Manuel García (El Espartero), Valencia, 1887; P.P.T. [seud. de A. Ramírez Bernal], Memorias del tiempo viejo, Madrid, Bib. Sol y Sombra, 1900 (Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1996, págs. 13-19); J. M. Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. 3, Madrid, Espasa Calpe, 1943, págs. 58 y 767-770; Don Ventura [seud. de V. Bagués], Historia de los matadores de toros, Barcelona, Imprenta Castells-Bonet, 1943 (ed. Barcelona, De Gassó Hnos., 1970, págs. 46-47); N. Rivas Santiago, Toreros del romanticismo (anecdotario taurino). Prólogo de Juan Belmonte, Madrid, Aguilar, 1947 (Madrid, Aguilar, 1987, págs. 98-108); E. Calle Iturrino, Alternativa de “Chiclanero” en Bilbao, en 1842, Bilbao, Gráf. Nore, 1959; J. Posada, De Paquiro a Paula, en el rincón del sur: interpretación histórica de una tauromaquia esencial, Madrid, Espasa Calpe, 1987; F. López Izquierdo, Plazas de toros de la Puerta de Alcalá (1739-1874), Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1988; F. Claramunt, Historia ilustrada de la Tauromaquia, Madrid, Espasa Calpe, 1989; R. Cabrera Bonet, “Algunas fechas para la pequeña y gran historia taurina”, en Papeles de toros. Sus libros, su historia (Unión de Bibliófilos Taurinos, Madrid), n.º 2 (1992), pág. 132; D. TAPIA, Historia del toreo, vol. 1, Madrid, Alianza Editorial, 1992; N. Luján, Historia del toreo, Barcelona, Destino, 1993 (3.ª ed.); G. Boto Arnau, Cádiz, origen del toreo a pie (1661-1858), Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 2001.

 

José Luis Ramón Carrión