Lara Jiménez, José. Chicorro. Algeciras (Cádiz), 19.III.1839 – Jerez de la Frontera (Cádiz), 22.V.1911. Torero.
Contaba un año de edad cuando su familia se trasladó a Jerez de la Frontera. Como tantos otros aprendices de torero de esa época, Chicorro recibió sus primeras lecciones en el matadero de la localidad jerezana, lidiando las vacas y los toros que allí llegaban para ser sacrificados.
En 1859, tras actuar en algunas novilladas, viajó a Lima (Perú) como banderillero de la cuadrilla de Manuel Díaz Lavi. Llamó tanto la atención de los aficionados de aquel país que en la sexta corrida en que actuaba, y a petición del público, se vio obligado a alternar como primera espada junto a Lavi. Adquirió gran popularidad en Perú, país en el que permaneció cuatro años, toreando como matador de toros. De Perú pasó a La Habana y Puerto Príncipe, ciudad en la que actuó en veintinueve corridas.
Regresó a España en 1865. Al año siguiente toreó en la cuadrilla de Antonio Carmona Gordito, destacando tal y como había sucedido en América. Cuando su maestro le consideró conveniente preparado, le dio la alternativa, ceremonia que tuvo lugar el 24 de septiembre de 1868, en Barcelona. Torero de gran popularidad desde su regreso a España, Julián Casas El Salamanquino le confirmó el doctorado en Madrid el 11 de julio de 1869. El toro de la ceremonia se llamó Diablo, y perteneció a la ganadería de Vicente Romero.
Toreó mucho durante los años siguientes. Su última actuación tuvo lugar en Barcelona, el 29 de octubre de 1899, ya muy mermado de facultades.
La trayectoria de Chicorro es un ejemplo perfecto de cómo se hacían toreros los aspirantes en el siglo xix: de los mataderos a la alternativa y, en algunos casos, la fama, pasando antes por varios años de aprendizaje como banderilleros en diferentes cuadrillas. Fue, además, un gran especialista en el salto de la garrocha.
En la revista La Lidia le describieron de la siguiente manera: “Altivo, pundonoroso, siendo una excelente persona, su dignidad moral ha debido y debe reconocerse rebajada al trabajar en plazas que sólo son patrimonio de los humildes; su nombre debiera figurar en primera línea, y la plaza de Madrid le ha cerrado sus puertas [...]. Aceremos un tanto más ese corazón del diestro; templemos ese alma con la temeridad, que es a veces la virtud más preciada del lidiador de reses; suprimamos aprensiones tontas e injustificadas; hagámosle llegar más a los toros con la confianza de que el miedo es su mayor enemigo [...]”.
Bibl.: J. Sánchez de Neira, El Toreo. Gran diccionario tauromáquico, Madrid, Imprenta de Miguel Guijarro, 1879 (reed. Madrid, Turner, 1988); J. M. Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. III, Madrid, Espasa Calpe, 1943; Don Ventura (V. Bagués), Historia de los matadores de toros, Barcelona, Imprenta Castells-Bonet, 1943 (ed. Barcelona, De Gassó Hermanos, 1970); D. T apia, Historia del toreo, Madrid, Alianza Editorial, 1992.
José Luis Ramón Carrión