Molina Sánchez, Rafael. Lagartijo. Córdoba, 27.XI.1841 – 1.VIII.1900. Torero.
El llamado I Califa del toreo cordobés era hijo del banderillero Manuel Molina Niño de Dios, y su madre era hermana del torero José Sánchez Fernández Poleo; además, él era hermano del célebre banderillero Juan Molina y tío del matador de toros Rafael Molina Lagartijo Chico (hijo de Juan).
Con nueve años de edad, el 8 de septiembre de 1850, toreó en Córdoba como banderillero con una cuadrilla de becerristas organizada por José Flores González Camará. Ganó pronto notoriedad, y junto a sus compañeros actuó, anunciado ya por delante de ellos en el cartel, en otras muchas plazas. Siguió varios años como banderillero, destacando en las cuadrillas de José Rodríguez Pepete y en la de los hermanos Manuel y Antonio Carmona Gordito, con quienes permaneció desde 1862 a 1865. El 13 de septiembre de 1863 toreó por primera vez en Madrid como banderillero del Gordito. Ese día completaron el cartel Francisco Arjona Herrera Cúchares y Antonio Sánchez García El Tato. En ese festejo Lagartijo clavó un par de banderillas al quiebro que fue muy aplaudido.
Al año siguiente figura como sobresaliente de espada en las corridas celebradas en Madrid los días 23 de mayo y 13 de junio. Según Cossío (aunque López Izquierdo nada dice al respecto, y ni siquiera le nombra como sobresaliente), en esta última corrida, en la que Vicente García Villaverde tomó la alternativa de manos de Cúchares, Lagartijo lidió el quinto toro por cesión del Gordito. Añade Cossío que el 3 de julio de ese mismo año 1864, en la Corrida de Beneficencia de Madrid, Lagartijo lidió el octavo toro, de Concha y Sierra, resultado herido; sin embargo, López Izquierdo no reseña que ese día hubiera toros en Madrid, aunque sí recoge que el 28 de agosto estoqueó los toros lidiados en quinto y sexto lugares.
Durante ese año y parte del siguiente, siguió compaginando sus labores de banderillero con las de sobresaliente, hasta que el 29 de septiembre de 1865 el Gordito le dio la alternativa en la plaza de Úbeda (Jaén), con un toro de la marquesa viuda de Ontiveros.
El aprendizaje de Lagartijo había sido concienzudo, porque en el momento de hacerse matador de toros aún no tenía 24 años y llevaba trece como banderillero.
Confirmó la alternativa en Madrid el 15 de octubre de ese mismo año, de manos de Cayetano Sanz —le cedió el toro Barrigón, de Gala Ortiz— y en presencia del Gordito. En el cartel de la alternativa se incluyó un texto que, según Cossío, años después había de copiar Rafael Guerra Bejarano Guerrita: “Lagartijo alternará por primera vez en esta plaza, confiando, más bien en la indulgencia del público que en sus propios merecimientos, y procurará desempeñar con el mayor lucimiento, desde esta corrida, las obligaciones que le impone su nueva categoría”. Al año siguiente, 1866, toreó diecinueve corridas en Madrid, la mayoría alternando con el Tato y el Gordito.
Hasta que en 1868 no comenzó a competir con Salvador Sánchez Povedano Frascuelo (éste tomó la alternativa en 1867), con quien Lagartijo habría de sostener un histórico duelo taurino que habría de durar más de veinte años, Rafael Molina rivalizó con el Tato, con el Gordito y, especialmente, con Cúchares.
Lagartijo y Frascuelo se encontraron por primera vez en la plaza de Granada los días 7 y 11 de junio de 1868. Sin que pasase nada reseñable en la primera corrida, en la segunda explotó la rivalidad entre los dos toreros. Según Peña y Goñi, en un texto que recoge Cossío, “en la plaza de Granada se encontraron por primera vez como jefes de cuadrilla, y bastó el primer choque de aquellos dos temperamentos antagónicos para que surgiera fatal y necesariamente, la declaración de una guerra sin cuartel, que los partidarios de uno y otro diestro habían de tener siempre encendida, aun contra la voluntad de los dos competidores”.
Fatalmente herido el Tato en 1869 en Madrid (perdió una pierna a consecuencia de una cornada), muerto Cúchares en La Habana, toreando cada vez menos Manuel Domínguez y con “Cayetano Sanz en el ocaso de su carrera y el Gordito huido de Madrid”, según Cossío, el toreo quedó en manos de la pareja formada por Lagartijo y Frascuelo. Hasta que se produjo el percance del Tato, éste había toreado varias corridas con Rafael y Salvador. A partir de ese momento, en Madrid ya se anunciaron en bastantes ocasiones solos Lagartijo y Frascuelo, triunfando juntos o por separado, en el comienzo de varias décadas que dieron en llamarse la Edad de Oro del toreo.
Sobre su competencia con Frascuelo, dice Don Ventura: “El bando lagartijista fue el más numeroso; en él figuraron todos los artistas, literatos y políticos aficionados de su tiempo; para él inventó Sobaquillo (Mariano de Cavia) el hiperbólico apelativo de Califa, fundándose en que Rafael era en el toreo lo que en la España árabe fue el primer califa de Occidente, Abderramán I. Todas la plumas se mojaron en miel hiblea para exaltarle”.
Según Néstor Luján, “Lagartijo fue un torero casi completo. En sus veintiocho años de matador, tuvo todas las características del torero grande. Valiente y con una gracia natural y majestuosa en sus primeros diez años, en los que aprendió lentamente toda la astucia del arte de lidiar toros, fue gran banderillero, eficaz peón y matador arrojado y algo inseguro. Como decía él mismo, con su gracejo serio y ocurrente, en estos primeros diez años estaba más tiempo por el aire que en la plaza, cuando toreaba. Sus segundos diez años fueron de características colosales: dominador, artista prodigioso y personalísimo, maestro sobrado en todos los tercios menos en el trance de estoquear, en el que se mostraba hábil, pero poco brillante en ocasiones, aunque en otras tenía una categoría indudable.
En la tercera fase, o sea en sus últimos ocho años, mostrase frío, apelando a tranquillos, con un exceso de habilidosidad, especialmente a la hora de matar. En estos últimos ocho años menudearon los escándalos y rodó su gloria por las arenas, todo lo cual culminó en la corrida de despedida en Madrid, en 1893, en la que quedó tan desastrosamente que hubo de ser custodiado por la guardia civil hasta su domicilio y protegido por sus picadores, que eran el genial Agujetas y Juan de los Gallos. Sin embargo, no podía consentir que ésta fuese su última intervención. En una fiesta benéfica, en el año 1899, o sea seis años después de su retirada, se despidió materialmente del arte de sus éxitos clavando un maravilloso par al sesgo, que quedó en los anales de la Fiesta”.
En 1872 se celebraron en Madrid dos célebres corridas de seis toros para Lagartijo y Frascuelo, que torearon en solitario, Rafael Molina Lagartijo el 3 de noviembre, y Salvador Sánchez Frascuelo el 11 de noviembre, como culminación de sus éxitos anteriores.
El 25 de mayo de 1873 obtuvo un gran triunfo en la Corrida de Beneficencia de Madrid. En 1874 tomó parte en las corridas de clausura e inauguración de las plazas madrileñas de la Puerta de Alcalá y de la carretera de Aragón, respectivamente. Tras varias temporadas de escaso relieve, tuvo una memorable actuación en la Corrida de Beneficencia del 4 de junio de 1882.
El 30 de octubre de 1884 disputó un fabuloso mano a mano con Frascuelo en Madrid. Los toros eran de Miura. El 11 de junio de 1885 fracasó rotundamente en la plaza de la capital, y lo mismo en 1889. Ese año (y también el siguiente) toreó en París. En 1893 actuó en solitario cinco corridas de despedida en las plazas de Zaragoza, Bilbao, Barcelona, Valencia y Madrid.
En este coso se retiró el 1 de junio, festividad del Corpus.
Había tanta expectación para esta corrida, que la procesión se celebró por la mañana, para que las autoridades pudieran acudir a los toros. Los astados de ese día (y de todas las demás corridas, con la excepción de la celebrada en Zaragoza), fueron del duque de Veragua.
En 1898 y 1899 actuó en Madrid como director de lidia en las becerradas celebradas a beneficio de la Asociación de Funcionarios Civiles. La última tuvo lugar el 6 de julio. El 1 de agosto del año siguiente falleció en Córdoba, a los 59 años de edad.
Estuvo casado con Rafaela Romero, natural de Bujalance, de quien se separó y los últimos años de su vida tuvo una relación con Dolores Bejarano, hermana de Antonio Bejarano, banderillero cordobés al que unos apodaban Carrana y otros La Pasera.
“¿Cuáles son las características que hacen de Lagartijo quizás el torero más sugestivo de todos los conocidos? —pregunta Néstor Luján—. Ante todo el empaque, la presencia, lo que no se adquiere. Lagartijo trazaba la inmortal larga cordobesa o lagartijera [una suerte de capote por él inventada], “larga como una promesa”, llevando la capa con ritmo lento, el vuelo amplio, conciso y majestuoso, con una solemnidad fluvial, y rematándola en la espalda, donde quedaba derramada como un crepúsculo granate; sólo por verle en este instante, valía la pena vivir aquel tiempo”. O como decía Rafael Guerra Guerrita: “Valía la pena pagar la entrada sólo por verle en el paseíllo”.
Lagartijo, llamado el Grande, está considerado como el ejemplo perfecto de la elegancia en el toreo. “De él arranca —enfatiza Luján— todo el toreo moderno”.
A lo largo de su carrera toreó 1.645 corridas, de las cuales 421 tuvieron como escenario las plazas de Madrid.
Resultó herido en seis ocasiones, sufriendo, en 1873 en Madrid, en el brazo derecho la cornada más grave de su carrera. Banderilleros de Lagartijo fueron, además de su hermano Juan Molina, José Gómez Gallito (hermano de Fernando, el padre del Rafael el Gallo y de José Gómez Ortega Joselito) y Guerrita (el que más adelante sería II Califa del toreo cordobés), entre otros.
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José Luis Ramón Carrión