Sánchez García, Antonio. Tato. Sevilla, 6.II.1831 – 7.II.1895. Torero.
Nacido en el barrio de San Bernardo y crecido como aprendiz de torero en el matadero sevillano, participó luego en numerosas capeas, en las que pronto adquirió nombre y prestigio. Cuenta José María de Cossío que durante los años 1849 y 1850 participó como novillero en una cuadrilla de pegadores portugueses. A partir de 1851, figuró como puntillero (es decir, aún no llegaba ni a banderillero) en la de Juan Lucas Blanco.
En 1852 se contrató como banderillero en la cuadrilla de Francisco Arjona Herrera Cúchares. El 31 de octubre de ese año, su maestro le cedió en Madrid el toro Estornino, de José Picavea. Velázquez y Sánchez, autorizado biógrafo de Tato, da ésta como la corrida de la alternativa del sevillano; sin embargo, Cossío, apoyándose en Peña y Goñi, primero, y luego en Ramírez Bernal, da por hecho que en ese festejo Antonio Sánchez intervino como sobresaliente sin alternativa. Es interesante resumir la reseña que de esta corrida hace López Izquierdo, porque da una idea muy cabal sobre cómo se desarrollaban entonces algunas corridas de toros. En ese festejo, Cúchares se anunció con cuatro toros a plaza entera (el cuarto, como se sabe, se lo cedió a Tato); mientras que, a plaza partida, intervinieron Manuel Trigo y Manuel Arjona. Es decir, la categoría de Cúchares le permitía torear cuatro toros y hacerlo con el ruedo completo, mientras que sus dos compañeros torearon al unísono con la plaza dividida en dos mitades.
El doctorado llegó al año siguiente: herido Julián Casas Salamanquino en Madrid el 24 de octubre de 1853, Tato le sustituyó el día 30, festejo en el que tomó formalmente la alternativa, oficiando Cúchares como padrino de la ceremonia. Dejó buena impresión, siendo contratado para el año siguiente. Dice Cossío: “Afirma el Tato su prestigio en las temporadas siguientes. Hasta su forzosa retirada tan sólo deja de torear en la plaza de Madrid las temporadas de 1855, 1857, 1862 y 1867; es decir, cuatro años en dieciséis de matador. En 1855 aún no había logrado el Tato la maestría con la espada que había de ser el mejor recuerdo de su paso por el mundo taurino. En los quites, el galleo y jugueteos con el capote consistía el mejor resorte de su buen éxito”.
Tuvo muchos triunfos y varias cornadas en los años siguientes, en los que mantuvo en una buena posición en la Fiesta. Cuenta Cossío una anécdota muy famosa en el mundo del toro: “El día 5 de enero de 1861 tiene lugar su unión con Salud Arjona y Reyes, hija de su antiguo maestro Cúchares, quien consiente gustoso en la boda [...], aunque no sin prevenir cautamente a su hija, diciéndola: «Hija, no creas que todos los toreros son como tu padre, que os dice vuelvo y vuelve; que casi todos suelen volver en carta o por alambre. [...] Esa temporada fue la más brillante de cuantas hasta entonces había concluido”.
A partir de 1863 surgió una gran rivalidad con Antonio Carmona Gordito, que tuvo su continuidad en una declarada enemistad fuera de los ruedos. Como siempre, los partidarios de uno y otros hicieron sus respectivas campañas. En Madrid, la afición se puso claramente de parte de Tato, lo que no sucedió por igual en el resto de las plazas de España, en especial en la de Cádiz, totalmente favorable al Gordito.
En los ruedos la rivalidad finalizó el 7 de junio de 1869. Anunciado el Tato en Madrid con Rafael Molina Sánchez Lagartijo y Salvador Sánchez Povedano Frascuelo, el cuarto toro, Peregrino de nombre y de la ganadería colmenareña de Vicente Martínez, le infirió una cornada de cuatro centímetros de longitud por tres de profundidad en el tercio medio superior de la pierna derecha. Aunque fue intervenido por los más afamados cirujanos madrileños, la herida se infectó y se declaró la gangrena. El lunes 14 de junio se le amputó la pierna. Tato aguantó con entereza las curas y la intervención y, cuentan los textos, que una vez que le cortaron la pierna por debajo de la rodilla, dijo resignado “¡Adiós Madrid!”, frase que se hizo célebre. Tras el implante de una pierna ortopédica, intentó regresar a los ruedos, pero sus fallidos intentos, el 14 de agosto de 1871 en Badajoz y el 4 de septiembre de ese mismo año en Valencia, le hicieron desistir de seguir intentándolo. Poco después fue nombrado repartidor de carne del Matadero de Sevilla. “El declinar de su vida debió ser melancólico —señala Cossío—; pero la fortuna, reunida con los toros y aumentada con su buena administración, debió endulzar sus nostalgias”.
Y concluye Cossío: “Visto con perspectiva histórica no puede decirse que fue una primera figura del toreo, pero ocupó dignamente el puesto de ellas en momentos de crisis de la fiesta e intensificó el brillo de su fama con las dobles luces del valor y de la desgracia”. La pierna del Tato se hizo famosa por estar expuesta al público, según Sánchez de Neira, “en una ampolla o vasija de cristal, con los espíritus necesarios para su conservación”, en una farmacia de la calle Fuencarral de Madrid. La botica y la pierna (“la reliquia”, como la denomina con humor este autor) desaparecieron a consecuencia de un voraz incendio.
Bibl.: J. Sánchez de Neira, El Toreo. Gran diccionario tauromáquico, Madrid, Imprenta de Miguel Guijarro, 1879 (reed. Madrid, Turner, 1988, págs. 193-197); P.P.T. (seud. de A. Ramírez Bernal), Memorias del tiempo viejo, Madrid, Biblioteca Sol y Sombra, 1900 (ed. Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1996, págs. 41-48); J. M. Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. III, Madrid, Espasa Calpe, 1943, págs. 865-871; Don Ventura (seud. de V. Bagués), Historia de los matadores de toros, Barcelona, Imprenta Castells-Bonet, 1943 (ed. Barcelona, De Gassó Hnos., 1970); L. del Campo Jesús, Tato y Currito, hijos de Cúchares, en Pamplona, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, Dirección de Turismo, Bibliotecas y Cultura Popular, 1980; W. Lyon, La pierna del Tato (Historias de toros), pról. de J. Vidal, Madrid, El País, 1987; F. López Izquierdo, Plazas de toros de la Puerta de Alcalá (1739-1874), Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1988; F. Claramunt, Historia ilustrada de la Tauromaquia, Madrid, Espasa Calpe, 1989; D. Tapia, Historia del toreo, vol. I, Madrid, Alianza Editorial, 1992; N. Luján, Historia del toreo, Barcelona, Destino, 1993 (3.ª ed.).
José Luis Ramón Carrión