Cándido Hernández, Jerónimo José. Chiclana de la Frontera (Cádiz), 8.I.1770 – Madrid, 1.IV.1839. Torero.
Sobre la fecha de nacimiento de Jerónimo José Cándido, torero que gozó de gran popularidad y prestigio durante el último lustro del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX, ha habido importantes discrepancias, ya resueltas. Se debe dar por buena para el natalicio la fecha del 8 de enero de 1770, facilitada por Don Ventura y por Boto Arnau, basándose en la publicación Recortes por Bruno del Amo de su inscripción bautismal en la parroquia de San Juan Bautista de Chiclana en el folio 222 del tomo 29, y luego recogida por Cossío en el tomo IV (pág. 884) de su monumental obra.
Sin embargo, otros tres biógrafos y tratadistas relevantes han facilitado fechas distintas, equivocadas pero siempre interesantes de analizar debido a que, puesto que son de dominio público, han sido repetidas maquinalmente. José María de Cossío dice en el tomo III (antes de corregirse en el IV) que vino al mundo el 14 de junio de 1763; Velázquez y Sánchez dejó escrito que nació el 16 de abril de 1760; y Néstor Luján publicó que la fecha de su nacimiento fue el 30 de noviembre de 1734, lo que implicaría que murió con 105 años y toreó con 104. Cossío fundamenta su primera elección en el siguiente dato: cuando Cándido toreó la última corrida en Madrid, el 8 de octubre de 1838, se hizo constar que tenía setenta y cinco años, tres meses y cuatro días. Su método inicial es, por tanto, puramente deductivo, si bien pensamos que debería haber escrito 4 de julio, y no 14 de junio. Ahora bien, en la relación de corridas celebradas en las plazas de la Puerta de Alcalá de Madrid entre 1739 y 1874 publicada por López Izquierdo, este autor hace constar lo siguiente: “[torearon] Jerónimo J. Cándido, que se despide en esta corrida, a los sesenta y ocho años, Montes [Paquiro] y Miranda [Rigores]”. Lo que viene a confirmar una vez más que el chiclanero nació en 1770. Como dato curioso, hay que señalar que en su última actuación Cándido lidió un toro (cobró mil reales), y Montes y Miranda cuatro astados cada uno (percibieron tres mil y mil seiscientos reales, respectivamente). En cualquier caso, jeroglíficos sobre su natalicio al margen, Cándido fue considerado un auténtico maestro del toreo, aunque quizá no llegó a ostentar la categoría de primera figura.
Jerónimo José Cándido era hijo de José Cándido Expósito y de María Hernández. Según Don Ventura, Cándido Expósito nació en Cádiz el 30 de noviembre de 1734, e inmediatamente fue depositado en la Inclusa de esa ciudad. De la misma opinión son Cossío, Recortes y Boto Arnau, que ha trabajado a fondo sobre el toreo en esa provincia, si bien este autor da la fecha anterior como la de su entrada en el Hospicio de Santa María Magdalena (fue inscrito en el folio 136), siendo ambas cosas perfectamente posibles. Sánchez de Neira dice que Cándido Expósito fue depositado en la Inclusa de Chiclana. El padre de Jerónimo José Cándido fue un torero que aunó dos importantes hitos de la historia del toreo: fue el primero en tomar la alternativa con cesión de trastos y fue el primer espada conocido en morir a consecuencia de una cornada. Según Boto Arnau la alternativa tuvo lugar en Madrid el 25 de mayo, con Lorenzo Martínez Lorencillo y Pedro de la Cruz Mamón en el cartel, con toros del duque de Granada, de José y Miguel Gijón y de Alfonso Martínez Bravo. En cambio, López Izquierdo no da por celebrada ninguna corrida ese día en Madrid, y sí el anterior día 18, con el mismo cartel, aunque sin especificar que Expósito tomase la alternativa. Se considera que ése fue el primer doctorado con ceremonia porque antes (y tampoco después) ésta no existía, y la antigüedad se adquiría la primera vez que el neófito alternaba con un matador y éste le cedía un toro. Cándido Expósito fue también el primer diestro conocido en morir en el ejercicio de su profesión; resultó cogido en El Puerto de Santa María el 23 de junio de 1771 por un toro de Bornos y falleció en la madrugada siguiente, día de San Juan. Respecto a este torero, Claramunt y Boto Arnau ofrecen otros datos de interés. Este último dice: “Nació en Cádiz, siendo hijo de una dama, de cierto linaje, que quedó embarazada de un criado negro de las Antillas. Era, pues, mulato, de tez muy oscura. En las cuentas de la Maestranza de Sevilla, se lee: ‘[...] Joseph Cándido que es negro [...]’. En su acta matrimonial se recurre al eufemismo definiéndole como ‘[...] expósito, de color pardo’”.
Muerta la madre de Jerónimo José Cándido unos años después que el padre, y dilapidado el patrimonio familiar por el disoluto Jerónimo (con la inestimable ayuda de un desaprensivo tutor que aumentó el suyo a medida que mermaba el del hijo de José Cándido Expósito), “arruinado y desvalido, Cándido encomendó su porvenir al patrocinio de don José de la Tixera, el gran aficionado y curioso escritor”, dice Cossío. Tixera logró que Pedro Romero incluyera en su cuadrilla al joven chiclanero. Ése fue el principio de una gran amistad con los Romero, que culminó cuando Jerónimo José se casó con María Isabel, hermana de los toreros rondeños. A este respecto, Boto Arnau indica que no hay ningún documento que demuestre que esa boda se celebró. Según Cossío, muy pronto subió de estatus en la cuadrilla, y pasó de subalterno a medio espada, categoría en la que se mantuvo desde 1792 a 1800. En cambio, Boto Arnau dice que se presentó en Madrid como banderillero el 23 de abril de 1792, y López Izquierdo le sitúa en esa plaza como subalterno todavía en 1796; como banderillero y medio espada en 1797, y sólo en esta categoría a partir de 1798, siempre junto a Pedro Romero.
Conjetura Cossío que a partir de 1800, tras la retirada de Pedro Romero, Cándido debió permanecer apartado de los ruedos, suposición desmentida por Bruno del Amo y Boto Arnau, que le sitúan toreando en los años siguientes en diversas plazas de España, sin interrupción hasta 1804. Posteriormente se produjo la prohibición de los toros por Carlos IV (durante los años 1805, 1806 y 1807), la invasión francesa, las corridas napoleónicas... y a partir de 1808 su nombre reaparece en Madrid para torear, alternando con Curro Guillén, que antes había sido su banderillero, en cuatro corridas. Boto Arnau indica que “el rey intruso organizó las primeras corridas en 1810”, año en que Cándido y Guillén torearon diez festejos en Madrid. Debió de tener mucho éxito en esas corridas, porque al año siguiente torea como “figura principal del cartel de la corte”, según Cossío, que añade (y lo corrobora López Izquierdo): “El 6 de octubre [de 1811, en corrida celebrada a ‘beneficio de los lidiadores’] se le anuncia en la siguiente desusada forma: ‘En debido obsequio de este ilustre público se ha comprometido Jerónimo José Cándido a estoquear siete toros de los ocho de muerte que habrá en esa función, banderillear dos y capear uno, en disposición de cuantas suertes les haga sean todas diferentes, y entre ellas varias absolutamente originales’”.
Toreó en Madrid en 1812 nuevas corridas organizadas por José I, si bien en esos momentos su salud era delicada. Debido a un ataque de reuma regresó a Andalucía y descansó dos años, contrayendo segundas (o quizá primeras) nupcias con Inés Pinzón. En 1816 se casó con Juana Josefa Herrero, al tiempo que reapareció en los ruedos llevando en su cuadrilla a Roque Miranda. Mermado de facultades, Cándido no pudo mantener la competencia con Guillén, más joven y situado en plan de figura. Toreó Jerónimo José sin otras interrupciones que sus problemas físicos hasta 1823 (en 1818 lo hizo ante Fernando VII y en 1822 resultó herido en un brazo en Medina del Campo), aunque ya acusaba una franca decadencia, a tenor de una carta escrita en 1817 por el delegado de la Comisión de Pamplona, rescatada por Cossío del Archivo Municipal de Navarra: “El Cándido, a la verdad, es más torero que todos; pero está muy viejo y, además de eso, cojo, por lo que no mata ningún toro de menos de diez estocadas, cuando menos, y aun el año pasado, después de dar 26 a uno, lo tuvieron que matar desde la barrera”.
Se retiró en 1824 y en 1830 fue nombrado director de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, fundada ese año por Fernando VII, cargo que “caballerosamente” cedió a su cuñado y maestro Pedro Romero, tras una famosa carta de protesta del anciano rondeño. Geromo, como Romero llamaba a José Jerónimo, fue destituido de su cargo y nombrado profesor auxiliar. Natalio Rivas (N. Rivas, 1947: 41-70) cuenta el proceso con todo lujo de detalles, y reproduce los reales decretos y las cartas que se cruzaron los distintos personajes de la historia. En cualquier caso, fue muy importante la huella que Cándido dejó en ese centro, pues tuvo como discípulos predilectos a Paquiro y Cúchares, entre otros menos señalados. Regresó a los ruedos con más de sesenta años, toreando corridas sueltas entre 1834 y 1838. El cartel de Madrid del 10 de agosto de 1835 anunciaba: “Tratando de regresar a Sevilla el antiguo lidiador de toros Jerónimo José Cándido, y queriendo dar al público de esta capital la última prueba de los deseos que siempre le han animado por complacerle, ha obtenido el permiso de presentarse en esta corrida con el objeto de estoquear un solo toro, que elegirá a su arbitrio entre los ocho que deben lidiarse; sus conocimientos en la tauromaquia y las muchas veces que por ellas se ha distinguido en esta plaza le recomiendan a la benevolencia de los espectadores”.
El 8 de octubre de 1838 finalizó una trayectoria importante como torero, que Cossío resume de la siguiente manera: “La seriedad que aprendiera de su cuñado Pedro Romero no le impidió buscar aplauso en adornos y recursos que estudiara en el toreo de Pepe-Hillo. Este eclecticismo, cuya línea había de ser prolongada por diestros geniales de su escuela [fundamentalmente, esa escuela chiclanera de toreo desembocó en Paquiro, gran maestro en los ruedos y tratadista teórico fuera de ellos], debe reconocer a Jerónimo Cándido como fundador. A su éxito atribuía su simpática afabilidad y su modestia, siendo el primer espada que introdujo la costumbre de correr alrededor del ruedo [dar la vuelta al ruedo] saludando a los espectadores que le tributaban sus plácemes y aplausos por alguna suerte feliz. Prefería el volapié [impuesto por Pepe-Hillo y Costillares] a matar recibiendo; pero llevado de su temperamento ecléctico y de su intuición para burlar los toros por el procedimiento más adecuado a su índole, ideó la estocada al encuentro [la más usada en el toreo contemporáneo], ni tan rápida como el volapié, ni tan expuesta a percances, en toros que no se vinieran boyantes, como el recibir”.
En definitiva, Jerónimo José Cándido fue un torero largo, dominador de la lidia y conocedor de muchas de sus suertes, además de alegre y variado con el capote y poderoso con la muleta. Es decir, Chiclana y Ronda unidas en un solo torero, el mismo que el 1 de abril de 1839 murió en un albergue para pobres de Madrid.
Bibl.: J. Velázquez y Sánchez, Anales del toreo. Reseña histórica de la lidia de reses bravas. Galería biográfica de los principales lidiadores: Razón de las primeras Ganaderías españolas, sus condiciones y divisas, obra dirigida por Francisco Arjona Guillén “Cúchares”, escrita por José Velásquez y Sánchez e ilustrada por D. Teodoro Aramburu, Sevilla, Imprenta y ed. Juan Moyano, 1868; J. Sánchez de Neira, El Toreo. Gran diccionario tauromáquico, Madrid, Imprenta de Miguel Guijarro, 1879 (reed. Madrid, Turner, 1988, págs. 121-124); J. M.ª Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, Madrid, Espasa Calpe, 1943 vol. 3, págs. 151-154 y vol. 4, págs. 884 ss.; Recortes [seud. de B. del Amo], Jerónimo Cándido, Curro Guillén y sus discípulos. Estudio biográfico, Madrid, Viuda de Galo Sáez, 1947 (col. Histórico-Tarina, V. III); N. Rivas Santiago, Toreros del romanticismo (anecdotario taurino), pról. de Juan Belmonte, Madrid, Aguilar, 1947 (Madrid, Aguilar, 1987); Don Ventura [seud. de V. Bagués], Historia de los matadores de toros Barcelona, Imprenta de Castells-Bonet, 1943 (Barcelona, De Gassó Hermanos, 1970, págs. 19 y 28); J. Posada, De Paquiro a Paula, en el rincón del sur, Madrid, Espasa Calpe, 1986; F. López Izquierdo, Plazas de toros de la Puerta de Alcalá (1739-1874), Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1988; F. Claramunt, Historia ilustrada de la Tauromaquia, Madrid, Espasa Calpe, 1989; J. J. de Bonifaz, Víctimas de la fiesta, Madrid, Espasa Calpe, 1991, pág. 21; D. Tapia, Historia del toreo, vol. 1, Madrid, Alianza Editorial, 1992; N. Luján, Historia del toreo, Barcelona, Destino, 1993 (3.ª ed.), págs. 38-41; G. Boto Arnau, Cádiz, origen del toreo a pie (1661-1858), pról. de R. Cabrera Bonet, Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 2001.
José Luis Ramón Carrión