Nin y Tudó, José. El Vendrell (Tarragona), 21.VI.1840 – Madrid, 31.III.1908. Pintor.
Hermano de Joaquín Nin y y Tudó, entre cuyos descendientes se encuentran el pianista y musicólogo Joaquín Nin y la escritora Anaïs Nin, nació en El Vendrell, provincia de Tarragona, donde fue bautizado el 21 de junio de 1840. Ingresó joven, como su hermano, en el Cuerpo de la Administración Militar, que pronto abandonó para dedicarse a la pintura, su verdadera vocación. Pasó entonces a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de la Lonja, a cuyo término obtuvo una pensión de la Diputación de Barcelona para ampliar conocimientos en Madrid, donde se convirtió en discípulo de Carlos Luis Ribera. Gracias al prestigio de su maestro y a sus buenas relaciones con la Casa Real, el rey consorte, Francisco de Asís, le encargó el Retrato a pluma de Isabel II junto con algunas copias de cuadros del Prado, como El Cristo de Velázquez o La Magdalena, de Ribera. Al respecto, su presencia en la pinacoteca como copista está documentada en 1864.
A la Exposición Nacional de 1866 Nin acudió con La muerte de Abel, cuadro de grandes dimensiones y efectismo barroco, y dos estudios, uno de los cuales, Busto de un niño, obtuvo una Mención Honorífica. Hacia 1870 se encargó de las pinturas decorativas de la parte alta del Café Madrid, en el que desde 1866 trabajaban pintores de renombre, como José Vallejo o Luis Álvarez Catalá. Al respecto, Nin realizó una serie de alegorías que abarcaban desde las cuatro estaciones del año a las provincias más importantes de España, La Habana incluida, plasmando también escenas relacionadas con el establecimiento, como El café, El champagne y La Galantería.
Abierta la Exposición Nacional de 1871, Nin presentó, entre otras obras, El retrato del general Prim, premiado con Medalla de 3.ª Clase, e Independencia española, lienzo en el que Goya contempla, entre una serie de cadáveres víctimas del levantamiento contra los franceses, a una niña que llora ante el cuerpo inerte de su padre. Ambos títulos serían bien valorados por Manuel Cañete en La Ilustración Española y Americana, no sin reprochar veladamente al autor su gusto por lo fúnebre. No obstante, Nin siguió buscando inspiración en esa línea y en la posterior muestra pictórica organizada en la Platería Martínez aportó, entre otras producciones, La muerte ahogando y arrebatando a una tierna criatura.
Su participación en la Nacional de Bellas Artes de 1876 con Los héroes de la Independencia española, en que los cadáveres de Daoiz y Velarde aparecen sobre un lecho en la bóveda de la iglesia de San Martín, puede considerarse como una de sus obras más célebres, no obstante levantar en su momento toda clase de recelos por parte de la crítica. Así, se mencionó desde la torpe plasmación de las figuras a la ausencia en la obra de todo sentimiento sublime pese al carácter heroico de los militares representados, aunque Güell y Mercader reconoció en su pintura rasgos de primer orden pese a emplearlos en mortuorios argumentos. La obra, adquirida por el Ayuntamiento de Madrid, alcanzó cierta fama y su esquema general, con diversos personajes contemplando a los difuntos mientras una mujer llora a los pies de la cama y un sacerdote reza junto a la cabecera, así como las altas y severas paredes de la estancia, no dejaría de influir en pintores posteriores; valga como muestra la primera versión de la renombrada Muerte del maestro, de José Villegas.
Siempre asiduo a los certámenes oficiales, en la Nacional de 1878 presentó el Retrato del escritor D. Pedro Avial y Taracena muerto junto con El entierro de Ofelia, obra de gran tamaño galardonada con otra Medalla de 2.ª Clase y que, asimismo, presentaría en la Exposición Universal de París de ese mismo año. Hacia 1880, y pese ser ya calificado como “el pintor de difuntos”, volvió a adentrarse en la pintura decorativa al realizar diversos murales y techos en el palacio de Anglada, conocido edificio situado en el paseo de la Castellana y donde, cambiando otra vez de registro, mostró risueñas escenas de tiempos de Goya, como La corte de Carlos IV en el Retiro, La duquesa de Alba en la Florida y Un ensayo de “El sí de las niñas”. Seguramente formaban parte del mismo ciclo los paneles La Primavera, El Estío y La mariposa, presentados en la Nacional de 1881 como propiedad de Anglada, junto a un Cristo yacente a gran formato.
En junio de 1884 participó en un banquete dado en honor de los pintores Hidalgo y Luna y Novicio, éste reciente triunfador en la Nacional con su lienzo Spoliarium. Nin, al que sin duda había gustado la dramática escena de Luna, ocupaba uno de los lugares de la mesa presidencial junto a políticos como Moret, Alberto Aguilera o Andrés Mellado, y pronunció al final del ágape un elocuente brindis en que lamentaba que el cuadro no hubiera recibido la Medalla de Honor del certamen. Ese mismo año firmó Cabeza de muchacha o Retrato de caballero condecorado, sobrias efigies siempre captadas ante un fondo neutro que, junto a las de políticos como Bravo Murillo, Alberto Bosch o Castelar, muestran el aprecio del que siempre gozó Nin en Madrid en su calidad de retratista.
Acudió a la Exposición Nacional de 1887 con El doctor Encinas muerto y una nueva versión de La muerte de Ofelia, con la que obtuvo 2.ª Medalla, mostrando de nuevo su marcada personalidad al reflejar tipos y temas fúnebres. Sin embargo, en el certamen oficial de 1890 Nin volvió a mezclar su dedicación a lo necrófilo, palpable en El retrato de su padre muerto o las efigies también mortuorias de Moyano y Gayarre, con figuras de clara inspiración goyesca, tal que La avispa, cuadro éste que mostraba a una maja de tiempos de Goya. La crítica más exigente no dudó en alabar la lograda expresividad del joven rostro, no exento de pícara malicia, así como la excelente ejecución del vestido, resultando en su conjunto un trabajo muy atrayente que contrastaba con sus otros envíos. En esta misma línea podrían citarse Dama goyesca, de sinuosa silueta y sugerente mirada, o Maja y su celestina seguidas por un petimetre, donde, con pincelada nerviosa, Nin parece acercarse más a Eugenio Lucas o Alenza.
Colaboró a principios de la década de 1890 en El Estandarte como crítico de arte, pero sufrió poco después, en 1892, una hemiplejia que le dejó imposibilitada su mano derecha. Sin embargo, con enorme fuerza de voluntad aprendió a dibujar con la otra mano y en 1896 acudió a la Exposición de pasteles y acuarelas organizada por el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Entre sus trabajos destaca Sensitiva, figura de mujer que gustó por la corrección de los contornos y por la fuerza de sentimiento, entre inmaterial y real, que refleja el personaje. Siguió, no obstante, con sus figuras mortuorias y realizó en 1897 la de San Francisco de Asís, acto seguido remitida a la Nacional de ese año y comprada por el Estado en 1902. Frente a similares composiciones, aquí no abusa de los elementos necrófilos, quizás por la presencia de los pájaros, tan vinculados al santo. También en 1902 se celebró en Madrid una Exposición Nacional de retratos que contó con no pocas efigies de Nin, lo que reafirmaba su categoría en ese campo.
En 1905 volvió a participar en la Exposición del Círculo de Bellas Artes, figurando su nombre en primera línea junto a los de jóvenes maestros como Zubiaurre, Chicharro o Pinazo. Asimismo, acudió a la Nacional de 1906 con diversos temas de corte orientalista, como Aguador árabe, Moro descansando, Rifeño, Guardia del sultán e Idilio árabe.
Postrado, al fin, por la terrible enfermedad, y asistido con toda dedicación por su hija, falleció en Madrid a finales de marzo de 1908.
Obras de ~: La muerte de Abel, 1866; Episodio de un combate, 1866, Busto de un niño, 1866; El café, c. 1870; Galantería, c. 1870; Retrato del general Prim, 1871; Independencia española, 1871; Los héroes de la Independencia española, 1876; Retrato del escritor Pedro Avial y Taracena muerto, 1878; El entierro de Ofelia, 1878; María de las Mercedes en su féretro, 1878; La corte de Carlos IV en el Retiro, c. 1880; Cabeza de muchacha, 1884; Retrato de caballero condecorado, 1884; La muerte de Ofelia, 1887; El doctor Encinas muerto, 1887; Retrato de su padre muerto, 1890; La avispa, 1890; Efigie mortuoria de Gayarre, 1890; Dama goyesca, c. 1891; Maja y su celestina seguidas por un petimetre, c. 1891; Retrato de Alberto Bosch, 1895; Sensitiva, c. 1896; San Francisco de Asís, 1897; Aguador árabe, 1906; Rifeño, 1906; Guardia del sultán, 1906; Idilio árabe, 1906.
Bibl.: M. Cañete, “La Exposición de Bellas Artes de 1871, VII”, en La Ilustración Española y Americana, 8 de enero de 1872, pág. 26; J. Güell y Mercader, “Los pintores catalanes en nuestros días”, en La Ilustración Española y Americana, 22 de octubre de 1877, pág. 262; M. Ossorio y Bernard, Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX, Madrid, Moreno y Rojas, 1883-1884 (Madrid, Editorial Giner, 1884), págs. 485-486; M. Cañete, Catálogo de la Exposición Nacional de Retratos, Madrid, 1902, págs. 151, 170-171, 182 y 186; F. Fernández Bremón, “Crónica general”, en La Ilustración Española y Americana, 8 de abril de 1908, pág. 198; B. de Pantorba, Historia y crítica de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en España, Madrid, Editorial Alcor, 1948, págs. 353, 373, 375, 377, 421 y 426; VV. AA., L’Art Catalá, vol. II, Barcelona, Editorial Aymà, 1958, pág. 381; J. A. Gaya Nuño, Arte del siglo xix, en M. Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, vol. XIX, Madrid, Plus Ultra, 1972, pág. 379; J. F. Rafols, Diccionario de Artistas de Catalunya, Balears y Valencia, vol. III, Barcelona, Edicions Catalanes, 1980, pág. 824; F. Fontbona, “Del Neoclassicisme a la Resturació (1808-1888)”, en Historia de l’Art Catalá, vol. VI, Barcelona, Edicions 62, 1983, págs. 192, 194 y 214; E. Saenz Ostiategui, La pintura del Siglo XIX en el Museo de La Rioja, Logroño, 1988, págs. 34, 36, 62, 75 y 106; J. A. Sánchez Trigueros, Concha Barrios y la pintura del siglo xix. Diez años de exposiciones (1878-1988), Madrid, Gráficas Júcar, 1988; A. E. Pérez Sánchez y J. L. Díez García, Catálogo de las pinturas del Museo Municipal de Madrid, Madrid, Museo Municipal, 1990, págs. 208-210; VV. AA., Cien años de pintura en España y Portugal (1930-1930), vol. VII, Madrid, Antiquaria, 1991, págs. 24-29.
Ángel Castro Martín