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José Crehuet

Biografía

Crehuet, José. Lérida, VIII.1783 – Valencia, 17.II.1837. Militar, caballero laureado de San Fernando.

Ingresó al comenzar la Guerra de la Independencia en el Batallón de Voluntarios de Lérida con el empleo de capitán. En 1808 intervino, entre otras acciones, en la de Molins del Rey y en el levantamiento del sitio de Gerona, pasando destinado al año siguiente a la 1.ª Legión Ligera, con la que combatió en Aragón y Cataluña y tomó parte en la defensa de Tortosa durante el sitio que sufrió, siendo hecho prisionero, una vez rendida, y conducido a Francia, donde permaneció hasta 1814.

Vuelto a España una vez hubo finalizado la guerra, pasó destinado al 2.º Regimiento de Murcia y posteriormente al de Córdoba, con el que intervino en la guerra constitucionalista contra realistas y franceses, pasando posteriormente a la situación de licencia indefinida, hasta que en 1826 fue destinado al Regimiento de la Reina.

En 1828 se le concedió el empleo de primer ayudante y en 1831 el de segundo comandante, continuando destinado en el Regimiento de la Reina, con el que intervino en la primera guerra civil.

Entre los días 27 de octubre y 1 de noviembre de 1834 tomó parte en la acción de Alegría, defensa de Arrieta y retirada a Vitoria por Maestu (Álava). Comenzó esta operación con la intención de dominar todos los pueblos de la llanada de Álava, organizándose, para ello, una división compuesta por seis batallones, una batería de montaña y un escuadrón, cuyo mando fue conferido al brigadier O’Doyle, quien, al frente de los primeros batallones de los Regimientos de la Reina y de África, dos piezas de montaña y una sección de Caballería se trasladó el 26 de octubre a Alegría.

Al día siguiente se tuvo noticia de que Zumalacárregui había ocupado el pueblo de Echevarri, distante tres kilómetros, partiendo O’Doyle apresuradamente hacia esa población al mando de las dos compañías de cazadores de la Reina y África, mientras el resto de los batallones se organizaba.

A la salida de un bosque les esperaba Zumalacárregui y entablado el combate tuvo O’Doyle que emprender la retirada, dejando muertos, heridos y prisioneros a la mitad de su fuerza, sin haber podido recibir ayuda de los dos batallones que venían marchando a mucha distancia, y que a un mismo tiempo que las compañías de cazadores fueron atacados por su retaguardia y flanco derecho por Iturralde, que consiguió dispersar a la columna en todas las direcciones, sin que de nada valiesen los esfuerzos que hicieron sus jefes para reorganizarla, huyendo los soldados en el mayor desorden y confusión hacia Vitoria o Salvatierra, salvándose únicamente los que escogieron el primero de los caminos.

Un pequeño grupo, obedeciendo a sus oficiales, se refugió en Arrieta en número de doscientos cincuenta soldados, al mando del comandante Crehuet y acompañados del capitán Moreret y de los subtenientes Ordóñez y Rivas, todos ellos del Regimiento de la Reina, y del teniente Zayas, subtenientes Iriarte, Hacar, Fajardo, cadete Plasencia y el médico cirujano Díaz del Castillo, del Regimiento de África, decididos todos a salvar las vidas de sus subordinados.

Las pérdidas de tan sangriento combate ascendieron a: veinte jefes y oficiales muertos en el campo; quince jefes y oficiales prisioneros, que fueron fusilados en la madrugada del 28, incluidos el brigadier O’Doyle y su hermano, comandante; cuatrocientos muertos de la clase de tropa; seiscientos prisioneros, que se pasaron a las filas carlistas para salvar sus vidas; cien soldados, que con trece oficiales llegaron a Vitoria por la noche, y los doscientos cincuenta que se defendieron en Arrieta al mando de diez oficiales. Se perdieron, además, las dos piezas de montaña cargadas en sus mulos, doce cargas de municiones, los botiquines y equipajes.

Al amanecer del día 28 comenzó el ataque carlista a Arrieta, resultando difícil la defensa al faltar municiones y haber perdido el armamento durante la huida muchos de los soldados. La situación empeoró al ser derrotada por Zumalacárregui la división que había salido de Vitoria en auxilio de los defensores de Arrieta.

Perdidas las esperanzas de socorro, agotadas sus municiones, sólo una fuerza de voluntad extraordinaria pudo infundirles aliento y energía para continuar resistencia tan desesperada y contrarrestar el fuego de los sitiadores, que continuó muy vivo y sostenido toda la tarde.

Al llegar la noche se reunieron en una de las casas la mayor parte de los oficiales para celebrar un consejo de guerra, acordándose por unanimidad que al oír las doce en el reloj del pueblo inmediato saliesen todos ellos a la cabeza de sus tropas, lanzándose a la bayoneta sobre las avanzadas carlistas para dirigirse hacia Maestu. Una vez hubieron conseguido abrirse paso fueron perseguidos durante media hora hasta internarse en el bosque, logrando llegar a las puertas de Maestu, cuyo gobernador no quiso abrirlas hasta el amanecer por temor de que fuesen enemigos.

Tras descansar los días 30 y 31, emprendieron el 1 de noviembre, la marcha para Vitoria, adonde llegaron sin novedad a las ocho de la noche.

Los oficiales defensores de Arrieta solicitaron se les formase causa en averiguación de la conducta militar que habían observado desde el 27 de octubre hasta el 1 de noviembre, siendo la resolución del Gobierno conceder por Real Orden de 14 de noviembre la Cruz de San Fernando de 2.ª clase, Laureada, a los diez jefes y oficiales, y la de María Isabel Luisa a todos los individuos de la clase de tropa.

En 1835, al ser ascendido a primer comandante, fue nombrado gobernador militar de Lerín (Navarra) y al año siguiente se le encargó del Depósito de Quintas de Santander. Considerando estos destinos como un castigo, escribió repetidas veces a la Reina solicitando volver a combatir a los carlistas, hasta que por fin volvió a conseguir plaza en el Regimiento de la Reina.

El 17 de febrero de 1837 los cabecillas carlistas Llagostera y Forcadell entablaron en las inmediaciones de Siete Aguas (Valencia) la acción de las Cabrillas contra el comandante Crehuet, quien, al mando del primer Batallón de la Reina, sufrió un gran descalabro.

Los supervivientes, cuatrocientos soldados con su jefe y veinticinco oficiales, se rindieron, siendo el coronel y veinticuatro de éstos fusilados al día siguiente, salvándose sólo el subteniente Miranda, por quien intercedió un carlista que le había visto combatir heroicamente el día anterior.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Secc. 1.ª, leg. C-3795.

E. Guiu Martí, El año militar español. Colección de episodios, hechos y glorias de la historia militar de España, ts. I y III, Barcelona, Imprenta F. Giró, 1877, págs. 385 y 228 respect.; A. Pirala, Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista, ts. I y II, Madrid, Felipe González Rojas, 1890, págs. 342-345 y 858-859 respect.; J. L. Isabel Sánchez, Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando. Infantería, t. I, Madrid, Ministerio de Defensa, 2001.

 

José Luis Isabel Sánchez

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