Dávila y Heredia, Andrés. Señor de la Garena. Madrid, 1627 – c. 1689. Militar, ingeniero, astrólogo, arbitrista y polemista.
Son escasos los datos que se tienen de la vida de este curioso personaje, autor de numerosas obras militares y políticas. Nacido probablemente en Madrid, de ascendencia andaluza, estudió Geometría en la Universidad de Lovaina y completó su formación en las universidades de París, Montpellier, Ginebra y Bolonia.
Sirvió al rey en Flandes, desde 1645 a 1651, en calidad de soldado, luego como capitán de infantería “con patente del Señor Duque de Lorena” y, más tarde, de capitán de Caballería en las tropas del duque, hasta que con licencia suya fue a España, “habiéndose hallado durante este tiempo en todas las acciones militares que en él se ofrecieron en aquellos estados y procedido en ellas, con gran valor”. En 1651 regresó a Madrid y fue nombrado ingeniero militar de Su Majestad. Al año siguiente contrajo matrimonio con María de la Torre. Fue también secretario del embajador del rey de Dinamarca, profesor de Matemáticas, astrólogo y, sobre todo, polemista y arbitrista.
En 1657 aparece como criado de Felipe IV y, a partir de entonces, tuvo inmunidad ante la censura y una libertad ilimitada que le llevó a escribir sobre distintos temas y a participar en las polémicas de su tiempo sobre las más variadas disciplinas: astrología, matemáticas, medicina, teatro, toros, etc. Se conservan unos cuarenta discursos, opúsculos o respuestas que salieron de su pluma y pasaron a la imprenta. Escribió, por ejemplo, un curioso texto que tituló Comedia sin música (1676), que en realidad es un diálogo político en prosa en el que intervienen, entre otros, Bodino, Maquiavelo, Bocalini, Mazarino, Richelieu o Virgilio Malvezzi. Entre sus obras destacan la Tienda de antojos políticos (1673), protagonizada por un demonio que vende anteojos para observar las verdades del mundo, y una especie de bestiario novelado titulado Junta de animales contra el hombre (1686), que en realidad se trata de un manual de zoología filosófico y erudito, en el que desmiente ciertas creencias populares.
En cuanto a su actividad como ingeniero militar y tratadista de fortificación, en su libro Plazas fortificadas en el Ducado que era de Lorena, Dávila realza la importancia de las matemáticas como herramienta del arquitecto (o ingeniero) militar, entendidas así: “mathemática no es otra cosa, sino ciencia deste mundo visible, en las partes y accidentes […], las mathematicas no tratan sino de las causas y efectos que perfeccionan el mundo”.
Por otro lado, las matemáticas, según su criterio, se subdividen en siete partes: la numérica, la aritmética, la geometría, la perspectiva, la cosmografía, la matemática adoptiva (o ciencia de los pesos) y la maquinaria o arquitectónica, “la qual es un arte practica de acomodar, y poner en orden todas las fortificaciones necesarias para la defensa de las Plaças”. En cuanto al cometido de los ingenieros militares, “toca la geometría y medición”, prolongando sus funciones a tareas como “puentes de madera o piedra, o levadizos, murallas, puertas principales […], guiar las aguas y apartar los ríos, comprendiendo todas las máquinas militares como políticas”. Entre sus cometidos se encontraba la arquitectura política, que entendía como un “arte tan grande que abraza parte de las matemáticas y primitivamente toca la fábrica de los templos, palacios y casas”, con lo que el ingeniero militar podía ejercer desde la agrimensura, la hidráulica, las obras civiles y la arquitectura, íntegramente.
Por Real Orden del 16 de agosto de 1663 se indicó al general de Artillería del Ejército de Extremadura, Luis Ferrer, que se encontrara con Dávila “para que le oyese en algunas proposiciones tocantes a fortificaciones y que le señalase para que pudiese pasar algún sueldo en Extremadura”. En noviembre de ese mismo año, el Consejo de Guerra analizaba su pase de Extremadura a Castilla, a solicitud del duque de Osuna, quien manifestaba que “nuestro ingeniero está habitualmente en la Corte, y siendo tan necesario en Castilla uno de esta profesión, por no haberlo en aquellas fronteras respecto de haber muerto el que se envió, suplica a S.M. se sirva mandarlo ir”.
La tarea principal como ingeniero realizada entre fines de 1663 y comienzos de 1664 por Dávila bajo las órdenes del Duque de Osuna fue la construcción del fuerte de La Concepción en la localidad de Aldea del Obispo, en la frontera con Portugal. En ese año de 1663, trabajaba en el estudio territorial de la región, donde debía erigirse el fuerte de “la Concepción de Osuna”, levantando, además, el plano entre Zamora, Salamanca, Ciudad Rodrigo hasta más arriba de Almeida, firmando el mismo como “Capitán de Caballos Reformado” e ingeniero militar. El 8 de diciembre de 1663 ya estaba levantando la planta del citado fuerte, en la jurisdicción de Salamanca, con un trazado canónico similar a los planteados desde el siglo anterior por los tratadistas.
En relación con sus propuestas de fortificación, se ajustaban a los diseños renacentistas de los tratadistas Pietro Cataneo (1554) o Cristóbal de Rojas (1598).
Alrededor de 1675 se ordenaba a Dávila que pasara al Ejército de Cataluña, pero una vez iniciada la marcha caía enfermo en Molina de Aragón y pedía que el rey le habilitase una ayuda para mantenerse mientras se recuperaba. En agosto de 1676 relataba que había estado mucho tiempo enfermo y “al presente padece una fisión al cerebro de un picazo que recibió, el que le priva por más de un cuarto de hora el sentido y es parecer de médicos que corre conocido peligro de quedarse en él y, en consideración de esto y haber servido más de 15 años en Flandes, suplica a V.M. le haga merced de su sueldo” para asegurar de esta forma su sustento, acabando así, su actividad militar.
Además, en su libro Descripción de las plazas de la Picardía que confinan con los Estados de Flandes y no solo con sus situaciones sino ilustradas con muchas noticias que apoyan en lucimiento de las Armas, estudia como ingeniero, entre otras, las plazas de Calais, Boulogne, Ardres, Abeville, Amiens y San Quintín.
Enemigo de todo tipo de supersticiones y supercherías, arremetió por ejemplo contra las fantásticas ideas expuestas por fray Antonio de Fuentelapeña en su libro titulado El Ente dilucidado. Discurso que muestra que hay, en naturaleza animales irracionales invisibles, y cuáles sean (Madrid, 1676). La respuesta de Andrés Dávila lleva el siguiente epígrafe: Responde don Andrés Dávila Heredia al libro del Ente dilucidado (1678). Se opuso también a las sangrías y los jarabes milagrosos, en particular a la muy discutida “agua de la vida”, medicina universal que servía para curarlo todo, inventada por Luis de Alderete y Soto. También se opuso desde posturas tradicionales a grandes novatores, como José de Zaragoza y Juan de Cabriada. Asimismo, intervino en la polémica teatral de su tiempo: respondió a la obra del jesuita Pedro Fomperosa y Quintana, El buen celo [...] (Valencia, 1683), al Discurso teológico y político de Agustín de Herrera e impugnó la Respuesta y Sermón de Luis Crespí de Borja, reimpreso en 1683 para reforzar la opinión y los ataques contra el padre Guerra y Ribera y sus doctrinas acerca de la licitud del teatro. Martín Vega le atribuye además la autoría del conocido y controvertido texto titulado Arbitraje político-militar (1683). Según este mismo crítico, Andrés Dávila y Heredia murió en Madrid en torno a 1689.
Obras de ~: Máximas del entendimiento político, Madrid, Julián de Paredes, 1657; Clavel geométrico de medidas, útil y necesario a todos los artífices, Valencia, 1669; Descripción de las plazas de Picardía que confinan con los estados de Flandes [...], Madrid, Julián de Paredes, 1672; Variedad con fruto [...], Valencia, 1672; Plazas fortificadas en el Ducado que era de Lorena, con un tratado de Geometría práctica [...] [¿1672?]; Tienda de antojos políticos [...], Valencia, Gerónimo de Villagrassa, 1673 (ed. en microficha, Valencia, Biblioteca General e Histórica, Universitat, 1997); Arte de medir tierras [...], Valencia, Gerónimo de Villagrassa, 1674 (ed. en microficha, Valencia, Biblioteca General e Histórica, Universitat, 1994); Palestra particular de los ejercicios del caballo [...], Valencia, Benito Macé, 1674; Comedia sin música, Valencia, Benito Macé, 1676; Responde don Andrés Dávila Heredia [...] al libro del Ente dilucidado [...], Valencia, Oficina de Villagrassa, 1678; Demostrar la inteligencia de Arquímedes, que con el espejo quemó la armada enemiga [...], Madrid, Juan García Infanzón, 1679; Respuesta a la piedra de toque, en que se descubren los quilates de los pareceres sobre el cometa que se ha visto en el mes de diciembre pasado de 1680, escrito por el Abad don Juan Bravo de Sobremonte, [1681]; Responde [...] al discurso teológico y filosófico contra la astrología y los que la profesan, [1681]; Para honra y gloria de Dios, responde [...] a la apología en defensa de la medicina substancia y universal del agua de la vida, escrita por el licenciado don Luis Amigo y Bertrán [...], [¿1682?]; Respuesta al Buen Celo, al discurso teológico, y a los demás papeles [...], Alcalá de Henares, Francisco García, 1683; Respuesta a la respuesta de una consulta sobre si son lícitas las comedias que se usan en España, [1683]; Arbitraje político militar. Sentencia definitiva del Señor de la Garena [...], Salamanca, Lucas Pérez, 1683 (atrib.); Primeras ideas de Francia, política, dichos y pareceres del duque Carlos de Lorena, Madrid, Julián de Paredes, 1684; Junta de animales contra el hombre, Zaragoza, Herederos de Domingo la Puyada, 1686; Aduana de impostores de la medicina y registro de libros y papeles de contrabando, [¿1686?]; Parecer de [...] que es de sentir que no hay medicina universal, [¿1686?]; etc.
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Rafael González Cañal