Cusachs y Cusachs, José. Montpellier (Francia), 19.VII.1851 – Barcelona, 2.XI.1908. Militar y pintor.
De familia burguesa acomodada, nació en la ciudad francesa de Montpelier, donde su padre se encontraba trabajando como médico en la Universidad.
El regreso de la familia a España hizo que la infancia de Cusachs transcurriera entre la Ciudad Condal y Mataró, localidad esta donde poseían casa y una finca rústica en Batlleix.
Sin antecedentes militares en la familia, a los catorce años su vocación lo encaminó por la carrera de las armas e ingresó como cadete en la Academia de Artillería de Segovia, centro en el que pudo mostrar tempranamente sus habilidades como dibujante, al colaborar en la revista humorística El Borceguí, confeccionada por los cadetes.
Terminada su formación militar en Segovia como teniente de Artillería (1871), su primer destino en Barcelona le deparó presenciar el auge industrial y comercial de la ciudad, así como vivir la efervescencia política surgida tras el asesinato del general Prim (1870). Fueron momentos en los que los desajustes sociales, el surgir de una creciente conciencia obrera, la creación de asociaciones laborales, las protestas y los estallidos de sentimientos foralistas —conservadores y agrarios— enfrentados al individualismo liberal, acabaron coincidiendo con levantamientos carlistas en las Vascongadas y Cataluña. La gravedad del momento hizo que el joven Cusachs se viese en contacto con la cruda realidad de la Guerra Carlista en los Pirineos gerundenses, donde participó en diversas acciones que acreditaron su valor y capacidad de mando y por una de las cuales, la de Más-Carbós, fue ascendido a capitán por méritos de guerra (1873).
Su posterior traslado al frente de Valencia fue igualmente duró al librarse allí violentos combates como el que durante tres días hubieron de mantener para la conquista del fuerte del Collado (1875), donde Cusachs, por méritos de guerra, fue ascendido a comandante.
En el posterior traslado al frente de Navarra participó en la conquista de Santa Bárbara de Oteiza, Montejurra y Estella (1876), tras lo cual permaneció en Pamplona hasta la firma de la paz.
En conjunto, la vida de Cusachs transcurrió entre tensiones y sucesivos cambios políticos: asistió a un destronamiento, un régimen provisional, una regencia, una monarquía democrática, una abdicación, una república federal, una república unitaria, tres guerras civiles, un régimen provisional, un nuevo intento de regencia y, finalmente, a la restauración de la dinastía inicialmente derribada.
El fin del conflicto carlista estuvo condicionado por la división interna en el propio carlismo, el abandono del general Cabrera, la mayor disciplina y superioridad numérica del Ejército liberal y los esfuerzos desplegados por el Gobierno central en los aspectos financiero, político y diplomático. La paz puso al descubierto graves desajustes, entre ellos la urgente necesidad de abordar la reforma militar para acabar con el lastre de unos efectivos sobredimensionados, especialmente respecto a los mandos.
La paz para Cusachs supuso sucesivos traslados a Barcelona, Valencia y Mahón, vividos entre la monotonía, la incertidumbre profesional y retrasos en la percepción de las pagas, aunque recompensado moralmente por la concesión de más condecoraciones.
Francisco Barado, amigo y compañero de Cusachs —militar, escritor y crítico de arte—, manifestaba como su amigo —de espíritu inquieto y observador— llevaba siempre consigo —incluso en campaña— un bloc donde tomaba notas y realizaba apuntes de escenas y tipos de aquel ambiente militar tan inmediato.
Apuntes que, por cierto, luego fueron plasmándose en dibujos y óleos y acabaron por constituir una hermosa y fidedigna crónica del mundo militar.
Durante su destino en Barcelona (1876-1878), dedicaba sus ratos libres a tomar clases de pintura del conocido artista barcelonés Simón Gómez, decisión que anticipaba la determinación que tomó dos años después. Hasta el punto de que los cinco meses que permaneció destinado en Valencia fueron un puro trámite tras solicitar dos meses de licencia por asuntos propios —ampliados posteriormente a dos meses más— para marchar a París y completar más seriamente su formación artística asistiendo a las clases del pintor francés Eduardo Detaille. Decisión que acababa así con la controversia interna que mantenía respecto a su futuro, cuando su pintura empezaba a ser reconocida y recibía numerosos encargos. En ese debate comprendió al fin que era imposible compaginar la profesión militar y la pintura.
En 1880 ostentaba el grado de comandante y fue ascendido a capitán de Artillería al regirse los ascensos en esa Arma por riguroso orden de escalafón. A partir de ese momento se sucedieron destinos en Pamplona, Barcelona y posteriormente en Mahón, donde montó un estudio. Fueron destinos breves que significaron una etapa transitoria a la espera de la concesión oficial del retiro, que tuvo lugar ese año y que coincidió con el fallecimiento de su primer maestro Simón Gómez.
El hecho motivó que la galería Parés de Barcelona organizara una exposición como homenaje póstumo, en la que participaron artistas consagrados como Miralles, Villegas, Galofre, Pellicer, etc., y por primera vez Cusachs, que se vio arropado por la presencia de su maestro francés Detaille, desplazado expresamente desde París.
La pintura de Cusachs estuvo constituida en buena parte por una cosmogonía de tipos y escenas militares en las cuales los caballos eran casi siempre protagonistas; más tarde amplió la temática a composiciones tan variadas como el retrato, el paisaje y la vida cotidiana y elegante de la burguesía catalana. Temas que tenían como escenario hermosos paisajes, en los que elegantes damas y caballeros, lujosos carruajes y espléndidos caballos adquirían vida propia como crónica social.
Su éxito, basado en el trabajo y la calidad de sus composiciones, le granjeó el reconocimiento de los artistas y el de un amplio sector social. Amable, generoso y simpático, hizo que su estudio estuviera siempre abierto a todos. El encuentro con Ramón Casas en París (1885) supuso anudar una amistad basada en la recíproca admiración, como lo acredita el retrato que Casas le hizo, incluyéndole entre los personajes públicos de la época.
Premiado en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid (1887), éxito luego refrendado con la adquisición de tres grandes obras por S. M. la Reina Regente, fueron un anticipo de posteriores adquisiciones para la Casa Real.
La inquietud le llevó a hacer incursiones en otros campos, al culminar en Barcelona (1888) una gran obra, joya hoy de bibliófilos. La Vida Militar en España, con sus doscientas sesenta y cuatro espléndidas reproducciones de óleos y dibujos realizados para la ocasión, constituye una brillante crónica de la vida militar española del siglo xix, en la que colaboró con el texto su amigo Barado, quien en su modestia y admiración, manifestaba que se había limitado a transcribir los comentarios que Cusachs le hacía. Esta colaboración se renovó más tarde en el libro Nuestros soldados.
En 1890 contrajo Cusachs matrimonio con una joven de la burguesía de Barcelona, en unos momentos en que, entregado de lleno a su trabajo, recibía en 1891 dos importantes premios, en la Exposición Internacional de Barcelona y en la Exposición de Arte de Berlín, en la que le otorgaron una Medalla de Oro, que venían a confirmar el refrendo internacional a su pintura.
El retrato ya mencionado de Ramón Casas, el intercambio o colaboración con Vancells o el busto esculpido en bronce que le regaló Mariano Benlliure de una de sus hijas, prueban el carácter generoso de Cusachs y el aprecio en que se le tenía.
Las innovaciones como el cartelismo, las técnicas tipográficas o la colaboración con las grandes revistas ilustradas de la época, no fueron ajenas a Cusachs que, asentado en el éxito, abordó con entusiasmo la realización de carteles tanto alusivos a productos para la limpieza del caballo por encargo de la empresa La Cepillería Militar, como a otros dedicados a importantes acontecimientos deportivos. Como hicieron otros artistas, Cusachs popularizó sus obras en otros soportes —tarjetas postales—, o colaborando el revistas como Pell i Ploma, la Ilustració Catalana y otras.
Su consolidada fama como pintor hizo que le llegaran sustanciosas ofertas del extranjero, como la que a principios del siglo xx le hizo el presidente mexicano Porfirio Díaz. Oferta de la que, por su importancia, se hizo eco la prensa, al tener que trasladarse el artista a aquel país para realizar una serie de obras de grandes dimensiones sobre la toma de la ciudad de Puebla —hoy en el Museo del Castillo de Chapultepec— y el encargo particular del retrato ecuestre que deseaba el presidente mexicano.
De nuestro país le llegaron dos encargos especialmente importantes por parte del rey Alfonso XIII —retratos ecuestres y de cuerpo entero—, y del rey Carlos I de Portugal, quien le impuso una importante condecoración.
En 1907 expuso con gran éxito en Nueva York y, mientras seguía trabajando intensamente, la dolencia cardíaca que padecía le produjo la muerte en Barcelona el 2 de noviembre de 1908.
La prensa dedicó numerosos reportajes al pintor, al tiempo que en 1919 la galería Parés homenajeaba a uno de sus pintores más queridos con una gran exposición en la que figuraban óleos, estudios y la colección inédita de un centenar de sus últimos dibujos.
En noviembre de 2001, con ocasión del 150 aniversario de su nacimiento, en el Museo Militar de Montjuich se le homenajeó con una completa exposición de sus obras de temas militares y civiles, retratos, paisajes, apuntes, dibujos, etc.
Indiscutido en la temática militar, a lo largo de su vida demostró un dominio extraordinario del dibujo, así como del retrato o el paisaje. En un repertorio tan variado pudo demostrar su talento mediante un naturalismo anecdótico, que constituye una visión colorista del mundo militar ajeno a la grandilocuencia al uso, incidiendo en la intrahistoria protagonizada por personajes anónimos y modestos.
Pocos reflejaron como él la nueva sociedad elegante y refinada de finales del siglo xix y principios del xx, de la Barcelona en que damas y caballeros de la más alta burguesía entretenían sus ocios al aire libre en la hípica, las comidas campestres o las cacerías.
Obras de ~: Paisaje de bosque, 1886; Situación difícil, 1887; Batalla de Arlabán, 1888; La reina regente M.ª Cristina y su hijo don Alfonso, 1891; Orientándose en la tormenta, 1892; Feria de caballos, 1893; Familia Santos Lamadrid en el Hipódromo, 1894; Abnegación, 1895; La diligencia, 1895; Regreso de las carreras, c. 1895; Regreso de la cacería, c. 1895; Salida en batería, 1896; Amazona, 1904.
Escritos: en F. Barado y Font, Museo Militar, Barcelona, Espasa y Compañía, 1882; La Vida Militar en España, Barcelona, 1888; Nuestros soldados. Narraciones y episodios de La Vida Militar en España, Barcelona, s. f.
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Pedro Mora Piris