Lobera, Juan de. ¿Zaragoza?, 1620-1625 – Madrid, XI.1681. Arquitecto, ensamblador y alarife.
El posible origen aragonés de Juan de Lobera, está determinado por el de sus padres: Sebastián de Lobera y Ana María Ugón, naturales de Zaragoza. Tempranamente vino a la Corte, donde se encuentra documentado desde 1647. Poco después hubo de contraer matrimonio con María Cuervo Manzano, hermana del maestro de obras Juan Cuervo. De la unión nacieron seis hijos: Inés María (fallecida el 28 de marzo de 1729), quien casó con el maestro de obras Juan de Pineda (fallecido el 3 de enero de 1706); Joseph (casado con María Pérez de Vallorado); Manuela (casada con Juan Pérez de Cuevas); Juan (casado con María de Cuéllar); Francisca Isidora (nacida el 14 de octubre de 1668) e Isidro de Lobera, quien casó con Manuela Fernández Sotelo en 1680 y en segundas nupcias con Feliciana del Pozo en 1688; tanto él como su hermano Joseph continuaron la carrera profesional de su padre.
Los primeros trabajos de Juan de Lobera en Madrid se centraron en labores relacionadas con el mundo del retablo, campo éste que no abandonó hasta su fallecimiento. Hacia 1651 se encontraba trabajando en el retablo de la cripta de la capilla de la Congregación del Cristo en San Ginés. Su evolución fue rápida, destacando su actividad en la iglesia de San Andrés entre 1659 y 1669; en un principio, como tracista de pequeños elementos decorativos que posteriormente ejecutaba, llegando a aparecer en algunos pagos como marmolista. El 17 de octubre de 1659 firmó una escritura de concierto por la que se comprometía a realizar el retablo mayor de esta iglesia, sin embargo su dorado no se aplicó hasta 1667, terminándose dos años más tarde. En 1660 se le encargó, para la capilla de San Isidro en San Andrés, un retablo-baldaquino, cuyo original proyecto, más conservador que el rechazado de Sebastián Herrera Barnuevo, fue posteriormente modificado, realizándose sin las columnas salomónicas; su destino era cobijar los restos del santo en su urna —hoy ambos desaparecidos—. Su completo perfil profesional hizo que en 1662 fuera nombrado maestro mayor de la obra, tras la muerte de José de Villarreal. Además de la dirección constructiva de la capilla del santo, realizó, casi con seguridad, las portadas de la misma en donde a modo de retablos en piedra desarrolló el lenguaje barroco en boga con columnas pareadas, voladas cornisas y sinuosos adornos vegetales.
Mientras estuvo encargado de las obras en San Isidro continuó trabajando en otros proyectos; así el 14 de abril de 1662 firmó el contrato para la construcción del retablo de Nuestra Señora de Atocha bajo traza de Sebastián Herrera Barnuevo. Del mismo año es el contrato para realizar una sepultura en mármol de san Pablo para la capilla de don Juan de Otañez, caballero de Santiago y miembro del Consejo de Hacienda, en su señorío de Villanueva de la Sagra, hoy Lominchar (Toledo).
Desde 1664, Lobera intervino de forma ininterrumpida en el trazado y construcción de diferentes espacios destinados a completar el complejo entramado del Real Pósito de la villa de Madrid, donde levantó trojes, hornos, echaderos, graneros, peso de la harina, un mesón, etc.
En 1665 abandonó la Corte para dirigirse a Segovia, donde realizó las trazas del retablo mayor de la parroquial de San Miguel, obra que se dilató hasta 1672. Para esta misma ciudad trazó los retablos de la capilla del Santo Sepulcro en la catedral, y un año más tarde el retablo del Santo Sudario o de las Injurias para el templo conventual de los mínimos franciscanos de la Victoria.
Bajo el patrocinio del obispo Andrés Bravo de Salamanca se contrató con Juan de Lobera, en 1666, la realización del trascoro de la catedral de Sigüenza (Guadalajara), proyecto donde nuevamente aparecían las columnas salomónicas realizadas con ricos materiales: mármol y bronces. La obra se interrumpió en diversas ocasiones y tuvo recortes presupuestarios que transformaron el resultado final.
En el mismo año firmó otro contrato para dar la traza del retablo mayor de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción en Navalcarnero (Madrid), ensamblado por el escultor toledano Juan Gómez Lobo y dorado en 1677 por Juan de Villegas. Las pinturas del cascarón del ábside son obra del pintor madrileño José Antolínez (1635-1675). Es muy posible que entre el inicio y finalización de este retablo realizara otros, que si bien hoy día han desaparecido, dan una idea exacta de la fama del arquitecto; según indicaba en su testamento, intervino en tres retablos pequeños del Hospital de San Antonio de los Portugueses, en el retablo mayor de la Inclusa, en el retablo inconcluso del Hospital de los Desamparados y en un retablo pequeño para la sala de la Encarnación en el Hospital General, todos ellos en Madrid.
Pero, además de sus muchos trabajos como tracista y ensamblador de retablos, siguió participando en importantes trabajos constructivos, como los ya aludidos del Pósito. Aunque el de mayor entidad fue aquel que le relaciona con el levantamiento de la iglesia del convento de Carmelitas Descalzas de la Natividad y San José, denominado usualmente como de “las Baronesas”, en recuerdo de su fundadora la baronesa Beatriz de Silveira. Situado en la calle de Alcalá, frente al de Carmelitas Descalzos de San Hermenegildo, cuando se firmó el contrato el 17 de noviembre de 1675, el propio Lobera indica que ya ha terminado el convento. A la muerte del arquitecto continuó con la construcción de la iglesia su yerno Juan de Pineda, quedando las obras casi terminadas en 1683. El templo, de planta de cruz latina y crucero con cúpula, estaba compuesto por ocho capillas, estructurado interiormente con un orden dórico. En 1692, Pineda realizó los coros, sacristía, portería y locutorios.
Muchos de sus trabajos tuvieron como fin la construcción de casas para la nobleza; pero también en el Hospicio Real, en el sitio del Buen Retiro, donde intervino en el llamado Juego de la Pelota, así como en proyectos que no fueron aceptados como los presentados en 1672 para la reconstrucción, tras el incendio, de la Casa de la Panadería o en 1673 para el Puente de Toledo.
Sumamente interesante resulta su testamento y posterior partición de sus bienes; por el primer documento otorgado en Madrid a 30 de octubre de 1681 se sabe, además de algunos datos familiares, su participación en ciertas obras y lo que se le adeudaba y su deseo de ser enterrado en la iglesia parroquial de San Ginés. Por el segundo, se tiene la oportunidad de conocer parte de las pertenencias que se entregaron a sus hijos: muebles, esculturas, pinturas, las herramientas de su taller, instrumentos matemáticos, pero, sobre todo, su interesante biblioteca en la cual no faltaban desde tratados nacionales como el de fray Lorenzo de San Nicolás, a los más importantes italianos: Vitruvio, Alberti, Serlio, Vignola, etc.
Obras de ~: Retablo de la cripta en capilla de la Congregación del Cristo en San Ginés, Madrid, 1651; Retablo mayor de la iglesia de San Andrés, Madrid, 1659; Retablo-baldaquino para la capilla de San Isidro en San Andrés, Madrid, 1660; Tahona, graneros, mesón y otros proyectos en el Real Pósito de la Villa, Madrid, 1664-1678; Retablo mayor de la parroquial de San Miguel, Segovia, 1665; Retablo de la capilla del santo sepulcro en la catedral, Segovia, 1665; Retablo del Santo Sudario en el convento de la Victoria, Segovia, 1666; Trascoro de la catedral, Sigüenza (Guadalajara), 1666; Retablo mayor de la parroquial, Navalcarnero (Madrid), 1666; Construcción de la iglesia y convento de la Natividad y San José, las Baronesas, Madrid, 1667 y 1675.
Bibl.: H. E. Wethey, “Sebastián Herrera Barnuevo”, en Anales del Instituto de Arte Americano, 11 (1958), págs. 13-41; V. Tovar Martín, Arquitectos madrileños de la segunda mitad del siglo xvii, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1975; Real Pósito de la Villa de Madrid. Historia de su construcción durante los siglos xvii y xviii, Madrid, Cámara de Comercio e Industria, 1982; Arquitectura madrileña del siglo xvii. Datos para su estudio, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1983; P. Corella Suárez, “El Hermano Bautista y otros maestros en las obras de la Iglesia Parroquial de Navalcarnero durante los siglos xvii y xviii”, en Anales del Instituto de Estudios Madrileños (1985), págs. 81-95; J. J. Martín González, Escultura barroca en España. 1600-1770, Madrid, Espasa Calpe, 1991; M. Fernández García, Parroquia madrileña de San Sebastián. Algunos personajes de su archivo, Madrid, Caparrós Editores, 1995; F. Collar de Cáceres, “Juan de Lobera en Segovia”, en Estudios Segovianos, n.º 94 (1996), págs. 171-197.
Fernando Díaz Moreno