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Ernesto Vilches Domínguez

Biografía

Vilches Domínguez, Ernesto. Tarragona, 6.II.1879 – Barcelona, 7.XII.1954. Actor y director.

Su padre era periodista y él mismo intentó también serlo. Pero viviendo unos años, de joven, en Cartagena (Murcia), de donde eran naturales sus progenitores, debutó ocasionalmente en una función teatral, sustituyendo a una actriz. Hizo de doña Brígida, la alcahueta de Don Juan Tenorio. Nadie advirtió la situación hasta que al finalizar la obra se levantó las faldas dejando traslucir sus pantalones. El escándalo fue mayúsculo pero allí nació un futuro actor. Estuvo en varias compañías de aficionados, ya en Madrid, cuando empezó la carrera de Derecho, que no concluyó.

Entre sus primeros maestros en la escena tuvo a Miguel Muñoz y a Balaguer.

En el Teatro de la Comedia debutó profesionalmente con Las de Caín. En 1905, con su espíritu aventurero y bohemio que nunca le abandonó, se fue a Filipinas como soldado de Infantería, de donde saltó a México y Guatemala, reanudando su faceta de actor. En México trabajó junto a otra gran maestra de la escena, Virginia Fábregas. Y en Buenos Aires alternó en los escenarios con la actriz Rosario Pino, a quien dirigió en varias obras. Cuando volvió a España, triunfó con el personaje de “Rafles”, creado a partir de la novela de un autor inglés, El ladrón de guante blanco. En 1908 ingresó en la compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza obteniendo un gran éxito, en el papel de “El Rubio”, en La malquerida, de Benavente, en La noche del sábado y en El misterio del cuarto amarillo. Fue primer actor en el Teatro de la Princesa, de Madrid.

Formó compañía propia, especializándose en personajes de complicadas caracterizaciones, de las que alardeaba públicamente.

En 1909 debutó en el cine mudo con Aventuras de Pepín, adaptación libre de la comedia Las de Caín. En 1912 rodó El amigo Teddy y Wu-Li-Chang que le proporcionaron una extraordinaria popularidad.

En 1914 formó compañía con José Tallaví. Muerto éste, se quedó al frente de esa formación teatral. Trabajó también junto a María Palou. Rodó El golfo, en 1917. En 1927 inició la pareja con Irene López Heredia, tanto artística como sentimentalmente, estrenando en teatro La admirable Crichton, Rosas de otoño, El eterno don Juan y La muchacha que todo lo tiene. Creó un estilo tanto en sus propias interpretaciones como en los componentes de cada reparto, a cuyos actores les exigía al máximo de sus posibilidades.

Incorporó a la escena española grandes textos de Oscar Wilde, de Bernard Shaw y muchos de los más renombrados comediógrafos españoles de la época.

Viajó a Hollywood en 1930, muy interesado en el cine sonoro, filmando una veintena de películas, a partir de la titulada Cascarrabias, entre ellas, ya en sonoro, otra vez Wu-Li.Chang, El comediante, Cheri- Bebi, La noche del pecado y El desaparecido. A pesar de su curiosidad por todo lo que rodeaba a cada producción cinematográfica, su mundo era el del teatro.

Dedicaba mucho tiempo a estudiar sus papeles cuidadosamente.

Sus inflexiones de voz, cada entonación, respondían a un concienzudo trabajo preparatorio, cada vez que interpretaba.

En esos primeros de la década de 1930, durante su permanencia en Hollywood, participó en un espectáculo musical, Galas de la Paramount, donde coincidió con Maurice Chevalier. Aportó su personalidad interpretando un divertido “scketch”.

Era muy riguroso tanto en los estudios cinematográficos como en los escenarios, exigiéndose él mismo la mayor verosimilitud con cada personaje. Sus pretensiones en ese sentido con los empresarios llegaron a tal punto que cuando en cierta ocasión debía “morirse” en una función, quien lo había contratado le tendió un frasco de estricnina, causándole un estado de verdadero estupor.

Ya en España, en 1935 fue protagonista de una de sus mejores películas, que protagonizó y dirigió, El 113.

Se marchó a la Argentina y en 1937 rodó allí El viejo Buenos Aires y Tierra de conquista. Hasta 1950 no volvió a España. En esos años realizó muchas campañas teatrales con verdadera fortuna y sólo circunstancialmente volvió a los estudios cinematográficos argentinos. En 1947 rodó Matrimonio sintético y La sin ventura, en 1948, La vorágine y Lola Casanova y en 1949, El embajador.

Su reaparición en los escenarios españoles a partir de 1950 se produjo con una obra que representó en múltiples ocasiones: El eterno don Juan. Junto a La malquerida, La noche del sábado y El misterio del cuarto amarillo, fueron sus obras preferidas. Estuvo alguna temporada encabezando las carteleras junto a Nora Samsó.

En esa época final de su vida se despidió del cine con dos apariciones episódicas, en Alba de América (1951) y Sucedió en mi aldea (1952).

Apartado cierto tiempo de los escenarios volvió ya fugazmente, cuando estaba casi ciego, tratando de emular glorias pretéritas, ya con muchas dificultades, despidiéndose para siempre del público en 1954 en la sala del Orfeón Graciense, en Barcelona, con El eterno don Juan, celebrando así sus bodas de oro con la escena.

Apenas unas semanas más tarde fue atropellado por un coche cuando desde el Teatro Poliorama se dirigía al café de la Luna, donde mantenía una animada tertulia, local cercano a la Plaza de Cataluña barcelonesa, falleciendo pocos días después.

 

Bibl: F. Vega, Quién es quién, Barcelona, CILEH, 1991, pág. 902; F. Hernández Girbal, Los que pasaron por Hollywood, Madrid, Verdoux, 1992, pág. 187; M. Román, Los cómicos, Barcelona, Royal Books, 1995, págs. 57-62; Á. Armero, Una aventura americana. Españoles en Hollywood, Madrid, Compañía Literaria, 1995, págs. 135-138.

 

Manuel Román Fernández