Robledo, Jorge. Úbeda (Jaén), p. s. XVI – Loma de Pozo (Colombia), 5.X.1546. Conquistador.
Se desconoce la fecha de su nacimiento y apenas existe información sobre sus primeros años. Perteneció a una familia hidalga de la ciudad de Úbeda y recibió una educación acorde con su rango. Como capitán, intervino en Italia en el conflicto que enfrentó a Carlos V con el rey de Francia, Francisco I. Llegó a México con Pedro de Alvarado (1528) que acababa de obtener los títulos de capitán general y gobernador de Guatemala. Formaba parte de un nutrido grupo de caballeros a quienes éste había prometido riquezas, tierras y encomiendas de indios. Su enrolamiento fue propiciado por las relaciones de paisanazgo, después de que Alvarado contrajese matrimonio con Francisca de la Cueva, hija de una renombrada familia ubetense y emparentada con personajes de gran ascendencia en la Corte como el duque de Alburquerque y Francisco de los Cobos. Ya en México, participó en el descubrimiento y conquista de Nueva Galicia.
Sobre su presencia en tierras peruanas, unos consideran que tuvo lugar con la llegada de la expedición de Pedro de Alvarado a Ecuador (1532); otros, formando parte del contingente de hombres que siguió a Sebastián de Belalcázar ese mismo año para unirse a Pizarro y Almagro. Estuvo presente en el encuentro de Cajamarca, que concluyó con la prisión y posterior ejecución del inca Atahualpa (1533). Integró la hueste que, bajo la dirección de Belalcázar, acometió la conquista de la región de Riobamba, participando en la fundación de San Francisco de Quito (1534), Cali (julio de 1536) y Popayán (diciembre de 1536). En esta ciudad residió, obtuvo una encomienda de indios y fue alcalde.
Lorenzo de Aldana, gobernador de Popayán, interesado en ampliar la colonización iniciada por Belalcázar, le confió el mando de un ejército para la conquista y población de la provincia de Anserma, atendiendo, según escribe Antonio de Herrera, a que se trataba de un capitán obediente y deseoso de cumplir con sus obligaciones, de una persona noble, de valor y juicio. Obtuvo, asimismo, facultad para fundar ciudades en nombre del Rey y de Francisco Pizarro.
A mediados de 1539, salió la expedición de la ciudad de Cali y se dirigió al norte siguiendo la margen izquierda del río Cauca. Pedro Cieza de León, protagonista y testigo de los hechos, dejó una excelente información sobre todo lo acontecido en ella en su Crónica del Perú. Otro tanto puede decirse de la Relación del viaje del capitán Jorge Robledo a las provincias de Anserma y Quimbaya. Componían esta hueste cien hombres de a pie y de a caballo, todos ellos experimentados en campañas anteriores, además de negros e indios. Robledo tomó posesión de las nuevas tierras y fundó la ciudad de Santa Ana de los Caballeros (agosto de 1539) en el actual departamento de Caldas. Fueron sus primeros alcaldes Suero de Nava y Martín de Amoroto; su alguacil mayor, el alférez Ruy Venegas. Poco después, esta ciudad fue trasladada de lugar y rebautizada con el nombre de Anserma. Su nombre procede del vocablo indígena ancer, que significa sal y hace referencia a las abundantes salinas existentes en aquel territorio. El propio Jorge Robledo dejó escrita una Descripción de los pueblos de la provincia de Anserma con prolijas noticias sobre sus habitantes.
En ella ofrece curiosos datos acerca de la vida familiar de aquellas comunidades, el matrimonio o la posición social de la mujer. No faltan alusiones a sus fiestas, organización política y económica. Una parte importante de la obra está dedicada a la descripción de las prácticas guerreras, tipos de armamento, estrategias de ataque y defensa y todo lo relacionado con lo militar. Existen, por último, referencias a la antropofagia y a los sacrificios humanos practicados por aquellos pueblos, estableciéndose una relación clara entre guerra y canibalismo.
A finales de 1539 dirigió una nueva expedición que, tras cruzar el Cauca, le condujo a las provincias de Carrapa, Picara, Paucura, Pozo y Arbi. Las costumbres de sus habitantes apenas diferían de las de Anserma.
Eran muy guerreros y acudían a los combates ataviados con joyas y relucientes armaduras. Jorge Robledo se enfrentó a ellos y en uno de los combates resultó gravemente herido, razón por la que se confesó e hizo testamento. Pacificada la región y repuesto de sus heridas, acometió nuevas empresas. Pasó a la rica y extensa provincia de Arma, donde permaneció poco tiempo ya que sus pobladores ofrecieron escasa resistencia a la entrada de los españoles. De allí pasó a la provincia de Quimbaya. En aquella tierra fundó, entre los ríos Otún y Quindiu, una nueva ciudad a la que llamó Cartago (agosto de 1540), hoy Pereira, en atención a que la mayor parte de los que intervinieron en dicha jornada procedían de Cartagena y se hacían llamar cartagineses. Como alcaldes del primer cabildo nombró a Suero de Nava y a Martín de Arriaga y como alguacil mayor a Álvaro de Mendoza.
Los indios Quimbayas que habitaban la región eran grandes guerreros y difíciles de conquistar, poseían gran dominio en la explotación del oro y alcanzaron un elevado nivel en el arte de la orfebrería; bebían en vasos de oro y los caciques se adornaban con coronas, penachos, collares y zarcillos de oro El territorio de los quimbayas destacaba no sólo por la riqueza aurífera de sus ríos, también poseía gran variedad de frutos y abundantes cañaverales con los que los indios construían sus poblados.
Jorge Robledo reconoció la autoridad del nuevo gobernador de Popayán, Pascual de Andagoya, quien le nombró su teniente y capitán general. Esta actitud sumisa obedecía a una estrategia política con el fin de proseguir sin obstáculos las conquistas iniciadas y solicitar a la Corona, como recompensa, la gobernación de los nuevos territorios. El apresamiento de Andagoya y el regreso desde España de Sebastián de Belalcázar en calidad de gobernador de Popayán (1541) modificó sustancialmente la situación. Aunque Robledo aceptó al nuevo jefe y éste le permitió continuar los descubrimientos sin mayor novedad, el enfrentamiento entre ambos no tardaría en aflorar, conocidas las aspiraciones y el carácter de uno y otro.
Organizó Robledo una nueva expedición a la región de Arbi y al fértil valle de Ebejico. Allí levantó la ciudad de Santa Fe de Antioquia (noviembre de 1541), en la confluencia de los ríos Cauca y Tonusco. Nombró como alcaldes a Álvaro de Mendoza y a Diego de Mendoza; como regidores al capitán Vallejo, Juan Bustos, Francisco de Avendaño y Francisco Pérez Zambrano. Posteriormente repartió tierras, solares y estancias entre los fundadores. La ciudad fue trasladada al año siguiente a su actual emplazamiento por Juan Cabrera, siguiendo órdenes de Belalcázar. Las costumbres, lengua, religión y armamento de sus habitantes apenas diferían de los de las otras provincias.
Decidido a presentar ante el Rey sus méritos y obtener una gobernación independiente de la de Belalcázar, emprendió viaje a España. Sin embargo, a su llegada a la población de San Sebastián en el golfo de Urabá fue apresado por Alonso de Heredia, hermano del gobernador y fundador de Cartagena, Pedro de Heredia. Éste lo acusó de haber usurpado su jurisdicción y, tras confiscarle el oro y plata que llevaba, lo envió a España en calidad de reo para que se le siguiese un proceso. Estos sucesos agudizaron las tensiones entre los diferentes capitanes. Las conquistas de Jorge Robledo obstaculizaban, por un lado, los deseos de los Heredia de proseguir el avance hacia el interior de su gobernación; por otro, ponían al descubierto sus verdaderas intenciones de romper ataduras con Belalcázar.
Ya en España, pudo defenderse de las acusaciones formuladas contra él y, al mismo tiempo, hacer valer sus méritos. La vista tuvo lugar en Valladolid (1542).
El fiscal Villalobos acusó a Robledo de haber violentado a los indios de la provincia de Cartagena y de robarles oro y piedras preciosas, por lo que solicitó el pago de 50.000 ducados en concepto de daños.
Por su parte, Juan de Uribe, que intervino como defensor, negó que Robledo hubiera maltratado a los indios; al contrario, destacó su actitud conciliadora y señaló que todo lo realizado (pacificación de territorios y fundación de ciudades) había sido en nombre y servicio del Monarca. Finalmente fue absuelto de todos los cargos y se ordenó la devolución de los bienes secuestrados por Pedro de Heredia que ascendían a la cantidad de 20.000 castellanos (octubre de 1543). Además, se le concedió el título honorífico de Mariscal y el usufructo de las encomiendas y otros beneficios obtenidos por medio de sus fundaciones.
Sin embargo, la Corona desatendió su principal demanda, esto es, la concesión del título de gobernador de las tierras conquistadas, según sentencia de 21 de enero de 1541.
Contrajo matrimonio en su Úbeda natal con María de Carvajal y Mendoza, hija de Juan de Carvajal, noble de la ciudad y señor de la Casa de Jódar, y de Leonor de Mendoza (1544). Con su esposa y un nutrido séquito regresó otra vez a América, encontrándose en la isla de Santo Domingo en los primeros meses de 1545. En Cartagena el juez y visitador general, Miguel Díaz Armendáriz, le nombró gobernador de Antioquia, Arma, Cartago y Anserma con total independencia de Belalcázar. Investido de dicho título, llegó a Antioquia cuyo Cabildo reconoció su autoridad y le brindó una acogida triunfal. No ocurrió lo mismo en Arma donde sus regidores negaron la validez del nombramiento de Armendáriz. Robledo reaccionó destituyendo a uno de sus alcaldes. En Cartago y Anserma, aunque fue aceptado, los respectivos Cabildos dejaron constancia de la irregularidad del título concedido por Díaz Armendáriz.
Robledo y Belalcázar rivalizaron por la jurisdicción de un mismo territorio. El cruce de embajadas para una solución pacífica de este conflicto terminó en fracaso. Robledo, aunque sin éxito, ofreció a Belalcázar el matrimonio de dos de sus hijos con parientas de su esposa que la habían acompañado desde España.
El enfrentamiento armado fue inevitable.
Para afrontar los gastos de guerra, forzó la caja real de Anserma y se apropió de unos 3000 pesos. Desde Cartago responsabilizó a Belalcázar de todos los daños que se siguieran por no acatar las órdenes del juez Díaz de Armendáriz. La respuesta de aquél no fue otra que proceder a la captura de Robledo y justificar su acción ante el Rey como una legítima defensa de los territorios pertenecientes a su gobernación. En la Loma de Pozo tuvo lugar el decisivo combate. Preso Robledo, se convocó inmediatamente una junta de oficiales para determinar su suerte. Unos pocos propusieron el castigo del destierro, pero la mayoría, encabezada por Hernández Girón, se mostró partidaria de condenarlo a muerte. Fue acusado de alteración del orden, usurpación de la autoridad y robo de las cajas reales. Pidió morir degollado como caballero hidalgo que era, pero Belalcázar ordenó la pena de garrote, la que se ejecutó el día de San Francisco, 5 de octubre de 1546. También fueron ejecutados con él los capitanes Hernán Rodríguez de Souza, Baltasar Ledesma y Juan Márquez Sanabria. No se permitió que el cuerpo de Robledo fuese llevado a la villa de Arma; fue enterrado en una casa cercana al lugar de la ejecución, la cual fue posteriormente quemada para evitar que los indios antropófagos tomasen el cadáver. Precaución inútil porque, según relata Cieza de León, al marchar los españoles sacaron el cuerpo y lo comieron.
Su joven esposa escribió al Rey (1547) pidiendo castigo para los ejecutores de su marido y manifestando estar alcanzada por una deuda de 12.000 castellanos.
En atención a sus súplicas, el presidente La Gasca le otorgó más tarde 1200 pesos. Contrajo segundas nupcias con el tesorero de Santa Marta, Pedro Briceño. Muerto éste, volvió a casarse en 1552 con su hermano Francisco Briceño, oidor de la Audiencia de Santa Fe. Curiosamente éste había sido nombrado juez para tomar residencia al gobernador Belalcázar, imputado, entre otros cargos, de dar muerte a Robledo. De este modo, pudo seguir de cerca el proceso, presionar a su nuevo esposo para que condenara a Belalcázar y ver por fin consumados sus deseos de venganza.
Jorge Robledo fue víctima de los errores del juez Díaz Armendáriz que, excediéndose en sus atribuciones, le otorgó una gobernación independiente de Belalcázar.
Confiado en este título, se embarcó en empresas que desde su origen escapaban de la legalidad.
El historiador Del Campo lo exculpó y dijo de él que era el conquistador con menos codicia de oro, hombre de gran valor, templado a la hora de la batalla y respetuoso en el cumplimiento de las paces.
Obras de ~: “Descripción de los pueblos de la provincia de Anserma”, en Colección de Documentos Inéditos de Indias, t. III, Madrid, 1864, págs. 389-413; “Relación del viaje a las provincias de Anserma y Quimbaya”, en Colección de Documentos Inéditos de Indias, op. cit., t. II, págs. 267-291; “Relación del descubrimiento de las provincias Antioquia”, en Colección de Documentos Inéditos de Indias, op. cit., t. II, págs. 291-356.
Bibl.: M. A. del Campo, Compendio histórico de la fundación y progresos de la ciudad de Cartago, Guadalajara, 1803; J. Arroyo, Historia de la gobernación de Popayán, Popayán, Impr. del Departamento, 1907; J. Jijón Caamaño, Sebastián de Benalcázar, Quito, Editorial Ecuatoriana, 1936- 1949, 3 vols.; E. Robledo, Vida del Mariscal Jorge Robledo, vol. LXXIII, Bogotá, Biblioteca de Historia Nacional, 1945; J. Peña Durán, Cartago y Santa Ana de los Caballeros, Bogotá, Escuelas Gráficas Salesianas, 1945; B. Torres Ramírez, Los conquistadores andaluces, Madrid, Cultura Hispánica, 1978; P. Cieza de León, Obras completas, ed. de C. Sáenz de Santamaría, ts. I y II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1984; D. Garcés Giraldo, Sebastián de Belalcázar, fundador de ciudades, Cali, Impresora Feriva, 1986; M. Molina Martínez, Jaén y el mundo hispanoamericano, Jaén, Diputación Provincial, 1987, págs. 46-55.
Miguel Molina Martínez