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Pedro Fernández de Velasco y Manrique

Biografía

Fernández de Velasco y Manrique, Pedro. Conde de Haro (II). ?, p. t. s. xv – Burgos, I.1492. Primer condestable de Castilla del linaje de los Haro.

Hijo del primer conde de Haro y de su esposa Beatriz Manrique. La primera vez que se le menciona en las Crónicas de su época es en el año 1461, en unos momentos muy delicados en que Enrique IV trataba de negociar con la liga nobiliaria que, desde un año antes, estaba dando pruebas más que evidentes de querer iniciar una revuelta abierta contra el Monarca.

El Rey intentaba desde hacía algún tiempo entablar negociaciones con la liga nobiliaria, al menos de diciembre a marzo de 1461, pero sin conseguir resultado alguno. En el mes de mayo de ese año decidió dar plenos poderes a Juan Pacheco y a su hermano Pedro Girón, a fin de que llegasen a un acuerdo con los nobles. Una primera entrevista, que tuvo lugar entre Sepúlveda y Buitrago, terminó en fracaso. La novedad de esta reunión radicaba en que, por vez primera, aparecía en la escena política del reino Pedro de Velasco, primogénito del conde de Haro. Debió de ser, por tanto, en ese año cuando el conde decidió tomar los hábitos e ingresar en el hospital de la Veracruz de Medina de Pomar. La grave crisis política que se inicia a mediados del año 1464, y los acontecimientos posteriores que desembocaron en la revuelta nobiliaria y la deposición de Enrique IV en Ávila, tuvieron como uno de sus grandes protagonistas al hijo de Haro. En efecto, Pedro Fernández de Velasco formó parte de la comisión que se creó, por imposición de la nobleza, a fines de 1464, y que tenía como finalidad única y exclusiva la reforma de la estructura de la Monarquía.

Del trabajo de esa comisión salió en 1465 la sentencia de Medina del Campo que los nobles trataron de imponer a Enrique IV y que éste se negó a aceptar. El rechazo inicial a la sentencia de Medina del Campo fue el detonante principal que llevó al destronamiento del Monarca y a la guerra civil. El primogénito del conde de Haro, que dudaba entre seguir al pretendiente Alfonso o permanecer fiel al Rey Legitimo, dejó la decisión en manos del concejo de Burgos, que se pronunció por el primero.

Desde entonces, Fernández de Velasco siguió su propia trayectoria política, primero como partidario del príncipe Alfonso, después se pasó al bando de Enrique IV para, finalmente, apoyar las pretensiones al trono de la futura Isabel la Católica. A partir de 1467, por presiones de sus parientes los Mendoza, Pedro de Velasco abandonó al príncipe don Alfonso y se inclinó decididamente por Enrique IV. En ese mismo año peleó con denuedo en el bando real en la batalla de Olmedo.

Tras la muerte de don Alfonso, Pedro de Velasco continuó siendo fiel al Monarca y éste, a su vez, le otorgó su confianza, hasta el punto de que muy poco después, cuando el Soberano emprendió, a instancias de su privado Juan Pacheco, un viaje por la región andaluza, le nombró en 1469 nada menos que virrey en Valladolid, junto con el conde de Benavente, y con plenos poderes para tomar decisiones en los territorios del norte de la Península. Más aún, antes también de partir para Andalucía, Enrique IV le había hecho a Velasco merced de una de las rentas más valiosas de la Corona de Castilla: los diezmos de la mar de la cornisa cantábrica, una magnífica fuente de ingresos, ya que todas las mercancías que, procedentes de Flandes, Inglaterra y en general del ámbito geográfico del Atlántico Norte, entraban por esos puertos, se hallaban gravadas con el diez por ciento de su valor y de igual manera las que salían del reino. Al año siguiente, 1470, por muerte de su padre, se convirtió en el titular de la casa de Velasco. Al hacerse cargo personalmente de la jefatura de la familia, el nuevo conde de Haro, decidido a vender caros sus servicios, se presentó ante el Monarca y le exigió, a cambio de su apoyo, el gobierno de Vizcaya y Guipúzcoa con plenos poderes y el título de virrey. Era un primer paso para hacerse en el futuro, cuando la coyuntura se lo permitiese, con el señorío de estas provincias que consideraba como una prolongación natural de sus propios dominios. Hasta entonces, la expansión de los señoríos familiares por Vizcaya y Guipúzcoa había sido un sueño inalcanzable para los titulares de la casa de Velasco, su meta final siempre posible. Ahora Pedro de Velasco pensaba que ese sueño podía hacerse realidad, y para ello nada mejor que aprovechar la delicada coyuntura política del reino castellano, jugando hábilmente entre los dos bandos enfrentados —el de Enrique IV y el de su hermana Isabel, casada con el príncipe Fernando de Aragón—, para así apoderarse de la codiciada presa. Por lo pronto, Enrique IV, aconsejado por Juan Pacheco, que necesitaba a Velasco como aliado frente a Isabel y Fernando, le confió la gobernación de las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa en calidad de virrey. Desde el principio, las intenciones de Haro en el territorio vasco no estuvieron muy claras, y aunque pudo conseguir pacificar las luchas de bandos, pronto se enfrentó a una cruenta guerra con el conde de Treviño, interesado también por ese señorío, y que estaba apoyado por los vizcaínos.

En mayo de 1471, entre Bilucio y Munguía, cerca de Bermeo, hubo un enfrentamiento entre las huestes de ambos magnates. Del encuentro salió derrotado el conde de Haro: sus ilusiones acabaron en aquel combate.

En 1473, un año antes de morir Enrique IV, Pedro de Velasco recibió del Monarca el oficio de condestable de Castilla, vacante desde el asesinato en Jaén de Miguel Lucas de Iranzo. Ya por entonces, el nuevo condestable, siguiendo el criterio de sus parientes los Mendoza, se estaba inclinando por la causa de los príncipes Isabel y Fernando. La muerte en 1474 de Enrique IV facilitó su decisión. El conde de Haro participó muy activamente en la guerra de sucesión castellana apoyando como Soberanos a los futuros Reyes Católicos. También intervino con sus huestes en la guerra de Granada, sobre todo en la campaña de 1485 que finalizó con la toma de Ronda.

Fernández de Velasco había contraído matrimonio a comienzos de la década de los años cincuenta del siglo xv con Mencía de Mendoza, hija del I marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza. Del matrimonio nacieron siete hijos, dos varones y cinco mujeres: Bernardino, Íñigo, Catalina, María, Leonor, Isabel y Mencía. De los dos varones, el primogénito, Bernardino, sucedió a su padre al frente de la casa de Velasco.

El menor, Íñigo, casaría con María de Tovar, única heredera de ese rico linaje, y sucedió a su vez a su hermano cuando éste falleció en 1512 sin dejar herederos varones legítimos. El II Conde de Haro murió en enero de 1492 en Burgos, tras su regreso de la guerra de Granada. Unos años antes de morir había decidido construir una fastuosa capilla funeraria en la catedral de Burgos. Poco antes de acudir a la llamada de Isabel y Fernando para emprender la fase final de la guerra de Granada, mandó edificar un palacio en Burgos para que le sirviese de residencia principal y fuera lo suficientemente suntuoso como para manifestar, tanto en la fachada como en el interior, la riqueza y el poder que su linaje había acumulado al servicio de la Monarquía a lo largo de varias generaciones.

Este edificio fue y es aún conocido como la Casa del Cordón, llamada así por un original cordón esculpido que enmarca la portada principal. Finalmente, también mandó construir una casa de recreo llamada “de la Vega”, en las afueras de Burgos.

 

Bibl.: L. Suárez Fernández, Nobleza y Monarquía: puntos de vista sobre la historia política castellana del siglo xv, Valladolid, Universidad, Departamento de Historia Medieval, 1975 (2.ª ed. corr. y aum.); J. Yarza Luaces, Los Reyes Católicos. Paisaje artístico de una monarquía, Madrid, Nerea, 1993; L. Suárez Fernández, Enrique IV de Castilla, la difamación como arma política, Barcelona, Ariel, 2001 (2.ª ed.).

 

Alfonso Franco Silva

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