Bigarny (o Bigarni), Felipe. Langres, Borgoña (Francia), c. 1470 – Toledo, 1542. Escultor e imaginero.
Artista de origen francés, nacido en Langres (Borgoña). Formado en su tierra, llegó a Burgos, dicen que como peregrino a Santiago, y quedó para siempre en España. Desarrolló una incansable actividad en todos los géneros escultóricos, en piedra y madera, como decorador e imaginero, llegando a tener un gran prestigio, reflejado en las muchas obras que hizo fuera de Burgos y, con carácter excepcional, al ser incluido por el tratadista Diego de Sagredo en su libro Medidas del Romano, como uno de los interlocutores, y ensalzarle como “singularísimo artífice en el arte de la escultura y estatuaria”. Su trabajo y evolución estilística como escultor son una avanzada, y como tal actúa, en el desarrollo de la escultura burgalesa y castellana del primer tercio del siglo XVI, con persistencia en el ámbito burgalés durante el segundo tercio.
Llegó a Burgos e interrumpió su viaje a Santiago al convenir con el cabildo catedralicio burgalés la hechura de un relieve de gran tamaño con la representación de la escena del Camino del Calvario para decorar el paño mural central del trasaltar de la catedral.
Concertó y comenzó la obra el año 1498 y cumplió con toda fidelidad lo convenido, ya que en marzo de 1499 estaba terminado. El cabildo, satisfecho en todos los sentidos con el artista, le pagó los doscientos ducados fijados en el contrato, más otros treinta ducados como muestra de su contento con la labor y conducta del artista, en quien los canónigos habían encontrado el oficial diestro y cumplidor, aspecto éste de suma importancia en aquellos tiempos, y capaz de ejecutar varias de las importantes obras de talla y escultura que tenían previsto hacer para modernizar y embellecer el templo y adaptarlo para más brillo y comodidad de las funciones litúrgicas. Obras que, en esos momentos, no se podían encargar con garantía a los artistas residentes en Burgos. Pero la idea, ante todo, exigía que el borgoñón estableciera su residencia en Burgos de modo permanente. Para ello, la primera medida del cabildo fue encargarle la ejecución de sendos altorrelieves, a juego con el ya hecho, para otros dos paños del trasaltar, con las representaciones de la Crucifixión, en uno, y en el otro con la doble figuración del Descendimiento de la Cruz y la Resurrección. El encargo, siguiendo su conducta de fiel cumplidor, lo terminó en el tiempo convenido, el año 1503.
Los tres grandes relieves, equivalentes por su superficie y escultura a retablos, muestran el estilo inicial de Bigarni, de formas rigurosamente góticas, más aún, propias del gótico final del Norte, con figuras de noble porte, de actitudes y gestos estereotipados en su dramatismo, de forzada expresión, capaces de mover al contemplador; un estilo en el que ha sido constante la declaración de arcaico cuando se considera el modo de conseguir la perspectiva mediante la superposición y escalonamientos de los elementos del conjunto, en vez de emplear la construcción geométrica del espacio, como era ya habitual con total maestría en los renacentistas italianos. Sin detrimento de que, al mismo tiempo, ningún autor ha dejado de mostrar el interés de la puerta por la que sale de Jerusalén el cortejo camino del Calvario, ejemplo de adecuada interpretación de los modelos renacentistas, incluidas la presencia del escudo del cabildo en el friso y las escenas alusivas a Hércules, que suponen la primera muestra de un tema clásico en el arte burgalés.
La mala calidad de la piedra en la que se labraron los relieves y su enmarcamiento, en especial los Apóstoles debidos a Simón de Colonia y su taller, ha alterado gravemente el estado inicial, al igual que ha ocurrido con otras obras hechas en templos de Briviesca, de cuyas canteras fue extraída.
El resultado de su trabajo no pudo ser más favorable para el artista que, al mismo tiempo, consiguió consolidar su situación en Burgos, convirtiéndose en el maestro de escultura y talla de la catedral, y extender su fama por todo el territorio español. Consecuente con todo ello tomó residencia definitiva en Burgos, primero en una casa en el barrio de San Juan y, poco después, en el mismo barrio, en casas junto a la Casa de la Moneda que, a juzgar por los datos documentales, eran de categoría señorial. Otra consecuencia fue la de su matrimonio con Mari Sáez Pardo, viuda con hijos que emigraron a América, muerta el año 1535, con la que tuvo cinco hijos. Al morir ésta, contrajo nuevo matrimonio con Francisca Velasco, el mismo año 1535, de la familia del condestable de Castilla, con la que tuvo otros cinco hijos. De todos ellos sólo uno, Gregorio Pardo, del primer matrimonio, siguió el camino artístico del padre, con resultados que todavía no han sido evaluados con el debido rigor, porque se le ha hecho autor de algunas obras en las que, con certeza, no tuvo participación alguna, como es el caso de los grandes relieves que se exhiben en el Museo de Bellas Artes de Burgos, procedentes del retablo de la iglesia de la Merced de esa ciudad.
Después de terminar los relieves catedralicios inicia una intensa actividad para, con la ayuda de su taller, atender las peticiones de obras que se le hacen por ilustres clientes, desde diversos lugares. Muy pronto, el año 1499, establece la que será fecunda relación con la catedral de Toledo, para la que dicho año aprueba la traza del retablo principal y, el año 1500, una imagen de san Marcos, labor completada el año 1502, con la hechura de los retratos de Cisneros y Nebrija y cuatro historias para el retablo mayor. En 1503 acuerda con el rector hacer un retablo para la Universidad de Salamanca, obligándose a labrar quince imágenes, cobrando cuatro mil quinientos maravedíes por cada una. En 1505 da trazas —que se cambiaron poco después— para hacer un retablo para la capilla mayor de la catedral de Palencia, incluyendo entre la imaginería que debe hacer de nuevo las tablas de un retablo de Juan de Flandes. La obra nueva no ofrece especiales valores al ser de taller, ya que el maestro se comprometió a que fueran de su mano sólo los rostros.
Una de la obras previstas por el cabildo de la catedral de Burgos era una nueva sillería coral que encargó a Felipe Bigarni. En 1508 los canónigos vieron y aprobaron la muestra de la obra y el francés comenzó su trabajo con la colaboración del excelente tallista Andrés de Nájera y de un equipo de oficiales de muy distinta categoría artística. El año 1512 estaba finalizado el trabajo, con magníficos resultados en las imágenes exentas del remate, de mano de Bigarni, y muy desiguales en los relieves de los tableros de las dos filas de sillas. El resultado del coro satisfizo al cabildo que, fiel a sus intenciones, volvió a encargar al maestro otra obra el 6 de julio de 1512. Esta vez, actuando en nombre del cabildo Antonio de Acuña, arcediano de Valpuesta, y Juan Sánchez de la Puebla y Jerónimo de Villegas, obreros de la fábrica, “tomaron asiento con maestre Phelipe, cantero, que el ubiese de hazer el púlpito de la predicación”, con el que se completaba el mobiliario de la capilla mayor.
El año 1514 hizo por encargo de Pedro Gumiel un retablo de la devoción de San Bartolomé, destinado al altar de la cofradía de dicho santo, en la iglesia de San Esteban de Burgos, de cuya pintura debía encargarse León Picardo, colaborador constante de Bigarni. La obra se daba por perdida, aunque había seguridad de que había sido hecha gracias al pleito que mantuvieron el autor y la cofradía, y hoy se encuentra en la iglesia de San Lesmes de Burgos. Está formado por una arquitectura de formas platerescas hacerlas por un banco con escenas en relieve dedicadas a san Bartolomé, una imagen de bulto del santo y una serie de tablas pintadas con escenas relativas al titular del retablo, obras de excelente calidad de un pintor flamenco.
El prestigio fue en aumento y los encargos le llegaron a maestre Bigarni desde los más diversos lugares, siendo una de las mejores pruebas de su alcance el hecho de que la mayor parte de los comitentes —instituciones o particulares— no pertenecían al obispado de Burgos. El año 1513 dio una muestra para el sepulcro de Santo Domingo de la Calzada, que ejecutó Juan de Rasines, pero es posible que el sepulcro hecho, de estilo totalmente gótico, no se corresponda con la idea de Bigarni. El mismo año contrató la hechura de un retablo para la iglesia de Cervera de Pisuerga, en el obispado de Palencia y, en 1518, concertó otro retablo en Alcalá de Henares, donde hizo el retrato del cardenal Cisneros. La culminación de este proceso tiene lugar el año 1519, en el que hace un contrato de compañía para hacer con Berruguete el sepulcro del cardenal Selvagio, en Zaragoza, y, poco después, se traslada a Granada para intervenir en el retablo mayor de la capilla Real de la catedral, donde se registra su intervención el año 1521.
Las obras anteriores muestran la proyección de Bigarni en el amplio y rico panorama artístico del momento en España, pero desde una consideración estética, acaso sea más importante el hecho de que muestran el profundo cambio del maestro desde el estilo totalmente gótico de sus primeras obras a las nuevas formas renacentistas, en las que el maestro consigue emplear un lenguaje lleno de equilibrio y mesura, basado en una técnica de gran corrección, ecléctico en sus resultados, pero sin llegar, salvo en contadas ocasiones, al arte lleno de naturalidad y elegancia de Diego de Siloe. Basta considerar los resultados de ambos artistas a través de su trabajo en el retablo mayor de la capilla del Condestable, en la catedral burgalesa, labrado a medias, y comparar, por ejemplo, escenas como la Natividad de Siloe con la Anunciación de Bigarni, en las que la plena consecución de las características renacentistas por parte del primero contrasta con el esfuerzo por hacer lo mismo en el caso de Bigarni.
A su intensa labor retablística durante ese período corresponden, el año 1524, las trazas para la hechura del retablo de la capilla de los Reyes Nuevos, de la catedral de Toledo, y la hechura del retablo, convenida en 1526, de la capilla de la Presentación, en la catedral de Burgos, hoy en la iglesia de Cardeñuela Río Pico.
Curiosamente, es precisamente el carácter dominante del modo de hacer bigarniano, de arte ecléctico, lleno de intención y esfuerzo, el que por su capacidad para ser reducido a fórmulas tiene mayor influencia entre sus coetáneos, llegándose a crear una tendencia que, partiendo de Bigarni, y con abundancia de notas de Diego de Siloe, se extiende por un amplio territorio durante el segundo tercio del siglo xvi. En esta línea se encuentra un elevado número de obras de autor no documentado, realizadas entre los años 1523 y 1540, sobre algunas de las cuales no existe certeza en cuanto a su autoría. Es el caso de las puertas de la iglesia del Hospital del Rey de Burgos y del retablo de San Juan Bautista de la parroquial de Mahamud, obras de primera categoría que se han adjudicado a diversos autores, siempre con razonables dudas, como Simón de Bueras y Juan de Balmaceda, no descartándose la posible intervención de Felipe Bigarni y Diego de Siloe. Últimamente, Isabel del Río ha defendido la autoría de Felipe Bigarni en el retablo de Mahamud, atribución que compartible con matices, ya que no parece que saliera de la mano personal del maestro, sino de los magníficos oficiales de su taller, entre los que se encontraban algunos perfectos conocedores del arte de Siloe, del que en este retablo se aprecian muchos aspectos considerados como específicos de su personal estilo.
El estilo descrito es el que se ve en las obras que, de nuevo en Burgos, realiza en colaboración con Diego de Siloe, que había regresado hacía poco de Italia. De este trabajo conjunto son fruto el retablo mayor y el de San Pedro de la capilla del Condestable, para la que Bigarni sólo hizo también la sillería del coro y, como se afirma después de una larga etapa de dudas, las estatuas sepulcrales de los condestables Pedro Fernández de Velasco y Mencía de Mendoza, que en verdad guardan escasa relación con otros sepulcros, en los que dejó muestra de una gran maestría en el trabajo del mármol, del alabastro y de la piedra caliza.
Son sepulcros en los que, además, hizo gala de una gran originalidad de composición. Entre ellos destaca el primero que labró, contratado el año 1524, el de Gonzalo Díez de Lerma, en su capilla de la Presentación en la catedral de Burgos, exento, con los lados en talud, decorados con medallones con virtudes y santos y la imagen yacente del difunto, de rostro tratado con naturalismo. En 1531 concertó la obra del sepulcro de fray Alonso de Burgos, destinado al colegio de San Gregorio de Valladolid. Semejante al del canónigo Díez de Lerma es el sepulcro de Pedro Manso, obispo de Sigüenza, concertado el año 1534, que se conserva en el claustro del ex monasterio de San Salvador de Oña. Un tipo distinto, con las estatuas orantes de los difuntos colocadas bajo una imagen de san Andrés, es el que hizo para el condestable Bernardino Fernández de Velasco y su mujer, ubicado en el alto de la iglesia del monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar. Mural es el sepulcro, último de los que labró, iniciado en 1536, que hizo para Diego de Avellaneda, obispo de Tuy, hoy en el Museo Nacional Colegio de San Gregorio, y el de su padre, conservado en Alcalá de Henares.
Un episodio destacable en la actividad de Bigarni es que el año 1533, en que terminó el retablo mayor de la capilla de los Reyes Nuevos en Toledo, actuó como perito en el reconocimiento del retablo de San Benito de Valladolid, haciendo un dictamen de la obra en el que puso de manifiesto las faltas cometidas por el autor, Alonso Berruguete, en la ejecución.
En 1535 se trasladó a Toledo contratando con el cabildo la mitad de la sillería y la silla arzobispal, en tanto que Alonso Berruguete, se encargó de ejecutar la otra mitad. En esta ocasión no había contrato de colaboración entre ambos, siendo Berruguete el que la acabe por la muerte del maestro borgoñón en 1542.
Se ha hablado del trabajo de Bigarni como arquitecto, maestro de cantería de acuerdo con la terminología de la época, basándose en aportaciones documentales que aluden a su intervención en algunas obras, como autor o tracista y en calidad de consultor o perito. En el primer caso se habla de su intervención en la reconstrucción del cimborrio de la catedral de Burgos, para lo que fue llamado por el cabildo, pero sin que exista prueba alguna de que diese proyecto ni traza alguna. Como consultor hay constancia de que intervino en 1530, junto al maestro Enrique, reconociendo la obra de la catedral de Salamanca, sin que su actuación supusiera aportación alguna. Su indudable capacidad creadora se ciñó a la escultura y sus opiniones debieron reducirse a la presencia de ésta en las obras sobre las que se le pidió dictamen.
No fue nunca maestro de cantería, como ya advirtió sagazmente Gómez Moreno, a pesar de lo que parece insinúan los documentos en numerosas ocasiones. La afirmación no significa ni debe considerarse como merma alguna en su adecuada valoración artística, aunque afirmar lo contrario —que Bigarni fue maestro de cantería y actuó como tal— sí puede ir en detrimento de la justa valoración que merecen otros artistas, los que en verdad fueron autores de las obras sobre las que dio su opinión, sin que ello suponga intervención alguna en el proyecto ni en la ejecución de la arquitectura, que no debe confundirse con la de su decoración escultórica.
En calidad de escultor proyectó y dirigió la escultura que enriquece el palacio de Peñaranda de Duero, tanto su fachada principal como su interior, del que probablemente no llegara a terminar la del patio, y las soberbias fachadas de la iglesia de Santo Tomás de Haro y la conventual de Casalarreina. Para la de Haro, el año 1516, proyectó también un retablo, que se ha perdido, además de la fachada que desarrolló también como un retablo, es decir, como fachada retablo con elementos decorativos, grutescos, que se encuentran en otras obras bigarnianas, no muy originales, al igual que tampoco lo es la composición, realmente mediocre en su falta de acuerdo entre las formas góticas y las renacentistas. En Casalarreina, por encargo del obispo de Cartagena y Calahorra Juan Fernández de Velasco, hijo bastardo del segundo conde de Haro, trabajó en el palacio y la iglesia y, a la muerte de éste, para su hermano Íñigo, trabajó en el palacio y convento fundado por el primero. Bigarni residió en dicho lugar el año 1519. Son de buena factura las ventanas estandarte de la iglesia, de armónica composición, en tanto que la gran portada no es tan feliz, con elementos que muestran su construcción en dos fases, la segunda posterior al año 1519.
La intensa actividad de Bigarni se extendió a todo tipo de obras de escultura destinadas a lugares muy distantes entre sí. Al morir tenía contratadas y en ejecución obras en Toledo, Peñaranda de Duero y Valpuesta, situadas en los límites sur y norte, respectivamente, de la actual provincia de Burgos, y en Burgos, ciudad. Todas ellas obras de gran empeño a las que, naturalmente, no podía atender personalmente, aunque contaba con un taller perfectamente organizado en cada lugar, de cuya dirección y trabajo se encargaba uno de sus oficiales al cual se deben algunas de las características de las obras. Entre estos colaboradores de Bigarni se encuentran algunos autores de excelentes trabajos a partir del año 1540: Diego Guillén, Sebastián de Salinas, Enrique Flamenco, Matías, Juan Goyaz y Gregorio Pardo, hijo de Bigarni. Entre todos destaca Diego Guillén, su oficial de confianza, casado con una cuñada de Bigarni, que sería uno de los más importantes maestros del segundo tercio del siglo XVI.
Obras de ~: Relieves del trasaltar, catedral, Burgos, 1498-1503; Traza del retablo principal, catedral, Toledo, 1499; Imagen de San Marcos, Toledo, 1500; Retratos de Cisneros y Nebrija y cuatro historias para el retablo mayor, catedral, Toledo, 1502; Retablo, Universidad de Salamanca, 1503; Trazas del retablo para la capilla mayor de la catedral de Palencia, 1505; Retablo de El Salvador, catedral, Palencia, 1508; Sillería del coro, catedral, Burgos, 1508-1512; Púlpito de la predicación (desapar.), catedral, Burgos, 1512; Portada y retablo, Santo Tomás de Haro (desapar.) 1512-1516; Muestra para el sepulcro de Santo Domingo de la Calzada, 1513; Retablo, capilla de Santa Ana, iglesia, Cervera de Pisuerga (Palencia), 1513; Retablo en Alcalá de Henares, y retrato del Cardenal Cisneros, 1513-1518; Retablo de San Bartolomé, iglesia de Esteban de Burgos, 1514; Portada de la iglesia y convento de Casalarreina, 1519; sepulcro del Cardenal Selvagio (con Berruguete), Zaragoza, 1519; Retablo mayor de la capilla Real de la catedral, Granada, 1521; Trazas del retablo de la capilla de los Reyes Nuevos, catedral, Toledo, 1524; Sepulcro de Gonzalo Díez de Lerma, capilla de la Presentación, catedral, Burgos, 1524; Retablo, capilla de la Presentación, catedral, Burgos, ahora en la iglesia de Cardeñuela Río Pico (Burgos), 1526; Sepulcro de fray Alonso de Burgos, colegio de San Gregorio, Valladolid, 1531; Sepulcro de Pedro Manso, obispo de Sigüenza, claustro, ex monasterio de San Salvador, Oña (Burgos), 1534; Estatuas orantes de Bernardino Fernández de Velasco, y su mujer, iglesia monasterio de Santa Clara, Medina de Pomar (Burgos), 1534, Sepulcro de Diego de Avellaneda, obispo de Tuy, Museo Nacional de Escultura, Valladolid, y el de su padre, conservado en Alcalá de Henares, 1536; Mitad de la sillería y la silla arzobispal, coro, catedral, Toledo, 1535-1542; Retablo, hospital de la Santa Cruz, Toledo, 1541; Retablos y otras obras sin terminar en la iglesia de Valpuesta (Burgos), iglesia de la Merced, Burgos, 1536-1542.
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Alberto C. Ibáñez Pérez