Urioste Velada, José. Don Benito (Badajoz), 1.VII.1850 – Madrid, 24.V.1909. Arquitecto.
Oriundo de un pueblo pacense, José Urioste, afincado en Madrid desde niño, fue un autor prolífico y polifacético que realizó obras reseñables en casi todos los campos de la creación arquitectónica, la mayoría inscribibles dentro de un eclecticismo autóctono con abundantes referencias clasicistas, medievales, mudéjares y, sobre todo, platerescas. Desde esta perspectiva representa el paradigma de arquitecto ecléctico madrileño, siendo, además, un personaje esencial en el origen de la reacción nacionalista que se desarrolló en la arquitectura española a partir de la crisis del 98, y que alcanzó su máximo apogeo en la segunda década del siglo XX. También fue un arquitecto que desempeñó un sinnúmero de cargos oficiales y administrativos.
Formado en la Escuela de Arquitectura de Madrid, donde se tituló el 29 de noviembre de 1871, Urioste ingresó muy pronto, en 1873, en el cuerpo de arquitectos al servicio del Ayuntamiento madrileño, que no abandonó hasta su muerte. Como técnico municipal ocupó sucesivamente los puestos de secretario y vocal en varias Juntas Consultivas (de Incendios y Teatros), director de Fontanería y Alcantarillado, arquitecto de diversas secciones y, finalmente, decano de los arquitectos municipales. Durante toda su vida profesional realizó para la villa numerosos trabajos vinculados con la arquitectura legal, el urbanismo y las propiedades municipales; dejó algunas actuaciones menores pero reseñables en el parque del Retiro, como la instalación de las fuentes de los Galápagos y la Alcachofa, la recomposición de la entrada de la plaza de la Independencia (1885), la ejecución de las puertas monumentales de los paseos de Carruajes y Estatuas (esta última en 1893) y la construcción de gran parte de la verja del recinto. También proyectó el cerramiento del Jardín Botánico y dirigió el traslado de la fuente de Neptuno a su actual emplazamiento en el centro de la plaza.
Pero su contribución más importante a la arquitectura municipal fue el grandioso proyecto que, junto con su compañero Fernando Arbós Tremanti, presentó en 1877 al concurso convocado por el Ayuntamiento para construir la denominada Necrópolis del Este (hoy Cementerio de la Almudena) y que resultó vencedor. En un estilo historicista con resonancias neobizantinas y medievales, los arquitectos idearon un gran camposanto de planta cruciforme sobre la que distribuían una serie de edificios monumentales (pórticos, depósitos, capilla y panteón de hombres ilustres, entre otros). Tras reformar los primeros diseños en 1879, problemas financieros y políticos retrasaron enormemente su ejecución. Ésta no comenzó hasta 1905, cuando se encargó el replanteamiento del proyecto al arquitecto Francisco García Nava, quien, respetando la ubicación de los principales elementos, sustituyó los modelos estilísticos historicistas por un excepcional modernismo. Los autores originales sólo pudieron realizar, entre 1882 y 1884, una versión reducida y simplificada de su primitivo proyecto, el llamado Cementerio de Epidemias (actualmente también de la Almudena), que se erigió junto a los terrenos de la necrópolis como solución de urgencia ante un grave brote epidémico que causó gran mortandad en la década de 1880. Años después, entre 1901 y 1902, Urioste también realizó para el Ayuntamiento el Laboratorio Municipal de la calle Bailén, un sencillo edificio de correcto estilo ecléctico.
Junto a sus cargos municipales, Urioste desempeñó otros muchos en distintos departamentos de la Administración estatal. Fue nombrado arquitecto de la Delegación de la República para la administración del Patrimonio Real en 1873, del Ministerio de Ultramar en 1882, de Gobernación y jefe superior honorario de Administración Civil en 1884, de Fomento en 1895, vocal de la Junta Superior de Prisiones en 1902 y de la Junta de Urbanización y Obras del Ministerio de la Gobernación en 1903, del Real Consejo Penitenciario en 1904; y al morir ejercía como vocal-inspector de la Junta de Construcciones Civiles del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. También recibió a lo largo de su vida diversas condecoraciones, entre las que sobresale la Gran Cruz de Isabel la Católica, obtenida en 1887 por su valerosa actitud durante un incendio.
Tan abundantes labores de carácter más o menos burocrático no le impidieron ejercer a la vez la práctica arquitectónica. A finales del siglo xix proyectó diversos edificios de viviendas en las calles de Santa Engracia (1882), Factor (1888) y Ferraz (1894), siguiendo las pautas habituales en la arquitectura doméstica madrileña, pero también realizó algunas obras más singulares como el Instituto Oftálmico (1896-1902), en la calle de Zurbano, y el Hospital de San Pedro (1896-1902) en la de San Bernardo, donde combinó elementos clasicistas y neomudéjares. Paralelamente, entre 1883 y 1899 ejecutó en el cementerio sacramental de San Isidro numerosos panteones de estilo ecléctico, destinados a importantes familias de la aristocracia y la burguesía madrileñas, que le convirtieron en uno de los autores más solicitados para este tipo de encargos funerarios. En este período, su único trabajo conocido fuera de la capital es la restauración de la iglesia de Santa María de Lebeña en los Picos de Europa, cuya memoria publicó en 1897.
Precisamente ese año marcó un punto de inflexión en la trayectoria profesional de Urioste. Fue entonces designado director de arquitectura de la Comisaría Regia para la Exposición Universal que iba a celebrarse en París en 1900, un cometido que le hacía responsable del pabellón de España en este importantísimo certamen internacional. Las bases de la muestra establecían que los edificios nacionales debían responder a un estilo propio de cada país, y el arquitecto optó, alejándose de los habituales modelos hispanomusulmanes, por emplear unas formas inspiradas en el plateresco, la etapa inicial del Renacimiento español vinculada a los Reyes Católicos y a la gestación del imperio hispano. Tomando elementos de distintas construcciones de aquella época (el Palacio Monterrey de Salamanca y la Universidad de Alcalá de Henares, entre otras), Urioste proyectó en 1898 un edificio de singular atractivo, donde la abundante decoración plateresca se superponía a una organización bastante funcional. Su éxito fue enorme y las alabanzas múltiples. Recibió la Medalla de Honor —también otras dos de Oro por sendos pabellones temáticos— y con ella un reconocimiento internacional del que España estaba necesitada tras el desastre del 98. Por eso se considera a esta obra como uno de los puntos de partida de regeneracionismo arquitectónico, de raíz nacionalista, que se impondría en la arquitectura española en las décadas siguientes.
Este inmenso triunfo tuvo notables consecuencias en su carrera, al elevar su prestigio a las más altas cotas permitiéndole alcanzar relevantes puestos a nivel nacional e internacional. El Rey de Bélgica le encargó una réplica de su proyecto y le otorgó la Orden de Leopoldo, una de las más importantes condecoraciones belgas. Tras ser delegado español en el Congreso Internacional de Arquitectos de París (celebrado a la vez que la exposición), lo fue también en el de Madrid de 1904. A su vuelta de Francia ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, concretamente el 21 de abril de 1901, leyendo un discurso sobre La calle bajo su aspecto artístico. Después fue designado miembro correspondiente de la Sociedad Central de Arquitectos Franceses (1901), la Sociedad de Arquitectura de Bélgica (1904), el Instituto Americano de Arquitectos y el Real Instituto de Arquitectos Británicos (ambos en 1905), así como honorario de la Asociación Artística para el Fomento de la Arquitectura de Roma (1904). Asimismo, presidió la Sociedad Central de Arquitectos de Madrid entre 1903 y 1904.
La repercusión del pabellón de París también afectó al estilo de sus más conocidas realizaciones posteriores, que deben interpretarse como la adaptación del neoplateresco al ámbito de la arquitectura doméstica, tanto en su versión unifamiliar como colectiva. Así sucede con el “Proyecto original de palacio Parque Florido” (actual Museo Lázaro-Galdiano) —realizado y reformado posteriormente por otros arquitectos—, y la casa-palacio y viviendas de los duques de Sueca en la calle Barquillo (ambos de 1904). De esta etapa final cabe destacar también el diseño del proyecto neogótico para la iglesia del Colegio de la Divina Pastora (1903) en la calle de Santa Engracia —ejecutado por Enrique María Repullés y Vargas— y la realización del ecléctico edificio de viviendas y sede del antiguo Credit Lyonnais (1904-1907) en la calle Alcalá, la mejor obra de este período. En sus últimos años erigió algunos panteones situados en los cementerios sacramentales, y participó en la elaboración, junto con su compañero José López Sallaberry, de un Anteproyecto de Plan General de reforma del Madrid publicado en 1905. Precisamente su estrecha vinculación con la capital madrileña, expresada en treinta y seis años de ejercicio como arquitecto municipal, justificó que el alcalde de la ciudad presidiese su entierro, que tuvo lugar en mayo de 1909.
Obras de ~: Reforma del palacio del duque de Frías en la calle Barquillo, Madrid, 1875; con F. Arbós Tremanti, Proyecto de la Necrópolis del Este, Madrid, 1877-1879, y Cementerio de Epidemias, Madrid, 1882-1884; Viviendas para Pedro Martínez en la calle Santa Engracia, Madrid, 1882; con C. Gómez, Reforma del Colegio de San Ildefonso en la calle Redondilla, Madrid, 1883-1884; Sede de La Correspondencia de España y viviendas en la calle Factor, Madrid, 1888; Viviendas en la calle Ferraz, Madrid, 1894; Instituto Oftálmico en la calle Zurbano, Madrid, 1896-1902; Hospital de San Pedro de la congregación de Sacerdotes Naturales en la calle San Bernardo, Madrid, 1896-1902; Pabellón de España en la Exposición Universal de 1900, París, 1898-1900; Laboratorio Municipal en la calle Bailén, Madrid, 1901-1902; Proyecto de la iglesia del Colegio de la Divina Pastora en la calle Santa Engracia, Madrid, 1903; Casa-palacio y viviendas para los duques de Sueca en la calle Barquillo, Madrid, 1904; Proyecto original del palacio Parque Florido (actual Museo Lázaro-Galdinao) en la calle Serrano, Madrid, 1904; Viviendas y sede del Credit Lyonnais (actual Banco Central Hispano) en la calle Alcalá, Madrid, 1904-1907; Sepulturas y panteones en el cementerio de la Sacramental de San Isidro, Madrid: marquesa de Selva Alegre, 1883, Valentín Montes Soriano, 1890, Céspedes Oregón, 1892, Mariano Sabas Muniesa, 1893, marqueses de Aguilar de Campoo, 1896, Manuel Gallo Sibes, 1896, marqueses de Viana, 1899, duques de Sueca, 1908, Ramón García Noblejas, 1909; Panteón de Eduardo Martel en el cementerio de la Sacramental de San Justo, Madrid, 1903.
Escritos: con F. Arbós Tremanti, Memoria histórica-descriptiva del proyecto de Necrópolis del Este de Madrid, premiado por el Excmo. Ayuntamiento en el concurso abierto en el 14 de agosto de 1877, Madrid, Imprenta Municipal, 1879; Restauración de la iglesia de Santa María de Lebeña: notas para la historia de este monumento nacional, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1897; “Memoria del proyecto del pabellón de España para la Exposición Universal de París”, en Arquitectura y Construcción (AC), 48 (1899), y 77 (1900); La calle bajo su aspecto artístico, discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1901; con J. López Sallaberry, Anteproyecto de Plan General de reforma de Madrid, elaborado por los arquitectos e ingenieros de la Junta Consultiva de Obras del Ayuntamiento, Madrid, Imprenta Municipal, 1905.
Bibl.: L. M. Cabello Lapiedra, “Urioste y el pabellón de España en París”, en AC, 48 (1900), págs. 53 Y ss.; “José Urioste y Velada, necrología”, en Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 10 (1909), págs. 96-100 [también en AC, 9 (1909), págs. 226-228]; “Datos biográficos del arquitecto Excm. Sr. D. José Urioste y Velada”, en La Construcción Moderna, 9 (1910), págs. 149-150; P. Navascués Palacio, Arquitectura y arquitectos madrileños del siglo xix, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1973; E. Ruiz Palomeque, Ordenaciones y transformaciones urbanas del casco antiguo de Madrid durante los siglos xix y xx, Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1976; J. R. Alonso Pereira, Madrid 1898-1931 de corte a metrópoli, Madrid, Comunidad de Madrid, 1985; C. Díez de Baldeón, Arquitectura y clases sociales en el Madrid del siglo xix, Madrid, Siglo XXI, 1986; J. Hernando, Arquitectura en España 1770-1900, Madrid, Cátedra, 1989; C. Saguar Quer, Arquitectura funeraria madrileña del siglo xix, Madrid, Universidad Complutense, 1989; A. Urrutia Núñez, “Bibliografía básica de arquitectura en Madrid. Siglo xix y xx”, en Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid, 3 (1991), págs. 199-266; C. Saguar Quer, “José Lázaro Galdiano la construcción del Parque Florido”, en Goya (Madrid), 261 (1997), págs. 515-535; A. Urrutia Núñez, Arquitectura española siglo xx, Madrid, Cátedra, 1997; VV. AA., Arquitectura de Madrid: casco histórico y ensanches, Madrid, Fundación COAM-Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, 2003.
Óscar da Rocha Aranda