López Sallaberry, José. Madrid, 16.XII.1857 – 22.VI.1927. Arquitecto y urbanista, coautor de la Gran Vía de Madrid.
Figura destacable de la arquitectura madrileña entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, presenta una obra diversa que se encuadra dentro del eclecticismo dominante en aquel período, caracterizado por la utilización de cualquier estilo histórico para adaptarlo a las diferentes tipologías. Además de sus variadas realizaciones, a lo largo de sus cuarenta y seis años de profesión desarrolló también una amplia actividad administrativa, que le permitió convertirse en un personaje influyente en el panorama arquitectónico de su época. Así lo prueban los numerosos cargos que desempeñó durante su trayectoria laboral (arquitecto del Ayuntamiento, profesor de Dibujo de la Escuela de Arquitectura, vocal de diferentes juntas técnicas ministeriales, inspector del Servicio de Construcciones Civiles, jefe superior de Administración Civil y académico de San Fernando). Por todo ello mereció diversas y prestigiosas distinciones, desde el nombramiento como Socio de Honor de la Sociedad Central de Arquitectos hasta la Medalla de Oro del Trabajo, pasando por la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso XII. Pero por encima de cargos y premios, López Sallaberry fue entre 1898 y 1904 el responsable, junto con su colega Francisco Andrés Octavio, del proyecto que sirvió de base al trazado definitivo de la Gran Vía de Madrid, la reforma urbanística más importante realizada en el centro de la capital durante las primeras décadas del siglo XX.
José López Sallaberry nació en Madrid en diciembre de 1857, al iniciarse el convulso final del reinado de Isabel II, y ya desde joven apuntaba que era “artista de nacimiento”. En efecto, durante su vida se distinguió como un hombre polifacético y de sensibilidad creativa, que no sólo se entregó a sus tareas profesionales sino que también se sintió atraído, como simple aficionado, por otros ámbitos artísticos. Así, cultivó la música, llegando a realizar algunas composiciones; y también la pintura, que practicó en todos sus géneros aunque con especial predilección por el retrato, para el que sus amigos y compañeros le sirvieron a menudo de modelo. Gracias a sus capacidades pictóricas pudo dedicarse años después a la enseñanza del Dibujo, tanto en academias particulares como en alguna escuela oficial. Para satisfacer sus inquietudes artísticas ingresó en 1875 en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, la única institución docente que entonces impartía esta disciplina en España. Durante sus estudios fue distinguido con varios premios, entre los que destacan un diploma y una pensión para visitar la Exposición Universal de París de 1878, viaje que realizó junto con su compañero Ricardo Velázquez Bosco y bajo la dirección del catedrático Miguel Aguado de la Sierra. Además, en su último año de carrera recibió una Medalla de Plata, otorgada por la Sociedad Central de Arquitectos, por unos trabajos conmemorativos destinados a la celebración del centenario de la muerte de Calderón de la Barca. Tras esta fase de formación, obtuvo el título de arquitecto el 7 de febrero de 1881.
Su primera etapa profesional, hasta 1904, está caracterizada en términos generales por la realización de algunas obras menores, colaboraciones con otros arquitectos e intervenciones en proyectos o edificios ajenos (conclusión de la Junta Municipal de Chamberí, ampliación de la Fábrica de Cervezas Mahou y dirección de obras de la sede del Banco Central Hispano, entre otras). No obstante, sus comienzos fueron prometedores, ya que en 1882, recién titulado, el proyecto diseñado junto con su compañero de promoción Siro Borrajo Montenegro fue elegido para construir el teatro Campoamor de Oviedo, conocida obra de la capital asturiana que fue inaugurada diez años después. Pronto, en 1886, ingresó en el cuerpo de arquitectos del Ayuntamiento de Madrid (como director facultativo del Servicio de Incendios), donde ocupó distintos puestos hasta ascender en 1890 al cargo de arquitecto jefe de la 2.ª Sección del Interior y finalmente, en 1919, a la categoría de decano de los arquitectos municipales, que ostentaba a su fallecimiento. También a finales del siglo XIX fue nombrado arquitecto de la Compañía General de Tranvías, para la que realizó todas las instalaciones principales (cocheras, talleres, estaciones y oficinas). Pero en aquellos años sobresale su primer gran edificio madrileño: la sede de la revista ilustrada Blanco y Negro (1896-1898) en la calle Serrano, cuya fachada —lo único conservado de la obra original junto con la escalera y parte de la planta noble— constituye un refinado ejemplo de estilo neoplateresco con algunos detalles modernistas.
El año 1904 marca un punto de inflexión en la trayectoria de López Sallaberry, al sucederse una serie de acontecimientos de gran relevancia que acabarán transformándolo en una personalidad arquitectónica muy reconocida en su tiempo. Además de la aprobación definitiva del proyecto para la Gran Vía, destaca su elección como académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde ocupó la vacante dejada por el fallecimiento de Lorenzo Álvarez Capra. Su ingreso se formalizó el día 22 de mayo con la lectura, en presencia del rey Alfonso XIII, de un discurso sobre “La fundación, desarrollo y reforma de las grandes urbes”. Durante los veintitrés años siguientes formó parte de la sección de Arquitectura, que llegó a presidir poco antes de su muerte. Unos días después de su nombramiento académico, el 17 de junio de 1904, le fue encomendada la construcción en la calle de Alcalá de la nueva sede del Casino de Madrid (asociación de la que era miembro desde 1900), donde realizó una intensa labor consistente en la modificación del proyecto inicial, encargado al arquitecto francés Laurent Farge, y en la dirección de unas complejas obras que se prolongaron hasta 1910. Actualmente, este edificio es considerado una de las mejores manifestaciones del eclecticismo cosmopolita de inspiración francesa desarrollado en Madrid a principios del siglo XX. Por último, también en 1904, modificó los diseños de fachada que su colega Francisco Andrés Octavio había ideado para un edificio de viviendas en la calle Mayor (la Casa Ruiz de Velasco), empleando excepcionalmente soluciones decorativas inspiradas en el art nouveau francés, que hacen de éste uno de sus trabajos más singulares.
Tras su plena consolidación profesional, inició un período de gran actividad en el que se sucedieron una serie de importantes edificios definidos por su variedad estilística y tipológica. Destacan principalmente: el neoplateresco palacete de Eduardo Adcoch (1905- 1906), muestra casi testimonial de las muchas construcciones, hoy perdidas, que en su momento engalanaron el madrileño paseo de la Castellana; el lujoso y afrancesado palacete del marqués de Linares (1908- 1911) en la calle Fortuny; un monumental edificio de viviendas (1908-1911) en la esquina de las calles Montalbán y Alfonso XII, que mereció un premio del Ayuntamiento de Madrid a la casa mejor construida; y un edificio residencial y comercial (1915-1918), de estilo neobarroco-casticista, situado en la Red de San Luis con vuelta a la Gran Vía. Posteriormente, como consecuencia de las múltiples ocupaciones oficiales, decayó su actividad constructora, y la mayoría de sus trabajos se realizaron en colaboración con su yerno, el reputado arquitecto Teodoro de Anasagasti, con quien ejecutó un edificio de viviendas en la glorieta de Bilbao (1917-1918) así como el conjunto del desaparecido teatro Fontalba y dos bloques de viviendas (1920-1924), también en la Gran Vía, cuya estilización decorativa se acerca a la estética del art déco.
En cuanto a la faceta como urbanista, derivada de sus cargos municipales, fueron también numerosas sus propuestas e intervenciones. Deben mencionarse, entre otras ideas no realizadas, los proyectos de una glorieta entre las calles Atocha y Carretas y la regularización de la plaza de Puerta Cerrada, así como un anteproyecto para la prolongación del paseo de la Castellana. Y entre las actuaciones realizadas, la regularización de la calle Desengaño, la prolongación de la calle Clavel hasta Fernando VI (con ensanche de la calle Pelayo) y, como curiosidad, el traslado de la fuente de la Cibeles desde la entrada del paseo de Recoletos a su actual ubicación en el centro de la plaza, lo que le obligó a diseñar un grupo de niños, situados detrás del carro de la diosa, para evitar el mal efecto producido por la visión trasera de la escultura. Sin embargo, nada es comparable con su “Proyecto de reforma de la prolongación de la calle de Preciados y enlace de la plaza del Callao con la calle de Alcalá”, como denominó modestamente a lo que con el tiempo acabó siendo la avenida más grande abierta en el casco histórico de Madrid: la Gran Vía. Este inmenso proyecto urbanístico le tuvo ocupado durante más de veintiséis años; primero como coautor del planteamiento general y después como técnico municipal encargado de supervisar su ejecución. Casi hasta sus últimos días estuvo López Sallaberry trabajando en la Gran Vía. En 1926, e incluso al año siguiente, redactó diversos informes sobre las modificaciones de altura y anchura del tercer tramo. Pero no pudo ver finalmente concluida su gran obra, ya que la muerte le sobrevino el 22 de junio de 1927. Contaba entonces sesenta y nueve años de edad, y sus restos fueron enterrados, al igual que los de otros artistas madrileños, en el cementerio sacramental de San Isidro.
Obras de ~: con S. Borrajo Montenegro, Teatro Campoamor, Oviedo, 1882-1892; Sepultura de Mariano Monasterio en el cementerio de la Sacramental de San Isidro, Madrid, 1896; Sede de la revista Blanco y Negro en la calle Serrano (actual Centro Comercial), Madrid, 1896-1898; Proyecto definitivo para la Gran Vía, Madrid, 1898-1904, Proyecto de Palacio Municipal (no realizado), Madrid, 1904; con F. Andrés Octavio, Edificio de viviendas en la calle Mayor, Casa Ruiz de Velasco, Madrid, 1904-1906; Sede del Casino de Madrid en la calle Alcalá, Madrid, 1904-1910; Panteón de Luis Villachica en el cementerio de la sacramental de Santa María, Madrid, 1905; Palacete de Eduardo Adcoch en el paseo de la Castellana, Madrid, 1905-1906; Palacete del marqués de Linares en la calle Fortuny, Madrid, 1908-1911; Edificio de viviendas para Ramón Godó en la calle Montalbán, Madrid, 1908-1911; Edificio residencial y comercial en la Gran Vía, Madrid, 1915-1918; con T. de Anasagasti, Edificio de viviendas para Luis Castañares en la glorieta de Bilbao, Madrid, 1917-1918; con T. de Anasagasti, Teatro Fontalba y dos edificios de viviendas en la Gran Vía, Madrid, 1920-1924.
Escritos: con F. Andrés Octavio, Proyecto de apertura de una gran vía que partiendo de la calle de Alcalá termine en la plaza de San Marcial, Madrid, Imprenta Municipal, 1898; con F. Andrés Octavio, Memoria del proyecto sobre la reforma de la prolongación de la calle de Preciados y enlace de la plaza del Callao con la calle de Alcalá, Madrid, Imprenta Municipal, 1901 y 1904; con F. Andrés Octavio, Mejoras en el interior de Madrid, Gran Vía, Madrid, 1901 [también en La Ilustración Española y Americana, 36 (1901), pág. 27]; Consideraciones acerca de la fundación, desarrollo y reforma de las grandes urbes, discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1904; con J. Urioste Velada, Anteproyecto de Plan General de reforma de Madrid, elaborado por los arquitectos e ingenieros de la Junta Consultiva de Obras del Ayuntamiento, Madrid, Imprenta Municipal, 1905; “Casa números 11 y 13 de la calle Mayor propiedad de los Sres. Ruiz de Velasco”, en Pequeñas Monografías de Arte, separata “La Casa Habitación” (1907), págs. 9-16; con F. Andrés Octavio, “La Gran Vía de Madrid”, en La Construcción Moderna, 23 y 24 (1909), págs. 479-481 y 499-502; con P. Aranda Sánchez, J. García Cascales y J. de Lorite Krámer, “Plan general de extensión de Madrid y su distribución en zonas”, en Arquitectura, 58 (1924), págs. 44-69; Informe elevado al Ayuntamiento en relación con el proyecto de aumento de altitud de la tercera sección de la Gran Vía, Madrid, Imprenta Municipal, 1926; “La Gran Vía de Madrid, el ancho del tercer trozo”, en Boletín de la Sociedad Central de Arquitectos, 250 (1927), págs. 1-8.
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Óscar da Rocha Aranda y Susana Belén de Torres Neira