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Juan Crisóstomo Plana Salas

Biografía

Plana Salas, Juan Crisóstomo. Peralta de la Sal (Huesca), 20.III.1680 – Madrid, 17.VII.1752. Escolapio (SChP), propagador de las Escuelas Pías en España, primer provincial.

Discípulo del colegio de Peralta, inició aquí su noviciado, aprobó sus estudios de Humanidades y profesó en Oliana el 30 de octubre de 1700, donde continuó estudiando Filosofía, Teología, Pedagogía, Griego y Hebreo. Durante la Guerra de Sucesión (1701-1714), sufrió numerosas penalidades sin dejar en ningún momento la enseñanza, primero en las clases inferiores en Oliana y a partir de 1706 en la de Gramática y Humanidades en Peralta.

En 1711 fue nombrado vicerrector y poco después rector del colegio de Peralta. Durante los años de su gobierno contribuyó a consolidar la fundación con nuevas propiedades y vocaciones selectas, y a dotarla de un gran prestigio desde sus Cátedras de Humanidades y Filosofía. En 1717 pasó a dirigir el joven colegio de Tamacastilla (Teruel), donde se instaló el noviciado y el juniorato para las Escuelas Pías de España. Asegurada la buena marcha del colegio, nuevo destino.

Acaba de abrirse el colegio de Barbastro y el padre Plana es nombrado su primer rector con patente el 5 de diciembre de 1721. Un rectorado breve, porque al haberse quedado ciego el padre Antonio Ginés, hasta ahora viceprovincial de España, en 1722 nombró Roma viceprovincial al padre Juan Crisóstomo Plana.

En el momento de su elección como viceprovincial tiene el padre Plana cuarenta y dos años, una cultura religiosa y pedagógica más que notable y una experiencia contrastada en la enseñanza y en la dirección de colegios y comunidades. Le ha tocado vivir en Aragón y Cataluña, y superar la experiencia de fundaciones nuevas. Ahora las Escuelas Pías cuentan en España con seis colegios, todos ellos en poblaciones pequeñas. Tres en Cataluña: Moyá (1683), Oliana (1690) y Balaguer (1700). Tres en Aragón: Peralta de la Sal (1695), Tramacastilla (1715) y Barbastro (1677- 1680) y definitivamente en 1721. Al nuevo viceprovincial le corresponde potenciar el legado recibido y aumentarlo en número y calidad. Lo irá haciendo, porque tiene visión clara de las cosas, mantiene constante diálogo con Roma, sabe valorar a las personas, distribuir el trabajo y trabajar en equipo.

Centró sus esfuerzos en la buena preparación de los jóvenes escolapios, sin pensar en nuevas fundaciones.

Visitó personalmente los seis colegios “para conservar o restaurar en ellos la observancia religiosa”. La consecuencia inmediata fue que cada casa tuviese un superior adecuado, y buenos formadores los novicios y juniores. Era partidario de un noviciado único, pero supo acomodarse a las circunstancias, sopesando las distancias y las peculiaridades de lengua y costumbres existentes entre catalanes y aragoneses. A Roma pidió libros y documentos que pudieran contribuir a un mejor conocimiento de la historia de la Orden y de sus ritos y costumbres. Logró así un valioso material para las casas de formación y el primer fondo documental histórico, que se irá completando sistemáticamente.

Del salto vocacional pretendido puede dar razón este dato referido a la casa de Peralta: entre 1699 y 1722, nueve profesiones; entre 1723 y 1731, alrededor de veinte.

Sentadas las bases, la primera llamada para fundar llegó desde Almodóvar del Pinar, provincia de Cuenca.

Proviene de un anciano sacerdote. Viajó el padre Plana desde Barbastro y el 21 de diciembre de 1723 estaba en Almodóvar. En 1724 se abrieron las escuelas de primeras letras y gramática, y siguieron abiertas sin interrupción aunque las licencias, largas y molestas, sólo se completaron por Felipe V y el obispo Diego del Toro y Villalobos en 1736. La segunda llamada llegó desde La Seo de Urgel. Su obispo Simeón de Guinda Apéztegui le pedía “que estableciera Religiosos que practicaran el Instituto en Puigcerdá”. Delegó el padre Plana la tramitación de la fundación en el padre Bartolomé Mir y el colegio quedó abierto en 1727. Este mismo año 1727 comenzaron las tratativas para fundar un colegio en Daroca y su Comunidad de pueblos vecinos.

En las largas tratativas intervino directamente el padre Plana. Por fin, con la aprobación del arzobispo Tomás Crespo de Agüero y de la Audiencia de Zaragoza, se abrieron las clases del nuevo colegio, con cátedra de Filosofía incluida, en 1728. Las escrituras definitivas entre las Escuelas Pías y la ciudad se firmaron en 1731.

Desde Daroca se trasladó el padre Plana a Alcañiz en julio de 1929, porque la ciudad, apoyada por el arzobispo Crespo de Agüero, el bayle de Aragón Martín Altarriba, el Cabildo y los conventos de dominicos y capuchinos, solicitaba un colegio escolapio, que sustituyese al centenario y agonizante Colegio Valero.

“Las capitulaciones, escribe el padre Plana, se redujeron a ser las mismas que en Daroca”. Y añade: “Para el septiembre los religiosos dieron principio al santo Instituto”. En efecto, cinco escolapios comenzaron las clases de enseñanza primaria y Gramática el 30 de septiembre, con la promesa de dos religiosos más “para enseñar filosofía y teología”. Por las mismas fechas que en Alcañiz, se fundó, en su tercera tentativa, el colegio de Benabarre. Lo solicitó con firmeza Eustaquio Calasanz, de la familia del fundador de la Orden y regidor perpetuo de la villa. El padre Plana delegó, para arreglar y firmar la concordia con la ciudad al padre Antonio Ginés, natural de Benabarre. Bendijo el acuerdo el obispo de Lérida Francisco de Olaso Hipenza el 26 de agosto de 1729.

Tenía el padre Plana interés especial por fundar en Madrid. El marqués de Aytona le había dicho: “Padre, mientras la Religión no ponga el pie en Madrid, no puede hacer cuenta estar en España”. Y sigue diciendo el padre Plana. “Le hicieron tal impresión estas palabras, que desde entonces propuso en su ánimo discurrir cómo poder poner la cabeza en la Corte”.

Envió al padre Juan García a Madrid con orden de “conseguir el poner la Religión los pies o la cabeza, aunque no fuera sino en una cochera”. A principios de octubre de 1729, el párroco de San Justo y Pastor Francisco del Campo y Carvajal ofreció la ermita de Ntra. Sra. del Pilar, perteneciente a su parroquia y que “estaba en el labapiés”, para ejercitar allí “la enseñanza de primeras letras y doctrina cristiana a los pobres niños del barrio”. El padre Plana se desplazó a Madrid con su hermano Tomás, que cambia el rectorado de Daroca por el de Labapiés, y ayudado por otros religiosos dan comienzo a las clases con ciento dos alumnos, que ascenderán bien pronto a seiscientos, el 28 de noviembre de 1729. Estas escuelas elementales, en las que trabajará en sus últimos años, hasta la muerte, el padre Plana, son el cimiento sólido del futuro Real Colegio de San Fernando.

Asentados los pies y la cabeza en Madrid, el padre Plana emprendió un largo viaje por Andalucía, porque “el eminentísimo Sr. Cardenal Astorga, Arzobispo de Toledo, daba prisa al P. vicario general a que pasase luego para la fundación de Algeciras”. Y es que desde Algeciras Antonio Ontañón, un señor “viejo y accidentado”, importunaba al cardenal arzobispo de Toledo Diego de Astorga y Céspedes. Con un religioso acompañante, el padre Plana pasó por Almodóvar, entró en Córdoba y se acercó a Sevilla porque “la Corte se hallaba en aquella capital”. Aquí le recibió el obispo de Cádiz, Lorenzo Armengual del Pino de la Mota, “muy desazonado y desentonado”. Llegó a Algeciras, que “por orden del Rey se estaba poblando y se habían ya construido hasta 400 casas”, y percibió muy pronto que las promesas de Ontañón eran pura fantasía y que una cosa era ver la fundación desde Toledo y otra desde la anchura de “todas las Andalucías”.

Regresó a las escuelas de Labapiés la antevigilia de Navidad de 1729, después de dos meses de viajes y fatiga. Había obedecido, pero Algeciras y Andalucía se quedan por ahora sin colegios escolapios.

Las Escuelas Pías han ido creciendo en España.

Cuentan por estas fechas con cien religiosos, varios miles de alumnos y doce colegios en Aragón, Cataluña y Castilla. El 1 de abril de 1730 el padre Plana escribió a Roma, diciendo que había llegado la hora de que el Instituto en España fuese declarado provincia canónica. Roma entendió las razones expuestas y nombró al padre Plana primer provincial de España el 25 de mayo de 1731.

Y él siguió ensanchando el mapa escolapio con nuevas fundaciones, que enumero por orden cronológico: Zaragoza, la ciudad deseada, a la que llegaron los primeros escolapios el 27 de abril de 1731 y abrieron escuelas, que con la ayuda del arzobispo Tomás Crespo de Agüero y el permiso del Ayuntamiento se transformaron en colegio de planta para mil alumnos, con internado e iglesia en 1733, licencia del Consejo Real de Castilla en 1736 y decreto final de Felipe V en mayo de 1739; Igualada en 1732, a petición del Ayuntamiento; Albarracín, para la villa y su Mancomunidad, en 1733, con presencia personal del padre Plana y el apoyo del corregidor Alonso de Anaya y Espinosa y del regidor mayor Martín Navarro de Arzudiaga; Jaca en 1735, gracias al empeño de su Alcalde Mayor Pedro de Ripa y Bonet y al consentimiento expreso del obispo Ramón Nogués, exalumno del colegio de Balaguer; Getafe en 1736, promovida por el párroco Dr. Alonso Velasco y Calderón, los alcaldes Carlos Seseña y José Merlo y el procurador general Valentín Muñoz, quienes con el padre Plana firmaron las capitulaciones en Madrid el 13 de diciembre; Mataró en mayo de 1737, después de una entrevista entre José Boter con el padre Plana; Valencia en este mismo año 1737 por la insistencia e influencia de Felipe Lino de Castellví, conde Carlet, y algo también de Plácido de Sangro, comandante general de Valencia y Murcia, exalumno del colegio de Nápoles, quienes con los padres Plana e Ignacio Cistué lograron las correspondientes licencias del arzobispo, del Ayuntamiento y de Felipe V el 17 de noviembre de 1737; Villacarriedo en Cantabria y que fue la última, un deseo de Antonio Gutiérrez de la Huerta y Güemes, caballero de Santiago y miembro del Consejo de S.

M., que cumplirá su sobrino en diálogo con el padre Plana el 23 de junio de 1738, para lograr los permisos del arzobispo de Burgos en 1739 y de Felipe V en 1740, y ver por fin inaugurado el colegio en 1746 con escuelas de primeras letras y Gramática y la segura promesa de nuevas Cátedras de Filosofía y Teología, que llegarán en 1760.

La obra del padre Plana quedó completa. Había acudido a Roma en 1735, para participar en el capítulo general de la Orden. Viceprovincial y luego, durante seis años, primer provincial de España. Fundó durante los diecisiete años de su gobierno (1722- 1739) trece nuevos colegios. Con razón pudo llamarle el padre Lasalde “nuevo Calasanz de las Escuelas Pías españolas”. En 1922 los escolapios aragoneses y el Ayuntamiento de Peralta rindieron un merecido homenaje al padre Juan Crisóstomo y a su hermano Tomás con dedicación de una calle y una plaza a sus dos hijos y escolapios ilustres.

 

Obras de ~: Libro de Memoria del Colegio de las Escuelas Pías de Barbastro, 1721-1763 (ms. en el Archivo Provincial de las Escuelas Pías de Aragón (APEPA) (Zaragoza); Noticias de los Principios de los Colegios de Aragón y Castilla (ms. en APEPA).

 

Bibl.: C. Lasalde, Historia literaria y Bibliografía de las Escuelas Pías de España, t. I, Madrid, Agustín Avrial, 1893, págs. 123-139 y 154-156; E. Llanas, Escolapios insignes, t. III, Madrid, Imprenta de San Francisco de Sales, 1899, págs. 303- 310; C. Rabaza, Historia de las Escuelas Pías en España, t. I, Valencia, Tip. Moderna, 1917, págs. 80 y 187-191. A. Clavero, Historia de las Excuelas Pías de Aragón, t. I, Zaragoza, 1947, págs. 20-43; D. Cueva, Las Escuelas Pías de Aragón, t. I, Zaragoza, Gráficas Navarro, 1999, págs. 65-129.

 

Dionisio Cueva González, SChP

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