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José Raimundo Arxó

Biografía

Arxó, José Raimundo. Shishi LU Ruose. Benasque (Huesca), 7.XI.1659 – Elche (Alicante), 29.VII.1711. Misionero jesuita (SI) en Oriente.

Este aragonés entró en la Compañía de Jesús en Zaragoza en noviembre de 1674. Cuando estaba formándose como teólogo, solicitó por carta al entonces prepósito general, Carlos Noyelle, su envío a las misiones de Asia. Roma le remitió a la provincia del Japón, donde también se incluían partes de China. Su salida desde Lisboa en 1684, como Francisco Javier un siglo y medio antes, lo condujo hasta Macao en 1685, continuando viaje hasta alcanzar Cantón donde estudió la lengua china. Hasta 1644, había existido cierta benevolencia imperial hacia los cristianos, baza que jugaron los “Padres de Pekín” para ganarse la confianza de la dinastía imperial de los Tsing, los cuales decretaron desde 1657 la libertad de cultos en el conjunto del Imperio.

Con la muerte prematura del emperador Chuen-Che en 1661, las persecuciones se intensificaron contra los cristianos. Los misioneros fueron reducidos y vigilados en Cantón, aunque con el procesamiento de los regentes por el nuevo emperador Kíang-hi, fue levantado el exilio de aquellos religiosos. Eso sí, la recuperación del cristianismo se produjo entre las clases populares y no entre las elites intelectuales. Con todo, los jesuitas continuaban siendo los directores del observatorio.

Arxó trabajó en Huguang y Hunan, posteriormente, en 1698, en Guilin (Guangxi) donde restauró la iglesia que ya había restaurado Andreas Koffler. Tras ser atacado por el gobernador local, regresó a Huguang, aunque un año después se encontraba de nuevo en Guilin.

Consiguió algunas conversiones que culminaban con el bautismo, reconstruyó la comunidad cristiana de aquel lugar, localizó la tumba de Koffler, asesinado por unos bandidos, destacando así la trayectoria de misioneros que habían contribuido al progreso del cristianismo en China. Eso sí, los cristianos continuaban siendo un grupo muy minoritario en el Imperio, alcanzando a finales del siglo xvii los doscientos mil. No abundaban los intelectuales y gentes de cultura que favoreciesen nuevas conversiones. Según datos de Delumeau, la Compañía en China suponía la mitad de los efectivos de entre los misioneros y más de la mitad de las misiones y la mayoría de las iglesias y oratorios que fueron construidos: un total de doscientos cuarenta y cuatro.

En el inicio del siglo xviii, la estancia de Arxó se alternaba entre Cantón y la iglesia de Guilin. Cuando el cardenal Thomas Maillard de Tournon, un hombre alejado totalmente de aquella realidad, llegó a Cantón, el padre Arxó fue requerido para mantener un debate con Claude Visdelou acerca de los ritos chinos. En realidad, Roma había detenido el proceso de adaptación de la fe cristiana dentro de la gran cultura de aquel Imperio, hecho que se conoce como la cuestión de los ritos chinos y malabares. El primer acto de aquella controversia se vivió en la India con el también jesuita Roberto de Nobili. Las inquietudes propuestas por Mateo Ricci despertaron grandes controversias que motivaron que la comunidad católica perdiese vitalidad. Los letrados chinos se negaron a aceptar cualquier corpus doctrinal y moral que procediese de Occidente, influyendo en los soberanos chinos. Los emperadores lo subrayaban, mientras que los jesuitas trataban de no resaltar sus vínculos con Roma, eliminando la imagen de colonizadores occidentales.

La controversia se prolongó desde mediados del xvii hasta la mitad de la centuria siguiente. Se trataba del enfrentamiento de dos realidades evangélicas y filosóficas. La que pretendían desarrollar los jesuitas que se encontraban allí, eliminando las connotaciones occidentales del evangelizar, aceptando todo lo que procedía de Oriente y Asia y no se hallaba reñido con el Evangelio. La opinión opuesta era la representada por las otras órdenes de misioneros —dominicos y franciscanos—, así como de los vicarios apostólicos.

Todos ellos pensaban que la gracia tenía que actuar en su plenitud, de tal manera que no era menester llevar a cabo adaptaciones. Creían, pues, que las conversiones debían ser plenas, aunque fuesen escasas.

Aún así, resulta menester matizar que la percepción del problema, por parte de la Compañía de Jesús, no era la misma en Roma que en Pekín.

Arxó, entre 1706 y 1708, fue visitador de la viceprovincia de China y de la provincia de Japón. Fueron años en los que el legado pontificio, el mencionado Tournon, trató de dialogar con el emperador chino Kangxi en Pekín, aunque el fracaso le hizo retroceder a Cantón y Macao. Por su parte, Arxó, en febrero de 1706, convertía al pueblo Zhuang, establecido en las montañas de Guangxi, aunque no seguía ni los ritos ni las costumbres de los chinos.

Consiguió bautizar al monarca y a su real familia, facilitando un núcleo de expansión del cristianismo entre los que no eran chinos. De esta manera, se acercaron hasta el bautismo un total de quinientas familias establecidas en Huguang y Guangxi, entre cuyos miembros existían numerosos integrantes de la intelectualidad letrada.

Confió el emperador chino en la persona del padre Arxó, pues lo remitió junto con Antonio Provana a la Ciudad Eterna, con el objeto de negociar con el Papa el espinoso y mencionado asunto de la controversia de los ritos. El vicario apostólico Maigrot había conseguido que este asunto fuese encomendado a una comisión de cardenales. La Universidad parisina de la Sorbona se unió a la condena de la estrategia misionera de la Compañía. Arxó viajó desde Macao a Roma, aunque cuando su misión fue cumplida, se dispuso a regresar a China. Cuando llegó a Alicante en diciembre de 1710, sufrió un deterioro de su salud. Le visitaron ilustres profesionales de la medicina llamados por la duquesa de Aveiro, bienhechora de las misiones. Fue conducido al monasterio de los franciscanos descalzos de Nuestra Señora de Loreto en Elche, donde murió el día que él mismo había anunciado, en un contexto geográfico y cultural bien diferente al que había dedicado su existencia.

Años después, Benedicto XIV cerraba el camino para la reconciliación de los cristianos chinos con la Iglesia romana, así como la consolidación del camino intransigente hacia los ritos chinos.

 

Bibl.: F. de Latassa, Biblioteca nueva de los escritores Aragoneses, vol. IV, Pamplona, Joaquín de Domingo, 1800, págs. 250- 253; C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesús, vol. I, Bruxelles, Oscar Schepens, 1890, págs. 595 y 596; A. Rosso, Apostolic Legations to China of the Eighteenth Century, South Pasadena, P. D. and I. Perkins, 1948, págs. 179, 294 y 308-309; J. Delumeau, El catolicismo de Lutero a Voltaire, Barcelona, Labor, 1973; P. Inglés, Noticia de la vida y virtudes del P. Joseph Raymundo Arxó, S.I., ed. de V. M. Morella, Alicante, Caja de Ahorros Provincial, 1975.

 

Javier Burrieza Sánchez