Eguíluz, Diego de. Arequipa (Perú), 25.VII.1625 – Lima (Perú), 9.X.1704. Profesor jesuita (SI) y escritor.
Antes de entrar en la Compañía en Lima, en julio de 1657, había concluido los estudios de Leyes en el Colegio Real de San Martín de la ciudad de los Reyes. Tras concluir la segunda probación o noviciado, comenzó su preparación teológica en la principal casa de la capital del virreinato, el Colegio de San Pablo de Lima. Fue profesor de Filosofía y Teología en Santiago del Cercado, una de las primeras doctrinas encomendadas desde el siglo xvi a los jesuitas. Continuó después sus trabajos como rector del noviciado de San Antonio Abad de Lima y con este mismo oficio en el colegio de Cusco. Fue esta última una de las primeras fundaciones de la Compañía cuando llegaron a aquellas tierras en 1566. En 1674, volvía al Colegio de San Pablo como prefecto de estudios. Primero acompañó al provincial del Perú, Juan Yáñez, como socio entre 1692 y 1694; sucediéndole en este oficio en 1695, durante el trienio que alcanzaba en 1698. Conoció, en ese tiempo, que Panamá pasaba a la nueva provincia jesuítica de Quito; que en Lima se establecía una cátedra para antiguos alumnos del colegio de San Martín. Impulsó el desarrollo de las misiones rurales y la fundación de las congregaciones, siempre vinculadas a los colegios. Tras concluir este período, pasó al Colegio del Cercado para ser su rector, entre 1699 y 1702.
Fue cronista de las misiones de Mojos, en esa función tan jesuítica de informar de los trabajos realizados. Él, sin embargo, no había estado allí. En esta tarea tomó como modelo la que había escrito Antonio de Orellana a su provincial, en octubre de 1687. Con todo, esta obra de Eguíluz se ha convertido en una fuente indispensable para conocer los métodos y trabajos de evangelización en aquellas reducciones, que alcanzaron, veintidós años después de su establecimiento, los casi veinte mil habitantes. No obstante, fue una relación remitida al prepósito general Tirso González, en diciembre de 1696. En sus páginas se extiende en las primeras expediciones realizadas, así como en la fundación de cada uno de los pueblos bautizados como Loreto, Trinidad, San Ignacio, San Francisco Javier, San José y San Francisco de Borja. Tampoco olvidó los trabajos de evangelización de los chiquitanos por Juan de Montenegro. Reproduce cómo eran las muestras de religiosidad popular, con las procesiones, y de qué manera se habían dispuesto las iglesias. Subrayaba una cuestión que era muy importante, el número de los bautizos. Resaltaba el aprendizaje que los misioneros realizaban de las lenguas indígenas, especializados como se encontraban en esta cuestión los llamados “jesuitas-lenguas”. No se extiende en el aprendizaje que hacían de los oficios y en la organización social que desarrollaban y conservaban.
Obras de ~: Relación de la misión apostólica de los Moxos en la Provincia del Perú de la Compañía de Jesús, Lima, 1696; Autor de las cartas edificantes de los padres Juan de Goicoechea, Nicolás de Mirabal, Juan Bautista Calderón y Juan Aleri, además de la del hermano Ignacio Conde.
Bibl.: E. Torres Saldamando (ed.), Historia de la misión de Mojos en la República de Bolivia, escrita en 1696 por el P. Diego de Eguíluz, Lima, Imprenta de C. Prince, 1884; C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, Bruxelles, Oscar Schepens, 1892, vol. III, pág. 348; R. Vargas Ugarte, Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, Burgos, Aldecoa, 1963, vol. 2, págs. 299-308; J. Baptista, “Eguíluz, Diego de”, en Ch. E. O’Neill, y J. M.ª Domínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús. Biográfico-Temático, vol. II, Roma-Madrid, Institutum Historicum, S.I.-Universidad Pontificia Comillas, 2003, pág. 1221.
Javier Burrieza Sánchez