Loyola y Vergara, Francisco. Ica (Perú), 1609 – Concepción (Chile), 1677. Religioso agustino (OSA) y obispo de Concepción (Chile).
Se trasladó muy joven junto a sus padres a Lima, capital del virreinato de Perú. En esta ciudad ingresó al colegio de San Ildefonso que regentaban los agustinos.
Prosiguió sus estudios en la Real Universidad de San Marcos, donde se graduó de doctor en Teología.
En 1622 ingresó a la Orden Agustina y, después de profesar y ordenarse de sacerdote, inició su actividad docente como catedrático de Filosofía y Teología.
Fue un notable orador sagrado. Entre sus sermones se cita el pronunciado con ocasión del fallecimiento de su hermano en religión, Gaspar de Villarroel, obispo de Santiago de Chile y de Arequipa y arzobispo de La Plata. Por su virtud y preparación intelectual, fue elegido como secretario provincial de la Orden en Perú en 1637, definidor provincial en 1641 y prior de Cuzco en 1645. Además fue vicario provincial en Lima, juez visitador de campos de indios, catedrático en la Universidad San Marcos de Lima y provincial de su Orden en Perú en 1657.
Cumplió en los cargos a satisfacción de todos, pero su íntimo deseo era recluirse y dedicarse al estudio con el fin de elevar el nivel del colegio de San Ildefonso que regentaba su Orden, razón por la cual renunció a la cátedra de Prima de Teología que le ofrecieron en la Universidad de San Marcos. En su calidad de provincial, visitó los conventos que se extendían en la costa y sierra peruana. En algunos de ellos debió tomar medidas rigurosas para mantener la observancia regular.
La separación de su cargo del prior del convento de Arequipa produjo impacto y fomentó la oposición del afectado, pero los superiores lo apoyaron y aplaudieron la medida.
Su capacidad fue reconocida por el virrey, quien lo recomendó a la reina regente de España para presentarlo a Clemente IX, quien lo preconizó obispo de Concepción de Chile. Fue consagrado en el convento de Lima en 1671. Después de dos meses de navegación llegó a una diócesis pobre que había sufrido el asedio de los indios, de los corsarios y la destrucción de los terremotos.
Estuvo un mes en Valdivia atendiendo las necesidades espirituales de los fieles de esa zona. Al llegar a Concepción le sorprendió ver las ruinas y escombros que había dejado el maremoto. Tuvo que instalar su sede en el convento agustino, pues la catedral y la casa episcopal estaban destruidas. Su primera preocupación fue la formación sacerdotal. Regularizó la enseñanza del Latín, organizó los estudios de Filosofía y Teología, dictando él mismo algunos cursos. Para promover los estudios solicitó a los agustinos de Santiago libros de su biblioteca que era una de las mejores que existía en el país. Así el obispo se convirtió en el formador de su propio clero.
Hacía ocho años que la sede estaba vacante. La atención a los indígenas chocaba con la oposición al abandono de la poligamia que trataban de establecer los curas doctrineros. El obispo, siguiendo las orientaciones del obispo Gaspar de Villarroel, agustino como él, trató de buscar una salida que, respetando la moral cristiana, no rompiera abruptamente con las costumbres ancestrales de los araucanos. No se encontró solución a este problema, que provocaba continuas rebeliones de los indios.
Bibl.: V. Maturana, Historia de los agustinos en Chile, Santiago de Chile, Imprenta Valparaíso de Federico T. Lathrop, 1904; R. Muñoz Olave, Rasgos biográficos de eclesiásticos de Concepción. 1552-1818, Santiago de Chile, Imprenta San José, 1916; El Seminario de Concepción durante la Colonia y la revolución de la Independencia (1572-1813), Santiago de Chile, Imprenta de San José, 1915; L. F. Ruiz Trujillo, “Francisco de Loyola y Vergara”, en Episcopologio chileno. 1561-1818, t. IV, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1992; M. Barrios Valdés, “Figuras de proa en la historia agustiniana de Chile”, en Anuario de Historia de la Iglesia en Chile, vol. XXIII (1995).
Marciano Barrios Valdés