Ayuda

Diego de Humanzoro

Biografía

Humanzoro, Diego de. Azcoitia (Guipúzcoa), 11.XI.1601 – Santiago de Chile (Chile), 29.V.1676. Religioso franciscano (OFM) y obispo de Santiago de Chile.

Diego de Humanzoro ingresó en la Orden franciscana, vino a América y fue adscrito a la provincia religiosa de San Antonio de Charcas, donde ejerció como misionero y fue elegido ministro de la provincia de su Orden. En Charcas se desempeñó como calificador del Santo Oficio. Regresó a España y se incorporó a la provincia franciscana de Cantabria. Residía en Vitoria cuando Felipe IV le comunicó que lo había presentado a Roma para ser obispo de la diócesis de Santiago de Chile. Alejandro VII lo nombró en el consistorio del 26 de enero de 1660. El arzobispo Pedro Villagómez lo consagró en Lima a finales de 1660 y tomó posesión de su diócesis por procurador el 15 de mayo de 1662 y personalmente el 5 de julio del mismo año.

Desde su llegada se preocupó por realizar la visita pastoral conforme lo ordenaba el Concilio de Trento y de celebrar el Sínodo Diocesano para organizar la actividad pastoral con los indios, los mestizos y los españoles. Al realizar su visita en el Obispado de Santiago, pasó a la parte oriental de la cordillera de los Andes en 1665 recorriendo Mendoza, San Juan y San Luis. A mediados de febrero de 1666, regresó a Santiago. Escribió al Rey para darle cuenta de las condiciones inaceptables en que vivían los indios como consecuencia del servicio personal, lo que dificultaba la obra evangelizadora, que se le había encomendado en calidad de obispo. Después de esta visita, no volvió a estas regiones en razón de sus achaques y edad. Para realizar la visita general del Obispado debió delegar en otras personas esta tarea en tales lugares.

Tras finalizar la visita general de su diócesis en 1669, solicitó al Rey un obispo coadjutor para que le ayudara a cumplir con la misión de administrar el sacramento de la confirmación en los lugares apartados de su sede. Conocidos los problemas, envió una Relación diocesana del estado del Obispado a Roma en marzo de 1666 en cumplimiento de la visita ad limina, norma canónica imposible de realizar por la lejanía y por no contar con la aprobación del Rey, que se oponía a dejar vacantes las sedes episcopales durante mucho tiempo. La segunda Relación diocesana fue enviada a la Curia pontificia en diciembre de 1673 por intermedio del jesuita Diego de Rosales y del franciscano Diego de Frías, a los cuales encargó de realizar la visita ad limina.

En esta relación comunicó las dificultadas de los párrocos para atender a sus parroquias por la excesiva extensión de las mismas, por las dificultades de las comunicaciones y la exigua congrua que recibían. Señalaba que muchos curas ignoraban el idioma de los indios, aunque esto podía subsanarse porque los indios de su jurisdicción ya entendían y hablaban el español. Indicaba que los canónigos de la catedral, si bien cumplían con los oficios, carecían de los grados canónicos exigidos por el cargo que desempeñaban.

En la cuenta del 8 de octubre de 1674 solicitó orientaciones a la sede romana acerca el número de sirvientes que debieran mantener las monjas en sus monasterios. Se le recomendó tomar medidas prudentes al rebajar su número. A estas medidas propias para lograr la observancia irregular y dar buen ejemplo, el obispo agregó sus esfuerzos por elevar el nivel cultural de los misioneros. Para lo cual fundó el colegio San Diego de Alcalá, lo dotó de un buen edificio y una nutrida biblioteca para la época. El edificio albergó la institución hasta mediados del siglo xix, cuando fue cedido por los franciscanos al gobierno republicano, quien lo destino a la educación.

En la misma Relación el obispo solicitó la exoneración de su cargo debido a sus achaques, a su avanzada edad de setenta y dos años y porque las necesidades de la diócesis exigían un prelado joven para poder cumplir bien su misión pastoral. Logró celebrar el Sínodo Diocesano, que había programado en los inicios de su gobierno, en 1670. Encontró la catedral arruinada y dedicó parte de sus entradas para reconstruirla. En este empeño chocó con los intereses del gobernador Francisco Meneses, cuya conducta le obligó a desplegar toda su energía para imponer la justicia social en favor de los indios y de los curas doctrineros a quienes se les negaba la congrua para satisfacer sus necesidades.

 

Bibl.: R. Lagos, Historia de la misiones del Colegio de Chillán precedida de una reseña acerca de los primitivos franciscanos en Chile, Barcelona, Herederos de Juan Gili, 1908; L. Olivares Molina, La provincia franciscana de Chile de 1553 a 1700 y la defensa que hizo de los indios, Santiago, Universidad Católica de Chile, 1961; C. Oviedo Cavada, “Diego de Humanzoro”, en Episcopologio chileno. 1561- 1815, t. I, Santiago de Chile, Universidad Católica de Chile, 1992; M. Barrios Valdés, Presencia franciscana en Chile. 1553-2003, Santiago de Chile, Publicaciones del Archivo Franciscano, 2003.

 

Marciano Barrios Valdés