Hernández Saravia, Juan. Ledesma (Salamanca), 24.VII.1880 – Ciudad de México (México), 3.V.1962. Militar, general, ministro de Guerra.
Penúltimo hijo de Francisco Hernández y Martín y de Patrocinio Saravia y Acha, Juan Hernández Saravia nació en una familia que había logrado un gran patrimonio rústico tras la desamortización y que poseía en Ledesma la conocida como Casa de las Almenas. Su padre llegó a ser coronel artillero y siempre compaginó su vida militar con la administración de su gran patrimonio. Una vez quedó separado del Ejército por problemas de salud en 1879, llegó a ser alcalde de Ledesma y murió cuando su hijo Juan tenía cinco años.
Juan Hernández Saravia se formó en el colegio de San José que los jesuitas tenían en Valladolid y, terminado su bachillerato, decidió seguir los pasos de su padre. En 1898, ingresó en la Academia de Artillería de Segovia. Salió de ella como primer teniente de Artillería el 14 de julio de 1903. Entre ese año y 1906, su primer destino fue un batallón de Artillería en la plaza de Ceuta. Posteriormente, en 1909, se incorporó a un regimiento en Melilla. Al año siguiente, contrajo matrimonio con Milagros Rojas Feigenspan, perteneciente a una familia de tradición militar. Promovido a capitán por antigüedad en 1911, regresó a África tras el Desastre de Annual y, gracias a valerosas acciones de guerra en las columnas del general Miguel Cabanellas y del coronel Morales, fue condecorado con la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y la Cruz de 1.ª Clase del Mérito Militar con distintivo rojo.
El 8 de julio de 1922, ascendió por antigüedad a comandante de Artillería y, a su regreso a la Península, fue ayudante de campo de los generales Ramón Acha Caamaño y Juan Arzadún Zabala, jefe de la Escuela Central de Tiro del Ejército.
En 1925, conoció a Manuel Azaña. En 1926, Alfonso XIII firmó el Real Decreto, a propuesta de Miguel Primo de Rivera, que unificaba el sistema de ascensos y rompía con la tradición artillera de ascensos basados exclusivamente en recompensas por antigüedad, pues el Arma de Artillería vinculaba la arbitrariedad y el favoritismo al ascenso por méritos. Ambos hechos condujeron a Hernández Saravia a alinearse con ideas republicanas, a pesar de su profundo catolicismo que lo había llevado incluso a ingresar en la Orden Tercera de los carmelitas.
Como ayudante de campo de Arzadún, uno de los militares que más se resistió a la unificación en el sistema de ascensos, Hernández Saravia se vio implicado en las movilizaciones que los artilleros llevaron a cabo en los cuarteles para oponerse a las modificaciones legislativas que promovió Primo de Rivera y formó parte de uno de los dos comités que los artilleros crearon el 1 de agosto de 1926 para gestionar la crisis. Finalmente, Primo de Rivera disolvió el arma y, como uno de los militares significados en el conflicto, Hernández Saravia fue condenado en enero de 1927 a dos años de prisión militar convencional. En ese mismo año pidió el retiro voluntario. A pesar de estar fuera del Ejército, Saravia participó en todos los movimientos contrarios a Primo de Rivera o Alfonso XIII que se produjeron en el seno del Ejército. Dentro de la Agrupación Militar Republicana (AMR), formó parte del comité que coordinó las relaciones con los políticos prorrepublicanos y se le reservó un papel destacado en la sublevación convocada para diciembre de 1930, pero no pudo cumplirlo por ser detenido con antelación.
Con la llegada de la República el 14 de abril de 1931, la figura de Hernández Saravia fue en ascenso. Esa misma noche, acompañó al ministro de la Guerra, Manuel Azaña, a su toma de posesión. El 22 de abril, Saravia regresó al servicio activo dentro del Ejército y tres días más tarde fue nombrado jefe del gabinete militar del ministro de la Guerra que reorganizó el Ministerio con una treintena de decretos. Desde el gabinete, se influyó para que se decretara la anulación de los ascensos por designación y por méritos de guerra y se intentó controlar un Ejército en permanente conflicto, como lo demostró el intento de golpe de Estado del general Sanjurjo el 10 de agosto de 1932. En su desarticulación, Saravia tuvo un destacado papel que le valió la Placa de la Orden de la República, impuesta por el propio presidente Alcalá-Zamora.
Con la elección de Azaña como presidente del Gobierno, Saravia vio aumentadas sus responsabilidades al tiempo que experimentaba profundas contradicciones internas entre el intento de formulación de un Estado laico y las agresiones anticlericales por un lado, y su acendrado catolicismo, por otro. Los sucesos de Casas Viejas extremaron este conflicto entre sus vinculaciones públicas y su conducta privada, pues el responsable de controlar la insurrección anarcosindicalista fue su cuñado, Manuel Rojas Feigenspan. Por todo ello, Hernández Saravia presentó su dimisión a Azaña, pero no le fue aceptada. En marzo de 1933, ascendió a teniente coronel de Artillería por antigüedad y, meses más tarde, cesó como jefe del gabinete militar del Ministerio de la Guerra tras la dimisión de Azaña en septiembre de 1933. En enero de 1934, fue destinado como segundo jefe al Regimiento de Artillería a caballo en el Campamento de Carabanchel.
Con los gobiernos cedistas, Saravia pidió el retiro en el verano de 1934, situación desde la que vivió la detención de Azaña, su amigo y su referente político. En ese tiempo, el Ejército se dividió entre la antirrepublicana Unión Militar Española (UME) —fundada a finales de 1933— y la Unión Militar de Republicanos Antifascistas (UMRA) —fundada a finales de 1934—, asociación esta última en la que se implicó Saravia, reincorporado al Ejército tras la victoria del Frente Popular. Por entonces, Saravia pasó a ejercer, junto a Santos Martínez Saura, la secretaría particular de Azaña, a quien acompañó en esta labor cuando dejó la Presidencia del Gobierno para ocupar la de la República. En esa doble labor, dentro del Ministerio de la Guerra, Saravia tomó una serie de decisiones que contribuyeron al fracaso del pronunciamiento del 18 de julio de 1936.
Tras el nombramiento por Giral de Luis Castelló como ministro de la Guerra, y dada la falta de salud de éste, Saravia siguió oficiosamente al mando del Ministerio. En ese punto, “parece probado que [Saravia] preparó todas las condiciones previas para organizar los Batallones de voluntarios [...], pero no ejecutó la orden de entregar las armas hasta que esta no fue extendida por el Presidente del Gobierno y ratificada por el Ministro de la Guerra” (M. Aroca, 2011: 452). El 8 de agosto, Saravia fue nombrado ministro de la Guerra, cartera que ocupó durante apenas un mes, hasta la caída de José Giral como presidente del Gobierno. Con la llegada de Largo Caballero al poder en septiembre de 1936, las actuaciones de Saravia en la guerra fueron estrictamente militares. Se hizo cargo del Ejército del Sector de Córdoba y su derrota ante la ofensiva de Queipo de Llano produjo la destitución de Saravia el 5 de enero de 1937. Fue nombrado jefe del Ejército de Levante con la misión de preparar una ofensiva en el territorio de Teruel. A pesar de que su efímera victoria le fue recompensada con su ascenso a general el 28 de diciembre de 1937, la caída definitiva de la ciudad en poder de las tropas franquistas provocó un aluvión de críticas contra Hernández Saravia. Sin embargo, el Ejército republicano volvió a contar con su experiencia para la dirección del Grupo de los Ejércitos de la Región Oriental (GERO) con los frentes del Ebro y de Cataluña como principales objetivos. Sin embargo, las acciones del GERO no tuvieron éxito. La rendición de Barcelona el 26 de enero de 1939 provocó la retirada de la confianza por parte de Vicente Rojo e incluso la apertura de diligencias contra Saravia, quien, viendo perdida la guerra y siguiendo el consejo de Azaña, decidió salir de España, aunque, antes de exiliarse, contribuyó al traslado de los tesoros artísticos españoles y luego salió por la frontera francesa a principios de febrero de 1939 y llegó con su familia a Eguilles, donde tuvieron graves problemas de subsistencia. Permaneció junto a Azaña hasta la muerte de éste en Montauban en noviembre de 1940. Tras la liberación de Francia por los aliados, Saravia emprendió la labor de preparar un ejército para lo que parecía el inminente retorno de la República a España. El 29 de agosto de 1947, fue nombrado ministro de Defensa en el Gobierno formado en el exilio por Álvaro de Albornoz.
Con el final del Gobierno de Giral perdió la última posibilidad de intentar que, desde el exterior, se pudiese poner fin al régimen de Franco y restablecer la República. Decidió entonces salir para México, donde ya se habían instalado la mayoría de sus hijos. Allí, en 1960, el general Emilio Herrera designó a Hernández Saravia vicepresidente del Consejo de Defensa de la República Española. Mientras desempeñaba este cargo honorífico en el Gobierno de la República en el exilio, el 3 de mayo de 1962 falleció el que había sido el militar de mayor confianza de Azaña y uno de sus colaboradores más cercanos.
Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Sección Primera, Expediente militar.
L. M. de Lojendio, Operaciones militares de la Guerra de España 1936-1939, Barcelona, Montaner y Simón, 1940; M. Azaña, Obras Completas, Ciudad de México, Oasis, 1966; Estado Mayor Central del Ejército, Síntesis Histórica de la Guerra de Liberación 1936-1939, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1968; J. M. Martínez Bande, La marcha sobre Madrid. Monografías sobre la guerra de Liberación, Madrid, Servicio Histórico Militar, San Martín, 1968; La lucha en torno a Madrid en el invierno de 1936-37. Monografías sobre la guerra de Liberación, Madrid, Servicio Histórico Militar, San Martín, 1968; J. Couceiro Tovar, Hombres que decidieron (17 a 22 de julio de 1936), Madrid, Rollán, 1969, págs. 372 y 385-386; R. Salas Larrazábal, Historia del Ejército Popular de la República, Madrid, Editora Nacional, 1973; F. Bravo Morata, La República y el Ejército, Madrid, Fenicia, 1978; M. Azaña, Memorias políticas y de guerra, Barcelona, Crítica, 1981; M. Alpert, La reforma militar de Azaña (1931-1933), Madrid, Estudios de Historia Contemporánea Siglo XXI, Siglo XXI de España, 1982; V. Rojo, Así fue la defensa de Madrid (Aportación a la Historia de la Guerra de España 1936-1939), Madrid, Comunidad de Madrid, 1987; H. Thomas, La guerra civil española, t. II, Barcelona, Grijalbo, 1988; M. Alpert, El Ejército republicano en la guerra civil, Madrid, Siglo XXI de España, 1989; F. de Meer, El Partido Nacionalista Vasco ante la guerra de España (1936- 37), Pamplona, EUNSA, 1992; M. Alonso Baquer, D. Manuel Azaña y los Militares, Madrid, Actas, 1997; El Ebro, la batalla decisiva de los cien días, Madrid, La Esfera de los Libros, 2003; J. M. Ruiz Vidondo, Las principales reformas militares de Azaña, Basauri, Grafite, 2004; El generalato en España, Basauri, Grafite, 2004; M. Aroca Mohedano, El general Hernández Saravias. El ayudante militar de Azaña, Madrid, Oberon, 2006; “Juan Hernández Saravia, un militar republicano en el Ateneo Científico y Literario, en VV. AA., Ateneístas ilustres, vol. II, Madrid, Ateneo de Madrid, 2007, págs. 349-357; M. Aroca Mohedano, “Juan Hernández Saravia”, en J. García Fernández (coord.), 25 militares de la República, Madrid, Ministerio de Defensa, 2011, págs. 437-463.
Diccionario Biográfico Español