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Tirso González de Santalla

Biografía

González de Santalla, Tirso. Arganza (León), 18.I.1624 – Roma (Italia), 27.X.1705. Jesuita (SI), decimotercer prepósito general de la Compañía de Jesús.

Sus primeras letras las recibió en el colegio de los jesuitas en Villafranca del Bierzo (León), para continuar después con la Filosofía en el colegio de Oviedo.

Precisamente en aquella ciudad inició su noviciado, terminándolo en el centro que se dedicaba a estos fines por antonomasia, es decir, en el de Villagarcía de Campos. No había terminado con la Filosofía cuando llegó al colegio de San Ambrosio de Valladolid (entre 1645 y 1647), para finalizar con la Teología en el de Salamanca (entre 1647 y 1651), ciudad que iba a ser muy importante en su proyección académica y docente.

Destacó, de esta manera, por su participación en actos académicos, hasta que hizo la tercera probación en el citado noviciado de Villagarcía. Como profesor de Teología comenzó en el colegio de Santiago de Compostela (entre 1653 y 1655), prosiguió de nuevo un año en el de San Ambrosio de Valladolid, para permanecer nueve en Salamanca (entre 1656 y 1665).

Por aquellos años ya comenzó a destacar como gran misionero popular, un ministerio total de la palabra, tan modelado por la Compañía de Jesús. En los siglos xvii y xviii, las misiones populares se encontraban en plena edad de oro. Tirso González formó parte de toda una trayectoria configurada por importantes misioneros en las centurias citadas. De hecho, este profesor jesuita había escuchado predicar a uno de los más importantes, Jerónimo López, en la localidad salmantina de Alba de Tormes, el día anterior en que González iba a recibir el grado de doctor en Teología.

Juan de Palafox, el obispo de Osma que había tenido tantas controversias con los jesuitas mientras fue prelado en Puebla (México), se admiró de la predicación de este religioso en una misión que llevó a cabo el padre González en Aranda de Duero (Burgos). Fue entonces cuando Palafox escribió al provincial castellano Martín de Lezáun, pidiéndole que este misionero jesuita realizase una próxima misión en la diócesis de Osma, destacando muy especialmente las cualidades pastorales con las que contaba.

Fue Jerónimo López el que consideró que un adecuado compañero de Tirso González iba a ser Diego Luis de Sanvítores, hasta que partió a las misiones del Pacífico, sustituyéndole Juan Gabriel Guillén. Como misionero popular recorrió Extremadura, Navarra, las grandes ciudades andaluzas (Sevilla, Granada, Gibraltar, incluso Ceuta), hasta llegar a Madrid —donde tuvieron lugar varias misiones incluso delante del rey Carlos II—, pasando después por Castilla la Vieja o Galicia. Tirso González, en estos trabajos, era recibido con gran entusiasmo, aunque se encontraban plagados de disciplinas y penitencias. Aseguró el resultado y pervivencia de las misiones a través de la fundación de las congregaciones. En sus palabras, y después en sus escritos, destacó por su rigorismo moral en extremo. Desde ahí se entiende que consiguiese cerrar los teatros en el transcurso de la tercera misión de Sevilla (en 1679), atacando permanentemente a las comedias. No olvidó tampoco su preocupación por la conversión de los moros esclavos.

La muerte de dos importantes profesores jesuitas en Salamanca condujo a que el provincial castellano obligase a Tirso González a abandonar sus trabajos en misiones populares y regresase a la cátedra de Teología.

Esta segunda etapa se caracterizó por su carácter conflictivo y controversista, definido por el entusiasmo ante el sistema moral del probabiliorismo, la defensa del caso más probable cuando se producía enfrentamiento entre la ley y la libertad humana. La controversia se encontraba planteada frente al probabilismo, el sistema moral que había sido identificado con la Compañía de Jesús. Con este debate, Tirso González pretendió luchar contra el laxismo, que tanto parecía condenar la actividad de los jesuitas en el confesonario.

Tales eran los debates que se generaban acerca del sistema moral que el provincial, que le había llamado de nuevo a la cátedra, se vio obligado a amenazarle con la excomunión. Tampoco era el único jesuita que impulsaba el probabiliorismo y así se puso de manifiesto cuando ejerció la defensa de la obra del jesuita navarro Miguel Elizalde. El prepósito general Juan Paulo Oliva, tras recibir la consulta de cinco teólogos del colegio romano, le prohibió al padre Tirso González la publicación de sus páginas Fundamentum Theologiae Moralis (escritas entre 1670 y 1672). Solamente encontró Tirso González el cielo abierto cuando recibió del papa Inocencio XI todos los ánimos para seguir luchando en pro de las doctrinas morales más rigoristas. No solamente defendió el Pontífice al profesor de Salamanca, sino que además obligó al general Oliva a que concediese licencia a sus jesuitas para poder opinar acerca de los sistemas morales.

Cuando murió el general Carlos de Noyelle en 1687 y se convocó la XIII Congregación General, Tirso González acudió a Roma en representación de la provincia de Castilla. Por entonces, cansado de tantas controversias, pretendía viajar a África para predicar en favor de la conversión de los moros. Cuando recibió la misión de poner sus pasos hacia Roma, vio en aquella Congregación General una magnífica oportunidad para la defensa del probabiliorismo. Ante la petición del Papa de elegir un general partidario del rigor, Tirso González se convirtió en el cuarto español llamado a gobernar la Compañía de Jesús. El papa Inocencio XI le apoyó, una vez más, en la defensa de la “sana doctrina”. Sin embargo, el padre González vio en su gobierno una solución “mesiánica” para salvar los supuestos peligros —dígase laxismo— que aquejaban a la Compañía. Y así lo creyó hasta su muerte. De esa forma, a Tirso González solamente le interesaron los criterios de Inocencio XI, que le daba la razón, sin considerar lo que dijeron después sus sucesores pontificios, que no compartían esa lucha desmesurada del superior jesuita en pro del rigorismo. La XIII Congregación General tampoco iba a consentir todos los deseos del papa Inocencio con el fin de que el general González diese a los jesuitas la licencia para defender el sistema moral del probabiliorismo.

El gobierno de este religioso al frente de la Compañía estuvo casi exclusivamente abocado a la implantación del probabiliorismo como el sistema moral propio de los jesuitas. El general se preocupó en facilitar la publicación de las obras que avalaban sus objetivos. La oposición surgió desde dentro de la Orden, cuando el misionero italiano Paolo Segneri, apoyado por la autoridad del nuevo papa Inocencio XII, trató de impedir la publicación de estas obras hasta la reunión de la congregación de procuradores de la Compañía. González respondió intentando ganarse el favor del monarca Carlos II, contando con la tarjeta de presentación del cardenal benedictino Aguirre.

La controversia moral adquirió tintes políticos y el general fue presentado como un religioso en Roma, acosado por extranjeros —aunque fuesen jesuitas—, enemigos todos ellos de la Monarquía hispánica. Si la situación no alcanzó cotas de mayor tensión fue porque el Rey carecía de altura política, ni siquiera para intervenir en los asuntos internos de los jesuitas. La división en la religión era clara y de esta manera se llegó a la celebración de la XIV Congregación General, en 1696.

Tirso González propuso entonces no ahondar más en el debate, aunque no se rindió en la etapa final de su gobierno en la defensa del citado sistema moral, pidiendo la publicación de las obras de su autoría que no habían visto la luz. Incluso manifestó al papa Clemente XI que temía por el final de los jesuitas a su muerte, si no se continuaba el camino que se consideraba adecuado.

No fue éste, el referido al sistema moral, el único problema de los jesuitas en aquellos años finales del siglo xvii. El padre general González impulsó las misiones que estaban abocadas a las restauraciones católicas de reinos separados de la obediencia a Roma (especialmente hacia Inglaterra, Escocia e Irlanda).

Isidoro Pinedo considera positivos estos años de gobierno, y encuentra aspectos muy favorables en el aumento del número de sus miembros, además de apreciarse un destacado dinamismo misional. Dentro de esta tendencia se incluían los trabajos efectuados en el interior del territorio católico, manifestándose los jesuitas de aquellos días por una destacada preocupación formativa, ante el conocimiento de las Sagradas Escrituras pero también en los saberes científicos.

El “mesianismo” de Tirso González fue su respuesta a una tendencia que ya habían manifestado sus antecesores, desde la cual debían cuidar y acrecentar el prestigio de la Compañía de Jesús como religión. Murió meses antes de la celebración de la XV Congregación General que había convocado para enero de 1706, aunque desde dos años antes contaba a su lado con un vicario que le iba a suceder al frente de la Compañía: el italiano Miguel Ángel Tamburini. Así, se encuentra en él un gobierno dinámico de dieciocho años, aunque cargado de controversias, durante el cual se produjo una notable desconexión entre el generalato y sus súbditos, dentro de una pirámide de obediencias como era esta religión fundada por san Ignacio. Hasta finales del siglo xix no habrá otro español, el quinto en su historia, como superior general de la Compañía de Jesús. No será, sin embargo, el último.

 

Obras de ~: Fundamentum Theologiae Moralis, s. l., 1670- 1672; Respuesta teológica acerca del abuso de los escotados y trajes provocativos, Santiago, Antonio Fraiz Pineiro, 1673; Selectarum Disputationum ex universa Theologia Scholastica, Salmanticae, apud Lucam Perez, 1680-1686; Manuductio ad conversionem Mahumetanorum, s. l., 1683 (Matriti, ex officina Bernardi de Villa-Diego, 1687); Tractatus succintus de recto usu opinionum probabilium, Dilinga, 1691; Fundamentum Theologiae moralis, Romae, Sumptibus Jo: Jacobi Komarek Rohemi, Typographi, 1694; Tractatus historico-theologicus de ortu et origine moderni probabilismi, s. l., s. f. (Roma, Biblioteca Casanatense, ms. 1361).

 

Bibl.: P. Segneri, Lettere del P. Tirso González sulla materia del probabile, Colonia, 1732; C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesús, vol. III, Bruxelles-Paris, Oscar Schepens- Alphonse Picard, 1890-1932, págs. 1591-1602; F. Ter Haar, Das Decret des Innocenz XI ubre dem Probabilismos und zur Rechtfertigung der kathol Moral gegen Döllinger, Reusch, Harnack, Hermann und Hoensbroech, Paderborn, 1904; E. Reyero, Misiones del Padre Tirso González, Santiago de Compostela, 1913; A. Astrain, Historia de la Compañía de Jesús en su Asistencia de España, vol. VI, Madrid, Viuda López del Horno, 1920, págs. 66-101 y 119-372; M. Jurino, L’apologetica e la Fede in Tirso Gonzalez, tesis doctoral, UPG, 1946; H. Manhhièn, Th. Gonzalez et le probabilismo, Cholon, 1959; I. Vázquez, “Fr. Francisco Díaz de San Buenaventura OFM y las luchas contra el probabilismo en el siglo xvii”, en Compostelanum, 6 (1961), págs. 1-46; “Tirso González y Francisco Díaz de San Buenaventurada OFM frente al jansenismo belga”, en Augustiniana, 13 (1963), págs. 307-341; F. Santos Nella, “La moral islámica y Tirso González de Santalla”, en Revista de Estudios Extremeños, 31 (1975), págs. 347-391; I. Pinedo, “Generales, 13. González de Santalla, Tirso”, en Ch. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez, Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, vol. II, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu- Universidad Pontificia Comillas, 2001, págs. 1644-1650.

 

Javier Burrieza Sánchez