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Luis de Carvajal y de la Cueva

Biografía

Carvajal y de la Cueva, Luis de. El Viejo. Mo­gadouro (Portugal), 1537 – Ciudad de México (México), II.1590. Colonizador en Nueva España, colonizador y gobernador perpetuo del Nuevo Reino de León.

Se le suele apodar el Viejo para distinguirlo de su sobrino Luis de Carvajal el Mozo, este último na­cido en Benavente (Zamora), principal protagonista de todo un proceso multitudinario contra la familia de los Carvajales, el proceso más importante de la historia de la Inquisición en México. Luis de Carvajal y de la Cueva nació en el pequeño pueblo de Mo­godouro, al noreste de Portugal, fronterizo con Es­paña. Se empieza a tener los primeros datos de Luis de Carvajal, el Viejo, cuando llega por primera vez a Nueva España en el año 1567 (a los treinta años, por lo tanto), donde, según algunas cortas biografías, “se dedicó pacíficamente a la cría de ganado vacuno en una hacienda que compró cerca de Tampico, en la provincia de Pánuco”. Pero esta primera estancia tiene un mayor contenido, que se conoce por sus ale­gaciones a la Inquisición. En él dice que llegó “por almirante de una flota que por orden de S. M. se hizo en la Isla de la Palma para esta Nueva España por virtud de una Cédula Real y sin salario y viniendo por Jamaica cumpliendo lo que S. M. dio por Or­den yo con mi persona con los bateles de las naos y la mitad de la gente [...] entré en el puerto de la dicha Jamaica y rendí tres naves de corsarios que allí esta­ban surtas [...] y se las entregué rendidas al goberna­dor de aquella isla sin tomar alguna cosa para mí. Y luego que llegué a esta Nueva España, siendo yo al­calde ordinario de Tampico, llegando al puerto [...] cien ingleses, y contra la opinión de todos los vecinos que de miedo querían huir aprestando gente para ello con veinte hombres salí [...] y los rendí, perdiendo [los ingleses] 88 que los más murieron, y los mandé presos al Visorey D. Martin Enriquez y de alguno de ellos se hizo justicia [...]. Yluego se alzaron los indios de Xalapa [...] quemaron el monasterio y entraron en los pueblos de Jelitla y Chapulvacan y las despoblaron muchos [...] derribaron las iglesias y para el remedio mandó el Virey a Don Francisco de Puga su lugarte­niente con 24 soldados de mucho salario [...] y como no hizo cosa de pronto me fue acometida dicha guerra con no más de diez soldados con que dentro de diez meses [...] con mucho riesgo de mi persona los sujeté y rendí y puse de paz y obediencia a S. M. [...] y reedifiqué el pueblo de Xalapa [...] y hize en el un fuerte de los mejores [...] cuyo edificio vale más de 20.000 pesos [...] y nunca me quedó premio por dicho servi­cio”. Carvajal remata siempre sus aseveraciones (que, no hay que olvidarlo, es su defensa ante el Santo Ofi­cio) citando testigos en su favor. En este caso, “Juan de Portes, escribano de la Audiencia Real con más de veinte testigos, cuyo original está en el oficio de Oso­rio, secretario de la Audiencia [...] que suplico a V. S. me adjuntará al proceso” (su documento, pág. 444).

Se desconoce cuándo regresó a España. Pero lo cierto es que existieron unas capitulaciones, firmadas el 31 de mayo de 1579 (según J. de la Villa y R. Ez­querra, 1979) o el 14 de junio de 1579 (según Dic­cionario Porrúa, III, pág. 2490) por las que la Corona le otorgaba los siguientes privilegios. “1.º: Pacificar y conquistar una extensión de 200 leguas cuadra­das, en las regiones que explorara y descubriera en el Norte de la Nueva España. 2.º Imponer a esta zona sometida a su dominio el nombre de Nuevo Reino de León. 3.º Ser él por tiempo de su vida el Gobernador y Capitán general de estas regiones y al morir desig­nar a un heredero, dado que él declaraba no tener descendientes directos. 4.º Traer consigo para poblar, en una o varias partidas, más de cien vecinos, casados o solteros. 5.º Exención de sujetar a esos vecinos por traer, al examen requerido por las leyes para probanza de limpieza de sangre”. Si los cuatro primeros privi­legios son los usuales de la época, es rara la última concesión. De ella se aprovechó Carvajal y arribaron bastantes personas de progenie judía, conversas unas, abiertamente adictas al judaísmo otras. “Hecho no­table y no fácil de explicar dados los rigores de los tiempos y la dureza del Rey Felipe II, que tales con­cesiones hizo” (Diccionario Porrúa, III, pág. 2490). Más adelante se indicarán algunos familiares y otros nombres. Parece que estos privilegios son una síntesis, pues J. de la Villa y R. Ezquerra (1979) mencionan otros distintos; por ejemplo, Carvajal recibiría un sa­lario de 2.000 pesos oro (se supone que anualmente), tenía facultad de encomendar a los indios por dos vi­das y se obligaba a construir una casa fuerte en la boca del río Pánuco. Por su parte, el gobernador Carva­jal se obligaba, primero, a pacificar a los pueblos y fundar varios poblados dentro del perímetro dado en concesión y, en segundo lugar, a hacer que esos some­tidos y cuantos habitantes naturales hubiera fueron adoctrinados en la fe católica y mantenidos en ella (Diccionario Porrúa, III, pág. 2490).

Luis de Carvajal regresó a Nueva España en 1580 en la flota del general Francisco de Luján, en la que viajaba también el conde de La Coruña, nuevo virrey de Nueva España. Luis de Carvajal llevaba cien sol­dados y sesenta familias. En el informe que al nuevo virrey dio su antecesor, Martín Enríquez, dice éste, al quejarse de la guerra constante de los chichime­cas y de las dificultades y costos para tener seguros y transitables los caminos y de la necesidad que, según él, había “que fueran azolados [sic; asolados] á fuego y sangre” esos indios. Y le recomendaba: “Así lo que V. S. podría hacer en el entre tanto que esto es, llevar adelante lo que todos hemos hecho, que es ir asegu­rando los caminos con soldados para que los daños no sean tantos [...] y advierto a V. S. que Luis de Carva­jal, que vino en esta flota por Gobernador del Nuevo Reyno de León, es la persona que a mi parecer podría ayudar mejor en esto, porque como se ha visto entre estos indios y sabe sus entradas y salidas, y conoce las más cabezas de ellos, y lo mismo ellos a él, tiene an­dado con esto mucho camino, especial en lo que con ellos se ha de procurar, que es tratarlos de paz, y por verlo inclinado a esto, más que a beberles la sangre, me valí yo siempre de él y creo acertará V. S. en hacer lo mismo” (V. Riva, ¿1884?).

En la práctica, sobre un precario mapa de la zona, y partiendo como vértice de la desembocadura del río Pánuco, se trazó una línea hacia el norte de doscien­tas leguas y otra hacia el oeste de otras doscientas le­guas. “El rectángulo formado por tan vasto territo­rio alcanzaba, pues, 702.244 kilómetros cuadrados e invadía territorios ya incluidos en la Nueva Galicia y en la Nueva Vizcaya” (Diccionario Porrúa, 1995, I, pág. 633).

Quedó Carvajal investido como gobernador del Nuevo Reino de León. Penetró en su territorio nue­voleonés en 1582. Todavía, por Cédula Real de 19 de octubre de 1583, ordenada Felipe II “se le pres­tasen cuantos auxilios necesitase para proseguir su empresa”. La primera fundación que hizo fue la que llamó ciudad de León (hoy, Cerralbo), en el sitio de las antiguas minas de San Gregorio. Estableció otra villa, la de San Luis de los Franceses, en lo que más tarde se llamaría valle de Monterrey (hoy, la villa es Monterrey). También fundó Nuevo Almadén (hoy, cerca de Monclava). En su documento, Carvajal re­lata numerosas acciones de terror de los indios “que habrían muerto de los vecinos más de 400 españoles [...] antes de que yo llegase”. Ydespués de relatar las infructíferas acciones de los soldados mandados por el virrey “[...] no hubo remedio hasta que yo, a mi costa y riesgo de mi persona y hacienda [...] los bus­qué diversas veces y hallándoles hube batalla con ellos y fueron muertos y presos la mayor parte, de que se hizo justicia y por este castigo quedó la tierra segura [...] y ha nueve años que no se mata hombre, lo que sucedía a cada día de antes [...]”. Ypone como verdad de esto a un fiscal, a un relator y al secretario de la Audiencia de Guadalajara Osorio, que tiene infor­maciones cerradas y selladas, a más que otra información igual la tiene en su poder, cerrada también, An­tonio Díaz de Cáceres. Después pasa a relatar la gran influencia que consiguió penetrando entre los indios en todo el territorio de su gobernación, que se ha­bía convertido en “muy seguro” gracias a él. “Entré la tierra adentro al Norte pacificando los naturales, que en todo aquel distrito hallé que estaban de antes de guerra e que puse de paz mas de diez ó doce mil personas por distancia de mas de sesenta leguas, y lo estan de tal manera que se anda aquel camino muchas veces y nunca los indios hacen mal a ninguna persona como apellide mi nombre de Carvajal que tienen ellos por señal cierta que si voy ó paso por alli que no les ha de ser hecho mal, así no lo hacen nos dan de sus bastimentos frutos de valde y les he puesto en todas sus rancherías cruces que ellos reverencian y tienen en mucho lo que dicen los dichos clérigos y consta de las dichas informaciones como queda dicho [...]”. Naturalmente, se trata de un documento de autode­fensa y Carvajal señala sus logros, bien que en todas sus afirmaciones remite a numerosos testigos y decla­raciones que están en sobres cerrados en la Audiencia. Y prosigue: “Y al fin de las dichas sesenta leguas des­cubrí por mi persona muchas minas de plata y poblé la Ciudad de Leon y la villa de Cueva a donde puse ingenios y se saco mucha plata y en su cercania puse de paz mas de cuatro mil indios. Hice por mi propia persona la Iglesia de la Villa de la Cueva en que el di­cho Vicario administro los Santos Sacramentos y me obligo a pagarle de mi hacienda 2.000 pesos por que se le debian por los vecinos de su salario porque los vecinos no podian pagar [...]”. Relata luego un alza­miento general de indios de una comarca (pueblos de Tamapeche, Tampasquin, Tamotela, San Miguel y los demás de aquella serranía) que “siendo cristianos se rebelaron del servicio de S. M. y apostataron de nuestra Santa fé catolica y Ley evangelica volviendose á sus ritos y ceremonias [...]” y mientras que “los Vi­soreyes por tiempo y espacio de diez años que estu­vieron rebelados enviaron capitanes al castigo y al re­medio [...] no se sacó otro fruto ni otro remedio [...] que se gastaron de la Hacienda real 6.000 pesos por mas de cuatro años hasta que yo con el favor de Dios N. S. por mandado y orden de S. M. y sin ninguna costa de la real Hacienda con mas de 40 soldados subi a los dichos pueblos con riesgo de mi persona y de los que conmigo iban y con gran coste de mi hacienda a los unos por industria y a otros por fuerza de ar­mas venciendolos en batalla que me salieron a dar los rendí y sujeté por fuerza [...] mas de 3.000 personas y los truje a la obediencia de S. M. y conocimiento de Dios N. S. y a la guarda de nuestro Santo Evangelio [...]”. Todo ello con los testigos que aduce, desde “el clérigo Pedro Infante, beneficiado de Tlalchitan que en aquel tiempo iba conmigo y esta en esta ciudad”. Los indios fueron pacíficos “todo el tiempo que es­tuve en la gobernación [...]”. Al final relata: “Yagora últimamente poble una Villa de las minas de Cohaila que yo descubri a que llamé del Almaden adonde esta asentada Caxa real y se saca plata [...] y agora que por mi mando se han llevado los ingenios a su beneficio [...] ha de valer en cada un año a S. M. mas de 50.000 pesos mayormente si yo estuviera presente se perpe­tuaria e irá en acrecentamiento de la renta de S. M., y hay muchas sementeras y tengo puestos todos los indios de paz y en obediencia de S. M. y hice por mi persona la iglesia en que se administran los santos sacramentos y compre ornamentos [...]. Son testigos Diego Ramirez Zamora, Felipe Nuñez, Juan Salado, y otros muchos y es publico y notorio lo que queda dicho y que nunca he cometido delito de infidelidad ni que prueban lo que el Fiscal dice en su acusacion en ningun caso se hallara en mi dolo ni malicia [...]”.

Luis de Carvajal, haciendo uso de los privilegios de las capitulaciones con Felipe II (incluso la última, que se califica de “rara”: “exención de sujetar a esos veci­nos por traer, al examen requerido por las leyes para probanza de sangre”), llegó a Nueva España con toda su familia. Tres primos hermanos: Jorge, Catalina y Ginebra viajaron con sus deudos. También Diego Enríquez, hijo del virrey, cuya amistad con Carvajal lo hace sospechoso de ser también judaico. Otros de su círculo fueron Juan Salado, Juan de Saucedo, Íñigo Vardales, el sastre Juan de Nava, el escribano Antonio del Águila, el médico Antonio de Morales (el primero procesado por la Inquisición), el albañil Lucero, el herrero Ballesteros y muchos más. Luego llegó otra segunda oleada, superando la cuota de cien personas dada. Bastantes tuvieron que ver con el Santo Oficio. El propio Luis de Carvajal entró en conflicto con el virrey por algo que él calla en “su documento”: dejaba hacer incursiones para cazar esclavos, lo que atrajo a aventureros y gentes indeseables, y por ello fue apre­sado por orden del virrey, marqués de Villa Manri­que, en 1589, lo que aprovechó la Inquisición para acusarlo de judaizante. A pesar de su defensa auto­biográfica, pródiga en frases sobre su catolicismo y la abundancia de testigos clérigos y frailes, fue juz­gado por judaísmo y sentenciado en abril de 1589, sin demostrar que lo practicara, sino porque personas de su familia sí eran judíos o judaizantes y practica­ban los ritos y ceremonias mosaicas sin él haberlos denunciado, pues “como se ve, fuera de duda en los procesos respectivos, casi todos eran judaizantes y ob­servaban las leyes de Moisés”. La sentencia, por ello, fue a una pena incruenta: destierro de seis años de las Indias, lo que no pudo cumplir porque enfermó y murió en febrero de 1590 en la cárcel de la Inquisi­ción de México. Le había sucedido en la gobernación del Nuevo Reino de León su teniente de gobernador Luis de Montemayor.

Capítulo aparte merecería el gran proceso contra sus sobrinos, Luis de Carvajal (¿1565?-1596), el Mozo, natural de Benavente (Zamora), quien procesado por la Inqusición, torturado y convicto de practicar en secreto la Ley de Moisés, fue condenado a la ho­guera, pero sufrió garrote el 8 de diciembre de 1596, por haberse “arrepentido”, y su hermano Gabriel de Carvajal, también de Benavente, condenado por ju­daizante, pero dado que había profesado como do­minico en México, su pena fue de cárcel perpetua, que sufrió en su propio convento. Todos los procesos contra Carvajal y su familia fueron los mayores y más ruidosos de la historia de la Inquisición en México. Han dado lugar a diversos libros y estudios diversos. Pero ello se aparta de la biografía concreta de Luis de Carvajal y de la Cueva.

 

Obras de ~: Defensa y relato autobiográfico de su vida y hechos en la Nueva España, efectuada en México [título facticio; pieza ms., firmada por el autor, que forma parte del “Proceso contra Luis de Carvajal gobernador del nuevo reyno de Leon natural de la villa de Mogodouro en el Reyno y raya de Portugal cerca de Benavente, estante en Mexico de generacion de Christia­nos nuevos de judios.- Por sospechoso de la ley de Moisés en que lo quisieron convertir. México, 1589”, publicado ad inte­grum por V. Riva Palacio, en México a través de los siglos [...], págs. 444-446 (véase en Bibliografía), cuyo proceso, dice el propio Riva Palacio, es un “Original, que existe en mi poder”.

 

Bibl.: V. Riva Palacio, México a través de los siglos. Vol. II, El Virreinato. Historia de la dominación española en México desde 1521 á 1808 [...], Barcelona, Espasa y Compañía, s.a., ¿1884?, págs. 443-446; A. de Toro, La familia Carvajal. Es­tudio histórico sobre los judíos y la Inquisición en la Nueva Es­paña, en el siglo XVI, basado en documentos originales y, en la mayor parte, inéditos, que se conservan en el Archivo General de la Nación, de la ciudad de México, México, Patria, 1944, 2 vols.; I. Cavazos Garza, Cedulario autobiográfico de poblado­res y conquistadores de Nuevo León, Monterrey, 1964; J. de la Villa, R. Ezquerra, “Carvajal, Luis de”, en Diccionario de Historia de España, vol. I, Madrid, Alianza Editorial, 1979, pág. 749; VV. AA., Gran Enciclopedia de España, vol. V, Za­ragoza, Enciclopedia de España, 1992, pág. 2289; Diccionario Porrúa de Historia, Biografía y Geografía de México. Sexta ed., corregida y aumentada, vols. I y III, México, Editorial Porrúa, 1995, pág. 633 y pág. 2490, respec.; M. Menéndez Pidal, Historia de España. Vol. XXVII, La formación de las sociedades iberoamericanas (1568-1700), Madrid, Espasa Calpe, 1999; H. Musacchio, Milenios de México. Diccionario enciclopédico de México, vol. I, México, Hoja Casa Editorial, 1999, pág. 501 (col. Santa Cruz Atoyac).

 

Fernando Rodríguez de la Torre

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