Jiménez-Castellanos y Tapia, Adolfo. Montilla (Córdoba), 26.IV.1844 – Madrid, 18.I.1929. Militar.
M iembro de una acomodada familia cordobesa, hijo de Ramón Jiménez-Castellanos Castillo —rico hacendado, militar y alcalde de Montilla— y de Pilar Tapia Carrillo.
Siguiendo los pasos de su hermano mayor, Ángel —oficial de Infantería, que llegó a ser general de brigada—, en 1860 ingresó como cadete en el Colegio de Infantería de Toledo, obteniendo tres años después el empleo de subteniente.
En 1865, a petición propia, se le concedió destino en Cuba, estancia que resultó providencial tanto para su carrera como en su vida privada. Poco después de su llegada a La Habana, fue enviado a Santo Domingo, participando en diversas escaramuzas contra los partidarios de la emancipación de la isla, tras lo cual regresó con su unidad a Cuba, permaneciendo en situación de guarnición hasta que en 1868 estalló la Guerra de los Diez Años (1868-1878), primera insurrección independentista cubana, que para Jiménez- Castellanos supuso un fulgurante ascenso en el escalafón, interviniendo en numerosos combates (Minas de Juan Rodríguez, Naranjo, Mojacasabe, Las Guásimas, etc.), en los que sobresalió por su valor, resultando herido en una ocasión y, recibiendo como premio varios ascensos consecutivos hasta coronel (1877) y diversas medallas.
En 1879, en el marco de una nueva sublevación independentista, la denominada Guerra Chiquita (1879-1880), al mando del Regimiento de Infantería de la Reina, con base en Puerto Príncipe, se encargó de limpiar de insurrectos la provincia del mismo nombre, eliminando varias partidas de rebeldes.
Una vez pacificada la isla caribeña, en 1882 regresó a España, desempeñando el mando de diversas unidades militares. Pero sólo un año después solicitó reincorporarse a sus funciones en la Gran Antilla, siendo designado secretario de la Subinspección General de Infantería y Milicias de Cuba.
No obstante, en 1887 regresó de nuevo a la Península para recuperarse de una enfermedad, etapa que coincidió con su ascenso a brigadier (1888) y el desempeño de altos puestos en el Ministerio de la Guerra: jefe de la Sección de Campaña (1888), jefe del Gabinete Militar (1889) y jefe de Sección (1890).
En 1895, promovido a general de división, fue enviado de nuevo a Cuba, tras iniciarse la tercera y última de las guerras de emancipación cubanas (1895-1898), participando en algunas de las batallas más importantes de la campaña (Saratoga, Cascorro y Guáimaro, etc.), en las que destacó una vez más por su arrojo y pericia, venciendo a los rebeldes bajo mando del líder independentista Máximo Gómez y llegando incluso a apoderarse de Nueva Habana, poblado donde celebraban sus reuniones el autoproclamado Gobierno Provisional cubano. Todos estos triunfos, glorificados por la prensa española, hicieron que el Gobierno le concediera la promoción a teniente general (1898).
Sin embargo, el estallido de la Guerra Hispano- Norteamericana (1898), concluida con la derrota militar española, provocó la pérdida de las últimas colonias ultramarinas de España, recibiendo Jiménez- Castellanos el encargo de ocupar la Capitanía General de Cuba y el mando del ejército de Operaciones con la amarga misión de presidir la comisión de evacuación de la isla y su entrega a los norteamericanos, acto que se escenificó el 1 de enero de 1899 en el salón del trono de la Capitanía General de La Habana, correspondiéndole al consagrado general poner fin a más de cuatro siglos de imperio español en América. Poco más de un mes después, una vez organizada la repatriación de las tropas nacionales, partió hacia España, dejando atrás la tierra en la que había residido durante veinticinco años y a la que estaba unido por fuertes lazos afectivos, al haberse casado con la cubana Carmen Barreto, de cuyo enlace nacieron seis hijos (dos de los cuales, Adolfo y Ramón Jiménez-Castellanos y Barreto, continuaron la carrera militar de su padre, alcanzando también el generalato).
A su vuelta, en reconocimiento a sus destacados méritos, recibió los nombramientos de comandante en jefe del 1.er Cuerpo de Ejército (1899), capitán general de Castilla la Nueva (1899) y Galicia (1903), jefe del 7.º Cuerpo de Ejército (1904) y del 3.º (1906), capitán general de la 3.ª Región Militar (1907) y, consejero del Consejo Supremo de Guerra y Marina (1910-1912). Finalmente, en 1916 pasó a la reserva.
Además, fruto de su dilatada experiencia castrense, escribió algunas obras.
Obras de ~: Sistemas con que deben combatirse las insurrecciones en Cuba, Madrid, Est. Tipográfico, 1883; Disposiciones militares que convendría adoptar en previsión de una Huelga General Revolucionaria, Madrid, Imprenta del Índice, 1912.
Bibl.: F. M. Espino Jiménez, “El Teniente General Adolfo Jiménz- Castellanos y Tapia (1844-1929). Un montillano protagonista de la Guerra de Cuba”, en La Corredera, n.º 25 (1998), págs. 11-14; L. Navarro García, “El general Jiménez Castellanos, último Capitán General de Cuba”, en VV. AA., Actas VIII Jornadas Nacionales de Historia Militar. Milicia y Sociedad en la baja Andalucía (siglos XVIII y XIX), Sevilla, Deimos, 1999, págs. 309-323; F. M. Espino Jiménez, “Aportaciones militares de Córdoba a las guerras de emancipación (1895-1898)”, en VV. AA., Actas del 1.er Coloquio Internacional Andalucía y el 98, Córdoba, Publicaciones de la Obra Social y Cultural CajaSur, 2001, págs. 263-301.
Francisco Miguel Espino Jiménez