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José de Iturrigaray y Aróstegui

Biografía

Iturrigaray y Aróstegui, José de. Cádiz, 27.VI.1742 – XII.1815. Virrey de Nueva España.

Su familia era de origen pamplonés, y su padre, del mismo nombre, se tuvo que trasladar a Cádiz debido a sus labores como funcionario de la Administración real. Allí fue donde José de Iturrigaray y Aróstegui nació y donde ingresó en el Ejército en 1759 a los diecisiete años de edad, sirviendo primeramente como cadete de Infantería. En 1762 obtuvo el grado de alférez, justo al mismo tiempo que estallaba una nueva guerra con los ingleses. Las tropas españolas invadieron Portugal, estando presente en esta acción y en el asedio de la plaza de Almeida.

En 1764 fue ascendido al grado de capitán, sirviendo en distintos destinos. Un año más tarde se le concedió el hábito de la Orden de Santiago, al mismo tiempo que a sus dos hermanos, Vicente y Manuel.

El 19 de junio de 1777 fue promocionado a capitán de brigada y trasladado a la plaza de Madrid. La guerra con los ingleses de 1779 a 1783 le proporcionó la posibilidad de participar activamente en combate, más concretamente en el sitio de Gibraltar de 1782, donde su buen hacer militar le valió una mención especial en la orden del día por su valor y entrega en la acción. En 1789 consiguió el grado de brigadier, y cuatro años más tarde, en 1793, recibió el ascenso a mariscal de Campo. Con este grado participó a las órdenes del general Ricardos en la campaña contra Francia iniciada ese año como respuesta de la España borbónica a la ejecución del rey francés Luis XVI por parte de los revolucionarios. Participó en las victoriosas acciones de Perpiñán, el 3 de septiembre de 1793, así como en los combates de Rivesaltes, Bernes y Perestoltes.

Se le dieron encargos tácticos importantes, como fue el mando de la caballería en la campaña contra Villalonga, así como la dirección del ataque al Coll de Banyuls. Mandó el ala derecha de la caballería de los españoles en Rosas cuando la retirada general frente a los franceses, justo antes de la firma de la Paz de Basilea, realizando una brillante carga que evitó que el ejército fuera envuelto completamente.

Los méritos sobrados adquiridos en esta campaña, así como su anterior hoja de servicios, le valieron el ascenso en 1795 a teniente general, así como el mando político de Cádiz como su gobernador. En 1800 fue nombrado 2.º comandante de Andalucía, sirviendo a las órdenes del capitán general Tomás de Morla.

Cuando estalló una nueva guerra, en 1801, intervino de nuevo activamente como jefe del ejército en la región de Ayamonte, durante la campaña de Portugal.

En julio de 1802 recibió oficialmente el nombramiento de virrey de Nueva España, probablemente por su amistad con Manuel Godoy, príncipe de la Paz y favorito de Carlos IV. En octubre partió, junto con su familia y criados, a bordo del navío San Julián, a Veracruz, adonde llegaron en el mes de diciembre.

El 4 de enero de 1803 entraba en la villa de Guadalupe, donde le entregó el mando del virreinato el virrey saliente, Berenguer de Marquina. Se granjeó muy pronto la amistad del pueblo al autorizar inmediatamente la celebración de corridas de toros, algo que su predecesor había prohibido. Se celebraron corridas durante quince días, para festejar su llegada a Ciudad de México. Sin embargo, muy pronto demostró una mal disimulada inclinación por el lujo y los placeres, lo que le llevó a desatender las labores de gobierno y a verse envuelto en turbios asuntos. Realizó un viaje nada más llegar al virreinato a ciertas zonas mineras como Querétaro, Celaya o Guanajuato, en donde conectó con la oligarquía local.

Sus amistades con los comerciantes y ricos mineros, así como su debilidad de carácter y su inclinación por la opulencia, le llevaron a cometer varios actos corruptos de suma gravedad. Desde su llegada al gobierno, varió la forma en que era repartido el azogue entre los mineros —vital para la extracción de plata— en su propio beneficio. En vez de seguir con los procesos ya legislados que dictaminaban las normas básicas para su correcta distribución, prefirió repartir el azogue aleatoriamente y sólo a aquellos que le entregaban una onza de plata por quintal. Por este procedimiento se apropió ilegalmente, hasta el final de su mandato, de no menos de 4.000 pesos de plata.

También se vio envuelto en un caso de corrupción por las contratas ilegales para la venta del papel necesario en las fábricas de tabaco. A cambio de un soborno para su esposa, se apropió de 54.000 pesos, al favorecer a un comerciante que facturaba ilegalmente a la fábrica de tabacos. También vendió empleos y cargos de manera arbitraria y sólo con el fin de ganar dinero fácilmente.

Se encontró, en los dos primeros años de mandato, una muy mala situación hacendística. Un informe que ordenó elaborar mostró un déficit para las cajas del virreinato en el momento de su llegada de 22.000.000 de pesos. Recibió de Madrid órdenes concretas para enviar a la Península la mayor cantidad posible de numerario, necesario para sufragar los enormes gastos de la Hacienda en España, al tiempo que se le conminaba a enviar lo más pronto posible los “situados” que se debían de varios años de atrasos a diversas cajas en el Caribe y golfo de México. Su celo al buen servicio le llevaron a enviar a España en los dos primeros años más de 16.000.000 de pesos.

En 1804 se empezó a introducir, durante su mandato, y de manera fluida, la vacuna contra la viruela, gracias a los esfuerzos de Francisco Javier de Balmis, prestigioso médico que, al llegar a Veracruz en julio de 1804, se encontró, sin embargo, con muy escasa atención por parte de Iturrigaray. Pese a las dificultades logísticas y a la poca predisposición del virrey, la introducción en esta fecha de la vacuna en el virreinato marcó un hito en el tratamiento de la salud pública.

Realizó un estudio muy detallado de las defensas del virreinato, ya que su trayectoria militar y sus ya probadas dotes en este campo le convertían en la persona más capaz para acometer la reforma de las defensas después de la firma de la Paz de Amiens, en 1802, que daba a España un período de paz, después de casi quince años de continua guerra. Pese a su inexperiencia militar en América, comprendió rápidamente que el ataque más peligroso contra la integridad territorial del virreinato podría caer sobre la costa del seno mexicano, y muy especialmente en los alrededores de Veracruz. Consideró que este puerto era indefendible, de manera que ideó un plan que establecía la línea de defensa en el eje México-Veracruz, trasladando el grueso de sus tropas para acantonarlas en la villa de Jalapa. Esta idea fue finalmente aprobada en Madrid en mayo de 1804. Al declararse nuevamente la guerra entre España y Francia, por un lado, e Inglaterra por otro, activó, el 14 de marzo de 1805, el plan ya previamente aprobado. La noticia fue transmitida al gobernador de Veracruz y al Consulado, lo que provocó un inmediato malestar, ya que el plan defensivo preveía la defensa únicamente del fuerte de San Juan de Ulúa, frente a Veracruz, pero no de la propia ciudad.

A la semana siguiente tanto el Consulado como el Cabildo le elevaron varios dictámenes en los que alegaban que el abandono de la defensa de Veracruz supondría la pérdida irremisible del comercio, del cual vivía la ciudad, y que se le permitiera defender el puerto en caso de ataque, incluso usando tropas locales. Finalmente la pugna continuó durante todo su mandato, sin que hubiera acuerdo en la manera de proceder.

Entre tanto, la situación del ejército virreinal no era muy buena, pese a sus disposiciones para poner en pie de guerra a un buen número de hombres. En mayo de 1805 había aún muchos regimientos y batallones incompletos, siendo su fuerza efectiva de sólo quinientos noventa y siete hombres en México capital y de alrededor de ochocientos en Veracruz. Ordenó poner en activo a los regimientos y unidades de milicias del virreinato. Consiguió formar tropas milicianas en Toluca, Puebla, Tlaxcala, Tres Villas y en la capital. También consiguió activar las milicias de las costas de Veracruz.

Una vez que hubo puesto en pie de formación a todo el ejército de Nueva España pasó a distribuirlo en función de las necesidades tácticas, demostrando en este caso una excelente capacidad como militar.

El 14 de junio de 1805, a causa de los grandes gastos que estaba ocasionando la guerra, estableció un impuesto temporal, que consistía en un medio por ciento sobre todos los caudales en plata y oro, incluyendo las alhajas que salían de las Indias hacia España.

En este sentido, aprobó el 20 de octubre de 1805 el plan de orden de batalla que establecía las fuerzas operativas de este modo: en México capital se estacionarían las milicias del batallón urbano, el regimiento provincial de México y el escuadrón de caballería; en Puebla dispuso al batallón miliciano levantado por el comercio local; en Perote al regimiento provincial de infantería de Tlaxcala; en Jalapa a los regimientos de la Corona, Nueva España, provincial de infantería de Puebla, de Toluca y al regimiento de dragones de España; y finalmente en Veracruz dispuso a dos compañías de pardos y morenos, más el batallón fijo de la ciudad. En esencia, con esta estructura se mantenía fiel a sus planes originarios de batalla, ya que concentraba en torno a Jalapa a la mayoría de las fuerzas, para que en caso de necesidad pudieran socorrer a Veracruz. Mantuvo el control directo del Ejército en calidad de capitán general, nombrando como segundo en el mando al gobernador de Veracruz, el brigadier García Dávila, mientras que como intendente del ejército fue nombrado José Rendón.

La fuerte concentración militar en los alrededores de Jalapa le obligó a poner en marcha un plan para construir cuarteles, habilitar hospitales, levantar otros nuevos y encargarse de la buena distribución tanto de las pagas como de los suministros. Se construyó también en esta ciudad un depósito especial para almacenar la pólvora, en las afueras, para evitar el riesgo de explosión. Se quedó en Veracruz unos días durante octubre de 1805 inspeccionando las defensas y organizando maniobras bajo su dirección. En este año puso también en marcha la orden recibida desde Madrid para prohibir el comercio de Veracruz con el resto de las plazas del Caribe mexicano.

En noviembre de 1806 visitó Jalapa para comprobar personalmente la disposición de las tropas, que se encontraban acantonadas en gran número. Dirigió unas maniobras para mantener en perfecto orden de adiestramiento a sus tropas. Las maniobras principales tuvieron lugar entre el 25 de noviembre y el 6 de diciembre. Las imperiosas necesidades de dinero le obligaron a ordenar por Cédula de 26 de diciembre de 1806 la enajenación de bienes eclesiásticos como un medio rápido y efectivo de conseguir liquidez.

Los resultados fueron muy buenos, ya que durante su mandato se pudo recaudar por este medio más de 44.000.000 de pesos, lo que consiguió no mermar las exhaustas arcas y hacer frente a las numerosas peticiones de dinero.

El 17 de marzo de 1807 visitó nuevamente Veracruz, manteniéndose en la ciudad hasta el 23 del mismo mes. Realizó varios simulacros de combate, haciendo intervenir en ellos a los mejores destacamentos bajo su mando.

Aunque la situación financiera nunca fue buena, no dejó de lado la puesta en marcha de obras públicas por cuenta de los fondos del virreinato, como la construcción de un camino que, partiendo de Ciudad de México, iba al pueblo de San Agustín de las Cuevas, o la construcción de otro puente en el río Papagayo.

Acometió la mejora del vital camino que unía Veracruz con la capital, que acabó pasando también por Jalapa.

En enero de 1808 volvió a Jalapa para comprobar el excelente estado en que se encontraban sus tropas, volviendo a realizar las maniobras militares, que tan buena reputación le granjearon entre los militares y entre buena parte de la población, siempre atenta a cualquier evento que las pudiera entretener. Esto le hizo tener la simpatía del pueblo pese a sus ya conocidas inclinaciones a las prácticas corruptas.

La caída del ministro Godoy en marzo de 1808 acabó afectando su posición política. Aunque las nuevas autoridades en España lo mantuvieron en el poder, su situación en el virreinato se debilitó frente a los criollos. Como medida para evitar males mayores, acordó la suspensión en julio de la Ley de Desamortización y Confiscación de Bienes Eclesiásticos, que estaba siendo muy impopular. El enfrentamiento político con el Cabildo de México se produjo cuando, en la celebración de una Junta Extraordinaria el 9 de agosto, el virrey se negó a aceptar la autoridad de la Junta de Sevilla, que se había formado inmediatamente después de la caída de Carlos IV y de su hijo Fernando VII. El Cabildo Criollo consideraba, sin embargo, que había que seguir fiel a los principios emanados legalmente de la Junta sevillana, mientras que Iturrigaray se mostraba poco dado a aceptar el poder en manos de liberales. La Junta de Sevilla decidió el envío de delegados que consiguieran la adhesión del virreinato a sus principios políticos. Los comisionados no lograron convencerle, pero fueron ganándose poco a poco el favor de los criollos y de los comerciantes locales, lo que debilitaba enormemente su poder.

La actitud cada vez más independentista de un sector importante de los criollos acabó por decidir a los españoles a conjurar contra el virrey, que acabó siendo depuesto el 15 de septiembre de 1808, aunque sin utilizar la violencia. Inmediatamente fue apresado y confinado, preparándose su partida a España. Entre septiembre y noviembre estuvo en Veracruz y luego en San Juan de Ulúa, regresando entonces a la Península a bordo de la fragata inglesa Diamante. El 5 de febrero llegó a Cádiz y se le mantuvo confinado en espera de juicio. El juicio de residencia que inmediatamente se le abrió puso en entredicho muchas de sus actuaciones y demostró su inclinación por el lujo, la opulencia y la corrupción. En agosto fueron remitidos al Consejo que le juzgaba los informes sobre él.

Aunque cayó enfermo, y la Junta debió trasladarse a Cádiz con motivo de las acciones de la Guerra de la Independencia que se desarrollaba mientras tanto, el juicio continuó en 1810. Se le permitió residir libremente donde quisiera, pero sin poder salir de España o Baleares.

El 9 de julio de 1813 se reunieron finalmente todos los cargos contra él, en total dieciocho. El 29 de noviembre se dictó sentencia en su contra, habiendo quedado probados la mayoría de los casos de corrupción de los que se le acusaba. Aunque se produjo una apelación, murió en diciembre de 1815, sin conocer aún el final jurídico del proceso. Pese a que su viuda solicitó el sobreseimiento, no fue atendido, y finalmente se le ratificaron los cargos de culpabilidad.

Había casado en 1782 con la pamplonesa y sobrina suya María Francisca Inés de Jáuregui y Aróstegui; por lo tanto, su suegro fue Agustín de Jáuregui, virrey del Perú.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Santo Domingo, 2531, 2570, 2571, 2600, 2608, 2622, 2623, 2624, 2625, 2641, 2646, 2669, 2670; México, 1471, 1615, 1616, 1617, 168, 1619, 1620, 1621, 1622, 1623, 1624, 1625, 1626, 1627, 1628, 1629, 1630, 1631, 1632, 2372; Correos, 149B; Estado, 30, n. 16; 30, n. 33; 30, n. 59; Diversos, 1, A.1804, R.1, D.8; Mp-Escudos, 309; Mp-México, 484; Archivo General de Simancas, Secretaría de Guerra, 7328, exp. 1.

E. Lafuente Ferrari, El virrey Iturrigaray y los orígenes de la Independencia de México, Madrid, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1941; F. S. Cruz, El virrey Iturrigaray: historia de una conspiración, México, Editorial Jus, 1965; G. Díaz de Yraola, “La vuelta al mundo de la expedición de la vacuna”, en Anuario de Estudios Americanos (Sevilla), IV (1969); J. J. Real Díaz, José de Iturrigaray (1803-1808), Sevilla, Escuela de Estudios-Americanos, 1972.

 

José Manuel Serrano Álvarez

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