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Melchor Liñán y Cisneros

Biografía

Liñán y Cisneros, Melchor de. Conde de la Puebla de los Valles (I). Torrelaguna (Madrid), 19.XII.1629 – Lima (Perú), 28.VI.1708. Vigésimo primer virrey de Perú.

Hijo de Francisco de Liñán y Cisneros y de Isabel González. Perteneció al mismo linaje que el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros. Cursó estudios en el colegio de Santa María de Jesús de la Universidad de Alcalá de Henares, donde obtuvo el grado de doctor en Teología. Después de ordenarse como clérigo, se incorporó al Santo Oficio en calidad de calificador, y fue designado, sucesivamente, a las parroquias de Buitrago, a la de su natal Tordelaguna, y a la de San Salvador de Madrid en 1661.

En 1664 recibió el nombramiento de obispo de Santa Marta, en el Nuevo Reino de Granada, y en noviembre de ese año arribó a Cartagena de Indias para su consagración episcopal. Dos años después, fue promovido a la diócesis de Popayán, cuya posesión tomó en octubre de 1667. Mientras se desempeñaba en este obispado, fue nombrado gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia de Bogotá, en reemplazo de Diego de Villalba y Toledo, a quien desterró por su deficiente gestión. Las medidas que tomó como gobernador produjeron un aumento de 130.000 pesos anuales a las rentas fiscales.

En 1671 fue designado al Arzobispado de Charcas, pero no tomó posesión hasta el término de sus visitas en el Nuevo Reino de Granada. Concluidas sus tareas partió de Popayán en 1674 y arribó a Chuquisaca el 12 de agosto de 1675 para suceder en el báculo a Cristóbal Bernaldo de Quirós. Establecido en su nueva sede, recorrió la diócesis e invirtió 70.000 pesos en la construcción del altar mayor de la catedral charqueña.

El 14 de diciembre de 1676, por el deceso de fray Juan de Almoguera, arzobispo de Lima, fue elevado a pastor de esa diócesis. Tardó más de un año en tomar posesión de su silla, pues lo hizo el 14 de febrero de 1678. Entre sus primeras acciones como mitrado de la Ciudad de los Reyes, distribuyó las rentas de su cargo entre los monasterios y menesterosos de la capital; y repartió limosnas entre las familias más empobrecidas, como consecuencia del seísmo del 17 de febrero de ese mismo año.

El 26 de febrero de 1678, Carlos II lo nombró virrey interino del Perú, en sustitución del conde de Castellar. Asumió sus funciones el 7 de julio de ese año. A inicios de su administración, en septiembre de 1678, cumplió con el donativo solicitado por la Corona y envió a la metrópoli, 2.164.080 pesos, procedentes de los comerciantes de Lima, del clero, de los vecinos de la capital y de los mineros de Huancavelica.

Justo por ello, mejoró el rendimiento de las minas de esa jurisdicción, de las que extrajo 201.800 cargas de azogue y para las que mandó levantar almacenes con capacidad para 13.389 quintales.

Su gobierno se caracterizó por una notable mejora en el trato de los indígenas. Sostenía que el abuso del que eran víctimas, por parte de algunos corregidores, caciques, hacendados y párrocos de indios, propiciaba su deserción del trabajo, su inclinación a la bebida y la ociosidad, y un natural rechazo a la tributación.

Consecuente con sus ideas, hizo valer la Real Cédula del 22 de febrero de 1680, que ordenaba la demolición de los obrajes y chorrillos que no contaran con la licencia de la Corona, donde se explotaba a los naturales; e hizo cumplir otra, del 12 de junio de 1679, que prohibía esclavizar a los indios de guerra de Chile. También, firme con sus propósitos, se convirtió en promotor de las misiones de religiosos, como las de los franciscanos en Carabaya y las de los jesuitas en el Paraguay y en las tierras de los Mojos y Chiriguanos.

Recibió los breves de la beatificación de san Francisco Solano y santo Toribio de Mogrovejo, y ordenó la celebración de sus fiestas en Lima, entre marzo y abril de 1679, para el primero; y, entre abril y noviembre de 1680, para el segundo.

Durante su mandato las milicias virreinales llegaron a reunir un promedio de ocho mil hombres distribuidos en veintidós compañías de Infantería española, veintidós de indios, cinco de mulatos, tres de negros, cinco de comerciantes, dos del Santo Oficio y Santa Cruzada, dos de la Audiencia, dos de la Universidad, una de alabarderos y otra de hombres impedidos. La Caballería contaba con cuatro compañías de Lima, dos de caballeros, dos de lanzas y arcabuces, cinco de gente del campo, dos de indios, dos de mulatos y una de guardia de honor. La artillería se limitaba a dieciséis cañones de campaña. También en el rubro de defensa, Callao ostentaba nueve baluartes. Allí mismo, el prelado se ocupó de mejorar la escuadra, en lugar de adquirir nuevas naves, pues mandó carenar la capitana Nuestra Señora de Guadalupe y la almiranta San José, lo que supuso un significativo ahorro al erario virreinal.

En junio de 1680, organizó la armada, advertido de la proximidad de los bucaneros ingleses Bartholomew Sharp, John Watling y Edward Wolmen, que habían cruzado el istmo de Panamá y se dirigían al Pacífico Sur, y nombró por capitán a Santiago de Pontejos y Salmón, y por almirante a Pedro Díez Zorrilla. La escuadra nunca pudo interceptar a los invasores, pero la lucha fue conducida por las autoridades locales.

Así, una emboscada en Tumaco, dirigida por Juan de Godoy y Prado, acabó con la rapiña de Wolmen y la de varios de sus hombres. Sharp y Watling avanzaron hasta Coquimbo y La Serena y se ocultaron en la isla de Juan Fernández, y desde allí salieron a atacar Arica. La oportuna intervención del maestre de campo Gaspar de Oviedo, caudillo de los vecinos de ese puerto, logró frenar las intenciones del invasor, pues los venció en combate, y capturó a Watling y a dieciocho corsarios, el 9 de febrero de 1681. Los corsarios fueron enviados inmediatamente a Lima para ser ajusticiados en la horca. Sharp logró huir en retirada y escapó por el Atlántico a través del estrecho de Le Maire.

También durante su gobierno, enfrentó el problema de las elecciones conventuales, en las que frailes peninsulares y criollos llegaban a protagonizar disturbios, como fue el caso de los franciscanos del Cuzco en 1680. Un año antes de este suceso, un acontecimiento similar, generó divisiones y violencia entre los vecinos de Quito, cuando las dominicas del monasterio de Santa Catalina se rebelaron contra el provincial de su Orden.

Su gestión como virrey interino se distinguió por el apoyo a las comunidades de religiosas. Instituyó 3.000 pesos anuales para el beaterio de las Amparadas, permitió la erección del monasterio de Santa Rosa de Viterbo en 1680, y el establecimiento de una casa de recogimiento, en 1681, para que en ella se educasen las hijas de caciques empobrecidos. Inició las gestiones ante la Corona para la creación del monasterio de Jesús, María y José en el beaterio fundado por el indio Nicolás Ayllón y su esposa María Jacinta de la Santísima Trinidad. Habiendo cesado en su dignidad de vicesoberano, y quedando únicamente como arzobispo, propició la fundación de los conventos de las trinitarias en 1682, el de Santa Teresa en 1683, y el de Nuestra Señora del Patrocinio en 1688. En cuanto a los hospitales, pidió al Monarca 3.000 pesos anuales para el que regentaban los betlemitas de Lima, a quienes entregó la dirección del hospital de San Sebastián de Trujillo. Para mejorar las rentas de los nosocomios de indígenas, solicitó a la Corona el restablecimiento del tomín, contribución que había sido suprimida en 1666.

Durante el ejercicio de sus funciones virreinales incorporó, en diciembre de 1678, al jesuita flamenco Juan Ramón Coninck como catedrático de Prima de Matemáticas en la Universidad de San Marcos, para que reemplazara al limeño Antonio Ruiz Lozano, fallecido el año anterior. Igualmente, nombró a Coninck como cosmógrafo mayor del reino, y lo convirtió en el primero en recibir formalmente este título.

El 20 de noviembre de 1681, entregó el gobierno al virrey Melchor de Navarra y Rocafull, duque de la Palata, con quien sostendría una constante rivalidad en materia de prerrogativas e inmunidad clerical.

Continuó hasta su muerte ejerciendo de pastor de la archidiócesis limeña, y para su administración, contó, desde diciembre de 1681, con el apoyo de su sobrino Francisco de Cisneros y Mendoza, natural de Lima, como obispo auxiliar. Al año siguiente, y con el mismo pariente, emprendió una visita por una parte de su Arzobispado.

Su protagonismo fue notable en la reconstrucción de los edificios civiles y religiosos de la capital, después del terremoto de 1687. Reedificó con su propio peculio el palacio arzobispal, y procuró que los inmuebles afectados por el seísmo no fueran enajenados, pues sus rentas, generadas por censos, beneficiaban a los monasterios.

Sus correctos manejos le valieron la distinción de consejero de Su Majestad y el título de conde de La Puebla de los Valles, que cedió a su hermano José de Liñán y Cisneros. Después de treinta años de gobierno episcopal, murió en el valle de Ate, en las cercanías de Lima, el 28 de junio de 1708. Su cuerpo fue sepultado en el presbiterio de la parroquia limeña del Sagrario.

 

Bibl.: D. de Vivero y J. A. de Lavalle, Galería de retratos de los gobernadores y virreyes del Perú (1532-1824), Barcelona, Maucci, 1909; R. Vargas Ugarte (SJ), Historia general del Perú. Virreinato (1596-1689), t. IV, Lima, Carlos Milla Batres, 1966, págs. 335-357; M. E. Crahan, Clerical Immunity in the Viceroyalty of Peru, 1684-1692: A Study of Civil-Eccesiastical Relations, tesis doctoral, New York, Columbia University, 1967; G. Lohmann Villena, Historia marítima del Perú. Siglos xvii y xviii, t. IV, Lima, Ausonia, 1975, págs. 129-135; L. Hanke (ed.), Los virreyes españoles durante el gobierno de la casa de Austria, t. V, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1979, págs. 179-296; J. A. del Busto Duthurburu, “Los virreyes: vida y obra”, en Historia general del Perú. El virreinato, t. V, Lima, Brasa, 1994, págs. 175-179.

 

Rafael Sánchez-Concha Barrios

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