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Manuel Oms de Santa Pau y de Lanuza

Biografía

Oms de Santa Pau y de Lanuza, Manuel. Marqués de Castelldosrius (I). Barcelona, 5.I.1651 – Lima (Perú), 24.IV.1710. Virrey de Perú.

Fue el primero de los tres virreyes pertenecientes a la nobleza catalana que gobernaron en Perú. Fue Grande de España de 1.ª Clase y obtuvo el grado de doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona. Como militar, luchó en el Rosellón, Cerdeña y Ampurias. Desempeñó el cargo de gobernador de Tarragona (1677) y cuatro años después fue nombrado embajador en Portugal. Fue el I marqués de Castelldosrius al serle concedido el título por Carlos II en 1695. A la muerte de Carlos II era embajador en Francia, correspondiéndole la entrega al duque de Anjou, futuro rey Felipe V, del testamento de aquél. En dicho acto se dice que exclamó: “Señor, desde este momento no hay Pirineos”.

Casó con su prima Juana de Oms y Cabrera y del matrimonio nacieron cuatro varones y cuatro hijas. Como premio por su lealtad a la casa borbónica, fue nombrado virrey de Perú el 31 de diciembre de 1704. Su partida se demoró durante más de dos años, zarpando por fin de Cádiz el 10 de marzo de 1706. La expedición llegó a Cartagena de Indias a finales de abril y allí tuvo noticia de la muerte del anterior virrey, conde de la Monclova. Tras superar numerosos contratiempos, pudo entrar en Lima el 22 de mayo de 1707 para tomar posesión del gobierno dos días después. Acostumbrado a la suntuosidad de la Corte de Versalles, se hizo acompañar de un numeroso séquito en el que se incluían hasta treinta y un servidores franceses (gentileshombres, pajes, ayudas de cámara, cirujano, músicos, reposteros y cocineros). Viajaron también con él su esposa y tres de sus hijos. Las hijas permanecieron en España, una por ser dama de la reina María Gabriela de Saboya y las tres restantes por estar recluidas en conventos. De su entrada en Lima y solemne recibimiento en la Universidad de San Marcos escribió una extensa relación el poeta limeño Pedro Peralta y Barnuevo.

El 17 de septiembre de 1707 un terremoto destruyó el pueblo de Capi en la provincia de Paruro, causando la muerte de ciento sesenta personas y alterando el cauce del río Apurimac. Los efectos devastadores se hicieron notar también en Cuzco. Otro terremoto tuvo lugar en Lima el 2 de diciembre de 1709.

Desde el momento de su llegada hubo de hacer frente a la crisis suscitada en el Tribunal de Consulado con motivo del despacho de la Armada y el comercio extranjero. Desterró de Lima a su prior, Pedro de Olaurtúa, que discrepaba totalmente con él. Su actuación no logró pacificar a los comerciantes y sus relaciones con la institución consular fueron siempre tensas.

Para dar cumplimiento a las instrucciones reales, trabajó con celeridad para remitir a España la mayor cantidad de caudales, tanto más necesarios dada la confrontación del Rey con los partidarios del pretendiente austríaco. En 1707 solicitó un préstamo de un millón de pesos con bajos réditos para socorrer a la Corona, pero los comerciantes limeños rehusaron la contribución. Heredó una deuda superior a los cinco millones de pesos, pero gracias a su esfuerzo, pudo enviar después de un año y medio de gobierno la cantidad de 1.679.310 pesos, cifra superior a la remitida por su antecesor en dieciséis años de gobierno. Para ello, dio órdenes tajantes a los oficiales reales para que enviasen todo el dinero disponible en las Cajas, se apoderó de los bienes de las Cajas de Comunidad y Censos de indios de Charcas, de los existentes en las Cajas de Bienes de Difuntos y de hasta los vinculados a capellanía. En todos los casos ofreció restituir los caudales incautados en el momento oportuno. Exigió que en adelante los oficiales de la Real Hacienda entregasen cuentas detalladas de su gestión, tal como lo establecía una Real Cédula de 1696 y reiterada en 1710.

Al éxito financiero vino a sumarse el rápido despacho de los galeones a Panamá. No obstante las reticencias de los comerciantes, la Armada zarpó de Callao en diciembre de 1707 conduciendo hasta cinco millones de pesos. La feria de Portobelo de 1708 tuvo una gran repercusión debido al gran número de transacciones realizadas y los beneficios obtenidos por el comercio.

En marzo de 1708 llegó a Lima la noticia del nacimiento del príncipe y, aunque con cierto retraso, comenzó a preparar los actos festivos propios de aquel acontecimiento, que alcanzaron la suma de 22.000 pesos. A las demostraciones públicas habituales incorporó la novedad de una obra propia que tituló El mejor escudo de Perseo. Para su representación no escatimó gastos, especialmente en levantar un teatro en los jardines de palacio, el decorado y el vestuario de los actores. La escenificación estuvo precedida de música y cantos. La música de la obra fue compuesta por el italiano Rocco Cerruti.

Los ataques piráticos no faltaron a lo largo de su mandato. En mayo de 1708, el pirata inglés Thomas Colb asaltó en el río Chagres unas embarcaciones españolas que transportaban mercaderías de Portobelo a Perú y se apoderó de medio millón de pesos, retirándose después a Jamaica. En junio de ese mismo año, el almirante inglés Carlos Wager asaltó a la altura de Cartagena de Indias los galeones del marqués de Casa Alegre que regresaban a España y se apoderó de todos los caudales que transportaba. Fallecieron quinientos setenta y ocho hombres y fueron hundidos tres barcos. En 1709 otro pirata inglés, Woodes Rogers, recaló en las islas de Juan Fernández, apresó varios barcos en las costas peruanas y saqueó finalmente Guayaquil. El virrey mandó alistar gente y formar una flota compuesta por cinco navíos cuyo costó se aproximó a los 150.000 pesos. Al mando de Pablo de Alzamora zarpó en julio de 1709 y recorrió las costas centroamericans y mexicanas, pero Rogers pudo escapar hasta las Molucas y regresar a Inglaterra en 1711. Estos sucesos sirvieron para incrementar las defensas del virreinato. En julio de 1709 informó al Rey del mal estado de las fortificaciones de Callao y propuso reforzarlo con nuevos baluartes y parapetos, además de dotarlo de un mayor número de tropas.

La producción de plata descendió de forma significativa pasando de los 42 millones de pesos en el decenio 1691-1700 a 27 millones en el de 1701-1710. En la región de Carabaya, en el cerro de Ucuntaya, fue descubierta una veta de plata en 1709 que llegó a producir hasta 4700 marcos por cajón, pero el hallazgo no permitió el relanzamiento de la producción. La crisis continuó por la decadencia que las minas de Huancavelica arrastraban desde finales del siglo xvii. En el período 1706-1709 éstas fueron administradas por Diego Quint Tello de Guzmán y el marqués de Yzcar. Durante su gobierno la producción de azogue se mantuvo en torno a los 3000 quintales, cantidad insuficiente para atender las necesidades de los mineros. Atribuyó tal situación a la falta de mano de obra; aunque seguía vigente el acuerdo firmado en 1683 por el virrey duque de la Palata que comprometía la entrega de 620 mitayos, la realidad era muy distinta.

Las autoridades y el gremio de azogueros afirmaban que había suficiente número de indios para cubrir dicho cupo, pero que los corregidores, doctrineros y curacas los ocultaban para destinarlos a sus propias haciendas. La paz interior del virreinato apenas sufrió sobresaltos. En Chile los araucanos se mantuvieron en calma.

Las relaciones con las Audiencias de Charcas y Quito no se vieron alteradas por las seculares rivalidades entre sus miembros y la autoridad virreinal. Ú nicamente en Panamá hubo de intervenir para frenar los abusos de su presidente Fernando de Haro Monterroso, a quien depuso, nombrando en su lugar al oidor de Lima Juan Bautista Orueta.

Impulsó la colonización y evangelización de la selva gracias a la presencia del franciscano fray Francisco de San José, que ya había misionado en México y Guatemala. En 1709 desarrolló su labor en el territorio de los Campas y Amueshas. Fundó dos pueblos en Quimirí y en Cerro de la Sal. Posteriormente abrió nuevas rutas de penetración franciscana hacia la selva. Fundó el Convento de las Carmelitas Descalzas de Arequipa (1709). Dispuso que todas las encomiendas y oficios vendibles y renunciables sin confirmación real fuesen declarados vacantes (14 de agosto de 1709).

Indirectamente se vio implicado en el pleito surgido entre la viuda y una de las hijas, Josefa Portocarrero, del anterior virrey. La causa del enfrentamiento fue el deseo de ésta de entrar en un monasterio y la oposición de la madre. El marqués de Castelldosrius tomó partido por Josefa y no pudo evitar que la condesa le recriminara por su actuación. El ingreso en religión de la hija del conde de la Monclova fue celebrado por toda la ciudad de Lima y supuso la fundación del Monasterio de Santa Rosa, cuya inauguración tuvo lugar el 2 de septiembre de 1708. Josefa Portocarrero fue la segunda priora de aquel Monasterio.

El virrey Castelldosrius trató de renovar las costumbres de la vida social peruana e introducir los usos aprendidos durante su etapa de embajador en la Corte de Versalles. Conocedor de varios idiomas, supo rodearse de hombres de letras y celebraba semanalmente sesiones literarias en palacio a imagen de las tertulias habituales en los salones franceses de la época. Entre los personajes que frecuentaron aquellas Academias se encontraban Pedro Peralta y Barnuevo, Pedro José Bermúdez de la Torre, Luis Antonio de Oviedo, Juan Eustaquio Vicentelo de Lecca, Antonio Zamudio, Juan Manuel de Rojas y Solórzano y el clérigo Miguel Sáenz Cascante. Estas veladas se realizaron entre el 23 de septiembre de 1709 y el 24 de marzo de 1710, un mes antes de la muerte del virrey. Algunas de las composiciones allí realizadas fueron publicadas en el Diario Erudito.

La influencia francesa quedó patente también en el incremento del comercio marítimo con navíos galos. La guerra con Inglaterra alteró el régimen comercial y ello fue aprovechado por Francia para introducir mercancías extranjeras en Perú. El marqués de Castelldosrius consintió en ello argumentando el vínculo existente entre las dos Coronas. Por entonces visitaron el virreinato personalidades como el padre Feuillée y Amadeo Frézier. El primero, natural de los Bajos Alpes, era religioso mínimo y residió en Lima desde abril de 1709 hasta enero de 1710. En su Diario recogió múltiples datos sobre sus observaciones geográficas, astronómicas, físicas, de la fauna y flora virreinales. Amadeo Frézier, por su parte, dejó en su Relación una amplia información científica del territorio, destacando los planos y perspectivas que ilustraban la obra. Traicionando la confianza del Gobierno español, elaboró un exacto mapa de la costa pacífica que facilitó las incursiones enemigas de Inglaterra y Holanda.

Los enemigos del marqués de Castelldosrius hicieron llegar al Monarca denuncias sobre su labor de gobierno. Un sector del Consulado, molesto con la intromisión del virrey en el régimen de la institución, lo implicó en el tráfico ilegal con los franceses. Por su parte, Francisco Espinosa de los Monteros, molesto con ciertas decisiones del marqués, informó al Consejo de sus manejos y de la frialdad con que recibió la noticia del nacimiento del príncipe. Denunció también que no pudo hacerse cargo del corregimiento de Ica y Pisco porque el virrey lo había entregado a un paniaguado suyo. Aún más, lo acusó de estar relacionado con comerciantes franceses ilegales a los que favorecía a cambio de importantes sumas de dinero y de dejar el gobierno en manos de Antonio Marí. A ello se sumó la queja del arzobispo de Lima, Melchor de Liñán, lamentando que desde la llegada del virrey hubiera crecido la relajación de costumbres en la capital. Felipe V autorizó a Nicolás Manrique, del Tribunal de Cuentas de Lima, una investigación secreta para evaluar el alcance de los hechos denunciados. Algunos de los cargos resultaron ser ciertos y el Rey dispuso su relevo (mayo de 1709) en la persona del duque de Linares. La defensa del marqués de Castelldosrius, por mediación de su apoderado en la Corte, y la mediación de su hija ante la Reina lograron suspender la determinación anterior en octubre de ese mismo año.

Murió en Lima el 24 de abril de 1710 y su cuerpo fue enterrado en la iglesia de San Francisco. Su corazón fue trasladado a España para ser enterrado en el Monasterio de Montserrat. En su breve testamento nombró como heredero universal a su primogénito Antonio de Oms, entonces coronel del Regimiento de Lombardía. El juicio de residencia corrió a cargo de Juan Bautista de Orueta, alcalde del Crimen de la Audiencia de Lima. El proceso se extendió hasta 1717 y la sentencia no se hizo definitiva hasta 1721. De los diez cargos presentados contra él, fue absuelto de siete y tres fueron matizados. Ú nicamente se ordenó el pago de los salarios de los ministros de la residencia, costas y demás gastos con cargo a los bienes del virrey. La sentencia declaraba asimismo que había cumplido con la obligación de su puesto y que sus méritos hacían a sus hijos dignos para esperar de Su Majestad la continuación de sus honras. El gobierno del marqués de Castelldosrius no ha despertado gran interés por parte de la historiografía, a pesar de que el duque Saint-Simon lo elogiara en sus Memorias. Vargas Ugarte mantiene que su mandato “fue corto y apenas puede decirse que tuvo tiempo para informarse de la situación del virreinato y cumplir las urgentes demandas que se le habían hecho de remisión de caudales. Dada su edad, sus aficiones y antecedentes no creemos que de haber gobernado más tiempo se hubiera señalado y hecho obra duradera. Satisfizo las necesidades de la monarquía y nada más”. Para Cayetano Alcázar, fue “un hombre bueno, afectuoso y entusiasta de las letras”; para Lohman Villena, hablar del marqués de Castelldosrius “es tomar contacto con una de las figuras más simpáticas y atrayentes en la galería de los cuarenta virreyes españoles del Perú”.

 

Obras de ~: El mejor escudo de Perseo, Lima, 1708.

 

Bibl.: P. Peralta y Barnuevo, Lima Triumphante, glorias de la América; juegos pythios, y jubilos de la minerva peruana en la entrada que hizo S. Exc. en esta muy Noble y Leal Ciudad, Emporio, y Cabeza del Perú, y en el Recibimiento con que fue celebrado por la Real Universidad de S. Marcos, Lima, 1708; M. Mendiburu, Diccionario histórico-biográfico del Perú, t. VI, Lima, Imprenta Bolognesi, 1885, págs. 149-155; J. Torre Revello, Las veladas literarias del virrey Castelldosrius (1709-1710), Sevilla, 1920; C. Alcázar Molina, “Los virreinatos en el siglo xviii”, en A. Ballesteros Beretta (dir.), Historia de América y de los pueblos americanos, t. XIII, Barcelona, Salvat, 1959, págs. 374-377; G. Lohmann Villena, Tres catalanes virreyes del Perú, Madrid, Instituto Salazar y Castro, 1962; R. Vargas Ugarte, Historia General del Perú, t. IV, Lima, editor Carlos Milla Batres, 1966, págs. 72-94; A. Sáez-Rico de Urbina, “Las acusaciones contra el virrey del Perú Castelldosrius y sus noticias reservadas”, en Boletín Americanista, 18 (1978), págs. 119-135; K. W. Brown, “La crisis financiera peruana al comienzo del siglo xviii. La minería de plata y la mina de azogues de Huancavelica”, en Revista de Indias, vol. XLVIII, 182-183 (1988), págs. 349-381; J. A. Rodríguez Garrido, “Una pieza perdida del teatro colonial peruano: identificación e historia del texto de El mejor escudo de Perseo, del Marqués de Castelldosrius”, en II Seminario Internacional de edición y anotación de textos del Siglo de Oro. Época colonial, Lima, 1998; N. Sala i Vila, “La escenificación del poder: el marqués de Castelldosrius, primer virrey Borbón del Perú (1707-1710)”, en Anuario de Estudios Americanos, LXI, 1 (enero-junio de 2004), págs. 31-68.

 

Miguel Molina Martínez

 

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