Grau, Micaela. San Martín de Provençals (Barcelona), 25.V.1837 – Carlet (Valencia), 24.VI.1885. Fundadora de las Hermanas de la Doctrina Cristiana.
El nombre de sus padres quedaba en silencio. Nada más nacer, sus padres la entregaron para su cuidado al matrimonio Baster-Durán, una familia cristiana que estaba como caseros, en la Torre del Querol, y que la acogieron con gran cariño. Al día siguiente, en la iglesia parroquial de San Andrés de Palomar fue bautizada con el nombre de Micaela, Teresa, Luisa. Cuatro hijos tenía ya el matrimonio Baster-Durán, y entre ellos transcurrió su infancia y juventud. En ese sencillo hogar cristiano, fue creciendo su fe con piadosas prácticas devocionales.
Aceptó el matrimonio que le propusieron los que fueron para ella como padres. El joven albañil Gabriel Grau le ofreció apellidos y protección. Micaela tenía veinte años. Tuvo un hijo, pero la muerte prematura de su esposo, cambió el rumbo de su vida.
Entró como ama de llaves del padre Ignacio Mateu, arcipreste de Villanueva y Geltrú, colaborando también en la catequesis parroquial. Por aquellos días tuvo lugar en su parroquia una visita pastoral del obispo.
En las palabras del prelado, que urgían a la acción catequética, percibió su vocación: consagrándose a Dios iniciando en su Iglesia una nueva familia religiosa cuyo fin sea la enseñanza de la Doctrina Cristiana a los hombres de cualquier edad y condición social, señalando especialmente a los niños y a los pobres.
El 26 de noviembre de 1880 se estableció en Molins del Rey la primera comunidad de Hermanas de la Doctrina Cristiana con la autorización del obispo de Barcelona. Había nacido una nueva Congregación religiosa.
“Pensándolo en Dios, ningún objetivo me ha parecido más del divino agrado, más útil a los fieles y a la Iglesia que la enseñanza de la Doctrina Cristiana a los niños y adultos”. Esto escribía Micaela en la Instancia dirigida al obispo solicitando la fundación. Así, la educación religiosa de niños y jóvenes y su preparación para formar hogares cristianos y la atención al enfermo y al necesitado eran las tareas que su celo apostólico reconoció como más apremiantes dentro de la labor evangelizadora de la Iglesia de su época. Y a esta tarea dedicaron su vida las jóvenes que se iban consagrando a Dios en el naciente Instituto. Para ellas escribió la madre las primeras Constituciones. “Se propondrán obrar según la Doctrina del Evangelio. Las exigencias evangélicas serán la norma de su vida. Proclamarlo a todas las gentes, su misión”. Quizá el rasgo más destacable de la vida de madre Micaela, además de su confianza en Dios, era su sencillez de vida.
No escribió sino los documentos que precisa todo inicio de un instituto religioso, y éstos, tan concisos que sólo ocupan unas pocas páginas.
También su vida religiosa fue breve. El 2 de febrero de 1885, estableció la primera comunidad en tierras valencianas a petición del arcipreste de Carlet. Y fue en Carlet donde la madre dio la prueba suprema de amor y entrega. El cólera morbo había causado graves daños. Micaela ofreció su vida por sus hermanos.
Murió a los cuarenta y ocho años contagiada de la terrible enfermedad.
Bibl.: J. Carnicero (SDB), La Sierva de Dios Sor Micaela Grau y su obra, Valencia, Imprenta Mari Montañana, 1957; Hermanas de la Doctrina Cristiana, En tus manos, Pobla de Vallbona (Valencia), Hermanas de la Doctrina Cristiana, 1992; E. T. Gil de Muro, Con la palma ante el Pecho. Crónica de amor y testimonio, Burgos, Monte Carmelo, 1995; Hermanas de la Doctrina Cristiana, Micaela Grau. “Guiadas por la Palabra”, Barcelona, Claret, 2005; A. Ros Llopis (HDC), Carisma de las Hermanas de la Doctrina Cristiana, Hermanas de la Doctrina Cristiana, Valencia, 2006.
José Martín Brocos Fernández