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José Domingo de Mazarredo-Salazar de Muñatones y Gortázar

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Biografía

Mazarredo-Salazar de Muñatones y Gortázar, José Domingo. Bilbao (Vizcaya), 8.III.1745 – Madrid, 29.VII.1812. Teniente general de la Real Armada, científico y organizador táctico naval.

Hijo de Antonio Josef Mazarredo de Muñatones y Morgan, natural de esa villa, y de la limeña María Josefa de Gortázar y Arandía, su padre fue alcalde de la villa. Con respecto a sus apellidos, no concuerdan sus biógrafos; su padre, apellida a sus hijos en el testamento “Salazar de Muñatones y Gortázar”, mientras que José Domingo firmó “Salazar y Gortázar” cuando ingresó en la Academia; ya avanzada su carrera militar firmaba “Mazarredo y Salazar” y hacia el final de su vida firmaba “Mazarredo y Gortázar”.

A punto de cumplir los catorce años, sentó plaza e ingresó en la Compañía de Guardias Marinas el 17 de febrero de 1759. En ese año hizo prácticas en el Fénix, en plena campaña corsaria; después fue a Nápoles en el Firme y luego navegó en los navíos Atlante, Vencedor y Héctor. Ya como guardiamarina, embarcó en el chambequín Andaluz, que mandaba el capitán de fragata Francisco de Vera, para hacer prácticas.

En este barco se distinguió en la mar, pues en la noche del 13 de abril de 1761, estando de guardia, impidió, con una acertada maniobra, que el buque se estrellase contra las rocas yendo a varar en las salinas de La Mata (Alicante). En palabras de Fernández de Navarrete, “por sus acertadas disposiciones y por su firmeza en sostenerlas contra el dictamen de hombres prácticos en la mar, y por su osadía en embarcarse de noche en un bote pequeño en medio de un fuerte temporal, para recoger la lancha perdida y tratar de salvar el buque, logró al menos poner a salvo a toda la tripulación de 300 hombres”. En esta época embarcó también en los jabeques Vigilante e Ibicenco dedicados al corso. Al año siguiente, en el navío Glorioso de la escuadra de Cartagena, que mandaba Agustín de Idiáquez, ejerció de ayudante del oficial de órdenes, por enfermedad del titular.

En 1761, fue nombrado sub-brigadier de alumnos y, luego, brigadier. Ascendió a alférez de fragata (1766), y año y medio después se le promovió a alférez de navío. Estuvo destinado en tierra como alférez en la 6.ª Compañía del 5.º Batallón de Infantería de Marina.

Embarcó de nuevo en la goleta Brillante, en misión de lucha contra los berberiscos de Cartagena a Nápoles. Siendo teniente de fragata, fue nombrado ayudante de la Mayoría General del Departamento de Cartagena.

En 1771 pidió embarcar en la fragata Venus que, al mando de Juan de Lángara, iba a salir al año siguiente para Filipinas. Ayudaba al comandante llevando un detallado diario de navegación y hallaban la situación únicamente por estima. El 13 de febrero, navegando con la luna casi en cuarto creciente y cerca de Aldebarán, se fijó en lo bien que destacaban las estrellas en el cielo. Tuvo la idea de que podía obtenerse la longitud por la distancia de la luna a una estrella. Entre él, Ruiz de Apodaca y Lángara, trabajaron las observaciones y obtuvieron por resultado una diferencia de dos grados al Oeste con respecto a la estimada; enmendaron ésta y a los pocos días recalaban con toda exactitud en el cabo de Buena Esperanza. Luego, obtuvieron más fácilmente la longitud por observación en el viaje a Manila y en el de regreso.

En noviembre de 1773, hizo otro viaje científico embarcado en la fragata Rosalía, también mandada por Juan de Lángara, viaje que tenía por objeto probar todos los procedimientos de navegación conocidos, especialmente los de calcular la longitud. Con él iban también brillantes oficiales, como Ruiz de Apodaca, Varela y Alvear. Situaron exactamente la isla Trinidad del Sur, en los mares de Brasil, y reconocieron la existencia de la isla de Asunción, al oeste de aquélla.

Mientras, ascendía a teniente de navío (1774) con dos años de antigüedad. En este viaje, estuvo a punto de perecer ahogado al caer al agua por un golpe de mar y quedar debajo de un bote, cuando se dirigía a cumplimentar al gobernador del islote brasileño de Fernando Noronha. A su regreso, tomó su licencia pendiente y se fue a descansar a Bilbao.

En 1775 estuvo en la malograda expedición de Argel como ayudante del mayor general de la escuadra del marqués González de Castejón. Al parecer fueron suyos los planes de navegación, fondeo y desembarco de la fuerza expedicionaria de veinte mil hombres, mandada por el general O’Reilly. Gracias a su genio, no se convirtió el reembarque en un desastre. Cuando subió Mazarredo a bordo del navío insignia el Velasco, el conde de O’Reilly, que se encontraba allí, lo abrazó y le dijo: “Amigo Mazarredo: la rueda de la fortuna no hila siempre seda; pero para usted será este día tan memorable que difícilmente podrá ceder a otro que usted se hiciere del mayor honor en su carrera”. El que sería después brigadier Juan Joaquín Moreno, resumía así el juicio que le mereció la actuación de Mazarredo: “Si Mazarredo no está aquí, ni venimos, ni desembarcamos, ni nos reembarcamos, ni salimos”.

Por los servicios distinguidos en esta campaña, el Rey le hizo alférez de la Compañía de Guardias Marinas de Cádiz, con el ascenso a capitán de fragata (1776), y, pocos meses después, a capitán de navío, cuando contaba treinta y un años de edad. En el mismo año, se le nombró capitán de la nueva Compañía de Guardias Marinas que iba a crearse en Cartagena. Allí, además de dirigir la escuela y tomar parte activa en la enseñanza de Náutica y de Maniobra, escribiendo algunos trabajos como la Colección de tablas para los usos más necesarios de la navegación (1779), reorganizó la Compañía, reformó los planes de estudios para elevar el nivel científico de los alumnos e intensificó la instrucción práctica mediante cruceros por el Mediterráneo en un buque destinado a este fin. En 1786 fue nombrado comandante de las tres Compañías de Guardias Marinas —Ferrol, Cádiz y Cartagena—, mando que conservó hasta su muerte, si bien no pudo ejercerlo a partir del año 1801, cuando cayó en desgracia en la Corte.

En 1778, tomó el mando, su primer mando, del navío San Juan Bautista, destinado a prácticas de los guardiamarinas. Al año siguiente hizo otro crucero acompañado del San Genaro. Obtuvo en estos viajes la verdadera situación de muchos puntos importantes de la costa de España y de Berbería, que sirvieron luego a Tofiño para levantar las cartas de su Atlas Marítimo de España (1789).

En este mismo año, contrajo matrimonio con María Antonia de Moyúa y Mazarredo, su sobrina carnal, hija de los marqueses de Roca Verde y hermana de los entonces guardiamarinas José y Francisco. Fue un matrimonio por poderes, celebrado en la iglesia de San Vicente, en San Sebastián, el 4 de noviembre de 1778, que sólo tuvo una hija, Juanita, quien destacaría por su formación literaria y se casaría con su primo Francisco de Mazarredo y de la Torre, que llegó a alcanzar el grado de mariscal de campo en el Ejército.

Como consecuencia del pacto del 12 abril de 1779, estalló una nueva guerra contra Inglaterra el 16 de junio de 1779 y las Cortes de Madrid y de Versalles proyectaron una expedición conjunta sobre territorio inglés aprovechando la superioridad de sus flotas.

Se encontraba Mazarredo destinado en la Plana Mayor de la escuadra del Mar Océano del teniente general Luis de Córdova y Córdova, embarcado en el Santísima Trinidad, cuando fue nombrado mayor general de una división de aquélla, que mandaba el general Miguel Gastón de Iriarte, por lo que hubo de transbordar al navío Rayo. Con él participó en las operaciones de la primera campaña del Canal de la Mancha, en unión de la escuadra francesa del conde d’Orvilliers, tomando el conde el mando de la combinada; el resto de la escuadra del Mar Océano lo mandaba Córdova directamente. Fracasada la expedición a causa del mal tiempo, la indecisión del mando francés y el gran número de enfermos, la escuadra entró en Brest. Salió de Brest la escuadra de Gastón con veintitrés navíos. El 12 de enero de 1780, regresó a Cádiz y se incorporó allí a la del Mar Océano. En esta campaña desafortunada, la personalidad de Mazarredo se manifiestó no sólo entre los españoles, sino también entre los franceses; como consecuencia, se le nombró mayor general de esta escuadra el 15 de abril de 1780.

Convencido de la necesidad de una buena organización y una disciplina exigente a bordo de los buques, así como de la importancia de disponer de un régimen de señales, puso en práctica los Rudimentos de Táctica Naval que había escrito siendo teniente de navío, así como sus Instrucciones de señales para el régimen y maniobra de la escuadra del teniente general Luis de Córdova (1780), que ya había experimentado en la división de Gastón de Iriarte. Pronto se vieron los frutos de esta puesta a punto, pues cruzando con la escuadra combinada de treinta y seis navíos entre el estrecho y el cabo de San Vicente para impedir el socorro a la plaza de Gibraltar, y localizada una escuadra enemiga por el oeste de dicho cabo el 9 de agosto, con una atrevida maniobra, que todos consideraban temeraria, atacó, a la altura de las Azores, lo que resultó ser un importante convoy inglés de setenta y tres velas, con mercancías y víveres para las Indias. Fueron apresadas cincuenta y cinco velas y tres fragatas, las cuales sirvieron después en la Marina Real de España con los nombres de Colón, Santa Balbina y Santa Paula. Se hicieron cuatro mil ochocientos prisioneros.

También se debió a Mazarredo la salvación de las escuadras española y francesa (sesenta y seis navíos, veinticuatro fragatas y un rico convoy de ciento treinta velas que escoltaba). La escuadra española de Luis de Córdova, con Mazarredo de mayor general, debía acompañar a la francesa hasta un lugar determinado.

Ambas escuadras pudieron perderse por la inoportuna salida ordenada por el general conde de Estaing contra el parecer de Mazarredo, y que éste pudo subsanar llevando la flota a Cádiz pocos días después de haber salido de ese puerto, ante la amenaza de un fuerte temporal que, una vez transcurrido, hizo ver cuán acertada era la medida (1 de noviembre de 1780). Por sus excepcionales méritos fue ascendido a brigadier, cuando contaba treinta y seis años de edad (1781).

En la segunda campaña del Canal de la Mancha (1781), cruzando la escuadra combinada de cincuenta navíos por las cercanías de las islas Sorlingas con tiempo muy duro, mar arbolada y pésimo cariz, el general francés Guichen hizo repetidas veces la señal de “peligro en la derrota”. Mazarredo, seguro, y consciente del peligro de alterarla, insistió en que se siguiese el rumbo trazado por él. Demostrado después lo correcto de sus disposiciones, el mismo conde de Guichen diría ingenuamente al conde de Artois (después Carlos X de Francia), que estaba en Algeciras: “Yo iba a perder una armada que el señor Mazarredo salvó”. Terminada la campaña, la escuadra francesa se dirigió a Brest y la española a Cádiz, donde fondeó el 23 de septiembre. Estuvo en la escuadra que bloqueaba Gibraltar para interceptar los socorros ingleses al Peñón, ataque de las flotantes y en el combate indeciso que aquélla riñó frente al cabo Espartel con la inglesa del almirante Howe el 20 de octubre de 1782, cuando ésta regresaba al Atlántico después de haber conseguido meter en Gibraltar el preciado socorro.

Los ingleses se retiraron. En las cinco horas que duró el combate, Mazarredo dio pruebas de valor y serenidad; a él se debe gran parte del éxito y adelanto obtenido en la maniobra, cosa que asombró a los ingleses.

Al final de esta campaña, que terminaría con la Paz de Versalles el 20 de enero de 1783, fue desarmada la escuadra del Mar Océano y desembarcado Mazarredo, al que se ascendió a jefe de Escuadra para recompensar sus servicios el 21 de octubre de 1782.

En 1785 recibió el encargo de hacer un crucero de estudios práctico por el Mediterráneo para comparar los tipos de construcción a la inglesa y a la francesa, con una división compuesta por el navío San Ildefonso y la fragata Brígida (de construcción a la inglesa), y el navío Nepomuceno y la fragata Casilda (de construcción a la francesa). Esta campaña, en la que tuvo su primer mando a flote como almirante, duró un año, y de ella solamente se conserva la memoria: Informe sobre construcción de navíos y fragatas. Pasó seguidamente con su división a la rada de Argel en comisión diplomática para negociar un tratado de paz y amistad con aquella Regencia, acordándolo en los mismos términos que ésta había pactado con Francia (1785).

A los cuarenta y cuatro años, ya ascendido a teniente general el 16 de enero de 1789, empleo que desempeñó durante cerca de cinco lustros, estuvo algún tiempo en Madrid dedicado a la redacción de las Ordenanzas Generales de la Armada Naval. Interrumpió esta tarea al ser nombrado segundo jefe de una escuadra de veintiséis navíos y doce fragatas que mandaba el general José Solano, organizada con motivo de las tensiones con Inglaterra por la cuestión de Nutka (América del Norte). Embarcó en Cádiz, arbolando la insignia en el navío Conde de Regla el 15 de junio de 1790, y pasó luego al San Hermenegildo, navegando sobre el cabo Finisterre en previsión de la ruptura de hostilidades por parte de Gran Bretaña.

Regresó Mazarredo a Madrid en febrero de 1791, y en abril se puso a la tarea de redactar las Ordenanzas.

Terminó esta gran obra, considerada una de las mejores de su tiempo, en 1793, y por ello fue recompensado por el Rey con la encomienda de la Orden Militar de Santiago.

El 7 de marzo de 1793, cuando estaba asediada por toda Europa, la Convención francesa declaraba la guerra a Carlos IV por el apoyo moral prestado a Luis XVI, rompiendo el Pacto de Familia que España tenía con la casa de Francia, lo que provocó la alianza entre España e Inglaterra contra aquella república el 25 de mayo de 1793. En 1795, todavía en guerra, tomó Mazarredo el mando en Cádiz de una escuadra que debía unirse a la de Juan de Lángara que operaba en el Mediterráneo. Izó su insignia en el navío Purísima Concepción, cuando ya no gobernaba Floridablanca, y a la inexperiencia del Gobierno se unía la grave amenaza de un rompimiento con Inglaterra. La guerra con Francia terminó con la firma del Tratado de Basilea el 22 de julio de 1795, que otorgaba a Godoy el título de príncipe de la Paz. España recuperaba las plazas ocupadas en la pasada guerra y cedía a Francia la parte occidental de la isla de Santo Domingo. El Tratado de San Ildefonso firmado el 18 de agosto de 1796 era un tratado ofensivo-defensivo permanente entre España y Francia forzado por los éxitos de los ejércitos napoleónicos, por el que España solamente combatiría contra Inglaterra, lo que la incomunicaba prácticamente con sus posesiones de América y ponía la escuadra española a disposición de Francia.

Confirmadas estas paces, pasó Mazarredo a relevar a Lángara en el mando de la escuadra del Mediterráneo, al ser éste nombrado capitán general de Cádiz el 18 de agosto de 1795. Pero sus diferencias con el ministro Pedro Varela y Ulloa, sucesor del bailío frey Antonio Valdés, considerando Mazarredo que no se atendía debidamente a la escuadra, “que es sombra de fuerza muy por debajo de lo que representa”, y el haberse negado a ampliar los informes expuestos en circunstancias anteriores, le llevaron a tener que presentar la dimisión de su mando, dimisión que fue aceptada, pero en forma de licencia por enfermo para no violar los preceptos de ordenanza. Entregó el mando al conde de Morales de los Ríos el 17 de agosto de 1796 y, pese a la opinión favorable que Varela tenía de él, lo destinó a Ferrol con prohibición de pasar a la corte, haciéndole creer al Rey que estaba loco. Aun así, le encargó Godoy que redactase por sí mismo una nueva tabla de señales, ante la sospecha de que los ingleses conocían la que estaban usando los buques españoles.

Fruto en parte de la imprevisión del Gobierno y también del poco acierto del nuevo almirante, el general José de Córdoba y Ramos, fue el desgraciado combate del cabo San Vicente el 14 de febrero de 1797, ya que, navegando Córdoba con su escuadra, descuidademente por cerca de este cabo, fue atacado por la del almirante Jervis, que le apresó cuatro navíos y provocó una derrota de los españoles de consecuencias históricas. Después del combate se designó sucesor de Córdoba al anciano general Francisco de Borja; pero un prestigioso grupo de oficiales pidió audiencia a la Reina para deshacer el error de que Mazarredo tenía trastornado el juicio, exponiéndole el estado del general Borja. La Reina acudió al Rey, se detuvo el correo y se nombró a Mazarredo comandante general de todas las fuerzas del océano, de las que tomó el mando el 8 de abril, fecha de su llegada a Cádiz, cuando ya Jervis había establecido el bloqueo de esta ciudad el 23 de marzo de 1797.

La reparación del Gobierno, así como la ampliación de atribuciones del cargo, fue tan grande como lo inmerecido del agravio. Se le dio de todo, menos dinero. Arboló Mazarredo su insignia en el navío Concepción y en menos de dos meses consiguió organizar las fuerzas sutiles y reunir ciento treinta y seis embarcaciones, que no sólo rechazaron los ataques de Nelson, como ocurrió en las noches del 3 y del 5 de julio de 1797, sino que llegaron incluso a romper el bloqueo a que eran sometidos. Los gaditanos, le dedicaron esta coplilla: “¿De qué sirve a los ingleses / tener fragatas ligeras / si saben que Mazarredo / tiene lanchas cañoneras?”.

El 6 de febrero de 1798, cumpliendo órdenes, salió repentinamente de Cádiz con veintidós navíos, tres fragatas y la Vestal, francesa, para sorprender a una división enemiga de nueve navíos que mantenía el bloqueo de Cádiz. Lo impidió un temporal del sudeste, y previendo que el grueso de la escuadra inglesa, mandado por Jervis que estaba en Lisboa, viniese contra sus fuerzas, se mantuvo frente a la desembocadura del Guadiana hasta que abonanzó el tiempo y regresó a Cádiz. Conforme había previsto, a las veinticuatro horas llegaba la escuadra inglesa con gran superioridad: cuarenta y dos navíos y varias fragatas y buques menores. Este intento de Mazarredo obligó a Jervis a aumentar el número de buques de la escuadra de bloqueo.

Nombrado capitán general de Cádiz, en junio, y terminadas las obras del nuevo Observatorio de Marina en la Isla de León (San Fernando), ordenó el traslado de este centro, que estaba en Cádiz. Estableció en él dos obradores de relojes marinos (cronómetros) y uno de instrumentos náuticos, a cargo de especialistas formados en Francia y en Inglaterra a propuesta suya. A él se debe que en los sextantes el movimiento del anteojo sea paralelo al plano del aparato.

En 1799, mandando una escuadra de diecisiete navíos y siete fragatas que logró armar, pasó con ella al Mediterráneo con órdenes de unirse a la francesa de Bruix y juntas liberar Menorca. Pero la intención de Bruix era llevar ambas escuadras a Egipto. La escuadra de Mazarredo se encontró un violento temporal en el golfo de Vera que le desarboló varios navíos; y aunque fueron reparados en Cartagena con gran rapidez, quedó frustrada la empresa. La escuadra francesa del almirante Bruix que venía de Tolón, lo encontró en Cartagena el 21 de junio de 1799. Nueve días después salía de allí la escuadra combinada con una fuerza de cuarenta y cinco navíos, pasó al Atlántico tocando Cádiz, desde donde se dirigió a Brest y allí fondeó el 9 de agosto de 1799. En este puerto, bloqueados por cuarenta navíos ingleses, permanecerían durante año y medio los quince navíos españoles que llegaron. Y mientras viajó a París con el almirante Bruix, investido de ministro plenipotenciario, a concertar las operaciones navales con el directorio, quedó la escuadra en manos del teniente general Gravina.

Allí tuvo que luchar duramente por los intereses de España, amenazados por la intención de Bonaparte, ya primer cónsul, de poner a su servicio las fuerzas navales españolas. La firme actitud de Mazarredo contrarió a Napoleón, quien lo retuvo en París por largo tiempo y forzó su relevo ante el Gobierno español. Éste, plegándose a sus deseos, lo envió a Cádiz, pretextando que allí hacían falta sus servicios, nombrándole capitán general de aquel departamento el 9 de febrero de 1801. El 14 de marzo se arrió en Brest su insignia y se arboló la de Gravina.

Como consecuencia de una desafortunada acción naval, Mazarredo fue nuevamente marginado. El 6 de julio de 1801 tuvo lugar un combate en Algeciras entre la división francesa del almirante conde de Linois y otra inglesa más fuerte del almirante Saumary. Para apoyar a los franceses salió una formación de navíos españoles mandada por el teniente general Moreno. El día 12 regresaban a Cádiz seguidos por los buques de Saumarez, quien había ordenado al navío Superb que se adelantase, amparado por la oscuridad de la noche, y tomase contacto con la formación hispano-francesa.

El navío inglés encontró a los navíos San Carlos y San Hermenegildo y, después de lanzar una andanada, se quitó de en medio rápidamente. Creyéndose atacados, los dos navíos entablaron un furioso combate entre ellos, con la consiguiente pérdida de mil ochocientas vidas y de los dos buques. Al Gobierno no le gustó que Mazarredo hubiese autorizado esta salida.

Este período se caracterizó por la inseguridad política, evidenciada por los frecuentes cambios de secretarios del Despacho. En consecuencia, la situación de la Armada, tras largos años de lucha con una Hacienda colapsada, era realmente caótica. Por eso, rehusó la Secretaría de Marina que se le ofreció antes de ir a París. Es más, al no estar conforme con los métodos seguidos, que originaban en la Armada escaseces y calamidades que él no podía remediar con su autoridad, y no queriendo hacerse solidario del desastre que se avecinaba, pidió su separación y cuartel para Bilbao, y así se le concedió el 2 de septiembre de 1801, entregando el mando interinamente al marqués de Arellano. Mientras, con la Paz y el Tratado de Amiens (23 y 26 de marzo de 1802), España recuperaba Menorca y obtenía la ocupación de Olivenza, aunque no lograría la restitución de Trinidad. Cuando en 1803 se creó el Almirantazgo, no se consideró oportuno llamar a Mazarredo, a pesar de la opinión unánime de toda la Marina.

No gustó en la corte la intervención mediadora de Mazarredo en la “Zamacolada” el 17 de agosto de 1804. En consecuencia fue desterrado a Burgos, y luego a Santoña y a Pamplona, con prohibición de visitar la corte, los Sitios Reales y el señorío de Vizcaya.

En 1807 se le permitió volver a su residencia de Bilbao, donde le sorprendió el movimiento de independencia.

Un mes antes el ministro de Marina frey Francisco Gil de Lemos le había comunicado que, si su estado de salud se lo permitía, pasase a Cádiz a encargarse nuevamente del mando del departamento y de la Comandancia de las tres Compañías de Guardias Marinas, orden que no cumplimentó.

Mazarredo, condenado injustamente al ostracismo, se equivocó al adherirse al partido de Napoleón, causa impopular que le apartó de sus compañeros. Se desplazó a Bayona y por deseo de Napoleón aceptó de José I hacerse cargo de las Secretarías de Estado y del Despacho de Marina, y de la Dirección General de la Armada el 3 de junio de 1808. No obstante, trabajó por aliviar la suerte de muchos pueblos y personas.

Así, consiguió rebajar de ocho a cuatro millones de reales la contribución que los franceses pusieron a Bilbao. Cuando el Ejército inglés abandonó Galicia, al perder la batalla de Elviña, los mariscales Soult y Ney ocuparon Ferrol, donde había once navíos, cuatro fragatas y algunos otros buques que estuvieron a punto de ser enviados a Francia. Mazarredo se personó en aquella ciudad y logró evitar la salida de la mayor parte de los buques, cosa que siempre le fue reconocida por la Marina española.

Al regresar a Madrid, la penosa enfermedad de gota que sufría y el decaimiento moral al verse aislado por sus compañeros, acabaron con su vida a los sesenta y siete años de edad el 29 de julio de 1812; una vida de total entrega profesional a la mar.

Se llamó Mazarredo, por deseo de la Reina, a una corbeta construida en el Arsenal de la Carraca (1847), para la instrucción de los aspirantes del Colegio Naval, a fin de recordar la memoria “de un esclarecido general de la Armada que desempeñó con acierto importantes mandos de mar y tierra [...] y cuyo nombre se recordaba con gratitud en las antiguas Compañías de Guardias Marinas”.

Mazarredo fue un gran organizador táctico que simultaneó la guerra en el mar con importantes cometidos diplomáticos y burocráticos. Su prestigio internacional empezó en la Guerra de la Independencia de Estados Unidos de América (4 de julio de 1776), guerra de los grandes juegos estratégicos de la marina de vela y de gran trascendencia política. Reunía armónicamente las cualidades de científico y de marino de guerra. La navegación y la astronomía como método, fueron sus temas preferidos, de tal modo que marcó un hito importante en la náutica española del último tercio del siglo xviii. Contribuyó al progreso de la hidrografía y de la construcción naval y estableció un régimen de policía y disciplina en los buques.

Sus Diarios de Navegación son una fuente de información en la que abundan los estudios sobre las características y tipos de los buques de entonces. Dio a la Armada ordenanzas, táctica y señales e impulsó la enseñanza de los guardias marinas. Sus desacuerdos con Godoy, en cuanto a la política naval que fue impuesta por Napoleón, le apartaron de los puestos de responsabilidad en momentos clave para España. Cuando suceden los desastres de San Vicente y de Trafalgar, Mazarredo no tenía el mando de la Armada.

 

Obras de ~: Rudimentos de Táctica Naval para instrucción de los oficiales subalternos de Marina, Madrid, Imprenta de Joaquín Ibarra, 1776; Resumen del Compendio de Navegación del Excmo. señor don Jorge Juan, Cartagena, 1777; Colección de tablas para los usos más necesarios de la navegación, Madrid, Imprenta Real, 1779; Instrucciones y señales para el régimen y maniobra de la escuadra del mando del Excmo. Sr. D. Luis de Córdova, Cádiz, 1781; Informe sobre construcción de navíos y fragatas, dado con relación a las pruebas hechas de orden del Rey con los navíos San Ildefonso y San Juan Nepomuceno, y las fragatas Santa Brígida y Santa Casilda, 1785 (inéd.); Lecciones de navegación para uso de la Compañía de Guardias Marinas, Isla de León (Cádiz), 1790; Ordenanzas Generales de la Armada Naval, Madrid, Imprenta Ibarra, 1793, 2 vols.; Línea de batalla de la Armada del Mediterráneo al mando de D. Joseph de Mazarredo, Cartagena, 1795; Instrucciones para el régimen de la escuadra en la mar, en sus reconocimientos, para su reunión, sobre sus descubiertas, precauciones de contagio y para su disposición y mantenimiento en combate, Cádiz, Josef Niel, 1797; Advertencias para el caso de combate, Cádiz, 1797; Corrección a las señales de táctica para el cuaderno de las del régimen de las escuadras, Cádiz, Imprenta de Josef Niel, c. 1799; Representación de D. Joseph de Mazarredo al Señor Rey D. Carlos Quarto, sobre su ostracismo de Bilbao, desde Santoña en 8 de diciembre de 1804, Madrid, Imprenta de Ibarra, 1810; “Noticia de la navegación de la fragata de guerra titulada Santa Rosalía en el año 1774...”, obra póstuma publicada por A. Mazarredo y Allendesalazar, Madrid, Boletín de la Real Sociedad Geográfica, t. LV (1913), págs. 17-199 y 171-503 [t. LVI (1914), págs. 90-104 (ed. Madrid, Imprenta del Patronato de Huérfanos de Intendencia e Intervención Militares, 1913)].

 

Bibl.: I. de Antillón, Elementos de Geografía astronómica y política de España y Portugal, Madrid, Fuentenebro y Cía., 1808, nota 3; “Mazarredo”, en Censor, n.º 90, t. XV (20 de abril de 1822), pág. 451; Fernández de Navarrete, “D. José de Mazarredo”, en Colección de opúsculos, t. I, Madrid, Imprenta Viuda de Calero, 1848, págs. 292-304; F. de P. Quadrado y de Roo, Elogio del general Escaño, Madrid, Real Academia de la Historia, 1852; F. de P. Pavía y Pavía, “Biografía del célebre general de Marina D. José de Mazarredo”, en La Marina, t. III (1856), págs. 348-360; M. Dánvila y Collado, Reinado de Carlos III, Madrid, El Progreso Editorial, 1891- 1894; C. Ibáñez de Ibero, Historia de la Marina de Guerra Española, Madrid, Espasa Calpe, 1939; E. Barbudo Duarte, D. José de Mazarredo Salazar-Muñatones y Gortázar, teniente general de la Armada, Madrid, Artegrafía, 1945; I. Núñez Iglesias, El teniente general D. José de Mazarredo, Bilbao, Diputación de Vizcaya, 1945; C. Hard, “Los contactos de D. José de Mazarredo con la estrategia y la táctica”, en Revista General de Marina (Madrid), t. CXXIX/8 (1945), págs. 213-135; M. Fernández Almagro, Política naval de la España Moderna y Contemporánea, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1946; J. de Mendizábal, Batallas Navales, de Portland a Jutlandia, Madrid, Escuela de Guerra Naval, 1947 (inéd.); J. M. Carlan, Navíos en secuestro. La escuadra española del Océano en Brest, 1799-1802, Madrid, Instituto Histórico de la Marina, 1951; A. Muriel, Historia de Carlos IV, ed. y est. prelim. de C. Seco Serrano, t. II, Madrid, Ediciones Atlas, 1959; C. Fernández Duro, La Armada Española, t. VIII, Madrid, Museo Naval, 1973; J. Cervera Pery, La Marina de la Ilustración, Madrid, Editorial San Martín, 1986; C. Martínez Valverde, “Mazarredo”, en J. M.ª Martínez-Hidalgo y Terán (dir.), Enciclopedia General del Mar, Barcelona, Ediciones Garriga, 1982, págs. 1062-1066; I. Núñez Iglesias y A. de Ugarte, Napoleón. Los mil días de Egipto, Madrid, Editorial Naval, 1985 (colección Hombres, Hechos, Ideas); A. M. Vigón Sánchez, Colección Mazarredo, Madrid, Museo Naval, 1987; M. Armada y Díez de Rivera, “El teniente general de la Armada don José de Mazarredo”, en V. Palacio Atard (coord.), España en el mar en el siglo de Carlos III, Madrid, Marinvest, 1989, págs. 479- 484, cap. 29; Anónimo, “Mazarredo (José de)”, en Enciclopedia Universal Europea-Americana, t. XXXIII, Madrid, Espasa Calpe, 1989, págs. 1376-1377; J. I. González-Aller Hierro, España en la mar, una historia milenaria, Barcelona, Lunwerg, 1998, pág. 92, cap. VII; D. A. Perona Tomás, Los orígenes del Ministerio de Marina, Madrid, Ministerio de Defensa-Instituto de Historia y Cultura Naval, 1998.

 

José Antonio Ocampo Aneiros

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